MANUEL ISIDRO MOLINA
La era Chávez concluyó en Venezuela el 8 de diciembre de 2012, cuando el entonces Presidente, gravemente enfermo, vino de Cuba, y pronunció su dramático testamento político, pidiendo unidad a sus seguidores y a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, con la postulación de Nicolás Maduro para la Presidencia de la República, en caso de su desaparición física, como lamentablemente ocurrió el 5 de marzo de 2013, hace un año. Respeto y solidaridad hacia sus seguidores, hoy atareados con su pesada herencia de corrupción, ineficiencia, autoritarismo y aliento monopartidista.
Se cumplió la primera fase de la etapa poschávez con la elección del presidente Nicolás Maduro, el 14 de abril del año pasado; y desde entonces, asistimos a los desarrollos de la etapa en que un Presidente civil trata de mantener el rumbo de la estabilidad política y social, corrigiendo las serias obturaciones del estilo chavista de gobierno, bajo alta presión de una oposición creciente y muy diversa, desde sectores democráticos hasta minorías violentistas de corte fascistoide con inocultables nexos internacionales con la ultra derecha neoliberal y pro imperialista.
Cambios políticos clave
Desde la muerte de Chávez, el principal cambio es, sin duda, la ausencia de su liderazgo, cuyo vacío es protuberante y, a la vez, el mayor reto del presidente Nicolás Maduro, por el peso del mando unipersonal cultivado en torno a Chávez por la propaganda oficial y la práctica misma que desplegó el finado líder.
El otro cambio político destacado es la virulenta oposición al gobierno de Maduro, desde el día mismo de su elección, el 14 de abril, con más de una decena de muertos el 15 de abril, lo que se ha intensificado desde el 12 de febrero de 2014, Día de la Juventud Venezolana. Un claro reenvío de los fracasados planes plebiscitarios para el 8 de diciembre, que en caso de haber fructificado, desatarían una ola de protestas por la renuncia de Maduro, desde el mismo lunes 9.
Violencia, muerte y destrucción
Estas jornadas de violentas protestas han generado varias decenas de muertes, tanto por el violentismo de opositores antichavistas, como por el uso excesivo de la fuerza por parte de policías y militares en resguardo del orden público, y el accionar de bandas armadas afectas al gobierno y toleradas por las autoridades.
El desconocimiento de la legitimidad del presidente Maduro, es fuente de violencia, inestabilidad e insensatez en la vida política venezolana, lo mismo que la pretensión gubernamental de desconocer en la práctica, el pluralismo político existente en Venezuela, tanto en el parlamento como en la vida institucional y pública de la República.
Continuismo y debilidades
Maduro aspira a continuar en esencia los proyectos chavistas, pero a la vez trata de desmarcarse de los vicios heredados, sin mucha consistencia frente a la corrupción, la peor herencia de Chávez; y de los desatinos en materia económica que han llevado a la pulverización del bolívar, el desabastecimiento, la baja productividad de las empresas públicas y privadas, y una gran inconformidad popular que trasciende las fronteras del chavismo y del antichavismo.
Proyecto inviable e indefinido
Ambas fuerzas son corresponsables de la crisis. Sin embargo, el proyecto estatista de Chávez es inviable, igual que su talante autoritario y monopartidista en el ejercicio del poder, que constitucionalmente en Venezuela es alternativo, plural y participativo.
Parte de la solución a la actual crisis política, económica y social que vivimos los venezolanos, es la reducción drástica del estatismo, abriéndose a una economía mixta de verdad, con interacción de los factores públicos, privados y asociativos de trabajadores y pobladores, sin descuidar la vocación social de las políticas públicas.
Hasta ahora, el llamado “socialismo del siglo XXI” es un proyecto indefinido y endeble, por sus inconsistencias autoritarias, monopartidistas y de vasta corrupción en el aparato gubernamental, en realidad un caduco esquema partido-gobierno, que abusa del poder, corrompe y utiliza descaradamente los recursos públicos.
El “sistema chavista” obliga a una discusión profunda en torno a sus virtudes y defectos, comenzando por reconocer que su conceptualización y naturaleza no es imponible a la diversidad social, política e ideológica de nuestros treinta millones de compatriotas.
Oposición macartista y neoliberal
La oposición actual es básicamente la misma que en 1998 opuso resistencia fragmentada a la irrupción electoral de Chávez. No ha habido cambios ideológicos en ella, esencialmente macartista, neoliberal y pro estadounidense, independientemente de que la población que la sigue no se reconozca como tal.
Su dirigencia principal es de raigambre macartista, militantemente anticomunista, al peor estilo de la “guerra fría” del siglo XX, y partidaria de la reposición de los esquemas neoliberales de “El gran viraje” del segundo gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez (1989-1993) y de la “Agenda Venezuela” de 1996, durante el segundo gobierno del presidente Rafael Caldera (1994-1999).
