viernes, 11 de julio de 2025

El sujeto y las prácticas sociales


Jesús Alberto Castillo

La modernidad nos ha vendido la idea de que pensamos desde la conciencia preestablecida. Precisamente, Descartes al plantear su famoso "Cogito ergo sum" (pienso, luego existo), le asigna a la razón un fuerte ingrediente para conocer la realidad. Pero, la subjetividad no es un atributo del alma, sino que se alimenta de las prácticas sociales, es decir, de esos procesos que se dan en la vida cotidiana y permiten reconfigurar la conducta humana.

El hombre se convierte así en un sujeto histórico, producto de esas prácticas sociales llenas de elementos psicológicos, símbolos, lenguajes y relaciones interpersonales. Todas ellas comienzan en el hogar desde los primeros años y se van cultivando en el tiempo en otros espacios como la escuela, el mercado, las plazas, el lugar de trabajo y sitios de interacción social. En esa permanente socialización el sujeto aprende y aporta, se convierte en producto y reproductor al mismo tiempo.

Es por ello que Enzo Del Búfalo, economista y filósofo venezolano, en su obra "El sujeto encadenado. Estado y mercado en la Genealogía del individuo social", editada por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la UCV en 1997, destaca que las prácticas sociales determinan la subjetividad y constituyen el piso ontológico para superar la vieja dicotomía entre el sujeto y el objeto, planteada por el pensamiento cartesiano, así como entre alma y cuerpo, entre trabajo intelectual y trabajo material, entre discurso y práctica. Refuerza la idea de que "en cada práctica social hay una serie articulada de conductas, pensamientos, acciones, símbolos que pueden dar origen a discursos estructurados" (Del Búfalo, 1997:17).

Todo lo planteado por el autor (por cierto, ex-profesor de Economía de este escribiente en la escuela de Estudios Políticos de la UCV), pudiera parecer incomprensible por la profundidad filosófica que encierra, pero resulta lógico ante lo que vivimos en nuestro diario acontecer. No somos individuos aislados, por más que queramos. Conscientes o inconscientes somos interdependientes. Por eso nos valemos de un lenguaje, que es una Convención social de una determinada comunidad, para comunicarnos y suplir nuestras necesidades básicas. En el devenir del tiempo vamos alimentando esa tábula raza ("pizarra en blanco") con la que nacimos, parafraseando a Aristóteles, de ideas y conocimientos a partir de nuestras experiencias e interacción en las prácticas sociales.

Cada uno de nosotros tenemos nuestro mundo de vida. Somos lo que el medio y nuestra forma de concebir las cosas van configurando en nuestra estructura mental y actuamos de acuerdo a ese proceso de formación intersubjetiva. De manera que nuestra conciencia subjetiva no se agota en los procesos psicológicos, sino que se adecúa a las normas que regulan las formas de socialización que se encuentran fuera del cuerpo del individuo. En términos heideggerianos, es el lugar donde surge ese ser consciente de estar en el mundo y que forma parte del interesante campo de la fenomenología.

No hay comentarios: