Su humildad militante y la fuerza ética de su mensaje golpea el statu quo de la enmohecida Iglesia Católica y de la sociedad mundial contemporánea dominada por las estructuras asfixiantes -para las mayorías- del capitalismo salvaje y el ejercicio codicioso del poder.
Su Santidad confía en los anhelos y luchas de la juventud (católica y no católica) para renovar el mundo, bajo los valores humanistas del Evangelio y los votos de pobreza, humildad y solidaridad de los verdaderos cristianos.
Sus homilías entusiasman a los creyentes de buena voluntad y enmudecen a quienes han escogido el camino de la codicia, el individualismo, la corrupción y la explotación de los señores humanos:
"Queridos jóvenes, ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés. A ustedes y todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague".
"¡Cuántos mercaderes de muerte que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad".
"Esta civilización mundial se pasó de rosca. Es tal el culto que ha hecho al dios dinero, que estamos presenciando una filosofía y una exclusión de los dos polos de la vida, que son las promesas de los pueblos: los ancianos y de los jóvenes".
"Quiero que se salga a la calle a armar lío, quiero lío en las diócesis, quiero que se salga fuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que es mundanidad, comodidad, clericalismo, de lo que es estar encerrados en nosotros mismos".
“Ningún esfuerzo de pacificación será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma".
"Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo".
El Papa dijo que con la cruz Jesús se une a los muchos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas "porque ven egoísmo y corrupción" o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, "por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio."
La reflexión colectiva sobre este virtuoso mensaje papal merece especial dedicación, en medio del proceso de integración latinocaribeña para la justicia social, en el continente más desigual del planeta. En América Latina y el Caribe ocurren acontecimientos novedosos y justicieros, independientemente de errores y confrontaciones. La resistencia de las oligarquías regionales y el imperio capitalista mundial genera traumatismos mayores, innecesarios, que intentan restaurar la exclusión inerme del pasado y el reino de la ganancia perversa y la corrupción, desde y por el poder mismo, sea político, económico, financiero o comunicacional, como expresión del statu quo.
La vertiente católica de la justicia social, la solidaridad y la ética para bien del desarrollo armónico de nuestras sociedades. tiene plena vigencia y se enriquece con los énfasis del papa Francisco, su humildad y compromiso superior. Su encuentro con todas las tendencias liberadoras y democráticas para el bien común, es indispensable. Y así debe ser asumido, junto a los jóvenes del mundo que claman justicia, decencia pública y solidaridad.
MANUEL ISIDRO MOLINA
@manuelisidro21
manuelisidro21@gmail.com
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