Lo que ha variado es la intensidad de la acción opositora, pero no se puede olvidar que siguen siendo los mismos que en abril de 2002 derrocaron al presidente Chávez, y que fueron capaces de desatar el fantasmal paro petrolero y empresarial de diciembre 2002 a febrero 2003; los pronunciamientos militares de “Plaza Altamira”, en 2002; y las guarimbas, en 2004.
En Venezuela, la oposición neoliberal ha sido tan intransigente como el gobierno chavista; su tono y prácticas violentas han sido recurrentes. Pero, en justa valoración, hoy las protestas violentas son muy menores con relación a las registradas en aquellos años 2002-2004.
Tendencia decreciente
Electoralmente, el 7 de octubre de 2012, el presidente Hugo Chávez obtuvo un triunfo incontestable, pero inferior que su marca de 2006, bajando de 63 a 55 por ciento, ocho puntos menos; y el candidato Nicolás Maduro continuó esa tendencia, obteniendo 50,61% de los votos. Sin embargo, la secuencia fue revertida en las elecciones municipales del 8 de diciembre de 2013, favorable en votos totales al gobierno, pero con pérdidas locales en varias capitales regionales y ampliación de la ventaja opositora en varios municipios de gran importancia urbana.
Violenta revancha
Así, se produjo el fracaso del “plan plebiscitario”, que ahora retomaron violentamente los opositores capitaneados por Leopoldo López y María Corina Machado, en tan violenta revancha.
Sin embargo, no estamos ante “la peor ola de disturbios”. Las manifestaciones, unas pacíficas y muchas otras violentas, como en Táchira, Mérida o Valencia, sí han sido más organizadas y acopladas a un plan subversivo de la minoría ultra derechista de la oposición, con apoyo internacional, incluyendo un despliegue de medios radioeléctricos y electrónicos con gran vigor en la redes sociales de Internet y la telefonía de última generación.
Su efecto ha sido mayor a nivel mundial, y en muchas partes se puede creer que Venezuela está incendiada por los cuatro costados. Ello no es cierto, pues la mayoría del país, aunque inconforme por la crisis de inflación, desabastecimiento y corrupción, no está en esas prácticas violentistas y es partidaria de la paz, de la solución de los grandes problemas venezolanos en paz, con apoyo de todas las iglesias y la mayoría de las corrientes políticas, económicas y sociales, independientemente de su afecto o críticas a la acción gubernamental.
La naturaleza insurreccional de las protestas, llevó a situaciones extremas, principalmente en el estado Táchira, donde la violencia es particularmente feroz y tiene vinculaciones ciertas con grupos paramilitares colombianos, que no sólo hablan del derrocamiento del presidente Maduro, sino incuso de la separación de esa importante región andina occidental limítrofe con Colombia. Una locura inaceptable para la nación venezolana.
Fuera de foco
Tanto la oposición como el gobierno están fuera de foco, imaginan una solución concluyente y definitiva de uno sobre el otro, y eso no es posible, no es viable ni alcanzable. De manera, que la convivencia plural y respetuosa entre las diversas corrientes de pensamiento es, más que una opción, una obligación, una enorme realidad, inmodificable en el corto plazo. Si de “errores” hay que hablar, las culpas están repartidas y comprometen al monopartidismo gubernamental y a la ultra derecha fascistoide, porque ambos esquemas generan intolerancia, violencia e incomprensión de la realidad que vivimos.
Salida compleja
La “salida” debe ser tan compleja como la naturaleza de la crisis. Y su caldo de cultivo fundamental es la paz: civismo, diálogo sincero y responsable entre las facciones extremistas de ambos bandos, que hasta ahora están marcando las pautas de intolerancia y violencia. En este sentido, la Conferencia por la Paz instalada por el presidente Nicolás Maduro, el pasado 26 de febrero, en el palacio de Miraflores, ha sido un buen comienzo que puede llegar a buen puerto, si el gobierno comprende los cambios necesarios en los planos político y económico, esencialmente; y los extremistas de la derecha asumen el respeto a la institucionalidad del Estado venezolano, con Nicolás Maduro en la Presidencia de la República.
Si la derecha golpista sigue en su pretensión de derrocar a Maduro, las posibilidades de paz y diálogo disminuyen, como será difícil la estabilidad institucional si el oficialismo mantiene su sectarismo excluyente desde el gobierno y en la Asamblea Nacional.
Indispensable es exigir el cese de las protestas violentas y el desmontaje de las pretensiones golpistas, por vía del “calentamiento de las calles”, que es la estrategia abierta de las protestas iniciadas el pasado 12 de febrero.
Sensatez para el diálogo y la paz
Necesitamos sensatez, como requisito para la paz y el diálogo que promueve la mayoría democrática venezolana, incluyendo vastos sectores del chavismo y el antichavismo.
