MANUEL ISIDRO MOLINA
El “diálogo” iniciado el jueves en el palacio de Miraflores, con patrocinio de la Unasur y presencia testimonial de la Iglesia Católica, no fue más que un mal comienzo. Los interlocutores, en cadena de radio y televisión, no le hablaron al país sino que se dedicaron a enrostrar culpas de los contrarios, y a esconder las suyas. Fue, más bien, una cadena de reiteraciones. Sin novedad.
Los lugares comunes reinaron, así como el vuelo gallináceo de no pocos intervinientes. Este primer episodio concluyó sin pena ni gloria. Oportunidad perdida.
Como es normal en tales circunstancias, las partes reafirmaron criterios y establecieron trincheras. Pero, al final, quedó claro, clarísimo: ni gobierno ni oposición tienen intención alguna de reconocer sus miserias, sus profundas responsabilidades en la crisis que han descargado sobre la inmensa mayoría de la sociedad venezolana, ajena al cepo chavismo-antichavismo. Todos estamos sufriendo las insensateces, irresponsabilidades, crímenes y robos de los agentes más extremistas y degradados del chavismo y del antichavismo.
El claro y denso mensaje del papa Francisco, fue dejado a un lado. Y no podía ser de otra manera, porque ninguno de los “dialogantes” tuvo otra intención que menospreciar, culpar y ridiculizar a sus oponentes. No hubo buena voluntad ni hidalguía. Tampoco, ánimo trascendente.
Dos razones de fondo destacaron:
1.- El gobierno del presidente Nicolás Maduro exige reconocimiento pleno y desmontaje del plan violentista y subversivo desatado por la ultraderecha, desde la elección presidencial del 14 de abril de 2013, que tuvo un reenvío el 12 de febrero de 2014.
2.- La oposición exige reconocimiento al pluralismo político constitucional y desmontaje de la política excluyente monopartidista que ha llevado el gobierno, durante 15 años.
Ambos tienen razón, pero ninguno está dispuesto a ceder. El juego seguirá trancado, hasta que asesinen a otros cuarenta venezolanos y venezolanas en absurdas y dantescas escenas fratricidas.
Esa mesa de “diálogo” no está completa, ni por asomo. Sin embargo, ha sido útil esta oportunidad perdida. El país observó libremente a sus interlocutores, en la dimensión exacta que generalmente esconde el tramposo y soso marketing político.
Los cancilleres de Unasur presentes y el Nuncio Apostólico tomaron debida nota de la poca generosidad y trascendencia de los dirigentes del cepo chavismo-antichavismo que nos asfixia.
Ya habrá oportunidad para darle patadas a la mesa. Algo previsible por la insinceridad de los “dialogantes”, todos conocidos por sus tropelías, insensateces y cobardías. Mentiras y medias verdades.
La otra Venezuela los observa, les ha seguido los pasos y está sufriendo las consecuencias de sus actuaciones.
Tema fundamental en la nación, pasó por debajo de la mesa. No les interesa, porque son copartícipes: la corrupción y el declive moral de Venezuela quedó en la cuneta.
Muy pocos de ese estrado pueden denunciar o proponer algo serio y eficaz contra el enriquecimiento ilícito sobre la base del expolio del erario venezolano. La sociedad de cómplices quedó al desnudo, cada quien con sus testaferros bien protegidos, y cada quien con sus millones y millardos podridos. Inmensas riquezas sjucias brillaron en algunos rostros de los “dialogantes”.
Por esa vía, no habrá soluciones. Seguirán las tensiones, aunque hubo una diferencia muy marcada: el gobierno lució coherente, mientras la oposición mostró sus debilidades argumentales y el desgobierno de los guarimberos violentos y asesinos. Tal como lo hizo Henrique Capriles, luego de los once asesinatos del 14-15 de abril de 2013, cuando llamó a “descargar la arrechera”. Al menos el gobierno, en esta materia, condenó a sus homicidas y torturadores, sin reconocerlos suyos, pero protegió a sus bandas armadas homicidas y ultrajadoras.
Los asesinos chavistas seguirán asesinando y maltratando gente en las calles, y los asesinos antichavistas continuarán asesinando y maltratando gente en las calles. Hasta nuevo aviso. Es triste afirmarlo, pero es una verdad apenas contenida por las exigencias políticas nacionales e internacionales.
Sólo la inmensa mayoría de venezolanos y venezolanas puede dobrarle el brazo a los irresponsables, corruptos y cobardones del cepo chavismo-antichavismo.
En la mesa no estuvieron los violentos ultraderechistas que la MUD protege, ni los violentos “chavistas” que el gobierno esconde. Afilas armas en sus guaridas, como lobos hambrientos en las estepas resquebrajadas por la sequía.
Tampoco, estuvimos quienes exigimos paz, la defendemos y podemos desarrollar escenarios para lograrla con base en el respeto irrestricto a la Constitución, desde su aliento plural y cívico hasta el desarrollo de una economía mixta equilibrada, en un marco de rescate ético y moral de la República.
La mayoría del país sigue expectante, muy molesta, irritada por la incompetencia de esa dirigencia cínica del cepo chavismo-antichavismo, carente de la más elemental humildad para en conjunto, pedirle perdón a la nación por tantos perjuicios generados. Se les olvidó algo demasiado importante: no estamos en tiempo de elecciones, máscaras y concioncitas facilonas. La dura realidad está desnudando simultáneamente a gobierno y oposición. Sin duda, la mayoría condena las tropelías del cepo chavismo-antichavismo, sus miserias y cobardías.
@manuelisidroXXI
No hay comentarios:
Publicar un comentario