Manuel Isidro Molina
La política venezolana se ha repolarizado, ahora entre un gobierno minoritario y fraudulento encabezado por Nicolás Maduro, que rechazamos mayoritariamente; y un gobierno imperialista dirigido por Donald Trump, un psicópata senil que ha desplegado sus cañoneras en el Caribe y ha asesinado a 28 lancheros, miserablemente. Eso es lo que hay, sin desenlace inmediato a la vista, en medio de una inédita crisis de empobrecimiento social con un salario mínimo mensual en extinción, el bolívar triturado y un costo de vida asfixiante para casi la totalidad de la población.
Quienes procuraron y aplauden las acciones criminales del Comando Sur de Estados Unidos en el Caribe, no aceptan y no quieren ver que están atornillando al régimen que dicen combatir: Trump carece de motivación seria y legal para invadir o intervenir militarmente en Venezuela, que es la apuesta del cipayismo latinocaribeño y de unos cuantos venezolanos desquiciados, tal vez, por desconocimiento o manipulación de un liderazgo derrotado en su apogeo.
El régimen madurista tomó la deriva dictatorial definitiva el 28 de julio de 2024, con el megafraude electoral presidencial cometido: se robó la votación, asesinó decenas de compatriotas en las calles, encarceló y secuestró a miles, y desató un régimen represivo anticonstitucional dentro del esquema impuesto de apartheid político a beneficio del monopartidismo decadente del PSUV, Partido Socialista Unido de Venezuela.
Como respuesta, el núcleo principal que desde la oposición neoliberal y macartista lideró María Corina Machado, en vez de encontrarse con todos los factores democráticos -políticos, sociales. económicos, culturales e institucionales- capaces de revertir el fraude y la represión, tal vez por inercia, tomó la deriva ultraderechista internacional que la aupaba desde EEUU, Canadá, Europa y los espacios dominados por las oligarquías latinocaribeñas y sus poderosas plataformas comunicacionales.
El triunfo de Trump en EEUU, alimentó expectativas intervencionistas, por la fuerza militar y la acción conspirativa de la CIA y el departamento de Estado, en manos de Marco Rubio desde el pasado 20 de enero de 2025.
Con variantes, es la misma política Guaidó/Trump que a partir del 23 de enero de 2019, dió rienda suelta a la insensatez neo-monroísta que inició el 20 de enero de 2017, y pasó de largo con los fallidos acontecimientos de 2018 y 2020, todos con la activa participación del uribismo colombiano, el bolsonarismo brasilero y el extinto 'Grupo de Lima' con apoyo de EEUU, Gran Bretaña y la mayoría de países integrantes de la Unión Europea. Poco de eso queda, al menos con la intensidad de aquella época, no tan lejana.
Trump y sus fanáticos del Pentágono, el departamento de Estado, la CIA y otras agencias estadounidenses, impusieron el camino de la amenaza militar desde el Caribe, la matanza de lancheros y el accionar de la CIA, la DEA y seguramente algunos aventureros y codiciosos mercenarios como Erick Prince. Claro, a gusto del cipayismo venezolano, que aspira recibir su "Miraflores llave en mano", detrás de las cañoneras y la sensible destrucción humana y material que dejan todas las guerras, las cortas, las largas y hasta las 'hollywoodianas' con su 'final feliz' de triunfantes héroes imbatibles 1 a 1.000.
Ese ha sido, como en 2019, el peor camino: primero, porque ese garrote imperialista desplegado en el Caribe tiene escaso respaldo internacional, por su brutalidad y potencial letalidad sobre Venezuela. Salvo los más cipayos cono Milei, Noboa o Mulino, todos tienen sus 'bardas en remojo', hasta los de Dominicana y Trinidad/Tobago, simplemente abyectos, sinvergüenzas.
En la política nacional, esa deriva Trump/Rubio/Hegseth/Machado -aunque no lo acepten rabiosamente- ya está derrotada y se irá apagando en meses próximos. Entre otros motivos, porque Trump se ha fabricado tantos y tan graves problemas en EEUU que lo han debilitado más de lo que sus adláteres aceptan; igual, en el plano internacional con su loca política de aranceles, especie de búmeran que está destrozando la economía y el bolsillo de los trabajadores estadounidenses, con fricciones muy serias con países tan importantes como China, Rusia e India y esquemas multilaterales de comercio e integración como los BRICS, la CELAC, la Unión Africana o la Organización de Cooperación de Shanghai, entre otras.
Esa política contra el régimen ilegítimo de Maduro, el PSUV y sus satélites y testaferros está anclada en el poder decadente de la otrora única potencia mundial, Estados Unidos de América. Eso cambió: EEUU es el país más endeudado del planeta, su atraso tecnológico muestra crecientes evidencias, su economía cruje y la superioridad armamentística del pasado reciente adolece de rezagos frente a Rusia, China, Irán y Corea del Norte, excluyendo el ámbito nuclear que sigue dominando la tríada rusa con capacidad de "destrucción mutua asegurada". Esa formidable contención es conocida y aceptada universalmente, incluso por los jefes militares estadounidenses, que incluso evalúan a regañadientes las inocultables debilidades de la OTAN.
Es fácil comprender que la agresividad militar y la altisonancia de Trump y Hegseth en el Caribe, tienen patas cortas porque carecen de la posibilidad ilimitada y brutal del uso de la fuerza. Aunque algunos fanáticos no quieran valorarlo, EEUU está impedido política y moralmente de agredir a Venezuela: no es aceptable y no pasará de bravuconadas de alto riego. Ahora, el problema lo tiene Trump: ¿cómo desactivar y retirar su avanzada naval del Caribe.
¿Cómo queda el liderazgo opositor embarcado en esa política frustrada? Lo veremos en el mediano plazo, pero el deambular de Juan Guaidó y sus guisadores financiados por la clausurada «USAID», nos puede dar una idea, aunque en otro formato, 2.0.
Impedir la materialización de la amenaza militar de Trump es lo racional y patriótico, por encima de diferencias políticas e ideológicas. Esto le ha dado una ventaja circunstancial al régimen ilegítimo, ladrón y represor del PSUV. La política es algo muchísimo mas serio que las cantaletas del 'marketing politiquero', esencialmente manipulador, impuesto a nivel mundial. Más adelante, el pueblo venezolano encontrará caminos de dignidad y justicia social para el desarrollo armónico de la nación. Acompañaremos esos nuevos esfuerzos por un cambio verdadero, que determinará la reconstruccion moral y ética de la sociedad venezolana.
manuelisidro21@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario