viernes, 3 de junio de 2016

Estatismo militarista y neoliberalismo: Dos modelos agotados que victimizan a Venezuela

MANUEL ISIDRO MOLINA
manuelisidro21@gmail.com

Ponencia presentada 
en el Doctorado 
en Ciencias Políticas
Universidad de los Andes
Mérida, 03 de junio de 2016




A mi amigo ALCEDO MORA,
abandonado en las críticas horas de su secuestro el 27 de febrero de 2014,
por las altas autoridades de la Gobernación del Estado Mérida, de la cual es funcionario con reconocida vocación de solidaridad y entrega en defensa de los más pobres.
Donde quiera que esté, mi reconocimiento a su combate valiente contra la corrupción, el peor flagelo contemporáneo de Venezuela




Agradezco al profesor Vladimir Aguilar Castro, coordinador del Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina(CEPSAL) y del Doctorado en Estudios Políticos de la ilustre Universidad de Los Andes (ULA) por la distinguida y exigente invitación a participar en estas jornadas que tienen el ambicioso propósito de “ir abriendo caminos y conseguir las luces necesarias para salir de esta hora aciaga en la cual nos encontramos” hoy, en Venezuela.



Entrando en materia, comparto con ustedes la apreciación analítica de que la nuestra es una macro crisis sin precedentes, que asombra al mundo entero. Ningún país de América Latina y el Caribe había registrado un grado tan acelerado y brutal de descomposición moral, económica, política y social como la sufrida actualmente en la patria de Simón Bolívar, El Libertador, distinción que le tributara el pueblo merideño, el 23 de mayo de 1813, al paso de su histórica Campaña Admirable; y que le fuera ratificada oficialmente el 14 de octubre en la Iglesia de San Francisco por el gobernador de Caracas, Cristóbal Mendoza, trujillano y primer Presidente de Venezuela en 1811.



I
Lo primero que deseo exponer para la indagación académica, política y social, es que nuestras actuales complicaciones trascienden el maniqueo debate gobierno-oposición o chavismo-antichavismo, no solo porque su naturaleza es polarizante y hasta fanatizante con las consecuencias conocidas de falta de mesura y método científico e indisposición al diálogo democrático, sino por la catadura moral de  muchos de sus actores y la corresponsabilidad de esos contrincantes en la ruina moral y económica de la nación.

La Universidad tiene el deber y la posibilidad de contribuir con sus luces e indagaciones, a “ver el bosque” por encima del sectarismo excluyente de estos bandos en pugna que han estrujado recurrentemente las enormes potencialidades de desarrollo armónico de Venezuela para felicidad de nuestro pueblo. Hoy, es su principal contribución para impulsar el esfuerzo general para la reconstrucción integral de Venezuela: moral, ética, política, económica, social, cultural, técnica y científicamente.

Aspiro coincidir con quienes preocupados y hasta atormentados por esta “hora aciaga”, estén dispuestos a empinarse por encima de la infértil cotidianidad política, la corrupción y la mezquindad de intereses económicos, que nos han convertido en especie de muestrario mundial del absurdo y la sordidez. Con criterios firmes, se puede polemizar y analizar abiertamente, con transparencia, los graves entuertos de la vida venezolana. Con la mira puesta en los intereses estratégicos de la nación y los derechos y deberes de ciudadanos y ciudadanas, podemos –y debemos- encontrar sendas de realizaciones individuales y colectivas.

Venezuela no es un país ocluido. Nuestro potencial humano, material e histórico es gigantesco, tal vez el más promisorio del mundo, si lo comparamos relativamente con base en la población. No creo exagerar ni caer en la grandilocuencia de los desvaríos históricos de los caudillos de turno. La tesonera labor de reconstrucción será dura, muy dura, pero es posible. Con optimismo lo digo, seguro de que todos juntos podemos encontrar los nuevos caminos.



