domingo, 27 de julio de 2025

Ricardo Napurí, 100 años después / Modesto Emilio Guerrero


Su sorprendente arribo a los cien años de vida no le privó de la marca biográfica de todo bicho humano: Qué hizo, quién fue. En su caso, la vida cotidiana de un militante que pasaba de un escenario de acciones a otro, con personalidades tan versátiles como sus posiciones, en regiones, barrios, ciudades o países suficientemente variados para ser distintos. Tal gama de vivencias le impuso la metódica tarea de caracterizar, visualizar estados de situación. 

A muy pocos días de estar en el ancianato donde se aloja desde 2024, ya había elaborado un mapa social con los datos básicos de su nueva realidad.

Cuando lo visité la primera vez, un tórrido domingo del febrero austral de 2025, me contó su mapa. Mientras lo hacía, se desbordaba en resplandores conspirativos a través de sus ojos diminutos de águila. 

Había contabilizado la cantidad de viejitos y viejitas que cumplen la rutina de caminar cada mañana, y quienes no. Los que se quejan y de qué. Las ideas políticas de algunos, incluso, las “chicas amables” que lo saludan pero lo miran con sorna y extrañeza porque les parece un tipo raro. 

Había evaluado la relativa calidad de la atención, las operadoras terapéuticas, incluso había logrado que alguna le cuenten detalles de la vida laboral. Esto lo decía con una sonrisa tenue pero no disimulada.


El primer día, notó un detalle. Al lado funciona una nave de iglesia que resultó ser propiedad del hospicio. Napurí sospechó por algunos detalles arquitectónicos que la iglesia y el párroco que la atiende son de una corriente religiosa eslava de esa ignota zona del mundo.

Cuando habló de los viejitos y las viejitas solo me dijo… “Son los que esperan”... Cuenta con desazón que no les importa nada, ni del mundo, del país, o el barrio de trabajadores que los rodea en ese lugar encajado en el barrio de Lanús en la Provincia de Buenos Aires. “Solo esperan…” repitió.

Con todos los males biológicos que acumula un anciano a los cien años, lo que más le aqueja a Ricardo Napurí es sentirse solo con gente que solo espera, que no conversan de nada sobre nada de este mundo o del otro, y del esfuerzo muscular que debe hacer cada vez que se levanta de la cama.

Su disciplina de sobrevivencia comienza cada mañana temprano con un recorrido a paso lento alrededor del pasillo del jardín interior. Dos veces. Lo hace con el mismo sentido del deber que a los 20 lo hiciera en la Escuela Militar donde se formó como piloto, o en el campus universitario de la Universidad de San Marcos, en Lima, donde estudio algunos años, o cada mañana rigurosa cuando entrenaba para calificar como campeón nacional de atletismo.

Napurí, como cualquiera, es víctima del hábito que más ejercitó en su vida. Ese hábito lo aprendió en el grupo Praxis desde que recaló en Argentina, en 1948, y cambió la vida militar por la de militante socialista; o en las fieras asambleas mineras bolivianas donde participó de la construcción de aquel extraño “soviet del altiplano”, a comienzos de los años 70; o en a mediados de los 60, cuando creó en Perú, Vanguardia Revolucionaria, un fuerte partido de cuadros; o entre los entusiastas socialistas chilenos, o a mediados de los 80, ya ingresado a la vejez, cuando se integró al Movimiento al Socialismo, el prometedor partido trotskista argentino, hasta su explosión en fracciones filtradas de odio, en 1992.

Un ser así no alcanzó los 100 años rodeado de soledad, sino de una vida intensa. Pero en el ancianato, Ricardo siente los aletazos de una rara “soledad grupal”. Una paradojal situación alienante, propia de quien convive con extraños pero se siente un solitario abandonado como algunos personajes de Camus, de Rulfo o Updike.

Le recordé lo que dice García Márquez en 100 años de soledad, que «la vejez es un pacto honrado con la soledad» y me respondió esto: «pero este pacto es entre yo y yo».

Su rutina de sobrevivencia incluye mirar con detenimiento los noticieros y detenerse buenos ratos en los de Telesur y RT. «El capitalismo está mostrando hasta donde es capaz de llegar si no es detenido»: Napurí quiere seguir comprendiendo el mundo que aún habita, aunque sabe que ya no puede andar en correrías militantes para transformarlo.

Completa su dieta de vida escribiendo lo que llama sus «memorias». Me habla de algunas páginas ya escritas, pero le recuerdo que desde 2009 conocemos Pensar América latina…, lo más parecido a una memoria de su vida. 

Me observa con sus ojos chiquitos de águila y me contesta… «Pero en ese libro cometí errores que quiero corregir. Se lo comenté a Mirian Bregman cuando vinieron a visitarme y grabamos un programa» (Myriam Bregman y Raúl Godoy conversan con Ricardo Napurí, militante de la lucha revolucionaria en Latinoamérica. www.Laizquierdaadirario.com) Begman es una reconocida abogada especializada en derechos humanos, diputada nacional argentina, miembro del PTS y candidata presidencial del Frente de Izquierda conocido como FIT.

- ¿Cuáles errores quieres corregir?

