MANUEL ISIDRO MOLINA
El desespero de algunos actores políticos y económicos
por “la salida” del presidente Nicolás Maduro “¡como sea!” es el colofón de una estrategia sostenida por el eje
López-Machado-Ledezma, que en 2014 metió a Venezuela en la “guarimba” más
sangrienta, violenta y desconsiderada de la historia contemporánea, comparada
incluso con el golpe del 11 de abril de 2002 y el paro petrolero-empresarial de
2002-2003, que es mucho decir.
El torbellino de “opciones” ha girado desde la
“renuncia” (que no puede ser bajo coacción) hasta una enmienda o reforma
constitucional para “recortar el período presidencial” (y hasta he escuchado la
¡”idea”! de recortar en especie de combo de mercadeo, los períodos del Tribunal
Supremo de Justicia, la Asamblea Nacional y –seguramente- el Consejo Nacional
Electoral). No faltan quienes proponen la vía de la asamblea nacional
constituyente, como si de cambiarse una chaqueta se tratara.
Es el típico “a mí, me parece que…” o “se me ocurre
que…”, mientras el país sufre la profundización de la crisis, sin orientaciones
encomiables por ser incapaces de construir un entendimiento nacional pluralista
e integrador que evite más sufrimientos a nuestro flagelado y engañado pueblo.
Los asuntos públicos –y más lo atinente a la
Presidencia de la República en un país súper presidencialista y con muy
reciente experiencia autocrática y monopartidista- son serios por naturaleza y
por las consecuencias que generan sobre el conjunto de la sociedad. Hay quienes
creen que la conducción de un país, un ministerio, una gobernación o una
alcaldía, igual una universidad o una
empresa estratégica de la nación, pueden llevarse como coto privado, mafia o
secta político-religiosa. Por eso andamos como andamos.
El presidente Nicolás Maduro Moros fue electo para el
período truncado por la muerte del presidente Hugo Chávez Frías, hasta el 2 de
febrero de 2019. Ese dato de la realidad es inmodificable en paz, salvo por un
referendo revocatorio del mandato presidencial, a partir del 19 de abril
próximo, cuando Maduro cumplirá tres años en Miraflores, después de haber sido
electo en 2013, el 14 del mismo mes.
No soy doliente del gobierno del presidente Maduro,
como tampoco lo fui del mandato del presidente Chávez desde que en 2000 impuso
junto con Luis Miquilena y Guillermo García Ponce al fracasado y corrupto
Alfredo Peña como candidato a la alcaldía metropolitana de Caracas. Desde
entonces, he enfrentado el autoritarismo, el autocratismo, el abuso de poder y la
corrupción de un sistema de gobierno que traicionó los postulados del auténtico “Polo Patriótico” que fundamos el
12 de julio de 1998. Y lo he hecho con firmeza, sin caer en el juego de la
derecha neoliberal y pro-imperialista, que algunos dicen que no existe y que
son pendejadas de “comunistas trasnochados” y otras adjetivaciones
desconsideradas que pretenden intimidar y evadir el fondo de las discusiones.
Hoy, el tema es si recaemos en un nuevo período de
violencia fratricida, como tantas veces lo he advertido; o defendemos la paz de
la República y nos afincamos en el camino de la convivencia civilizada y el
desarrollo armónico de la nación, con sensatez política y responsabilidad
histórica. Toda aventura violentista debe ser enfrentada y sofocada, venga de
donde venga y sean quienes sean sus “dirigentes” reconocidos u ocultos tras
bastidores, como suele ocurrir para después evadir cobardemente las consecuencias
de sus irresponsables acometidas.
Así como la nueva Asamblea Nacional –con mayoría
calificada (112 diputados y diputadas) en manos de la Mesa de Unidad
Democrática, MUD- debe ser respetada por el gobierno y los otros tres Poderes
Públicos, y así lo hemos exigido firmemente; el Poder Ejecutivo también lo
merece y debe ser respetado críticamente, enfrentando sus errores, corruptelas
y prácticas abusivas del poder.
Nicolás Maduro es un presidente débil por infecundo,
ignorante y hasta estrambótico, pero es el Presidente de la República votado
por la mayoría de los electores y electoras el 14A 2013. Además, es prisionero
de los militares en cofradía con redes mafiosas de corrupción y abuso de poder;
y también, de unas cuantas mafias “civiles” estructuradas y cobijadas con
impunidad durante el largo mandato del presidente Chávez, cuya tesitura ética
será evaluada históricamente por nuestro pueblo con base en investigaciones
serias y profundas del enorme expolio que se produjo bajo su liderazgo.
