MANUEL ISIDRO MOLINA
Leopoldo López y Juan Guaidó protagonizan otra importante fractura en la oposición de turno, encabezan las dos facciones de la división del partido Voluntad Popular (VP), fundado por el ex alcalde de Chacao, después de haber roto relaciones políticas con sus compañeros de Primero Justicia (PJ), la principal organización política de la derecha neoliberal venezolana, liderada por Julio Borges y Henrique Capriles Radonski.
VP es un partido político de tendencia de derecha radical, partidario de políticas neoliberales, estrechamente ligado con los sectores empresariales y a la política de la extrema derecha del Partido Republicano estadounidense, que hoy encabeza el presidente Donald Trump, cuyos nexos se han agigantado desde que Juan Guaidó fuera electo presidente de la Asamblea Nacional, el pasado 5 de enero, sobre la base del acuerdo interpartidista de la extinta alianza opositora "Mesa de Unidad Democrática" (MUD).
Ese pacto fraguado en diciembre de 2015 al calor del estruendoso triunfo de la MUD en las elecciones parlamentarias del 6-D, estableció la designación anual de la Presidencia de la AN de acuerdo con el orden numérico de las fracciones partidistas. Así, correspondió al diputado Henry Ramos Allup dirigir el parlamento en 2016, en representación de Acción Democrática (AD); a su colega Julio Borges en 2017, por PJ; al parlamentario Omar Barboza en 2018, por Un Nuevo Tiempo (UNT); y a Guaidó en el año curso, por VP. Y para el ejercicio 2020, corresponde a un representante de las fracciones minoritarias, tema que amenaza con ser volcánico, pues corre la tendencia reeleccionista a favor de Juan Guaidó, para darle continuidad a su condición autoproclamada de "Encargado de la Presidencia de la República", apadrinado fundamentalmente por el gobierno de Estados Unidos y el uribismo colombiano.
La divisiones y desencuentros opositores
Una de las variables que estimula el gobierno del Partido Socialista Unidos de Venezuela (PSUV) y el Gran Polo Patriótico (GPP), son las desavenencias, confrontaciones y divisiones de los sectores de oposición. Y no es un dato cualquiera.
A estas alturas del juego 2019, Juan Guaidó no lidera la amplia gama de organizaciones políticas y sectores sociales que cohesionadamente habitaron en las extintas "Coordinadora Democrática", que logró arrinconar varias veces al presidente Hugo Chávez; y MUD, que alcanzó el resonante triunfo parlamentario en 2015. Esa plataforma de encuentro, discusiones, planificación y acciones unitarias contra el gobierno, simplemente no existe, las fracturas son múltiples y las incoherencias abundan, tanto en Venezuela como en el exterior.
Ese cuadro confrontacional opositor -que sin duda beneficia la precaria estabilidad de Maduro en Miraflores- tiene diversos matices y tendencias: intereses partidistas sectarios, corrientes ideológicas contradictorias y visiones políticas inconexas y hasta irreconciliables. Pero además, corren los conflictos internos en varias de las organizaciones políticas, que no detallaremos in extenso: AD vive una sorda lucha interna por el control de la organización, férreamente llevada por Ramos Allup en contra del liderazgo tradicional; PJ sufre el desencuentro entre las tendencias lideradas por Julio Borges y Henrique Capriles Radonski, desde hace mucho tiempo distanciados e incomunicados; UNT se va apagando imperceptiblemente y varios de sus dirigentes han emigrado a PJ, VP u otros grupos menores.
VP no es la excepción
Voluntad Popular no es la excepción. Leopoldo López, desde la cárcel de Ramo Verde, su casa como sitio de reclusión ad hoc y ahora en la Embajada española, se ha visto rebasado por el liderazgo repentino e intensamente cultivado por una maquinaria internacional desde Estados Unidos y Colombia, de Juan Guaidó, quien hasta el 05.01.2019 era un parlamentario relativamente desconocido en Venezuela y allende de sus fronteras. Puede afirmarse sin riesgo de equivocación, que JG es un fenómeno de laboratorio de marketing político de la derecha internacional, fabricado, como en su época ocurrió con la entonces alcaldesa de Chacao, Irene Sáez Conde, candidata presidencial en 1998 que quedó maltrecha en el camino.