II
La caracterización histórica de Venezuela es fundamental: la nuestra es una patria libertaria, independentista, anticolonialista y antiimperialista. Sus fundamentos imborrables están en el Acta de Declaración de Independencia del 5 de julio de 1811, la Constitución de ese mismo año, y los desarrollos impuestos por la Guerra de Independencia hasta la Batalla de Carabobo del 24 de junio de 1821. El Congreso de Angostura, 1819, fue un hito decisivo que abrió el camino a la creación integracionista de la República de Colombia, llamada referencialmente “Gran Colombia”, que abarcó los territorios continentales e insulares de las actuales repúblicas de Ecuador, Bolivariana de Venezuela, Colombia y Panamá, incluyendo hasta el zarpazo colonial inglés el actual territorio en reclamación de la Guayana Esequiba.

Todo esto hay que rediscutirlo, en la academia y en la calle. Como muchas otras cosas importantes de nuestra nacionalidad, para recolocarnos en el plano mundial contemporáneo, lejos de ciertas apreciaciones arcaico-ruralistas que tanto daño nos han hecho.

Desconocer estos anclajes es demencial, tanto como que los estadounidenses, rusos o chinos desecharan las grandes historias de Estados Unidos de América, Rusia o China. Nadie en esos países -hoy las tres principales potencias mundiales-, puede pretender apropiarse de sus respectivas historias nacionales, ni de los valores legados por sus líderes; tampoco, relegarlos o estigmatizarlos insensatamente, como ocurre entre nosotros con Simón Bolívar, El Libertador, a quien conocemos desde niños en la escuela y vamos leyendo en la juventud y releyendo en la adultez. Hoy, creo que Bolívar, como todos nuestros héroes independentistas, debe ser reestudiado –no caletreado-, bajo el criterio académico del historiador francés Marc Bloch: “La historia es el hombre en su tiempo”.

La grandeza histórica de Bolívar es indiscutible, independientemente de que se puedan criticar –como debe ser- aspectos de su inmensa trayectoria pública, sin olvidar “su tiempo”. Mal podemos trasplantar aquellos acontecimientos al siglo XXI, como necio es tratar de interpretarlos con esquemas o dogmas contemporáneos desconociendo las realidades históricas del primer cuarto del siglo XIX venezolano e hispanoamericano.

Para recolocar la discusión recurro a escritos de la segunda mitad del siglo XX:

“El Libertador quedó convertido, después de 1830, en un mito acomodable a las ambiciones de los caudillos, de los dictadores, de los agentes nacionales de la neocolonización… Nada más diferente a un demiurgo o a un santón. Bolívar fue un extraordinario ser humano, de inagotable energía y capacidades increíbles, al servicio de una causa históricamente progresiva”.
MIGUEL ACOSTA SAIGNES



“A los doscientos años de su nacimiento, Bolívar, con inobjetables títulos, forma parte del puñado exiguo y deslumbrante de las grandes figuras tutelares de la humanidad. Desde su muerte, en 1830, se ha ido descubriendo de un modo continuo y conmovedor la gigantesca dimensión de su presencia… se convirtió muy pronto en el símbolo de la lucha contra el despotismo y las viejas monarquías. Su nombre sonaba a libertad. Los revolucionarios de 1830 y de 1848, los ‘carbonarios’, los liberales, la juventud romántica invocaban su nombre y su ejemplo. Era el héroe que había enfrentado trescientos años de antiguo régimen en la América hispana y había logrado ponerle fin para proclamar un nuevo orden de democracia y libertad”.
ARTURO USLAR PIETRI
Godos, insurgentes y visionarios


“Simón Bolívar no solamente fue ciudadano colombiano sino el creador de Colombia. No fue un apátrida, persona carente de nacionalidad, sino un eupátrida, genitor y engendrador de naciones… Hay evidencias en el orden jurídico, político y social de tal magnitud como las existentes en el mundo de la naturaleza: el esplendor del sol, la majestad del mar, la imponencia de las cordilleras. Tratar de negar la colombianidad de Bolívar equivaldría a afirmar que Napoleón no fue franc
n transcribirse de autores e instituciones de todo el mundo, en diverso tiempo:
l esplendor del sol, la mejestad del mar, 830, és sino corso".
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA
27 de mayo de 1980


