Patricia Marcano
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Sus características son conocidas: niños extremadamente delgados con la piel pegadita a sus huesos, niños con la barriga hinchada, edemas en sus pies y lesiones en la piel que se descaman.
Son la estampa de un cuadro de desnutrición grave, severa y crítica que los médicos venezolanos han visto en libros y en fotos durante su formación y ejercicio, pero muy pocas veces en la emergencia de un hospital, por la rareza de que esas situaciones extremas se presentaran en el país con la mayor cantidad de reservas petroleras.
“Generalmente uno ve desnutridos leves o moderados en la población, un niño con talla baja por desnutrición crónica, o niños con desnutrición grave pero por patologías secundarias como pacientes con VIH, cáncer, o alguna enfermedad gastrointestinal. Pero lo que estamos viendo ahora es alarmante. Estamos viendo pacientes que se están desnutriendo realmente por hambre, por falta de proteínas en la dieta”, señala Ingrid Soto de Sanabria, pediatra y nutrólogo, jefe del servicio de Nutrición, Crecimiento y desarrollo del Hospital de Niños J.M de Los Ríos.
La desnutrición grave tiene tres maneras de presentarse. La “marasmática”, que son esos niños muy flacos que empiezan a consumirse la grasa y su piel queda pegadita a sus huesos por la falta de calorías; la “edematosa” o “kwashiorkor”, que son niños hinchados por la carencia de proteínas; y la desnutrición grave mixta, que serían niños marasmáticos que se hinchan.
“CUANDO APARECEN ES PORQUE ALGÚN TIPO DE CRISIS HAY”
Además está la clasificación de desnutrición grave primaria (solo por falta de nutrientes), secundaria (asociada a una patología de base en el niño) y mixta (además de la patología de base el paciente o sus padres no tienen recursos para comer).
“Cuando es por patologías secundarias suelen ser marasmáticos, cuando es por hambre se ven más las formas edematosas”, indica la pediatra.
Entre 2013 y 2015 el servicio de Nutrición, Crecimiento y Desarrollo del J.M de Los Ríos estuvo atendiendo a un promedio de 30 niños con desnutrición grave. El año pasado, precisa Soto de Sanabria, fueron 34 pacientes y solo dos eran edematosos.
En este 2016, hasta el 30 de junio, han recibido 43 niños desnutridos graves, 31 pacientes hasta mayo y 12 más en junio. Hasta el 31 de mayo tenían el registro de 21 casos marasmáticos y 10 edematosos, cuando en el mismo período de 2015 diagnosticaron 11 marasmáticos y solo uno edematoso.
“Las formas edematosas se han triplicado con respecto al año pasado. Y no es solamente aquí en el Hospital de Niños, uno habla con colegas de otros centros públicos y te refieren lo mismo”, comenta la especialista, quien agrega otro dato determinante que habla de la situación familiar de estos pequeños.
“UN NIÑO CON KWASHIORKOR ES LO MÁXIMO QUE HAY EN LA DESNUTRICIÓN GRAVE”
De los 31 casos atendidos hasta mayo, 39% de los pacientes calificaron como desnutrición primaria (por falta de nutrientes), otro 39% como desnutrición mixta y 22% han sido desnutriciones causadas por enfermedades de base
“Esto te habla de un problema de acceso a los alimentos”, resalta la doctora, y aporta unas cifras más: 58% de los niños con desnutrición grave son lactantes (tienen entre 0 y 2 años de edad) y en los últimos dos meses han fallecido tres (dos en mayo y uno en junio). El desnutrido grave tiene más probabilidades de morir.
“Yo le digo a mis alumnos ‘prepárense porque van a venir más niños edematosos’, cuando aparecen es porque algún tipo de crisis hay. Sabemos que estos datos no los podemos extrapolar a todo el país pero debe ser un campanazo para las autoridades, porque si están llegando las formas graves de desnutrición es porque algo está pasando en la población”, advierte la pediatra.
El J.M de Los Ríos es un centro piloto del Instituto Nacional de Nutrición. Cada mes son enviados los datos de este servicio a ese órgano rector de la nutrición en el país.
Cerebro comprometido
La caída del consumo de alimentos en los venezolanos se ha venido registrando desde 2012, recuerda Maritza Landaeta, coordinadora de investigación de la Fundación Bengoa y médico especialista en planificación alimentaria y nutricional. “Pero ahora se ha profundizado. Estamos pasando del desabastecimiento a la incapacidad para comprar un alimento”, agrega.
Esta fundación ha realizado un monitoreo en los últimos cuatro años, a través de un sistema de vigilancia que tienen en varios planteles educativos del país, sobre los problemas nutricionales en la población infantil.
En ellos han hallado que entre 2013 y 2015 el déficit nutricional en los colegios aumentó de 12,6% a 22,5% y los niños con sobrepeso en los salones de clase han bajado de 20% a 10,4%.
