lunes, 10 de enero de 2022

Mi abuelo Manuel *

 


Desde muy pequeña crecí escuchando historias sobre mi abuelo Manuel, cuentos que relataban el gran hombre que era: un tipo curioso, inventor, luchador, familiar y de grandes convicciones políticas. Aunque muchas son las anécdotas de las personas que tuvieron el privilegio de llegarlo a conocer a profundidad, las mías son unas pocas desde los ojos de una niña de cinco o seis años. Lo recuerdo mucho en su querida cabaña, siempre leyendo en la biblioteca o paseando en los jardines. Recuerdo su suave andar y su sonrisa amorosa.

Recuerdo con muchísimo cariño el día que nos mostró a Dani y a mí (creo que no tendríamos más de 4 o 5 años) una de sus grandes invenciones: Le había sacado el motor a una podadora de grama de las que venían con ruedas y en su lugar le había ajustado un asiento chiquito de plástico, quién sabe de dónde lo habría sacado. Nos invitó a turnarnos en su invento y nos paseó un largo rato por las caminerías que rodeaban su casa, seguramente al final ya algo cansado porque recuerdo que ni Dani ni yo nos queríamos bajar de ese divertido medio de transporte.

Recuerdo que disfrutaba andar con nosotros en búsqueda de frutas en su jardín, donde siempre había algo delicioso para merendar. El día que le dije que no quería guayaba porque tenía gusanitos, él me dijo que si no me gustaba lo de adentro, igual me podía comer la concha. “Siempre hay algo bueno, ¿ves?”

Recuerdo que me enseñó cómo sacar pasta dental del tubito, que antes no venía de plástico sino de aluminio “desde abajo primero para que no se tape”.  Fue el primero que me dijo en qué consistía el reciclaje cuando le pregunté por las cajas de madera en su cocina y siempre me advertía que se me iba a acabar el lápiz cuando me empeñaba en utilizar el maravilloso sacapuntas de pared de su biblioteca.

Mi amor por la lectura llegó un par de años después de que mi abuelo se fue. Mientras crecía, siempre estuvo muy presente en mi cabeza la gran biblioteca de mi abuelo que quedó olvidada por muchos años en cajas selladas. Ya grande, cuando me tomé la tarea de recuperar algunos de sus libros, no pude evitar sentir algo de envidia por los que sí tuvieron la oportunidad de conocerlo de verdad. Fue una persona con la que me hubiera encantado conversar de escritura, de política, de libros y hacerle mil preguntas sobre sus viajes y vivencias. 

Siempre me he sentido especialmente cercana a él, y aunque no lo conocí como me hubiera gustado, estoy bastante segura que nos la hubiéramos llevado de lo mejor, que tendríamos mucho de qué hablar. 

Me queda el consuelo de haber compartido con él al menos esos ratitos, tener conmigo esos pequeños momentos especiales de bisabuelo y bisnieta, de vecinos, ¡que lo fuimos por varios años! Tal y como él lo dijo, siempre hay algo bueno.    

 

Valentina Hidalgo Sánchez 

valentinax3000@gmail.com

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* Manuel Isidro Molina Gavidia   

http://manuelisidroxxi.blogspot.com/2019/11/mi-padre-manuel-isidro-molina-gavidia.html

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