- Fui injusto con Allende. Sus deficiencias programáticas al confiar en las instituciones de un poder que no era suyo, o inconsistencias prácticas entre junio y septiempre de 1973, no lo convierten en “traidor”. Esa es otra categoría. Hay otros errores sectarios parecidos que quiero revisar. También me gustaría ampliar lo de Chávez… este tipo fue sorprendente por lo que avanzó ideológicamente, más que por las transformaciones sociales que hizo y hasta dónde las hizo… Haber alcanzado la comprensión de superar su propio Estado capitalista con otro de tipo comunal y tener un programa internacional, es un hecho inusual en dirigentes de su linaje militar nacionalista. En ese aspecto superó a Fidel, que ya es mucho decir, aunque Fidel haya expropiado todo y cambiado la naturaleza del Estado, mientras Chávez se quedó a medio camino en ese aspecto…

- Sin embargo, Ricardo, las memorias de 2009 contienen dos cosas muy útiles. 

- Me escuchó con paciencia.

La primera, que muy pocos humanos de tu generación podrían mostrar la abigarrada historia personal y política que relatas en las 500 páginas de Pensar América latina. Esa cantidad de vivencias políticas y humanas juntas, años de destierro, persecución, exilio y cárcel, militancia en una decena de países, una diputación y una senaduría, la creación de un partido y ayudar formar la central obrera peruana, dirigir huelgas y movilizaciones por la Constituyente, promover junto con Hugo Blanco el movimiento electoral de masas que ganó un tercio del electorado y los elevó al Senado y a Diputados, tu participación activa entre los mineros bolivianos, los exilios, todo eso en un tiempo tan dilatado como turbulentamente humano… es inusual. 

- Fueron escenarios tan diversos y algunas personalidades tan relevantes (más por lo que hicieron que por los titulares de prensa o la propaganda partidaria posterior). El Che Guevara, Hugo Blanco, John W. Cook, Luis de la Puente, Marcos Kaplan, Hilda Gadea, Silvio Frondizi, Juan Velasco Alvarado, Juan José Torres, Lidia Gueiler, Salvador Allende, Hugo Chávez, y otros no tan notorios en fama, pero respetados entre franjas militantes por su obra de construcción partidaria, como el caso del argentino Nahuel Moreno, un personaje controversial en su país, a quien reconoces en Pensar América latina como el responsable de que tu relato biográfico supere al de Trotsky, por contener la dimensión biográfica humana tan ausente en Mi Vida. 

- El otro aporte de tu memoria de 2009 es de tipo teórico, ideológico. 

- ¿Cuál?, me preguntó, y se quedó mirando con curiosidad de arqueólogo.

- Entre otras, ésta. En la página 215 (Edic Herramienta, Bs. As. 2009), mientras relatas la particularidad excepcional de la Revolución Cubana, soltaste esta declaración, «Esto porque la revolución es la forma superior de las rebeldías». Parece una simple frase de ocasión, pero no lo es. Saltó en el relato. Es una abstracción que se conformó en forma inconsciente a partir de tu variada experiencia militante por el continente. A mi me sirvió, por ejemplo, para reevaluar el llamado “Proceso bolivariano”, también llamado por error, “revolución”. Con esa idea escribí Venezuela bajo fuego en 2015. 

- ¿Ese fue el que te prologué y que luego tradujeron en Brasil? 

- Correcto, lo publicó la editorial de Valerio Arcady, Usina Editora (Sao Paulo, 2022)... Porque si en 2002 se desataron las “rebeldías” creadoras y transformadoras en la Venezuela de Hugo Chávez, ese maravilloso proceso no tuvo coronamiento (“elevación”) posterior en forma de revolución. Ni antes ni después de 2012, se pudo completar. Ese proceso inacabado, trunco, es el que Chávez le hereda a Maduro, un líder que no estaba ni convencido ni capacitado para completarlo.

Un ortodoxo escolástico del leninismo o del trotskismo diría que se quedó detenida en su febrero… no alcanzó su octubre. Pero eso es esquemático, algebraico y simplón.

- Sin saberlo, concebiste una “fórmula” más útil sobre lo que pasa cuando una rebeldía generalizada se pervierte bajo el peso del Estado y no alcanza el estadio de revolución. En Venezuela fue el aparato estatal (a veces en su forma humana de líder total)… pero también actuó el peso lumpen de la base sociocultural del chavismo. 

- Tu idea, Ricardo, sirve para analizar lo que pasó en Chile, de junio a octubre de 1973; o en la Argentina, entre Octubre de 1945 y lo que siguió; y para otros procesos. Hay memorias y memorias…

Me escuchó con paciencia y me dijo: «por eso quiero revisar lo que escribí en 2009».

Ese mediodía nos despedimos, amables con el abrazo de siempre. 

Yo viajé en el autobús cotidiano hasta la estación de Lanús, con dos cavilaciones. Qué tiempo tan oscurecido por derrotas, desmesuras y traiciones, que un tipo tan valioso deba terminar sus días y sus noches sin donde transmitir su experiencia a las nuevas generaciones y tenga que deambular, solitario, entre viejitos y viejitas que solo esperan el día siguiente.

Buenos Aires 19 de julio 2025

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