En el primer semestre de 2016 los estudios levantados en zonas de Miranda, Distrito Capital, Zulia, Mérida y otros estados, reflejan la generalización del problema alimentario cuando se le observa por zona.
“EL HIERRO ES FUNDAMENTAL PARA QUE SE DESARROLLE EL LÓBULO FRONTAL DEL CEREBRO”
Landaeta precisa que en el casco urbano 12 de cada 100 niños tienen déficit nutricional, en zonas periurbanas asciende a 19 de cada 100 yen barrios pobres la cifra es 27%, 27 de cada 100 niños tiene un déficit nutricional; el doble de lo que ocurre en la ciudades.
Para Landaeta, estos estudios parciales y focalizados junto a otros que vienen realizando las universidades del país, sumados a los reportes de desnutrición grave en el J.M de Los Ríos y otros centros como el Domingo Luciani de El Llanito, les hacen insistir en la solicitud de medidas gubernamentales que atiendan la crisis alimentaria y nutricional, por estar ya en una etapa grave.
“Un niño con kwashiorkor es lo máximo que hay en la desnutrición grave, eso indica que ese niño tiene falla básica en el consumo de proteínas. Nuestros profesores nos decían que por cada niño que llega al hospital con desnutrición grave, en la comunidad podía haber 20 niños con desnutrición moderada o leve. Ellos son la punta del iceberg”, expresa Landaeta.
Que falten proteínas en la alimentación de un niño lactante (menor de 2 años) o en edad preescolar (hasta 5 años de edad), no es una menudencia. Mercedes López de Blanco, vicepresidenta de la Fundación Bengoa y especialista en crecimiento y desarrollo, aclara que el momento más importante de la vida humana comienza desde la concepción hasta los primeros 2 años de vida, extendiéndose hasta los 5 años de edad pues el cerebro del niño se forma y desarrolla hasta los 5 años.
Porcentaje de sobrepeso en niños escolares, según la zona, registrados por la Fundación Bengoa en el primer semestre de 2016:Casco urbano:27%Zonas periurbanas:21%Barrios pobres:7%
“Son períodos donde la falta de una alimentación balanceada puede tener efectos que no se van a recuperar. En esa etapa está en formación el sistema nervioso central, que obedece a una serie de secuencias lógicas y dos meses que se pierden son dos meses que no se recuperan. Entonces estamos hablando del potencial humano más preciado que tiene este país y que es irreparable”, sostiene la vicepresidenta de la fundación.
En esos primeros años de vida el niño necesita alimentos que le aporten hierro, porque el hierro es fundamental para que se desarrolle el lóbulo frontal del cerebro, donde están todas las funciones más complejas, detalla Landaeta, entre ellas el razonamiento lógico. “Cuando no tienes los nutrientes esa sinapsis no funciona y eso no se desarrolla adecuadamente”.
Quedar con una funcionalidad inadecuada de sus órganos, porque se formaron con nutrientes de mala calidad, sería otra consecuencia de la desnutrición grave, detalla Livia Machado, pediatra y nutrólogo, lo que además condiciona al pequeño a tener un alto riesgo para desarrollar cualquier enfermedad, tanto las comunes como las metabólicas.
Por ello, que estén aumentando los casos de desnutrición edematosa o kwashiorkor es una angustia para los médicos y debería serlo para el país.
“Son niños que van a tener problemas de concentración, de memoria, porque se ve afectado su desarrollo intelectual. No es solo que sean de baja talla, porque quedarse chiquito es lo de menos, pero el desarrollo intelectual sí es importante. Imagínate, ¿cuál va a ser el futuro de esta nación?”, explica Soto de Sanabria.
Las consecuencias están en tener una generación de venezolanos con problemas cognitivos, de pensamiento lento e interrumpido, a los queles costará aprender y necesitarán educación especial para que puedan salir adelante; se trata de un costo adicional para el Estado, apunta Landaeta.
Recuperación en tiempos de escasez
Para que un niño llegue a un estado de desnutrición grave deben pasar varios meses. El marasmático tarda más, es un cuadro más crónico, en cambio el kwashiorkor se considera una desnutrición aguda, en poco tiempo el abdomen y extremidades pueden hincharse por la falta de proteínas. Pero no hay precisión, depende de la edad en la que se presente ese déficit nutricional, explica la jefa del servicio de Nutrición, Crecimiento y Desarrollo del J.M de Los Ríos.
Allí reciben casos tanto referidos desde la emergencia del hospital como los que llegan directamente a la consulta. “Las historias que uno escucha son para ponerse a llorar. Cuando preguntas a las mamás qué les dan de comer nos dicen que como no consiguen leche lo que les dan es chicha, y chicha ya lista porque no hay arroz para hacerla en casa”.
La pediatra continúa relatando que recientemente atendieron a un niño con desnutrición grave, al que la mamá solo podía darle agua con harina de maíz precocida cuando tenía, de lo contrario era solamente agua; “ese bebé se murió, tenía 4 meses”.
“Cuando yo estudié medicina, hace 48 años, te lo juro que era difícil conseguir a un niño marasmático. Teníamos que ir al interior del país para verlos. En Venezuela se había acabado la desnutrición grave a nivel hospitalario. ¿Sabes lo que es eso? Estamos volviendo a décadas atrás”Mercedes López de Blanco, vicepresidenta de la Fundación Bengoa
En el servicio hospitalizan a los pequeños hasta que se estabilizan, unos 45 días en promedio, hasta que les baje el edema o se controle la infección que tengan. No pueden estar mucho tiempo porque pueden adquirir virus o bacterias de otros niños enfermos hospitalizados.
La leche de fórmula que tienen en el servicio, y con las cuales recuperan a los pacientes, les llegan por donaciones. “Si no, no sé cómo haríamos”, dice Soto de Sanabria.
Una vez de alta les piden ir una vez al mes, por lo menos para ver su control de peso. “Pero en vez de aumentar me han bajado más de peso porque las mamás no consiguen alimentos para darles. Y si consiguen no son proteínas. Uno les dice que le den tres comidas y dos meriendas para que se recuperen pero ellas escasamente les dan dos comidas porque no tienen. A veces hasta una comida al día. Así no se van a recuperar nunca. Y los que no rebajan es porque los papás me dicen que han dejado de comer para darle la proteína al niño”.
La especialista recuerda que antes recomendaban a las madres comprar caraotas o lentejas y mezclarlas con arroz en sustitución de la carne, pero con los precios actuales ya esa no es una opción para todos. Lamenta que algunos pacientes recaigan, algo que suele pasar con los niños de familias pobres.
El hierro que necesitan los niños hasta los 5 años de edad para el desarrollo de su cerebro está presente en la leche materna, en las fórmulas lácteas para los infantes (que no se consiguen), en la leche completa, en las carnes y huevos (proteínas de origen animal). Alimentos que cuesta hallarlos a precio regulado y que en el mercado negro son marcados por un sobreprecio atroz.
“ES IMPRESIONANTE CÓMO LLEGAN NIÑOS ESCOLARES DE 6 AÑOS O MÁS CON PESOS INFERIORES A 12 KILOS A LOS HOSPITALES”
Otra de las principales fuentes de hierro, que era económico, fácil y de consumo masivo, era la harina de maíz precocida. Las arepas aportaban a los venezolanos este mineral, pero ahora cuesta horas y hasta 2.500 bolívares adquirir un kilo de harina.
En el caso de la leche, Landaeta aclara que es la primera fuente de proteínas, ácidos grasos esenciales y vitaminas que necesita un niño para su desarrollo cerebral. “Si un niño no consume leche el cerebro no se desarrolla, olvídense de que no hace falta”, sentencia.
De hecho, otro de los problemas que están observando sobre la nutrición de los lactantes, es que a un alto porcentaje de las madres adolescentes no les gusta amamantar, no les dan leche materna a sus bebés, no consiguen leche de fórmula ni leche completa, y los pequeños desarrollan un cuadro de desnutrición.
“Estos niños están sometidos desde muy temprano a estar tomandoaguas que provienen de tubérculos, de cereales, que son básicamente carbohidratos, muy bajas en proteínas, y no solo necesitamos calorías para que el niño crezca, necesitamos proteínas para que se desarrolle su cerebro, para que haga tejido y alcance el canal de crecimiento ideal”, detalla Landaeta, quien además explica que estos bebés de madres adolescentes muchas veces nacen con bajo peso porque la mamá, durante el embarazo tampoco se alimenta bien.
Y si la madre, luego de dar a luz, sí quiere dar pecho pero está desnutrida, la cantidad de leche materna que va a producir será poca. Las especialistas insisten en que ahora, como nunca antes, debe promoverse la lactancia materna y mantenerla más allá de los 6 meses de exclusividad recomendada. Seguir dando pecho cuando comience la alimentación complementaria para que el niño al menos obtenga esos nutrientes que la mamá no consigue en el mercado.
“Todo indica que se va a profundizar el desabastecimiento en este segundo semestre, por eso estamos solicitando al presidente Maduro que permita el ingreso de alimentos. Eso sí, tienes que estar preparado para la distribución y tener el compromiso porque esa es una ayuda puntual, pero sobre eso el Estado venezolano no quiere sentarse a planificar”, sostiene Landaeta.
“Yo me pregunto, ¿por qué el Instituto Nacional de Nutrición, ante esto, no comenzó una campaña de educación sobre fuentes alternativas en la alimentación? No puede ser que todos nos quedemos impávidos”Maritza Landaeta, coordinadora de investigación de Fundación Bengoa
http://www.larazon.net/2016/07/11/la-desnutricion-severa-regresa-a-venezuela/
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