jueves, 11 de noviembre de 2021

FERNANDO OCHOA ANTICH: Preguntas y respuestas sobre el 4 de febrero de 1992







 
 
Por Fernando Ochoa Antich
General de División del Ejército (r)
Exministro de la Defensa
          
La opinión pública  se ha hecho, durante todos estos años, una serie de preguntas y mantenido ciertas dudas, producto de informaciones erradas o apreciaciones subjetivas, en algunos casos, y en otros, por absurdas rivalidades profesionales  que, intencionalmente, pretenden descalificar mi conducta durante el desarrollo de los  acontecimientos ocurridos el 4 de febrero de 1992. Ante esta circunstancia y en ocasión de aproximarse el trigésimo aniversario de ese atentado perpetrado contra la democracia, considero mi deber, en defensa de mi honor y ética profesional, así como en beneficio de la verdad histórica, responder las preguntas y despejar las dudas que aún puedan existir, relacionadas con mi proceder en tan trágica fecha para la República. Pero antes de iniciar este trabajo, creo imprescindible plantear dos preguntas, cuyas respuestas permitirá entender la razón por la cual pudo ocurrir el desencadenamiento de los dolorosos  hechos acaecidos ese día: 
          
¿Por qué estalló una insurrección militar, sobre la cual existían tantos indicios, sin que los organismos de inteligencia, civiles y militares, hubiesen podido detectarla y desactivarla? 
           
En mi criterio, ello ocurrió por dos causas: 
            
a.- El deterioro de la Dirección de Inteligencia Militar. 
          
Desde el inicio del gobierno de Carlos Andrés Pérez fue designado el general Herminio Fuenmayor, jefe de la Dirección de Inteligencia Militar, cargo que ejerció hasta junio de 1991 cuando fue destituido, al mismo tiempo que fue relevado de su cargo el general  Carlos Julio Peñaloza, Comandante General del Ejército, como consecuencia del enfrentamiento entre ambos debido a una investigación que la DIM estaba realizando, sin autorización del Presidente de la República, sobre el uso de los fondos sobrantes de personal en el Ejército. El enfrentamiento llegó a tal nivel que el general Peñaloza le solicitó al presidente Pérez abrir un juicio militar por insubordinación al general Fuenmayor. Lo cierto es que la Dirección de Inteligencia Militar fue desvirtuada durante dicha gestión, al ser utilizada, fundamentalmente, para dirimir rivalidades y apoyar aspiraciones de amigos militares, en detrimento de su misión institucional. Esta realidad se agravó durante el año de 1991, cuando trató de influir en la toma de decisión del presidente de la República, para la designación del ministro de la Defensa y del nuevo Alto Mando Militar. 
          
Tan reprochable orientación en el empleo de ese organismo de Inteligencia debilitó gravemente su capacidad para detectar y recabar información sobre posibles desviaciones en los cuadros militares, relacionadas con tendencias conspirativas.  Por ese motivo, al ser designado ministro de la Defensa, planteé al presidente Pérez, el nombramiento del  general José de la Cruz Pineda, un oficial con una excelente hoja de servicio, pero además, muy cercano al general Manuel Heinz Azpúrua, director de la DISIP, para ocupar el cargo de Director de Inteligencia Militar. El asesinato, el 3 de julio de 1991, del señor Winston Vivas Useche, ocurrido en las instalaciones de la DIM,  me obligó a apresurar su reorganización. No obstante, hay que entender que en un organismo de Inteligencia es muy difícil lograr su máxima eficiencia, inmediatamente después de una reorganización. Se debilitan los vasos comunicantes con los informantes. Lamentablemente, la DIM y la DISIP no lograron demostrar, con suficientes pruebas, la existencia de la conspiración en marcha y la insurrección ocurrió el 4 de febrero de 1992.
 
b.- La inexplicable actuación del general Pedro Rangel Rojas, comandante del Ejército, ante la inminente insurrección. 
          