No sé –como lo sugerí la semana pasada- cuánto les
queda al Presidente, al gobierno y al Psuv del 41 % que obtuvieron en la
elección parlamentaria del 6D 2015, pero es evidente que la cota de la
valoración del Jefe de Estado y su gobierno está bastante alicaída. Existe una
enorme fatiga nacional, agobio que baña de desaprobación la gestión del
presidente Maduro. Sin embargo, como en Venezuela nadie “renuncia ni lo
renuncian” (Rómulo Betancourt dixit), es prácticamente pueril soñar con tal
quimera.
El referendo revocatorio es la única opción viable, no
para simplemente “salir de Maduro”, sino también para restablecer la
legitimidad política indispensable en la nación, sea cual fuere el resultado, ¡pa’
que se acabe la vaina!
Lo digo nuevamente: Venezuela requiere sosiego, con
Maduro o sin Maduro en la Presidencia de la República; y quienes quieran
sucederlo, pues que contribuyan a estabilizar la enervada vida republicana, hoy
maltratada por la violencia delictiva, la corrupción, el fracaso económico
público y privado, la cultura especulativa y un modelo desfasado con su carga
de autoritarismo, autocratismo, monopartidismo, abuso de poder y corrupción
cívico-militar (o “militar-cívico”, según se le vea).
Después de algo más de un cuarto de siglo de
recurrentes explosiones de violencia fratricida a partir del 27 de febrero de
1989, ese sosiego indispensable para el desarrollo de Venezuela y la felicidad
de nuestro pueblo, debe ser producto de la responsabilidad histórica de los
actores públicos y privados, civiles y militares, corrientes religiosas, medios
de comunicación social, universidades, docentes y estudiantes. Es una exigencia
nacional.
Venezuela está destrozada moralmente, nos arroparon
las mafias de la corrupción y las bandas criminales que atracan, extorsionan,
secuestran y asesinan miserablemente en ciudades, pueblos y carreteras de la
patria, estimuladas por un sistema de justicia y la acción antidelictiva
policial y militar permeados por la inmoralidad, la codicia y el descaro
pendenciero.
El proceso de referendo revocatorio presidencial, que
requiere su tiempo –independientemente de las maniobras gubernamentales para
sabotearlo- tiene tres elementos de peso que lo hacen no solo justo sino
impecable: 1.- Al tiempo de ser convocado y fraguado ante el Consejo Nacional
Electoral con alta participación ciudadana, generará un debate nacional abierto
y por encima de la hipócrita diatriba Psuv-MUD. 2.- La decisión final será
transparente, irrebatible y definitiva mediante votación popular. Ningún sector
tendrá oportunidad de contrariar la decisión colectiva del soberano. 3.-
Conocido el resultado, el país tomará un rumbo estable y la polémica alimentará
la institucionalidad democrática: si el mandato presidencial es revocado,
tendremos elección inmediata de un nuevo Jefe de Estado; y si no llegare a
materializarse la revocación, pues seguirá la debida cohabitación de los
poderes Ejecutivo y Legislativo hasta 2019, con elecciones de gobernadores y
consejos legislativos regionales en 2016, de alcaldes y concejales en 2017 y de
Presidente de la República en 2018 para el período 2019-2025.
Históricamente, de los apuros nos han quedado
desastres tras desastres: inestabilidad, violencia fratricida, represión
policial y militar, asesinatos, heridos y destrucción material pública y
privada. Basta de insensateces, irresponsabilidad y cobardía medradora. Lo digo
con franqueza frente a los aprovechadores codiciosos; y mucho amor a esta
patria de libertadores, mil veces traicionada.
El pueblo venezolano tiene la obligación histórica de
imponer su derecho inalienable a la paz para el desarrollo armónico y la
convivencia civilizada. Los más gritones, de lado y lado, son los más mendaces,
generalmente; también, los más cobardones y codiciosos; y algunos resaltan por
su cinismo y sucios manejos para el enriquecimiento ilícito. Se entiende a
quiénes me refiero, de lado y lado. Les invito a desnudarlos, a no creerles
más, a no caer en sus patrañas ni en sus planes belicosos que buscan impunidad.
Soy convencido de que somos capaces, venezolanos y
venezolanas, de superar las miserias acumuladas por estos bandos irresponsables
que llevan décadas robando a la nación y maltratando la paz pública. ¡Vamos por
el referendo, con todo!
@manuelisidro21 - @manuelisidroXXI
* Ex presidente del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela
* Licenciado en Comunicación Social - Universidad Central de Venezuela
* Especialista en Ciencia Política - Universidad Simón Bolívar
* Columnista del semanario LA RAZÓN
* Asesor en análisis de entorno político y social
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