Por si fueran poco las citas anteriores, agrego dos más de las miles que podrían transcribirse de autores e instituciones de todo el mundo, en diverso tiempo y de diversas áreas del conocimiento:

Bolívar fue “el escritor más sobresaliente de su época”.
ACADEMIA COLOMBIANA DE LA LENGUA
CORRESPONDIENTE DE LA REAL ESPAÑOLA

“Desde el primer momento de su acción se distinguió por la claridad y la audacia de su pensamiento. Si no hubiera hecho otra cosa que escribir las ideas y apreciaciones que nos dejó sobre el mundo americano figuraría, sin duda, entre los más originales pensadores de su tiempo. Tenía además un don excepcional de escritor. La prosa de sus cartas y discursos está entre las mejores que se escribieron en su hora. Nadie tuvo como él el don de la expresión enérgica, penetrante y significativa. Su lenguaje refleja como un espejo fiel su temperamento y sus angustias.”
ARTURO USLAR PIETRI
Godos, insurgentes y visionarios


Estas nociones sobre los orígenes de Venezuela, su independencia, su libertad, su igualdad, su soberanía nacional”, como lo dejó estampado para todos los tiempos,  nuestro Libertador Simón Bolívar en su célebre Discurso de Angostura(1819); y la valoración misma de su obra política, militar y conceptual-visionaria deben formar parte del caudal cognitivo para abordar el curso actual de los acontecimiento. Es decir, Venezuela no es un botín ni esa especie de “tierra de nadie” que algunos imaginan bajo inaceptables impulsos de codicia, desapego histórico y subvaloración de la significación de nuestra importancia decisiva en los procesos de independencia e integración en América Latina y el Caribe.

La Academia debe volver al rigor científico y al procesamiento metodológico en el análisis crítico de antecedentes, contexto actual y proyecciones, a fin de dotar a la nación de una línea de pensamiento consistente que alimente las indagaciones públicas de la realidad en el proceso democrático de búsqueda de soluciones inmediatas y estratégicas. Y a los liderazgos políticos (incluye al estatal, por obvias pero muchas veces olvidadas razones), económicos, sociales y culturales corresponde dotarse de conocimientos y métodos de trabajo al ritmo de las exigencias perentorias, que asuman integralmente el marco constitucional de la República y la sindéresis propia de la responsabilidad social e histórica que les son inherentes.

III
En el espectro sociocultural actual es imposible soslayar el impacto determinante del enjambre comunicacional. Cabría –en otra oportunidad- un examen a fondo de este contexto, eminentemente contemporáneo y en constante expansión con las innovaciones científicas y tecnológicas para la obtención de deslumbrantes velocidades de transmisión y alta definición de imágenes, movimientos, colores, textos y sonidos. Aunque, siempre es bueno recordar que los diversos medios de comunicación social (MCS) –desde el libro hasta la televisión- han sido complementarios, cada uno tiene sus capacidades y limitaciones, pero siguen siendo extensión del ser humano, creados por el ser humano y alimentados sus contenidos por los seres humanos. No tienen vida propia, los MCS; somos nosotros quienes los motivamos, ideamos, nutrimos y disfrutamos crítica o acríticamente. Y cuando digo “nosotros”, me refiero a todos los hombres y mujeres, niñas, niños y jóvenes que habitamos el planeta, unos como actores en todos los ámbitos de la vida, otros como captadores y generadores de información, y los más en calidad de receptores de la incuantificable cantidad de información eyectada desde las plataformas mediáticas.

