Por Nelson Oyarzábal
Desde que el ilustre Dr. José Maria Vargas estrenó silla como primer rector de la Universidad Central de Venezuela en 1827, es común referirse a la nueva figura electa como “el heredero de la silla de Vargas”
La figura de la silla asociada al poder y a la autoridad ha estado muy presente en el imaginario político en nuestro país, así como en muchos otros países de la región y del mundo. En el argot propiamente universitario-ucevista se relaciona de manera simbólica “la silla de Vargas” como un gesto de respeto y admiración, como una manera de honrar la impronta y la memoria de ese gran civilista, científico, medico e investigador que fue José María Vargas.
Al mirar el listado de figuras encargadas de regir los destinos de la Universidad Central de Venezuela, salta a la vista como dato revelador, que un número significativo de ellos han salido de las aulas de la Facultad de Medicina. Más aún, y para ser más preciso: siete de los diez rectores que han ejercido en las últimas cinco décadas provienen de ese importante núcleo de formación.
Si mal no recuerdo, sólo Trino Alcides Diaz (Faces), Giusseppe Giannetto (Ciencias) y Cecilia Garcia Arocha (Odontología) constituyen la excepción en esta tendencia que se ha consolidado con el transcurrir del tiempo.
Tras la victoria del colega Víctor Rago, un académico a carta cabal, con autonomía de vuelo y un dominio profundo de los nudos y vericuetos de la administración universitaria, se abre un espacio para ensayar un perfil de gestión y de liderazgo transformacional -con nombre y apellido- en consonancia con los nuevos tiempos y al vaivén de los grandes temas y preocupaciones de relevancia actual.
En los sucesivos debates en el marco de la campaña electoral, mostró de manera convincente su vena de investigador acucioso, con mirada estratégica focalizada y de fácil aterrizaje, habituada, por demás, a desentrañar la realidad y a mirar más allá de lo aparente.
En cada mensaje, alocución e intervención se introdujo de manera clara y explícita una visión integral, actualizada e interconectada del tema universitario, con propuestas constructivas cocinadas al calor del intelecto y en sintonía con la diversidad de matices que envuelven y colorean la profusa cultura universitaria. Añádase, un dominio impecable de la palabra y el lenguaje, como buen estudioso de la lengua en estructura, movimiento y en contexto cultural, para develar en esencia el fondo de una definida condición: un sinfín de vastas lecturas y una efervescente pasión intelectual.
Pienso, también, que este meritorio acontecimiento, se presenta como una oportunidad clara para visibilizar en toda su dimensión, la mirada, el espectro y el accionar de un antropólogo en funciones gerenciales y directivas. Su dilatada y bien cultivada hoja de vida en el ámbito de la docencia, la investigación, la gestión universitaria, sumado a su participación orgánica en proyectos culturales de interés nacional, lo colocan en el lugar y tiempo precisos para impulsar los cambios y transformaciones profundas como pendientes históricos de una deuda con el país y con la propia universidad.
Celebro pues, esta maravillosa noticia de la mano de la comunidad antropológica nacional por ser esta la primera vez que un antropólogo, Víctor, el profe de Lingüística, el músico arpista de alma y corazón, ejemplo al natural de coherencia, rectitud y humildad, se ha convertido en buena lid en rector de nuestra Alma Mater. Y muy especialmente, en un momento tan sensible y de tanta significación para la U.C.V., y para un país ávido de referentes éticos y morales consustanciados con el juego democrático, el respeto y la pluralidad.
Esta es una de las tantas batallas que a la vuelta de la esquina a Víctor Rago, el nuevo heredero de la silla de Vargas, le corresponde colectivamente librar, guiada por el compromiso ético, la transparencia, la excelencia académica, la innovación y la creatividad. Y, por supuesto, convocando a lo mejor del talento interno y externo Ucevista: madera sensible, de buena fibra y excelente calidad.
¡¡UUUCV!! ¡¡UUUCV!!
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