Luis Carlucho Martín
En medio de una exposición acerca de Miraflores y su significado como Palacio de Gobierno expresó sabiamente el ex cronista de Caracas, Juan Ernesto Montenegro: “quienes menosprecian lo anecdótico y lo circunstancial desconocen las fuerzas que operan sobre el ser humano, las naciones y sus destinos”.
...Por ello, nos atrevemos a anexar algunos datos anecdóticos en torno a la magnífica edificación que pasó a ser la más ostentosa y segura levantada en La Trilla –nombre original de la hacienda donde se construyó– a finales del siglo XIX.
Se habla de túneles de escape y de acceso como medidas de seguridad presidencial. Pero nadie lo ha comprobado nunca públicamente, quizás porque ya no sería secreto de Estado. Se habla de espantos de obreros y constructores que dejaron su vida en plena ejecución de la obra y que de noche sus almas no dan respiro a quienes pretendan conciliar el sueño...
Según relatos de protagonistas, inventados o no, uno de esos famosos túneles –quién sabe si Ernesto Sábato tuvo algo que ver– sirvió de escape al Presidente que ejercía durante la asonada del 4 de febrero de 1992.
La inventiva criolla asegura que el pincel de Arturo Michelena es capaz de espantar al más “pintao”, porque el fantasma del gran artista reclama que allí dejó la salud de sus pulmones al encerrarse a culminar los monumentales óleos que adornan sus salones.
Lo cierto es que ningún presidente en ejercicio ha mostrado interés ni arrojo en utilizar sus suntuosas habitaciones para su reposo residencial. Supuestamente los espantan los ruidos de noctámbulos espectros. El general Joaquín Crespo dio el vistobueno a sus constructores italianos y catalanes, quienes no escatimaron en material óptimo desde lo estético y lo resistente, dado que la inevitable incidencia de movimientos telúricos –famosos además por sus daños históricos en Caracas y otros sitios– reclamaba una residencia que garantizara la vida de quienes habitasen aquella mansión. Uno que lo comprobó, pero no lo usó por su forzosa salida del país, fue el presidente Cipriano Castro, quien salvó su vida en el terremoto de 1900 al lanzarse del balcón de la Casa Amarilla. Dicen que aquel salto atlético le dio una segunda oportunidad...
Presidentes iban y venían y la residencia oficial siempre fue La Casona, en Santa Cecilia, cerquita de La Carlota. Será que desde .esos días los presis ya eran chic, o de la high y preferían el este que el centro, o será que eran muy creyentes o timoratos y le temían al alma en pena de Juancho Gómez, quien fue asesinado a puñaladas en una de sus habitaciones y por ahí sigue asustando a incautos...
Aunque exista el temor a lo mítico, a lo extrasensorial y a lo extraterrenal, a Dios gracias, Miraflores no sabe lo que es magnicidio, contrario a otros países que se gastan millardos de millardos en supuesta seguridad de Estado. Lo muy cierto es que dentro de ese búnker se sucedieron y seguirán sucediendo pasajes de la historia, que por más que hurguemos jamás podremos predecir, pronosticar ni mucho menos evitar, porque provienen del más allá. Uhhh...
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