El capitán René Gimón Álvarez, oficial de planta de la Academia Militar, juramentado para formar parte de la conspiración  por los capitanes Ronald Blanco La Cruz y Antonio Rojas Suárez, tenía como misión insurreccionar el batallón de Cadetes con el respaldo de un pequeño grupo de oficiales subalternos y detener al general Manual Delgado Gainza, director de dicho Instituto. A las 10:30 horas del 3 de febrero el mencionado capitán tomó la decisión de comunicarle tan grave novedad al general Delgado: “Mi general, esta noche, a las 22:00 horas, un grupo de oficiales subalternos, comandados por oficiales superiores, intentarán tomar el aeropuerto de Maiquetía para impedir la entrada al país del señor presidente de la República y tratarán de insurreccionar varias unidades en Fuerte Tiuna.” (1) El general Delgado, sorprendido por la información, llamó de inmediato al comandante del Ejército, con la finalidad de solicitarle que lo recibiera de inmediato, para tratar un asunto de suma gravedad. El general Rangel lo recibió a las 12:30 horas.  
          
El general Delgado le informó la novedad del posible atentado en contra del presidente de la República que se realizaría esa noche. “General, antes de tomar cualquier medida deseo hablar personalmente con el capitán Gimón Álvarez. Le agradezco informarle que se presente en mi Comando” (2). En ese momento llegó el general Moisés Orozco Graterol, director de Finanzas, a dar cuenta. El general Delgado pidió permiso para retirarse en espera de la llegada del capitán Gimón. Aprovechó ese tiempo para dirigirse a la oficina del general Reinaldo Valero Rivas, director de Inteligencia del Ejército, con la intención de transmitirle dicha novedad. Eran aproximadamente las 13:00 horas. Los generales Valero y Delgado se dirigieron a la oficina del general Rangel. Allí se encontraba el capitán Gimón. Se anunciaron. El mayor Alfredo Puyana Arroyo, Ayudante Personal, les informó que serían recibidos al terminar la cuenta el general Orozco. En ese momento, el general Valero tuvo que salir a una reunión en el Comando Unificado de las Fuerzas Armadas. A las 15:00 horas, el general Rangel  recibió al general Delgado y al capitán Gimón, quien ratificó la información. El general Rangel llamó al coronel Raúl Salazar y le ordenó someter al mencionado capitán a un interrogatorio.  
          
Al regresar de la reunión, el general Valero solicitó hablar con el general Rangel, quien lo recibió en su despacho acompañado de los generales Oswaldo Sujú Raffo, Inspector General, Oscar González Beltrán, jefe del Estado Mayor y del coronel Raúl Salazar, Ayudante General. Sin más preámbulo le informó, de nuevo, la grave novedad. Su respuesta fue sorprendente: “general Valero: esa información es vieja” (3). El general Valero le recomendó enviar un radiograma circular, el cual ya lo tenía listo, que decía lo siguiente: “Cumpliendo instrucciones del ciudadano general de división, comandante General del Ejército, le informo debe tomar medidas urgentes de seguridad en su unidad ante posibles reuniones clandestinas  de oficiales para realizar acciones que atentarían esta noche en contra de la seguridad del señor presidente de la República. Se estiman eventos para impedir el regreso al país del Primer Magistrado” (4). De manera sorprendente se negó a autorizar la difusión de dicho radiograma.  
           
De todas maneras, el general Rangel ordenó tomar las siguientes medidas: reforzar las alcabalas de Fuerte Tiuna; alertar a la Tercera División de Infantería, acantonada en Caracas, ordenando su acuartelamiento; ordenar al Ronda Mayor visitar durante la noche las unidades de Fuerte Tiuna, reforzar el servicio nocturno con tres capitanes; y cerrar las puertas de la Comandancia General del Ejército (5). Sin duda estas medidas fueron insuficientes. ¿Cómo se puede explicar que no se detuvieran, de manera inmediata,  a los oficiales mencionados por el capitán Gimón Álvarez y a él mismo, para someterlos a un exhaustivo interrogatorio, a fin de indagar sobre la identidad de otros implicados, detenerlos y desarticular, de esa manera,  la insurrección. ¿Por qué no me comunicó a mí, ni al resto del Alto Mando Militar la grave información recibida? “Lo que sí  parece salido de toda lógica es que si se recibe la información a las 11:00 horas, por qué las órdenes y las acciones de Comando se imparten  a las 15:00 horas, vale decir 4 horas después, tal como lo describe el propio general Rangel y 7 horas más tarde a batallones de tanta sensibilidad como el “Caracas” y el “O’Leary”, tal como lo describe el general Rangel (6) 
           
