Las elecciones regionales y municipales del próximo domingo 21 de noviembre, no van a cambiar nada en Venezuela. Por eso, la baja expectativa nacional frente a un torneo de más de lo mismo: marketing político estadounidense tropicalizado y prácticas deshonestas de financiamiento que nadie investigará y muy pocos consideran, siquiera, pecaminosas.
El país sigue -y seguirá- dominado por delincuentes de la corrupción administrativa y sus testaferros de todos los colores, exhultante cinismo y oronda sinvergüenzura.
En general, la "oferta" es muy pobre, en medio de la tragedia histórica que sufrimos en Venezuela, con unos cinco millones de compatriotas emigrados al exterior. La cifra -indeterminada- de quienes hacen planes para emigrar o piensan en hacerlo, es alta y preocupante, sobre todo porque para ellos Venezuela luce clausurada, sin probabilidades reales de realización personal y familiar, más allá de la dura subsistencia con salarios miserables e ingresos familiares pulverizados por la inflación, la especulación y las prácticas delictivas en y contra la economía.
Muchos aspirantes lograrán permanecer o llegar al ejercicio público en gobernaciones, consejos legislativos, alcaldías y concejos municipales, "endeudados" con sus financistas atados a las prácticas delictivas de la corrupción administrativa y su asociado lavado de dinero en Venezuela y el exterior: los hay -testaferros- "oficialistas" y "opositores", pléyade de "empresarios" que han echado raíces profundas en nuestra economía, paraísos fiscales, medios de comunicación y redes sociales telemáticas.
Esa delincuencia organizada viene asociada a políticos corruptos e irresponsables desde los años 70 del siglo XX, que se muestran "impolutos" y ajenos al empobrecimiento moral de lo público en Venezuela, pero a la hora de amasar dinero sucio sus correrías no tienen diferencias entre "oficialistas" y "opositores", pues cambian de bandos como lo hacen sus peones de la politiquería. También los hay "independientes", para todos los gustos y engañifas.
Es un sistema corrupto, corruptor, chantajista y extorsionador, que censura y coacciona. Para colmo, goza de una tolerancia gigantesca, que a muy pocos asombra.
Las diferencias entre ellos son de cuantía en los expolios al erario, ya que sus mecanismos son idénticos para el enriquecimiento ilícito y el lavado de dinero y activos, a los utilizados por el narcotráfico y otras mafias en Venezuela, Colombia, Estados Unidos, Europa y sus "paraísos fiscales".
"Eso es lo que hay", en esta campaña electoral 2021. Los cómplices de la destrucción nacional se juegan el pellejo, sin enmienda ni compromiso moral y ético alguno. Seguirán en lo mismo, para desgracia de Venezuela.
A partir del 22 de noviembre, comienza una etapa decisiva para el futuro de nuestra patria, que nada tiene qué ver con los resultados del 21-N. La mayoría honesta e inconforme de venezolanas y venezolanos -que no nos resignamos a vivir en esta pudrición y alto grado de injusticia, empobrecimiento y degradación social- tiene ante sí el reto de discutir y estructurar un nuevo proyecto político nacional, para la reconstrucción integral de la República, que comienza por la revitalización moral y ética de las instituciones públicas, la economía y la sociedad, en su más amplio sentido.
Los actuales factores de poder político, economico y comunicacional siguen anclados en el esquema empobrecedor chavismo/antichavismo. La diatriba estatismo/neoliberalismo que lo ha determinado, son herencias perniciosas del siglo XX, que todavía gravitan en el inconsciente colectivo. Ese es el enemigo principal, y habita en lo moral, ético y cultural.
Las corrientes políticas ajenas a esta confrontación dicotómica, excluyente y corrupta, tienen la opción de confluir plural y transparentemente, con suficiente vigor ético, para entroncar con esa mayoría inconforme -hoy desalentada y desorientada, amorfa- que definitivamente condena a los complices de la destrucción nacional. Esa fuerza social y política comprometida con un futuro distinto, generoso y solidario para Venezuela, será incontenible hacia 2024 y 2025, lapso decisivo para la elección democrática, participativa y transformadora -responsable- de la Presidencia de la República y la Asamblea Nacional.
Mi principal convocatoria es a deslastrarnos de esa costra de envilecimiento y desánimo que nos oprime y agobia. El siglo XXI nos reta y espera: hemos perdido los primeros 21 años de esta centuria, y lo grave es que involucionamos y sobrevivimos en un país desestructurado y sin noción cierta de lo que nos ocurre como sociedad. Pensar en grande por Venezuela y el buen futuro que merecemos, es el reto, independientemente de si votamos o no votamos el 21-N.
Reciban mi abrazo solidario.
Manuel Isidro Molina
🇻🇪🌹✨
14.11.2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario