Hace 50 años, un día de junio, hice una cola gigantesca para entrar al cine; ni por el carajo me iba a perder la película taquillazo del momento: «Tiburón».
El joven cineasta Steven Spielberg apodó "Bruce" cariñosamente a su criatura mecánica, lo cual también era un homenaje a su querido abogado. El resto, con sus contratiempos normales, fue coser y cantar.
Un buen guión inspirado en el libro de Peter Benchley, actuación, efectos y sonidos geniales a lo Alfred Hitchcock. Los técnicos emplearon un esqueleto de acero recubierto con fibras de vidrio; el escualo que atacaba a los bañistas de Amety Island llegó a medir alrededor de 8 metros de largo y pesaba 500 kilos.Todo le demás lo dejaré a la imaginación y recuerdos de ustedes.
Sobre la película es poco lo que podemos agregar, dejemos a las redes sociales (RRSS) que hagan su trabajo. Por algo junio es el aniversario 50 de Tiburón.
También hay que decir que se proyectaron varias secuelas y dicen que la segunda fue mejor, pero ese es otro tema. Spielberg y Benchley no figuraron en esas; tiempo después ambos mostraron su arrepentimiento: Spielberg llegó a decir: «Lamento mucho que la población de tiburones se haya visto diezmada por causa de la película y del libro».
Creo que la tiburomanía no ha cesado y en estos días los clubes de fans y admiradores tendrán mucha actividad. Ejemplos: Facebook "Jaws Fan Club" y "Jaws 1975 Fans" andan muy activados. National Geographic conmemora el aniversario con el único documental autorizado.
Como siempre no faltará por allí la icónica frase que improvisó el actor Roy Scheider: «Vas a necesitar un barco más grande».
En estos días el famoso nadador y defensor de los océanos, Lewis Pugh, tomó la palabra o los brazos para llamar la atención en defensa de los tiburones. Hizo lo que hace muy bien: nadó 60 millas (Maracay-Caracas) alrededor de la isla Martha's Vineyard (Massachusetts), escenario natural de la película.
«Hay que crear conciencia, los tiburones ayudan el equilibrio del ecosistema oceánico, y no es justo que por la película hayan quedado etiquetados como criaturas tan temidas, perseguidas y desacreditadas», dijo.
Tiburón obtuvo tres Oscar, sonido, banda sonora y montaje. Ni Spielberg ni las actuaciones lograron premios de la Academia. Ni falta que les hizo: con su amigo "Bruce", el gran cineasta logró revolucionar la industria cinematográfica, y se hizo rico y famoso a los 26 años de edad. Impulsó la moda del Blockbuster veraniego; películas con audiencias masivas en vacaciones, fuerte marketing y efectos especiales geniales. Ejemplos de otras: Star Wars, Jurassic Park, y por ahí te vas...
No crean que se salvaron, voy a masajear el ego y para variar les contaré, que 10 años después (1985), siendo abogado de una compañía de seguros, fuí a una Convención en Los Angeles y en la programación nos llevaron a los Universal Studios de Hollywood. En pleno recorrido por aquello y guía mediante, pasamos por un puente, y de repente surgió del lago artificial un bicho gigante que abrió sus fauces casi encima de nosotros. Todo el mundo se sobresaltó.
-No se asusten -gritó el guía-, es Tiburón el de la película, estamos cumpliendo una década de su estreno. Al final todos terminamos tomando fotos y abrazando luego una estatua del Tiburón que estaba al final del recorrido. Nos entregaron un souvenir.
Les recuerdo que estamos en Domingo Kultural y tampoco se salvarán de otra de mis conexiones simbólicas; años después otro Tiburón se hizo famoso, el de Willy Colón y Rubén Blades, la emblemática salsa que utiliza la figura del tiburón como metáfora del imperialismo estadounidense. Eso le acarreó no pocos problemas a los cantantes entre la comunidad cubana residenciada en Miami y Nueva York. La canción se convirtió en un himno de resistencia y denuncia social. Willy Colón y Rubén Blades le abrieron otra perspectiva más amplia a la protesta y aclararon: que su tiburón «es contra todo tipo de imperialismo, llámese yanki, ruso, cubano, chino, o europeo».
Ruge la mar embravecida
Rompe la ola desde el horizonte
Brilla el verde azul del gran Caribe
Con la majestad que el Sol inspira...
Tiburón qué buscas en la orilla
tiburón qué buscas en la arena,
Tiburón serpiente marinera
Lo tuyo es mar afuera...
Otros tiburones que no podemos olvidar en esta nota dominical tan escuala (que no escuálida), son los de La Guaira.
Equipo bonito, se me parece a mi equipo en la Liga Española, el Atlético de Madrid. No es el Real Madrid ni el Barcelona, así que no genera tanto dinero, ni juega un clásico, pero sí el Derby de Madrid, al que debo ir obligatoriamente cuando estoy allá.
Me explico, el Atlético es el equipo de mi hija y mi yerno, por lo que OBLIGATORIAMENTE, es el equipo de la familia.
La Guaira es un equipo valiente, no es el Caracas ni el Magallanes, pero su afición es lo más cumbanchero que puede haber en un estadio.
Su samba, su baile en las tribunas, era sin igual, cuando inundaba el estadio universitario de la UCV.
Ahora que están entre el estadio de La Guaira y jugar en la ciudad de Caracas, había bajado un poco la intensidad de la samba, pero se acabó el sufrimiento cuando, de la mano de Oswaldo Guillén, obtuvieron el campeonato y la Serie del Caribe.
Y conste que yo, como maracayero, soy tigrero. Pero los Tigres de Aragua han ganado tantos campeonatos, que uno pierde la cuenta.
Cuando gana La Guaira, 38 años después de su último título, hasta el maestro José Ignacio Cabrujas baila la samba en la tumba, al lado de Pedro Padrón Panza, Teodoro Petkoff y otros escualos históricos.
Tiene que ser un equipo excepcional, para que Cabrujas le dedique un ensayo sociológico a las razones por las cuales ha escogido a La Guaira como su equipo, y no al Caracas, tampoco al Magallanes, siendo que él era de Catia.
¿Cómo serán esos debates entre el catire Petkoff y el maestro Cabrujas, acerca del béisbol y la política?
Espero oirlo algún día, pero no tengo prisa. Como Clint Eastwood, trato de no dejar que el viejo entre.
Mosca por allá en la orilla.
Nos vemos por ahí...
Pedro Mosqueda
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