A este respecto, en entrevista que hice al V.A. Daniels, Inspector de las Fuerzas Armadas, me manifestó lo siguiente: “Yo estuve trabajando en el Ministerio de la Defensa hasta el inicio de la noche. No recuerdo con exactitud la hora que me retiré de las instalaciones. Antes de irme conversé con el contraalmirante Rafael Huizi Clavier, quien me informó que el general Ochoa llegaría de Maracaibo a las 20:00 horas. Desde el Ministerio me dirigí a una clínica privada a realizarme un chequeo rutinario. En ningún momento recibí ninguna novedad de parte del general Pedro Rangel Rojas, Comandante General del Ejército” (7). Por esa razón, el Alto Mando Militar fue sorprendido, teniendo que improvisar las acciones necesarias para sofocar la insurrección contra el gobierno constitucional. 
   
 
_(1),  (3),  (4), Valero Rivas Reinaldo, “Informe relacionado con los hechos ocurridos los días 3 y 4 de febrero de 1992”._

_(2), Salazar Rodríguez Raúl, Entrevista personal, realizada el 31 de marzo de 2006, para escribir “Así se rindió Chávez”, p. 119, Los Libros de El Nacional, Caracas, 2007._  

_(5) Acciones y Órdenes del general de división Pedro Rangel Rojas, Comandante General del Ejército, Caracas 4 de febrero de 1992._
 
_(6) Jiménez Sánchez, Iván Darío, “Los Golpes de Estado desde Castro hasta Caldera”, p.207, Corporación Marca, C.A., Caracas, 1996._
 
_(7) Daniels Elías, Entrevista personal, realizada el 13 de marzo de 2006 para escribir “Así se rindió Chávez”, p. 120, Los Libros de El Nacional, Caracas, 2007._

[30/10 1:20 p. m.] Fernando Ochoa Antich: *Preguntas y respuestas sobre el 4 de  febrero de 1992*


 
La segunda pregunta  que se requiere responder para poder tener una clara y verdadera visión de los hechos ocurridos ese trágico día, es la siguiente:   
 
¿Por qué fracasó la insurrección, desde el punto de vista militar, después de haber logrado el factor sorpresa y controlado en Caracas, parcialmente, efectivos y material de guerra del batallón Ayala y del Regimiento Codazzi y otras unidades en el centro y occidente del País? 
 
Sin lugar a dudas,  ese fracaso se debió a tres factores: La imposibilidad de secuestrar al presidente Pérez a su regreso del exterior en el aeropuerto de Maiquetía, ni lograrlo en La Casona, ni en Miraflores, debido a la actitud valiente y audaz con las cuales enfrentó la situación, desde el mismo momento en que le informé la gravedad de la insurrección, así como su decisión de dirigirse a los venezolanos y en particular a los miembros de las Fuerzas Armadas, lo que fue determinante, como ha quedado demostrado, para lograr la rendición de los alzados en armas. Igualmente, la respuesta de la Institución Armada, en acatamiento al juramento militar y respaldo a la Constitución Nacional, fue  otro factor que contribuyó a sellar la derrota del intento de golpe de Estado. El tercer factor fue la conducta de Hugo Chávez, la cual, en absoluto contraste con la del presidente Pérez, se tradujo en inacción al asumir el papel de espectador pasivo ante los hechos que ocurrían en Miraflores, sin cumplir la misión que tenía asignada su unidad de atacar el palacio presidencial como lo establecía la Orden de Operaciones. Es posible que su intervención no hubiera garantizado el éxito de la operación, pero no hay duda de que su ausencia influyó decisivamente en la desmoralización de sus compañeros de aventura. A este respecto me referí ampliamente en la serie de artículos publicados recientemente en El Nacional titulada: “En beneficio de la memoria histórica”, cuya lectura recomiendo. 
 
Respondidas las dos preguntas, lo cual, en mi criterio, consideré necesario hacer, para entender las razones que hicieron posible el desencadenamiento de los hechos, los días 3 y 4 de febrero de 1992; cumplo ahora, como lo que ofrecí, con dar respuesta a una serie de interrogantes y dudas sobre mi actuación durante esos trágicos días, surgidas a través del tiempo, unas por el escaso conocimiento de lo ocurrido y apreciaciones subjetivas, pero otras, orquestadas con el propósito de satisfacer mezquindades. Espero así, una vez más, contribuir a evitar que se siga sembrando una distorsionada narrativa histórica de esos hechos.   
 