La diferencia entre Juan e Irene es que la ex reina de belleza tuvo apoyo empresarial y político interno, y el actual presidente de la AN -en "desecato", según reiterada sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia- es el respaldo que ha recibido desde el exterior por importantes potencias norteamericanas, europeas y latinoamericanas, estrategia en la cual ha sido determinante la intensa política del gobierno del presidente Donald Trump, quien ha lanzado un bloqueo extorsivo contra el gobierno de Nicolás Maduro, la sociedad y la economía venezolanas, tan brutal, que ya está siendo rechazada por algunos gobiernos europeos y sectores políticos, sociales y económicos venezolanos de diversas tendencias, incluso opositoras.
Esa única fortaleza real de Guaidó -el respaldo de unos 54 gobiernos capitaneados por Washington-, es simultáneamente su debilidad: lo ha colocado como un político absolutamente dependiente de las decisiones de Trump y los gobiernos del "Grupo de Lima", hoy en serios aprietos por las crisis que viven Perú y Ecuador, y los discutibles desempeños internos de los presidentes de Argentina, Mauricio Macri; de Brasil, Jair Bolsonaro; y de Colombia, Iván Duque. Caso similar puede generarse en EEUU, si Trump cae por el proceso político de destitución iniciado en la Cámara de Representantes por la mayoría demócrata.
Afincado en esa condición relativamente relevante, Guaidó se mueve en tres dimensiones difusas: presidente de la AN, "Encargado de la Presidencia de la República" autojuramentado, y candidato presidencial en una hipotética elección próxima, que el gobierno no acepta y obstaculiza con la decisión de Maduro de permanecer en Miraflores ("hasta 2025") y la priorización de las elecciones parlamentarias adelantadas en 2020, mientras maniobra con un esquema de "Diálogo Nacional" con factores políticos no determinantes, opuestos al gobierno pero partidarios de una ruta política progresiva.
En esa situación, Leopoldo López, también aspirante presidencial y líder fundador de VP, ha sido prácticamente barrido por Guaidó, quien impulsa un plan organizativo nacional por encima de su partido con Emilio Graterón, ex alcalde de Chacao, y Roland Carreño, periodista de farándula, como principales actores, junto a otros dirigentes financiados con abundantes recursos externos manejados discrecionalmente.
Rafael Rojas, ex militante de AD; Juan Carlos Sandoval; Andrés Ramírez, ex militante de COPEI; y Mario Lieghio, dirigente de VP en La Guaira, son otros miembros del equipo lanzado con Guaidó por la Presidencia de la República.
Esta situación está generando "rechazo en las bases de VP" que siguen a López y le reconocen su liderazgo, ya que según han informado confidencialmente, toda la actividad de VP gira ahora en torno a Guaidó y sus planes personales, definitivamente atados a los designios de Trump y Álvaro Uribe Vélez, jefe político de la corriente gubernamental en Colombia, hoy en serios problemas judiciales que podrían llevarlo tras las rejas.
Ese pacto fraguado en diciembre de 2015 al calor del estruendoso triunfo de la MUD en las elecciones parlamentarias del 6-D, estableció la designación anual de la Presidencia de la AN de acuerdo con el orden numérico de las fracciones partidistas. Así, correspondió al diputado Henry Ramos Allup dirigir el parlamento en 2016, en representación de Acción Democrática (AD); a su colega Julio Borges en 2017, por PJ; al parlamentario Omar Barboza en 2018, por Un Nuevo Tiempo (UNT); y a Guaidó en el año curso, por VP. Y para el ejercicio 2020, corresponde a un representante de las fracciones minoritarias, tema que amenaza con ser volcánico, pues corre la tendencia reeleccionista a favor de Juan Guaidó, para darle continuidad a su condición autoproclamada de "Encargado de la Presidencia de la República", apadrinado fundamentalmente por el gobierno de Estados Unidos y el uribismo colombiano.
La divisiones y desencuentros opositores
Una de las variables que estimula el gobierno del Partido Socialista Unidos de Venezuela (PSUV) y el Gran Polo Patriótico (GPP), son las desavenencias, confrontaciones y divisiones de los sectores de oposición. Y no es un dato cualquiera.
A estas alturas del juego 2019, Juan Guaidó no lidera la amplia gama de organizaciones políticas y sectores sociales que cohesionadamente habitaron en las extintas "Coordinadora Democrática", que logró arrinconar varias veces al presidente Hugo Chávez; y MUD, que alcanzó el resonante triunfo parlamentario en 2015. Esa plataforma de encuentro, discusiones, planificación y acciones unitarias contra el gobierno, simplemente no existe, las fracturas son múltiples y las incoherencias abundan, tanto en Venezuela como en el exterior.
