Teodoro fue un hombre digno. Lo recuerdo con afecto, uno de los más importantes fundadores del Movimiento al Socialismo, MAS, el proyecto político colectivo más relevante de la segunda mitad del s. XX venezolano, en el cual militamos. Mis condolencias a sus familiares, amigos y compañeros de sus luchas políticas desde los tiempos de confrontación con la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958).
La muerte lo alcanzó luchando en silencio profundo, algo que jamás podrá entender Diosdado Cabello, su peculiar carcelero, quien solo dejó de hostigarlo brutalmente a través del podrido Sistema Judicial venezolano actual, cuando médicos forenses "comprobaron" que Teodoro presentaba un cuadro depresivo severo, porque sobre él pesaba una injusta "prohibición de salida del país" y presentación periódica a un tribunal penal, mediante petición forjada por el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), sus abogados y los funcionarios judiciales del caso.
Teodoro nunca se doblegó ante los poderes que combatió desde joven, y menos lo iba a hacer ante el abuso de poder aplicado selectiva y sádicamente por capos politicastros sin sentido alguno de la dignidad y la valentía que él encarnó ejemplarmente, toda su vida.
La partida de Teodoro deja la imagen rechoncha, brutal y grotesca de Diosdado Cabello en su exacta dimensión: minúscula, aunque ampulosa y desbordada en su aprovechamiento de los recursos del Estado, a manos llenas. Todos quienes aplaudimos la vitalidad política, intelectual y humana de Teodoro camino a la eternidad, vemos desnudo a su carcelero peculiar en su pobreza humana y ridiculez política. Sabemos muy bien de qué lado está el bribón.
Perdedor de muchas de sus batallas -como todo aquel que hace propósitos contracorriente- Teodoro aplastó a su carcelero con un profundo silenció, rebelde y arrecho: prefirió matarse en vida, que doblegarse ante el abuso de poder concertado que lo hizo víctima acusándolo de "victimario" en amañado juicio de acción privada. Sin duda, resistió el embate con dignidad y murió resistiendo.
Bien lo sabemos quienes lo conocimos y compartimos con él postulados y luchas, aún en la polémica y la confrontación política. Teodoro siempre se distinguió por sus capacidades intelectuales, su valentía al asumir reto tras reto con autenticidad, y su gran honestidad personal, un tanto arisco a la distancia pero llano y afectivo en el trato personal.
Duro en la polémica, siempre la alimentaba con sus conocimientos y ebullentes convicciones. Así fue Teodoro durante su militancia en el Partido Comunista de Venezuela, la lucha guerrillera de los años sesenta y la gran polémica qué catalizó a partir de 1999, con su mejor libro: Checoslovaquia, el socialismo como problema, que lo catapultó a nivel mundial en la discusión del movimiento comunista, socialista y progresista internacional, que venía de la crítica por Nikita Kruchev del estalinismo soviético (Congreso del Partido Comunista de la URSS, 1956) y se aceleró con la pasmosa invasión soviética de Checoslovaquia en agosto de 1968.
En Venezuela, la vida interna del PCV explotó: en diciembre de 1970 se produjo su división, y el 19 de enero de 1971 nacía el Movimiento al Socialismo (MAS). Teodoro se contaba entre los más brillantes fundadores del nuevo partido. No fue que "Teodoro fundó al MAS", como reseñan algunos hoy, cargados con la monserga cultivada por el mercadeo estadounidense de la política ("marketing político"). En realidad, el MAS fue producto de un vigor colectivo sin precedentes en la política venezolana, en el que Teodoro descollaba junto a Pompeyo Márquez, Freddy Muñoz, Luis Bayardo Sardi, Argelia Laya, Eloy Torres, Carlos Arturo Pardo, Víctor Hugo D'Paola, Germán Lairet, Antonio José "Caraquita" Urbina, Rafael Guerra Ramos y muchísimos otros que a lo largo y ancho del país dieron lo mejor de sí junto a decenas de miles de jóvenes que militábamos en la Juventud Comunista de Venezuela (JCV). Modestamente, me cuento entre los fundadores de la Juventud del MAS en la Unión Soviética, donde cursaba estudios universitarios en la bella ciudad de Leningrado.
Nunca el MAS tuvo algún liderazgo individual y, mucho menos, autocrático. El vigor colectivo encendía las discusiones y sus conclusiones iban siendo construidas al calor de las muy ricas polémicas: Teodoro entre los primeros, por supuesto.
Con gran afecto y respeto, me permito transmitirles solo dos experiencias mías con Teodoro, una siendo ambos diputados al Congreso de la República; y la otra, entrando él al gobierno del presidente Rafael Caldera, y yo renunciando a mi militancia en el MAS:
Enero 1996: fui llamado por mi también amigo Luis Manuel Esculpi, director encargado de la fracción parlamentaria del MAS, a una reunión en la oficina de Teodoro en el edificio administrativo del Congreso (Pajaritos), y para sorpresa mía, esa "encerrona" (así le decíamos a la reuniones reservadas) tenía el propósito de proponerme ejercer la jefatura parlamentaria del partido, seguramente por mi experiencia como subdirector parlamentario, presidente de la Comisión Permanente de Medios de Comunicación Social de la Cámara de Dipùtados, y miembro de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados durante los últimos tres años. Si mal no recuerdo, estaban presentes Enrique Ochoa Antich y Gustavo Márquez, secretario general y presidente del MAS, respectivamente, Víctor Hugo D'Paola, Esculpi y Teodoro, quien me hizo el planteamiento.
Lo agradecí, pero no acepté la propuesta que tuvieron a bien hacerme: ya había adquirido el compromiso gremial de optar por la presidencia del Colegio Nacional de Periodista, les dije, a lo que Teodoro me ripostó:
-Coño, llave, ¿qué vas a hacer tu en ese gremio? El jefe de la fracción es el segundo dirigente más importante del MAS, después del secretario general, argumentó, lo que no varió mi decisión.
Marzo 1966: renuncié al MAS en rueda de prensa desde la presidencia de la Comisión de Medios de la Cámara de Diputados. La primera llamada que me pasó mi directora de secretaría Arminda de Yánez, fue la de Teodoro:
-Chiro, ¿cómo se te ocurre renunciar en el momento en que yo voy entrando al gobierno del presidente Caldera?
Mi respuesta fue cordial y firme, me la reservo porque importa lo que me dijo Teodoro:
-Bueno, llave, nos vemos en el camino...
Así lo recuerdo, con afecto y admiración sincera, aunque nuestros caminos se bifurcaron:
"Al calor de su partida, Venezuela comenzará a valorar a Teodoro Petkoff en su real dimensión política, intelectual y humana, lejos de las mezquindades y bajezas que tanto lo afectaban. Con ustedes comparto el abrazo a ese valioso y polémico amigo, hombre de pie", escribí ayer por Twitter.
Como director del diario El Mundo y editor-director de Tal Cual, Teodoro demostró sus grandes capacidades intelectuales y políticas vertidas cotidianamente al buen periodismo político, contundente y de altura.
Teodoro fue un hombre tenaz, corajudo. Ahora también lo sabe Diosdado Cabello.
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