Ese enjambre comunicacional es el conjunto global de medios y tecnologías de transmisión que llegan a nuestras manos, ojos y oídos en forma omnipresente, incesante e inevadible. Los hay desde los más inocentes y libres –los menos- hasta los controlados, dirigidos y nutridos premeditadamente por centros mundiales, regionales, nacionales o locales de poder político, económico o social. Venezuela no es la excepción. Planteó el ilustre filósofo y ex rector de la Universidad Simón Bolívar, Ernesto Mayz Vallenilla, que ya a finales del siglo XX vivíamos la “era de la comunicación”; otros le llaman la “era de la información”. Para Marshall McLuhan fue la “aldea global”, el escenario de un mundo cada vez más impactado por el cine, la radio y la televisión: recordemos que su libro Guerra y paz en la Aldea Global fue escrito en 1968.

Ahora, en pleno siglo XXI, estamos en el enjambre: los clásicos y muy estudiados medios de comunicación social (prensa, cine, radio y televisión) asociados a la telemática y las fantásticas redes de transmisión a través de Internet, que en mi criterio concentra y potencia todas las palancas comunicacionales que la humanidad ha ido construyendo y perfeccionando, siglo tras siglo, década tras década y año tras año: la imprenta de tipos móviles de Gutenberg (1459), el libro, la fotografía (1824), el cine (1895), la radio (1920), la televisión (1930) y la misma Internet como centro motor potenciador de las redes sociales, todo imbricado en la red de telecomunicaciones que desde tierra sube al espacio y vuelve a bajar a miles de lugares y hasta millones de seres humanos expectantes, hoy saturados de información.

Solo imaginar y comprender que ya Internet es la más fabulosa y accesible biblioteca ambulante de alcance global, no abarca que también es hemeroteca, fototeca, sonoteca, videoteca y cinemateca, además de plataforma informativa instantánea de la prensa, la radio y la televisión. Su descomunal penetración va desplazando o complementando a la televisión y se pelea las tortas publicitarias a lo largo y ancho del mundo con diarios, revistas y radioemisoras. Sin embargo, su impacto no ha sido devastador, sino transformador. Por razones obvias, omito la cabalgadura militar y de inteligencia de la Internet, capítulo aparte.

Todo ello, desde la historia hasta el enjambre comunicacional, es política o determina lo político, igual que lo económico, lo científico-tecnológico, lo cultural, lo nacional e internacional, absolutamente relacionados y retroalimentados. Esto es clave para comprender lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá en Venezuela. Si no nos montamos en esa gran ola portentosa, pues poco comprenderemos; y menos, imaginaremos, dos componentes del análisis político y de la capacidad propia de los actores políticos, que en estos tiempos venezolanos andan apurados en su vuelo gallináceo, lamentablemente, lo que espuela la enorme inconformidad social existente, hoy.


IV
Viene al caso, citar a uno de los grandes líderes mundiales del siglo XX, Mao Tse Tung, por todos conocido, analizado histórica y políticamente, pero también y muy específicamente como estratega militar:

“…debemos estudiar las leyes de la guerra en general, estudiar también las de la guerra revolucionaria y estudiar, finalmente, las de la guerra revolucionaria de China”.
Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria en China

Y no es que yo tenga una concepción belicista de la política y la vida; por el contrario, amo la paz como a la vida misma, y me opongo a la violencia como vía de superación de contradicciones y conflictos entre los seres humanos y entre países, bloques y regiones. A fin de cuentas, “no hay camino para la paz, la paz es el camino”, como lo afirmó y practicó Mahatma Gandhi.

La enseñanza de Mao, en el citado texto, es el reto que plantea de conocer lo global del mundo para comprender lo nacional e intentar abrir caminos ingeniosos, revolucionarios. Venezuela es potencia petrolera mundial, potencia económica regional latinocaribeña y potencia política tanto por su ubicación geoestratégica como por su conocido rol histórico anticolonial y antiimperialista, y promotor de paz e integración en América Latina y en el Tercer Mundo.