1.- ¿Por qué, siendo ministro de la Defensa, asumí el comando y control directo de las operaciones en contra de los insurrectos?        
 
R. Como he afirmado en repetidas oportunidades, después de percatarme de lo que estaba ocurriendo, me fue imposible comunicarme con el general Pedro Rangel Rojas, comandante general del Ejército, en toda la noche, a pesar de haberlo intentado varias veces. Este hecho, limitó en mucho las acciones que el Alto Mando Militar y mi persona necesitaban tomar para enfrentar la insurrección, al no contar con suficientes medios terrestres.  Además, de acuerdo al ordenamiento legal vigente para ese entonces, no lo sé ahora, el ministro de la Defensa fungía también de comandante de la guarnición del Distrito Federal y Estado Miranda, por lo que en casos como éste, le correspondía asumir el comando y control de las operaciones. Por ejemplo, durante los graves hechos acaecidos en Caracas el 27 de febrero de 1989, el ministro de la Defensa, GD Ítalo Del Valle Alliegro, asumió personalmente la dirección de las operaciones para restaurar el orden público.  Yo también lo hice. Llamé directamente al comando de la Tercera División de Infantería y solicité hablar con el general Jorge Tagliaferro de Lima, comandante de esa unidad y Jefe del Estado Mayor de la Guarnición de Caracas. Al ser informado que había salido hacia el grupo “Ayala”, entendí que algo anormal sucedía en dicha unidad. Ante esta situación me comuniqué con el general Luis Oviedo Salazar, Comandante de la Segunda Brigada de Infantería, y le ordené preparar un grupo de Tarea con los efectivos y vehículos blindados que permanecían en la sede de dicho grupo junto a oficiales y tropas del batallón “Bolívar”, para defender el Palacio de Miraflores, el cual era atacado por los insurrectos del batallón “Ayala” y tropas de paracaidistas.  
 
2.- ¿Cómo pude salir de Fuerte Tiuna en dirección a Miraflores, sin ser atacado por los insurrectos?      
 
R. Algunos de mis críticos, sin interés de conocer la verdad, han pretendido generar la matriz de opinión de que yo estaba involucrado en el golpe de Estado. Alegan, para hacer creer esta mentira, que pude salir de Fuerte Tiuna sin ser atacado por los insurrectos, debido a que yo era parte de la intentona golpista. Pues bien, precisamente y a pesar de que la insurrección dentro del Fuerte había sido ya neutralizada, tome la decisión de no utilizar su vialidad, temeroso de que pudiera haber algún pequeño grupo insurrecto que tuviera la oportunidad de atacar la caravana del ministro de la Defensa, sino que ordené abrir el portón que comunica el Ministerio de la Defensa con el Círculo para salir por la vía de entrada y salida a “El Laguito” frente a los monolitos de la avenida “Los Próceres”.  
 
3.- ¿Por qué me trasladé a Miraflores y no permanecí en la sede del ministerio de la Defensa?
 
R. Me trasladé a Miraflores, por un gesto de solidaridad con el presidente Pérez. No hacerlo, hubiese sido un acto de deslealtad y cobardía. El Regimiento de la Guardia de Honor había rechazado el ataque al palacio presidencial, realizado por una compañía del Grupo de Caballería Motorizada “Ayala” y tropas paracaidistas, pero todavía la situación militar no estaba totalmente controlada. Estar al lado del presidente de la República, en ese momento, proporcionándole mi apoyo moral y profesional era mi obligación. Además, estar en Miraflores no impedía  mantener, como en efecto quedó demostrado. el comando y control de las operaciones. Sin embargo, algunos de mis detractores han insinuado, de manera ruin, que mi presencia en Miraflores obedeció a una acción de oportunismo: Si triunfaba el golpe, podía beneficiarme, y si fracasaba, como ocurrió, también lograría mejorar mi posición política. Pero omiten, tendenciosamente, que horas antes había asumido la misma actitud de lealtad, cuando fui informado del rumor sobre un posible atentado contra el presidente Pérez en el aeropuerto de Maiquetía y ordené reforzar seguridad de dichas instalaciones con efectivos del Comando Regional No 55 de la Guardia Nacional y esperé al Primer Mandatario para acompañarlo a Caracas.  Vale recordar el sabio refrán: “todo ladrón juzga por su condición”.                        
        
