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| Mausoleo del general Juan Vicente Gómez en el Cementerio de Maracay, estado Aragua. |
Estoy llegando a casa casi de madrugada. Estaba viendo el último juego de la serie final entre los Dodgers de Los Ángeles y los Azulejos de Toronto. En extra inning ganaron los Dodgers. Traigo la adrenalina a millón, lo cual es contradictorio, porque voy a hablar —o escribir— sobre la muerte: hoy es el Día de los Fieles Difuntos.
Desde hace siglos (bueno, casi), para esta fecha yo, “escardilla” en mano, mataba mis tigritos limpiando tumbas. Estaba carajito, claro.
Desde entonces, por puro ocio o curiosidad morbosa, me gusta leer epitafios. Algunos son graciosos; otros, verdaderas joyas literarias. Los marmolistas hacen su parte... y los maquilladores también: “No me lo maltrates. Trátamelo bien, por favor”, me contó uno que le pidió un familiar angustiado.
“Eras cerilla de palillos cortos, pero encendiste un fuego eterno.” Ese lo vi en el cementerio de La Almudena, en Madrid. Hace poco leí otro en "La Guairita" , cementerio del Este caraqueño. La lápida decía: “Sin comentarios.” Muy cerca, otra más honesta rezaba: “Les dije que estaba mal.”
El periodista y escritor Luis Carandell, en su libro Tus amigos no te olvidan, cuenta de una familia empeñada en dejar constancia de sus afectos: “Sus hijos Francisco, Ramón y Soledad le dedican este recuerdo (menos Eusebio, que no dio nada).” La oveja negra eternizada en mármol.
Hace poco me encontré con un empleado de la Funeraria Municipal de Maracay. Le hice unas preguntas de esas que aprendimos en recursos humanos, y el tipo se me fue en tesis:
—La gente le perdió el miedo a la candela. Ya no les importa que los vuelvan cenizas y los rieguen por ahí.
Tiene razón. Todo ha cambiado.
En el cementerio La Primavera, también en Maracay, hay un epitafio genial: “Aquí continúa descansando Omar.” Parece que el hombre era bien flojo. Muy cerca, otro dice: “Aquí está Paco tumbao, que nadie le quita lo bailao.”
¿Y alguien ha entrado al mausoleo de la familia Gómez en Maracay?
—La gente ahora vive inventando vainas —me dijo el funerario—. La religión ya no influye tanto.
Entrevisté a varios enterradores y todos coincidieron: no creen en espantos ni fantasmas. Algunos incluso viven entre las tumbas. Uno me aseguró que en el panteón de los Gómez hay cajas de morocotas enterradas.
Otro epitafio memorable:
“Aquí yace el gran Laudelino, el hombre que tanto trabajo y tanto desprecio recibió de toda su familia. Incluida su esposa.”
Por supuesto, eso lo dejó encargado en vida. ¡Y se lo respetaron!
Cervantes le dejo un epitafio a su Dulcinea, es una joya. Hay que retarse, ¡lean El Quijote!
La verdad es que esta “modernidad líquida” ya no perdona a nadie… ni a los muertos.
El jueves entré al Alazán —un restaurante de Caracas— y la entrada estaba cubierta de calabazas luminosas, esqueletos, brujas, zombis y disfraces. Ese festejo anglosajón, Halloween, me acatarra las bolas.
Tengo un amigo próspero que siempre dice:
—A mí siempre me ha ido bien con mis muerticos.
Me convenció para montar una funeraria. Yo tenía un local vacío, víctima de la crisis, y estuve a punto. Pero los vecinos, otros comerciantes, me sabotearon el plan.
-Pedrito, nos va a "empavar" el Centro Comercial, dijo uno.
Mi amigo se reinventó: ahora ofrece servicios funerarios “premium”. Financia el entierro, consigue gente que haga bulto y llore, contrata música, redacta obituarios para las redes y hasta discursos para el velorio. Un servicio completo. Me ofreció trabajo.
Tengo otros amigos más alegres: hoy estarán en la tumba de sus padres con música y aguardiente. Para ellos sus muertos no se han ido; por eso festejan este día… y salen del cementerio tambaleando.
Lizandro Meza, ha compuesto uno de los grandes vallenatos de la historia de la música, titulado "La miseria humana", en cuya historia cuenta la historia de un hombre que entra al Camposanto y se encuentra la calavera de aquella bella mujer que alguna vez amó, cual Ofelia de Hamlet.
México es una fiesta:
La Catrina
La Catrina —o calavera garbancera— es un invento mexicano, potenciado y transformado en ícono por Diego Rivera. Los mexicanos celebran el ciclo de la vida y la muerte desde antes de los españoles, y lo hacen con una alegría que uno envidia. Desde ayer, México es un río de danzas, disfraces y colores: puro sincretismo cultural.
Aunque el 21 de septiembre es el Día Nacional de la Lucha Libre, el gran día es hoy. En la Arena México se celebran combates estelares y homenajes a luchadores legendarios, como el Santo, el Enmascarado de Plata. En México, los luchadores son tan famosos como los futbolistas en Europa, y el Día de Muertos es la fecha estelar.
Mientras tanto:
Aquí en Venezuela, Circo Urbano se hizo conocido con Muerto en Choroní, esa canción que me encanta:
"Yo mejor me voy, me largo de aquí, me van a encontrar muerto en Choroní...
Me voy pa’ la playa, no me importa nada,
yo vivo en la playa mientras tú trabajas..."
Dicen que en política no hay muertos, ni siquiera cuando ya los han enterrado. Yo he visto muchos “muertos” cargando basura, dicen otros. También he visto muertos en vida caminando; se les secó el alma... ustedes conocen unos cuantos.
A mí, por ejemplo, me gustaría un epitafio así:
“Menos flores y más Buchanan’s"...y los que sobrevivan que coman pollo o bollos. El muerto al hoyo... o al horno.
Nos vemos por ahí.
Pedro Mosqueda

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