Fuera de ese contexto apenas referido arriba, todo esfuerzo por incidir en la actual crisis histórica nacional será no solo insuficiente sino perjudicial. Y es ahí donde debemos ubicar el proceso polarizado y polarizador que han venido determinando los dos bandos principales de lo que denomino bipartidismo del siglo XXI.

La caracterizo como una macro-crisis: moral, ética, económica, política y social, gestada al menos de 1973 durante la campaña electoral que ganó trepidantemente Carlos Andrés Pérez (1974-1979), afincado en el marketing político estadounidense que comenzó a horadar las tradicionales bases filosóficas, políticas y programáticas de los cuatro más importantes partidos políticos venezolanos del siglo XX: Partido Comunista de Venezuela (PCV), Acción Democrática (AD), Unión Republicana Democrática (URD) y Socialcristiano COPEI, de los cuales poco queda hoy. Fue un punto de inflexión, que nos trajo hasta lo que vemos y sufrimos actualmente. Sistematizar la indagación crítica y desprejuiciada de esta etapa de la vida venezolana, es una oportunidad para politólogos e historiadores acuciosos, pero también para los políticos que quieran superar el lamentable estado de sus haberes analíticos, es decir, su capacidad de conocer y comprender la historia para interpretar el presente y proyectar opciones alternativas hacia el futuro. 

Quienes nos dedicamos al análisis político de coyuntura, no andamos con una “bola de cristal” para engatusar incautos. Las tendencias se van asomando, vienen encrespándose como río crecido por lluvias torrenciales en sus cabeceras. Desde todas las latitudes observan el inexplicable –para ellos- fenómeno involutivo y lacerante que sufrimos en Venezuela, pero pocos sistematizan aquí la siguiente sucesión de eventos, que someramente menciono:

1.- Introducción del marketing político estadounidense en la campaña electoral presidencial de 1973: David Garth – Joe Napolitan. Comienzo del desmantelamiento de lo público.

2.- Nombramiento y juramentación de Pedro R. Tinoco como presidente de la Comisión de Reforma Integral de la Administración Pública (CRIAP), semilla del neoliberalismo en Venezuela.

3.- Consolidación de los nexos de dependencia entre los propietarios de medios de comunicación social y buena parte de la dirigencia política venezolana.

4.- Aceleración de la visión utilitaria de la función pública para el enriquecimiento ilícito de funcionarios y agentes privados que me niego a llamar “empresarios”,  mediante sobreprecios, coimas y contratos fraudulentos de todo tipo, lo que desembocó en el actual estado miserable de corrupción y descomposición moral de la República. Declive moral de la sociedad venezolana, hasta hoy, lo que constituye la principal traición al pueblo venezolano y a la dignidad nacional por parte del extinto presidente Hugo Chávez y los altos y medios funcionarios de su gobierno que se corrompieron. Al presidente Nicolás Maduro, le corresponde la responsabilidad de no haber revertido esa tendencia ni impedido el desmadre conocido, indignante e inaceptable.

5.- Proceso acelerado de concentración de la riqueza, por un lado; y empobrecimiento general de la población, por el otro.

6.- 1983: año del inicio de la descapitalización de la economía venezolana. Inmensas cantidades de recursos financieros han sido extraídos, lícita e ilícitamente, hacia el exterior en forma ininterrumpida y creciente. En el mundo, la venezolana es la economía más succionada, irresponsable y codiciosamente succionada, por sus propios ciudadanos en asociación con agentes extranjeros. También, la más ultrajada y desvencijada por administradores públicos y agentes privados, muchas veces delictivos (corrupción, narcotráfico, cohecho, etc.). Hoy la tenemos completamente descapitalizada, además de enervada por la codicia, la irresponsabilidad y el sifrinismo consumista, categoría –si se le pudiera llamar- que dejo a sociólogos, psicólogos sociales y economistas, para su examen y valoración. Es increíble cuánto hemos dilapidado, robado y exportado de nuestras grandes riquezas nacionales, petroleras y no petroleras.

