Jesús Alberto Castillo
Hemos recibido la infausta noticia del fallecimiento de nuestro apreciado profesor Juan Páez Avila, excelente periodista y escritor venezolano. Tuve la dicha de ser su alumno en la Cátedra de Periodismo Informativo de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela y, a la vez, compartir gratos y desafiantes momentos en la lucha universitaria a finales del siglo pasado.
El profe Juan, como le llamábamos cariñosamente, era muy ameno en el salón de clase. Siempre con una sonrisa a flor de piel y apasionado en la didáctica universitaria. Nos mostraba el maravilloso mundo del periodismo informativo en medio de anécdotas y chistes que hacían agradable la estadía en el aula de clase. Siempre lo veíamos vestido de manera elegante, de traje y corbata. Así se presentaba en el salón en horas vespertinas al culminar sus labores parlamentarias en el Capitolio Nacional.
Tenía la virtud de ser puntual en su misión de enseñar y comprensible en el trato. Nos enseñó las técnicas de redacción y los elementos de la noticia. Como buen hijo de Carora, le gustaba la música y solía contarnos anécdotas fascinantes del folclore larense que hacían alegraba la clase al caer la tarde. Luego, nos asignaba algunos ejercicios de redacción que debíamos entregar en el próximo encuentro académico. A veces nos relataba los episodios que libraba como senador de la república en el propio hemiciclo. Había sido electo por su estado natal en las planchas del MAS.
Además de darme clase, Juan Páez Ávila fue uno de mis mentores en la lucha estudiantil, cuando desempeñé el cargo de Secretario General de la Federación de Centros Universitarios de la UCV. Le debo mucho a sus pertinentes consejos. La última vez que conversamos en Caracas por el año 2012 me regaló su más reciente novela titulada "Viaje a la incertidumbre" donde narra la hazaña del abogado Juan Cecilio Manovuelta en busca de su amada Isa en las frias cordilleras de Los Andes.
Hoy, al enterarme de su muerte, siento un gran dolor. Lo recuerdo con mucho cariño y admiración. Era un gran intelectual y acucioso periodista. Hombre de sencillez desbordante y humor a flor de piel. Nunca lo vimos enojado. Respiraba confianza y buen trato. Su ejemplo de vida y aleccionadoras enseñanzas servirán de estímulo para seguir andando con hidalguía por este escabrosos caminos de la vida. ¡Qué Dios Todopoderoso le dé el descanso eterno a ese noble profesor de varias generaciones de periodistas!
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