Ese cuadro confrontacional opositor -que sin duda beneficia la precaria estabilidad de Maduro en Miraflores- tiene diversos matices y tendencias: intereses partidistas sectarios, corrientes ideológicas contradictorias y visiones políticas inconexas y hasta irreconciliables. Pero además, corren los conflictos internos en varias de las organizaciones políticas, que no detallaremos in extenso: AD vive una sorda lucha interna por el control de la organización, férreamente llevada por Ramos Allup en contra del liderazgo tradicional; PJ sufre el desencuentro entre las tendencias lideradas por Julio Borges y Henrique Capriles Radonski, desde hace mucho tiempo distanciados e incomunicados; UNT se va apagando imperceptiblemente y varios de sus dirigentes han emigrado a PJ, VP u otros grupos menores.
VP no es la excepción
Voluntad Popular no es la excepción. Leopoldo López, desde la cárcel de Ramo Verde, su casa como sitio de reclusión ad hoc y ahora en la Embajada española, se ha visto rebasado por el liderazgo repentino e intensamente cultivado por una maquinaria internacional desde Estados Unidos y Colombia, de Juan Guaidó, quien hasta el 05.01.2019 era un parlamentario relativamente desconocido en Venezuela y allende de sus fronteras. Puede afirmarse sin riesgo de equivocación, que JG es un fenómeno de laboratorio de marketing político de la derecha internacional, fabricado, como en su época ocurrió con la entonces alcaldesa de Chacao, Irene Sáez Conde, candidata presidencial en 1998 que quedó maltrecha en el camino.
La diferencia entre Juan e Irene es que la ex reina de belleza tuvo apoyo empresarial y político interno, y el actual presidente de la AN -en "desecato", según reiterada sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia- es el respaldo que ha recibido desde el exterior por importantes potencias norteamericanas, europeas y latinoamericanas, estrategia en la cual ha sido determinante la intensa política del gobierno del presidente Donald Trump, quien ha lanzado un bloqueo extorsivo contra el gobierno de Nicolás Maduro, la sociedad y la economía venezolanas, tan brutal, que ya está siendo rechazada por algunos gobiernos europeos y sectores políticos, sociales y económicos venezolanos de diversas tendencias, incluso opositoras.
Esa única fortaleza real de Guaidó -el respaldo de unos 54 gobiernos capitaneados por Washington-, es simultáneamente su debilidad: lo ha colocado como un político absolutamente dependiente de las decisiones de Trump y los gobiernos del "Grupo de Lima", hoy en serios aprietos por las crisis que viven Perú y Ecuador, y los discutibles desempeños internos de los presidentes de Argentina, Mauricio Macri; de Brasil, Jair Bolsonaro; y de Colombia, Iván Duque. Caso similar puede generarse en EEUU, si Trump cae por el proceso político de destitución iniciado en la Cámara de Representantes por la mayoría demócrata.
Afincado en esa condición relativamente relevante, Guaidó se mueve en tres dimensiones difusas: presidente de la AN, "Encargado de la Presidencia de la República" autojuramentado, y candidato presidencial en una hipotética elección próxima, que el gobierno no acepta y obstaculiza con la decisión de Maduro de permanecer en Miraflores ("hasta 2025") y la priorización de las elecciones parlamentarias adelantadas en 2020, mientras maniobra con un esquema de "Diálogo Nacional" con factores políticos no determinantes, opuestos al gobierno pero partidarios de una ruta política progresiva.
En esa situación, Leopoldo López, también aspirante presidencial y líder fundador de VP, ha sido prácticamente barrido por Guaidó, quien impulsa un plan organizativo nacional por encima de su partido con Emilio Graterón, ex alcalde de Chacao, y Roland Carreño, periodista de farándula, como principales actores, junto a otros dirigentes financiados con abundantes recursos externos manejados discrecionalmente.
Rafael Rojas, ex militante de AD; Juan Carlos Sandoval; Andrés Ramírez, ex militante de COPEI; y Mario Lieghio, dirigente de VP en La Guaira, son otros miembros del equipo lanzado con Guaidó por la Presidencia de la República.
Esta situación está generando "rechazo en las bases de VP" que siguen a López y le reconocen su liderazgo, ya que según han informado confidencialmente, toda la actividad de VP gira ahora en torno a Guaidó y sus planes personales, definitivamente atados a los designios de Trump y Álvaro Uribe Vélez, jefe político de la corriente gubernamental en Colombia, hoy en serios problemas judiciales que podrían llevarlo tras las rejas.
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