7.- Abandono de la justa y relativa valoración de las características específicas y únicas en el mundo, de las enormes riquezas naturales de Venezuela (petróleo, gas, minería, potencial hidroeléctrico, infraestructura, recursos naturales de todo tipo y hasta condiciones ambientales). No hablo de sobrevaloración, pero sí de justa valoración con relación a población y territorio. Nuestra economía es atípica, y como tal debe ser analizada y desarrollada para bien de nuestra independencia y fortalecimiento estratégico al servicio del pueblo venezolano y la integración latinocaribeña, que en esencia es lo que nos viene como reto permanente desde la dura lucha por nuestra independencia en el siglo XIX.

8.- La “interferencia política” (confieso que no me gusta ese término) de la justicia y la corrupción de los cuerpos policiales y la Guardia Nacional, nunca atacada eficazmente por las autoridades, alimentó al narcotráfico –principalmente proveniente de Colombia, con toda su carga criminal e inmoral- y otros graves delitos como el secuestro, la extorsión, la prostitución y los juegos ilícitos. Hoy transformado en fenómeno desbordado y generalizado: policías, guardias nacionales, fiscales y jueces corrompidos son principalísimos agentes de reproducción y fortalecimiento de la delincuencia que acosa, maltrata y asesina al pueblo venezolano.

9.- Proceso de persistente implantación doctrinaria del modelo neoliberal, desde al menos 1973 hasta el presente, cuyos picos han sido el “Gran Viraje” del presidente Carlos Andrés Pérez (con el ministro Miguel Rodríguez a la cabeza, 1989-1993) y la “Agenda Venezuela” del presidente Rafael Caldera (con los ministros Luis Raúl Matos Azócar y Teodoro Petkoff a la cabeza, 1996-1999). Parte de un fenómeno global impulsado fuertemente por el presidente Ronald Reagan (EEUU) y la primera ministra Margaret Tatcher (Gran Bretaña), requiere más indagación desde Venezuela y América Latina y el Caribe. Una de las situaciones más penosas que se pueden observar, es precisamente la oferta restauradora de ese “Gran Viraje” y la “Agenda Venezuela”, por parte de la tendencia neoliberal que domina a la Mesa de Unidad Democrática (MUD), sin ninguna intención autocrítica.

10.- Reimplantación del autocratismo militarista como forma de gobierno, a partir del triunfo de Hugo Chávez en la elección presidencial del 6 de diciembre de 1998, involutivamente impuesto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), cuyos méritos sociales, doctrinarios y estratégicos tienen sobre sí la sombra del más arraigado presidencialismo, contrario a todas las evaluaciones históricas y a las principales conclusiones de los estudios para la reforma del Estado realizados abiertamente por la COPRE, el Congreso de la República, institutos de investigación universitaria y diversos factores de la sociedad venezolana, especialmente a partir de 1989, “cuando bajaron los cerros” durante “El Caracazo” del 27 de Febrero. Esto exige la evaluación sosegada de un inmediato proceso de reforma constitucional que apunte a un mayor equilibrio entre los Poderes Públicos disminuyendo racionalmente los poderes presidenciales, frente al Poder Legislativo y en el ámbito militar, cuyo férreo control individual en manos del Presidente de la República es otra de las involuciones de nuestra vigente Carta Magna.

Confieso que creo más en los equilibrios políticos y los procesos políticos racionales conducidos con direccionalidad y responsabilidad histórica, que en los ebullentes reventones que recurrentemente nos han bañado en sangre. Cito la esencia de nuestra Constitución:

“Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político…  Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”


V
Nadie tiene derecho a ensangrentar nuevamente a Venezuela, independientemente de la dura realidad que estamos viviendo. En esto hay que ser intransigentes. Mucho menos existe derecho alguno a propiciar una intervención extranjera de consecuencias impredecibles, como ya ocurrió en las destrozadas Irak y Libia, y ocurre en la ensangrentada Siria; o por bandas criminales financiadas y dirigidas desde algunas vecindades.