La violencia, afortunadamente, viene amainando, se reduce a unos cinco u ocho municipios de preponderancia opositora, pero no es compartida por la inmensa mayoría de nuestro pueblo, que ama la paz y el desenvolvimiento armónico de nuestra sociedad.
Crece la conciencia social en cuanto a la importancia de la paz para encontrar a mediano y largo plazo, soluciones contemporáneas a la crisis acumulada.
Como venezolano, espero que el mundo entienda que Venezuela es tierra de fraternidad y lucha por la justicia social, y no un campo minado para minorías criminales dispuestas a incendiarla.
El apoyo internacional es clave para nuestra paz, impedir la guerra que unos cuantos locos promueven, y desarrollar todo nuestro potencial humano, económico y cultural.
@manuelisidroXXI
* Licenciado en Comunicación Social - Universidad Central de Venezuela
* Especialista en Ciencia Política - Universidad Simón Bolívar
* Columnista del semanario LA RAZÓN
* Asesor en análisis de entorno político y social
ME ESCRIBE HUMBERTO D'ASCOLI CENTENO
"Hay que entender que con la violencia no se logra nada"
Manuel Isidro:
Como todos los domingos, leo tu columna en La Razón, ya que la mayoría de las veces comparto tus análisis y opiniones políticas, en ella expresada.
Esta vez aun más. En efecto, coincido contigo que la compleja y difícil situación por la que atraviesa nuestro país, impone sensatez para un dialogo que busque una verdadera paz.
Razones para protestar y mostrar un descontento las hay, pero lograr un cambio "Democrático y constitucional" hay que entender que con la violencia no se logra nada, venga de donde venga; un ataque desmedido, extremista e incendiario siempre traerá un contraataque de la misma naturaleza. Una actuación radical o extrema conlleva una respuesta igual o mas radical.
Al igual que tú, pienso que la mayoría del país quiere un reencuentro pacifico y aunque redunde, para el logro de la paz, para erradicar la corrupción -la cual lamentablemente ha estado incontrolada, por lo que hay que evitar que se democratice-; para reducir a su mínima expresión la inseguridad; para abatir la inflación; para hacer ciudades más vivibles, por decir algunas.
Claro, ello exige cero impunidad frente a los ilícitos o irregularidades vengan de donde vengan, un poder judicial y ciudadano que sin retaliación ni privilegio, sancione los delitos de toda naturaleza, en particular los referidos al manejo de los recursos públicos, que no son exclusivos del Poder nacional, también existen y han existido a nivel estadal y municipal; el respeto y protección de los derechos humanos, y de su Estado de derecho. Este respeto de la institucionalidad del país, debe ser profesado por todos los sectores políticos, ya que en ocasiones hemos visto denunciar su violación obviando que los mismo denunciantes también lo transgreden.
En fin, un juego político transparente y sincero por parte de todos los actores políticos, económicos y sociales, sin cartas bajo la manga, que realmente se busque preservar nuestro sistema democrático, el cual, en cualquier caso, es y será susceptible de corregirse y perfeccionarse.
Se impone, como tú lo señalas, un cambio de todos los representantes de las organizaciones políticas, sociales económicas y religiosas, al menos los principales, para juntos lograr el llamado que haces a una convivencia plural y respetuosa entre las diversas corrientes de pensamiento, bien la calificas como una obligación a cumplir.
Es bueno recordar y hacer posible el llamado a un diálogo sincero que hizo el padre Virtuoso, Rector de la UCAB, en un programa de televisión (Venevisión), creo que el día 12 de febrero.
Recibe un cordial saludo, esperando seguir disfrutando y coincidiendo, si es el caso, con tus análisis políticos expresados en la columna dominical en el semanario La Razón.
Humberto D'Ascoli Centeno
ESTA ES MI RESPUESTA:
Gracias, Humberto... Tu valoración a mis planteamientos y tu diáfana coincidencia con la mayoría de ellos, me reconforta y afirma en el esfuerzo que intento desplegar por Venezuela, nuestra patria herida.
Pronto, te invitaré a una reunión plural, sin agenda previa, pero dentro de parámetros éticos y políticos encomiables, para abordar críticamente la crisis nacional e intentar impulsar un movimiento por la paz responsable y solidaria, cumpliendo pautas indeclinables contra la impunidad, como tú enfatizas.
Por la importancia de tus formulaciones y reafirmaciones, publicaré en mi blog, tu comunicación y esta respuesta.
Unamos voluntades honestas por la paz y la mejor vida posible en nuestra querida Venezuela, un país fabuloso, único, fortaleciendo el pluralismo democrático por la reconstrucción moral de la República, fortalecer la visión estratégica para una economía mixta sana y eficiente al servicio de un desarrollo armónico contemporáneo.
Recibe mi abrazo fraterno.
Manuel Isidro Molina
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