4.- ¿Por qué recomendé al presidente Pérez explorar la posibilidad de lograr la rendición de Hugo Chávez sin necesidad de bombardear? 
  
           R. En el Museo Histórico Militar se encontraba Hugo Chávez con algunos oficiales, suboficiales y un elevado número de soldados.  Su falta de voluntad para combatir, aun contando con efectivos suficientes para involucrarse en la acción y haberse comprometido a hacerlo ante sus compañeros de aventura, no representaba un peligro tal que pudiera justificar un bombardeo para lograr su rendición. Por otra parte, ya estaban a punto de arribar, a las inmediaciones del Museo Militar, unidades de la Infantería de Marina y de la Guardia Nacional para rodear esa instalación e impedir que sus efectivos pudieran actuar. Por lo tanto, de haberse realizado el bombardeo, seguramente, se habría producido un elevado número de bajas entre esos efectivos que lo único que hacían era cumplir    órdenes de su comandante, sin conocer, realmente, cuáles eran sus intenciones. Además, había el riesgo de un error en el bombardeo con graves consecuencias para la numerosa población que habita en las adyacencias de esa instalación militar. De haberse materializado cualquiera de esas dos hipótesis, podemos inferir cuál habría sido el resultado: el presidente Pérez hubiese sido acusado de asesino por haber aplicado un excesivo uso de la fuerza y el ministro de la Defensa, por haber sido incapaz de asesorar y advertir al presidente de la República sobre las catastróficas consecuencias que podía implicar dicho bombardeo.   
       
5.- ¿Por qué envié al GB Ramón Santeliz Ruiz al Museo Histórico Militar y no a otro emisario, para tratar de convencer a Chávez de que se rindiera? 
       
       R. Cuando se presentó la posibilidad de enviar a un emisario para conversar con Chávez, el único general del Ejército que se encontraba entre los presentes era el general Santeliz. Además, en ese momento, ante la premura que demandaba la toma de decisiones, juzgué oportuno enviar a alguien conocido por Chávez, porque ofrecía una aceptable posibilidad de que pudiera convencerlo para que se rindiera sin combatir.   
           
         6.- ¿Por qué envié al GB  Santeliz Ruiz a buscar a Hugo Chávez, una vez rendido, para trasladarlo al ministerio de la Defensa y cuál fue la explicación que dio para justificar el excesivo tiempo que empleó para dicho traslado? 
 
            R.  La razón para la designación del general Santeliz Ruiz fue la misma que expuse en mi respuesta anterior. Sin embargo, algunos han planteado que se hubiera podido enviar al C.A. Iván Carratú Molina, Jefe de la Casa Militar, sin detenerse a pensar que quien se desempeña en ese cargo, o en el de edecán, no puede asumir otra responsabilidad que no sea la seguridad del presidente de la República. El motivo por el cual el traslado de Hugo Chávez tomó un exagerado tiempo, se debió a un abuso del general Santeliz al satisfacer, según él, una petición de Hugo Chávez de que se le concediera tiempo para hacerse su aseo personal y despedirse de sus oficiales y soldados.             
 
7.- ¿Por qué Hugo Chávez, una vez rendido, fue trasladado al ministerio de la Defensa y no a Miraflores, como algunos sugieren que se debió hacer?        
   
             R. Una vez detenido Hugo Chávez, lo que correspondía era su traslado a un centro de reclusión para procesados militares. Sin embargo, para ese momento,  no existía decisión alguna y no podía existir de una manera tan expedita, ya que eso correspondía al juez militar que conocería de la causa. Por eso fue trasladado detenido, preventivamente, al Ministerio de la Defensa, en espera de tal decisión.
 

 A este respecto, he escuchado el exabrupto de algunos, sugiriendo que ha debido ser trasladado a Miraflores, para que el presidente Pérez lo exhibiera ante los venezolanos como un símbolo de triunfo. Primero que nada, pensar que el presidente Pérez hubiese sido capaz de realizar un acto como ese es, por lo menos, una desconsideración a su persona. Él era un demócrata a carta cabal, absolutamente respetuoso de las leyes, como siempre lo demostró, e  incapaz de protagonizar un acto tan bochornoso, propio de los más despiadados tiranos que el mundo ha conocido a través de su historia.  
            
