José
Rafael Zanoni
Abril
2020
En
Venezuela es un decir generalizado que tenemos una riqueza porque la
certificación de nuestra reserva petrolera, establece es el reservorio más grande del
mundo.
Sin
embargo, son necesario algunas precisiones. Las reservas petroleras si bien son
una riqueza, constituyen un almacenamiento en algunas formaciones geológicas y
podría decirse que son un bien de producción no producido, que para poder
utilizarlo es necesario transformarlo mediante un proceso que realiza la
industria petrolera, mediante la exploración, explotación, refinación,
comercialización. Este es un proceso largo y costoso que requiere instalaciones
industriales y el uso de tecnologías, para que el resultado del proceso origine
un bien que en la actualidad es la base de la producción de numerosos bienes y
fundamentalmente el principal generador de combustible.
Hoy
nuestra industria se encuentra en muy malas condiciones para ejercer sus
funciones, lo que ha influido en una baja sensible de la producción que ha originado
escasez de combustible para el transporte y otras áreas importantes de la
economía.
Para
activar nuestra industria se necesita efectuar grandes inversiones que en la
actualidad el Estado no tiene cómo hacer. Estas inversiones estarían dirigidas
a reactivar todo el proceso industrial y aprovechar los avances tecnológicos, y
tener así mayores niveles de competitividad.
Por
otra parte, no basta realizar estas acciones que de ser efectivas podrían
ayudar a abastecer el mercado interno, pero no nos permitiría ser un exportador
y obtener ingresos suficientes para financiar la economía.
El
complemento de la actividad de la industria es colocar el petróleo en el
mercado y esto depende de los niveles de demanda y del precio del crudo.
Por
eso, es necesario valorar el mercado, especialmente en un momento donde hay
razones estructurales: La sustitución paulatina del petróleo por las llamadas
nuevas fuentes y la necesidad de reducir su consumo por su gran influencia como
contaminante del ambiente.
En
un informe elaborado y publicado por la OPEP del 14 de abril 2020 se lee “El
mundo consumirá un media de 92, 82 millones de barriles de crudo al día, un
6.8% menos que en el 2019 por efectos de la pandemia del coronavirus, una caída
de la demanda que la OPEP califica de histórica y sin precedentes en su
análisis de mercado.
La actual situación mundial empujada por el inicio del
COVID-19 a comienzo de años en China, y en el resto del mundo en marzo 2020,
parece representar la tormenta perfecta de destrucción de la demanda…”, afirma
la OPEP, y advierte de que existen riesgos de que el descenso del consumo sea
aún mayor.
En la revisión realizada por la organización la previsión del
aumento de la demanda es revisada a la baja en 6,9 MMB hasta una caída
histórica de 6,8 MMB con respecto al 2019.
Los cálculos muestran una especial
incidencia en el primer trimestre en China y en el segundo trimestre en el
grupo de países más industrializados, con caídas superiores al 18% respecto a
los mismos períodos y zonas.
El informe concluye que se espera que los cierres
de emergencia en muchas áreas con lo que los gobiernos buscan contener la
expansión del virus en Estados Unidos, Europa, partes de Asia, Oriente Medio y
otras regiones, reduzcan sustancialmente las distancias recorridas y acepten
por tanto negativamente al crecimiento de la demanda en el segundo trimestre
del 2020, así mismo advierte que la demanda se recupere progresivamente en la
segunda mitad del año, siempre por debajo de los valores del 2019. Las grandes
incertidumbres en el futuro hacen que los riesgos de caída de la demanda sean
importantes y sugieren la posibilidad de nuevos ajustes.
Insistimos
en todo lo relativo al cambio climático porque este será el elemento dinamizador
del mercado energético del futuro.
El
efecto combinado del gran incremento de la población mundial, la cual se estima
en el orden en 7 mil millones de habitantes y la aplicación de las nuevas
tecnologías, ha aumentado varias miles de veces el impacto medio de cada
persona sobre el entorno ambiental y ha modificado radicalmente la relación
entre el hombre y el planeta, lo cual se ve en la cantidad de CO2 que enviamos
a la atmósfera. A partir de la revolución industrial, durante los últimos
doscientos años, se estima que sea incrementada en doscientas partes por
millón.
La
pandemia demostró que las medidas que prohibieron el desplazamiento de los
vehículos y la movilidad de las personas provoco un baja de los índices de
contaminación de la atmosfera que indican que los combustibles de origen fósil
son un factor muy importante en la generación de la contaminación atmosférica.
Según diversos enfoques las dos terceras partes de las emisiones liberadas por
la quema de combustibles fósiles se reflejan de la forma siguiente:
-
24% en la generación de electricidad.
-
14% en la industria.
-14%
en el transporte.
-
8% en los edificios.
-5%
en actividades relacionadas con la energía.
La
tercera parte restante se distribuye de la siguiente forma:
-18%
en el uso del suelo, incluyendo la deforestación.
-14%
en la agricultura.
-3%
en los residuos.
Los
estimados globales de cambio climático son invariablemente graduales y ello es
así porque los modelos de cambio climático solo reflejan lo que se conoce al
respecto. Sin embargo, se han podido estudiar algunas catástrofes potenciales
que deberían capturar nuestra atención, como por ejemplo el bloque de hielo
conocido como la sabana de hielo de la Antártica oeste.
Los
científicos son optimistas en el sentido de que si se toman todas las previsiones,
las alteraciones al medio ambiente pueden ser reducidas. Todo esto nos indica
que la demanda petrolera será afectada y se reducirá notablemente a medida que
entren al mercado las nuevas fuentes de energías.
En
este entorno Venezuela no tendrá la capacidad competitiva para tener un rol
importante en el mercado energético mundial y dada la situación actual debería
tener una política que permita tener un nivel de producción que garantice el
mínimo de dividas necesario para financiar la economía y un flujo constante de
combustible para abastecer el mercado interno.
En
estas circunstancias Venezuela probablemente dejará de ser un país petrolero
cumpliéndose así la sentencia de YAMANI (que la edad de piedra no se terminó
porque se acabaron las piedras).
El
gobierno y los hacedores de políticas deben tener muy en cuenta la realidad, conocer
los nuevos acontecimientos y procesos de la entrada al mundo de una nueva etapa
civilizatoria.
Dr. José Rafael Zanoni. |
Tal
vez sea bueno recordar lo que escribió el inca Garcilaso: “La realidad es más
dura que el mármol a mis quejas”. Y tal vez, apreciar el tono poético de Andrés
Eloy Blanco cuando escribió: “Fueron vapores de la fantasía que a veces dan a lo
inaccesible una sensación de lejanía”.
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