Venezuela debe seguir siendo tierra de paz, con voluntad de transformación progresista y contemporánea, futurista. Hoy no caben los escenarios de una “II Guerra Federal” ni la reedición de odiosas dictaduras o democracias represoras y violadoras de Derechos Humanos. Lo afirmo con convicción, sin ánimo especulativo ni alarmista, porque se mueven tendencias fratricidas polarizadas motivadas por tambores de guerra. Es nuestro derecho vivir en paz, trabajar y estudiar en paz, superar nuestras dificultades soberanamente y en paz.

Sin ánimo proselitista, me atrevo a citarles, con todo respeto, parte del Manifiesto de Lucha por la Transformación Progresista y la Reconstrucción Moral de la República que hemos discutido y finalmente acordado un grupo de venezolanas y venezolanos preocupados como ustedes, por la macro crisis que nos envuelve y muchas veces aturde y desanima:

“A pesar de las complejas dificultades, nuestro bravo pueblo resiste tan penosas circunstancias, consciente de su poder soberano y capacidad de lucha. Lo hace en paz, desestimando los llamados a la violencia fratricida de los más extremistas de ambos bandos en pugna
por el control maquiavélico del poder, unos anclados en el estatismo militarista y otros activados por los lineamientos neoliberales antipopulares. La mayoría de venezolanos y venezolanas es partidaria del cese de hostilidades tan irracionales e irresponsables, por lo que clama por la renovación de los liderazgos, a partir de las
experiencias locales, regionales y sectoriales unidas en la
diversidad, con ética y direccionalidad para el bien común.
De esa exigencia popular participamos plenamente, la apoyamos y declaramos nuestro compromiso de asumir la discusión de los grandes temas nacionales, regionales y municipales con sentido histórico, responsabilidad social y ánimo integrador futurista. Nos unimos desde la pluralidad con direccionalidad, desde las bases populares y todos
los sectores dispuestos a aportar soluciones para relanzar a Venezuela como país pujante, productivo, solidario y eficaz en el manejo de sus inmensos recursos materiales, fortalezas humanas y valores históricos… Ese proceso lo imaginamos apegado a los valores históricos de Venezuela, los anhelos del pueblo trabajador y las capacidades productivas e innovadoras de los sectores involucrados en la industria, el comercio, la agricultura, la ciencia y la tecnología”.

Otras indagaciones ilustrarán el debate. He querido estimularlo desde perspectivas diferentes, compartir inquietudes y angustias; también, escuchar y aprender más, cada día más. Hablar distinto y actuar distinto comienzan por pensar distinto.

"Al final, es el factor humano el que determina la victoria", dijo el laureado general vietnamita Vo Niguyen Giap, quien en 1945, derrotó a los soldados japoneses; en 1954, en la batalla de Dien Bien Phu, venció al ejército francés; y en 1975, entró triunfante en Saigón (hoy Ciudad Ho Chi Min), tras derrotar al ejército de Estados Unidos de América.

También lo dijo otro gran general y visionario estadista, como pocos en el mundo, Simón Bolívar, El Libertador:

"En el orden de las vicisitudes humanas no es siempre la mayoría de la masa física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política"


Quiero terminar imaginando nuevos estadios de la Patria, armónicos y edificantes, recordando a tantos amigos que se han ido. Seguramente, algunos andarán con sus muecas y sonrisas, siempre inquietos, en esta sala y por todos los rincones de la Patria. Por sus luchas y aportes a nuestras luchas, les regalo a ustedes hoy, una gota del genio poético de Víctor Valera Mora, trujillano, guariqueño, merideño, venezolano:

Un hombre no debe ser un hombre cualquiera
Un hombre será cuando sea valiente en sus pensamientos
Es decir justo y solidario
E irá hacia los demás con urgencia
(En SIETE CONTRA SIETE, Mérida 1972)


Muchísimas gracias.

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