8.- ¿Es cierto que estando detenido en el ministerio de la Defensa, Hugo Chávez fue invitado a un almuerzo con el Alto Mando Militar?   
 
        R. Esa es otra de las tergiversaciones que se han hecho circular, haciendo ver que Chávez fue objeto de extraordinarias consideraciones, tales como invitarlo a almorzar con el Alto Mando Militar. Lo que realmente sucedió fue que a mi llegada a la sede del Ministerio de la Defensa, a eso de las 4 de la tarde, después de haber pasado toda la noche sin dormir ni comer, solicité que me sirvieran algo ligero junto al resto de algunos miembros del Alto Mando. Al entrar al comedor, acompañado por ellos, vimos que allí se encontraba detenido el T. C. Hugo Chávez, sentado en un rincón del comedor. Al verlo le pregunté si había comido y al responderme negativamente, ordené que le trajeran algo de comer. Fue en ese momento cuando le pregunté para qué quería que yo fuera al Museo Histórico Militar a conversar con él y me contestó: “para ofrecerle que liderara el movimiento”. Mi respuesta fue: “Hay que ver que usted no me conoce, yo soy un hombre de honor y los hombres de honor no traicionan”.  
            
9.- ¿La aparición de Hugo Chávez ante las cámaras de televisión, con su famoso “por ahora”, contribuyó decisivamente a la derrota de la insurrección?   
 
     R. La respuesta es sí. Presentar a Chávez en vivo ante las cámaras constituyó un factor invalorable para el cese de las hostilidades por parte de los insurrectos. Además, para hacer una justa evaluación de lo ocurrido hay que conocer mi conversación, desde Miraflores, a las 10:30 horas del 4 de Febrero, con el almirante Elías Daniels, Inspector General de las Fuerzas Armadas, cuyo contenido expuse en mi libro “Así se rindió Hugo Chávez” y en la entrega XII de la serie “En beneficio de la memoria histórica”. Allí explico la razón, motivada por la suprema urgencia, que me transmitió mí interlocutor, por la cual autoricé la presentación de Hugo Chávez, sin que la misma fuese previamente grabada, a pesar de lo dispuesto por el presidente Pérez. Sobre este particular cito lo expresado por el capitán Gerardo Márquez, quien fue de los oficiales insurrectos que tomaron la base aérea “La Carlota”, en una entrevista concedida a elestimulo.com, y publicada el 4 de febrero del presente año: “Uno veía el video (del “por ahora” de Chávez) y pensaba que era un montaje, hasta que por fin recibimos llamadas personales que nos certificaban que ya no había más nada que hacer". 
 
              Con esta entrega, doy por concluida esta serie de artículos, a través de la cual he pretendido, una vez más, exponer ante la opinión pública mi actuación en el ejercicio de mis  responsabilidades  como ministro de la Defensa, para enfrentar la dolorosa insurrección militar ocurrida los días 3 y 4 de febrero de 1992, esperando también haber dado respuesta a las interrogantes y dudas que pudieran existir sobre esos hechos y haber contribuido a evitar que, con o sin intención, se siga distorsionando la historia. Como lo he manifestado en otras oportunidades, creo haber cumplido, con aciertos y errores, pero siempre con absoluta lealtad y profesionalismo, las responsabilidades que honrosamente asumí. En ese sentido, permanezco tranquilo, en la seguridad de que el balance de los resultados es decisivamente positivo. Por último, sugiero a mis lectores interesados en este tema, consultar mi libro “Así se rindió Hugo Chávez”, leer las entrevistas realizadas al presidente Pérez y publicadas en los libros “Carlos Andrés Pérez: Memorias Proscritas” de Ramón Hernández y Roberto Giusti, y  “CAP, El Hombre de la Ahumada” de Rafael del Naranco y  revisar los testimonios del propio Chávez en sus entrevistas con Agustín Blanco Muñoz publicadas en el libro “Habla el comandante”. 


 
Fin de la serie. 
 
                                                          Caracas, 7 de  noviembre de 2021

 

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