lunes, 27 de octubre de 2025

La guerra de Donald Trump


Luis Fuenmayor Toro

La política gringa de Donald Trump en el mundo continúa su tórpido desarrollo. Acostumbrado a imponer su voluntad por la fuerza del dinero y sin mayores escrúpulos, el delincuente de la Casa Blanca ha intensificado la conducta violenta y depredadora, que le ha dado frutos en los escenarios donde ha actuado. Desde un principio, incluso antes de la toma de posesión como presidente de EEUU, su comportamiento ha tenido como base la imposición de su voluntad por la fuerza de las armas y del dinero, aunque esta vez no suyos sino propiedad de los estadounidenses. Amenaza, hostiga y agrede a quienes se le interpongan, a todo aquél que demuestre algo de resistencia a sus deseos y decisiones. Y lo hace con un cinismo despótico, un discurso muy elemental y con la calumnia como arma principal de sus atropellos.

Sin duda ninguna, considera a la República Popular China como su principal enemigo, por su gran desarrollo económico, su expansión comercial en el mundo, sus importantes riquezas naturales, su extensión geográfica, su población y el poder militar, que necesariamente acompaña todo lo señalado. Su “make América great again” (Haz América grande de nuevo), dirigido a los estadounidenses, significa recobrar la posición hegemónica del pasado, que se perdió a raíz de la aparición y desarrollo económico-social de otras regiones en el mundo: Japón, los tigres asiáticos (Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán), China, India, Rusia, Malasia, Tailandia, Indonesia y Vietnam, quienes son serios competidores por su gran producción industrial, desarrollo científico y tecnológico, alta demanda de materias primas y fuentes energéticas, además de crecimiento financiero e influencias diplomáticas y militares.

Trump ha puesto el centro de su política en recuperar su dominio desde Alaska hasta la Patagonia. De allí sus contradicciones con Canadá, a la que aspira incorporar como un estado de la Unión; con Dinamarca, por su insistencia en la compra de Groenlandia; con México, Venezuela y Colombia, por razones de geopolítica y de recursos minerales y energéticos. De allí sus acciones de reversión de los tratados Torrijos/Carter sobre el canal de Panamá, su injerencia descarada en la política interna de Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia, y el recrudecimiento de las acciones contra Cuba. Pero adicionalmente mantiene situaciones conflictivas con su aliada Europa, sobre su participación en el financiamiento de la OTAN y sus relaciones con Rusia; con Irán y con quienes se opongan a sus planes para Gaza y el exterminio de los palestinos.

La calumnia, la manipulación mediática y el cinismo agresivo, son los instrumentos preferidos de Trump para su uso en la preparación de los escenarios favorables a la consecución de sus propósitos. Lo vemos claramente en el caso venezolano, con la acusación de narcoterroristas a los gobernantes actuales; con la reactivación de un invento de la CIA de los años ochenta del siglo pasado: el cartel de los soles, que hace aparecer a nuestra fuerza armada como una mafia narcotraficante, y hasta hace poco, con el increíble cuento de que el presidente Maduro era el jefe del llamado tren de Aragua. Este carácter calumniador compulsivo de Trump fue más que evidente, en sus recientes acusaciones groseras al presidente Petro, de ser jefe del narcotráfico colombiano. Petro lleva unos dos años como gobernante, mientras la producción de cocaína colombiana tiene décadas, con presidentes como Uribe, empleado de Pablo Escobar, Duque, Pastrana y otros.

La marina de guerra estadounidense ha destruido unas nueve embarcaciones en el Caribe y ahora también en el Pacífico. Estas acciones, ilegales desde todo punto de vista, dizque para “combatir el narcotráfico”, han dejado unos 32 muertos, según informan sus asesinos. Los ejecutados son lancheros humildes de Venezuela (no identificados), Colombia (Alejandro Carranza) y Trinidad (Chad Joseph). EEUU no ha presentado ninguna prueba material de los hundimientos perpetrados, ni de la droga llevada supuestamente por las embarcaciones, ni de los restos de los asesinados extrajudicialmente. De un supuesto submarino hundido hubo dos sobrevivientes, cosa extraña, y ambos fueron devueltos a sus países de origen: Ecuador y Colombia, más extraño todavía. El ecuatoriano, Andrés Fernando Tufiño, fue absuelto en su país al no haber ninguna prueba de vínculos con el narcotráfico. Venezuela no aparece por ningún lado en los últimos incidentes.

Es claro, que la presencia militar gringa en el Caribe no tiene que ver con el narcotráfico, sino que busca derrocar al gobierno de Maduro.


No hay comentarios: