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Por largo tiempo se ha dado por sentado que, mientras Europa se
caracterizaba por la defensa de una sociedad más justa y solidaria,
Estados Unidos se identificaba con la exaltación del individualismo y la
competencia y desechaba toda forma de intervención estatal por
considerarla “socialismo”.
Durante
la última campaña electoral en Estados Unidos, una de las acusaciones
que Barack Obama tuvo que afrontar fue que se proponía transformar a la
superpotencia en "otra Europa", comenzando por una reforma sanitaria
socializante.
Las cosas han cambiado: los fundamentalistas del libre mercado están ahora instalados en Europa.
El
9 de abril, en una reunión de ministros de finanzas, el flamante
secretario del Tesoro estadounidense, Jacob J. Lew, trató de convencer a
los europeos de que abandonaran la rígida política de austeridad que
erróneamente adoptaron para superar la crisis económica.
El
Departamento del Tesoro y la Reserva Federal de Estados Unidos están
empeñados en una política de estímulo económico que ha logrado
resultados concretos. Cada mes, la Reserva Federal inyecta liquidez por
80.000 millones de dólares. Japón está haciendo lo mismo, pero en mayor
escala.
La respuesta a Lew fue un firme rechazo: la mejor manera
de lograr un crecimiento a largo plazo sostuvieron sus colegas europeos
a contramano de toda evidencia es reducir el déficit presupuestario,
aun cuando implique más desempleo y miseria social a corto plazo.
El
ministro más poderoso de Europa, el alemán Wolfgang Schäuble, afirmó:
"Nadie en Europa cree que exista una contradicción entre la
consolidación fiscal y el crecimiento". El presidente de la Unión
Europea, Herman Van Rompuy, coincidió: "No hay lugar para la
complacencia. Tenemos que hacer frente a un grave endeudamiento, a
profundos retos estructurales a mediano plazo y a vientos económicos
adversos a corto plazo".
Los vientos adversos constituyen la vida
diaria en los países de Europa meridional. Baste señalar que el
desempleo entre los jóvenes ha aumentado 22 por ciento en Europa (en
España llegó a 57,2 por ciento) para comprender que muchos de ellos no
podrán acceder a una pensión digna y a una casa propia.
Un estudio
de la Organización Internacional del Trabajo prevé que la generación
que está entrando al mercado laboral se retirará con una pensión de solo
640 euros mensuales. ¿Es esta una sociedad sostenible?
Créase o
no, cuando los bonos británicos perdieron la calificación de Triple A,
el primer ministro David Cameron reforzó la política de austeridad,
incluso con reducciones a los presupuestos de educación y salud.
Entretanto,
se están viendo los resultados del rescate de Chipre. Se prevé que
perderá no menos de dos por ciento de su producto interno bruto en los
próximos meses, que el impacto social será dramático y pronto se verá
obligado a pedir otro rescate.
La fórmula impuesta por Alemania
consistió en pasar la factura del rescate los inversores y a los
depositantes de los dos mayores bancos, que ya han perdido 60 por ciento
de su dinero.
¿Qué exigirá Alemania para el próximo rescate? ¿Que los chipriotas vendan sus casas?
Mientras
tanto, el superávit comercial de Alemania con los países de Europa
meridional asciende a un billón de euros, según la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico. Y no casualmente, los rescates de
Grecia, Portugal e Irlanda ayudarán a recuperar las malas inversiones
de los bancos alemanes en esos mismos países.
Sin embargo, no está
clara la situación de los bancos y de los títulos tóxicos que todavía
poseen, solo se sabe que para estabilizarse necesitarán más dinero. El
caso de Bankia en España es emblemático; para salvar ese banco, el
gobierno dilapidó 72.000 millones de dólares.
Las últimas noticias
de Wall Street son reveladoras. Los bancos que inventaron, en base a
hipotecas y créditos inmobiliarios los llamados derivados, productos
financieros de altísimo riesgo, tanto que al estallar ocasionaron el
desastre que condujo a la crisis actual (con la adicional contribución
de la especulación bancaria europea sobre los títulos de la deuda
soberana), están ahora recreando exactamente los mismos instrumentos.
Solo en el último trimestre se han emitido nuevos derivados por 33.500
millones de dólares.
La razón es simple. A menos que se vuelvan a
separar estrictamente los bancos de depósitos de los bancos de
inversiones sistema que rigió hasta el gobierno de Bill Clinton todo
el dinero que entra en los bancos se dirigirá con preferencia a la
especulación, que da mayor rendimiento. Y, si las operaciones salen mal,
ya se sabe que el Estado volverá a rescatarlos.
No debe extrañar
que el perverso mecanismo del instinto especulativo haya llamado la
atención de dos expertos forenses que, por encargo de una universidad
suiza, efectuaron tests de inteligencia y simulación computarizada para
medir el grado de egoísmo de 28 agentes de bolsa y evaluar su
disposición a cooperar con el prójimo. Resultado: los operadores de
bolsa son más irresponsables y manipuladores que los psicópatas.
Uno
de los expertos, el psiquiatra Thomas Noll, declaró al semanario alemán
Der Spiegel que los agentes "más egoístas se sentían más dispuestos a
correr riesgos que un grupo de psicópatas sometidos a las mismas
pruebas".
Noll destacó el aspecto destructivo implícito en la
competitividad de los operadores de bolsa, ya que para ellos "lo más
importante es ganar más que sus rivales y en consecuencia concentran sus
energías en tratar de superarlos".
¿Cuántas crisis tendremos que
soportar antes de que se establezcan controles para eliminar los riesgos
del sistema bancario actual y aislar a la especulación financiera?
* Roberto Savio, fundador y presidente emérito de la agencia de noticias IPS (Inter Press Service) y editor de Other News.
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