Por Fernando Ochoa Antich
General de División del Ejército (r)
Exministro de la Defensa
La
opinión pública se ha hecho, durante todos estos años, una serie de
preguntas y mantenido ciertas dudas, producto de informaciones erradas o
apreciaciones subjetivas, en algunos casos, y en otros, por absurdas
rivalidades profesionales que, intencionalmente, pretenden descalificar
mi conducta durante el desarrollo de los acontecimientos ocurridos el 4
de febrero de 1992. Ante esta circunstancia y en ocasión de aproximarse
el trigésimo aniversario de ese atentado perpetrado contra la
democracia, considero mi deber, en defensa de mi honor y ética
profesional, así como en beneficio de la verdad histórica, responder las
preguntas y despejar las dudas que aún puedan existir, relacionadas con
mi proceder en tan trágica fecha para la República. Pero antes de
iniciar este trabajo, creo imprescindible plantear dos preguntas, cuyas
respuestas permitirá entender la razón por la cual pudo ocurrir el
desencadenamiento de los dolorosos hechos acaecidos ese día:
¿Por
qué estalló una insurrección militar, sobre la cual existían tantos
indicios, sin que los organismos de inteligencia, civiles y militares,
hubiesen podido detectarla y desactivarla?
En mi criterio, ello ocurrió por dos causas:
a.- El deterioro de la Dirección de Inteligencia Militar.
Desde
el inicio del gobierno de Carlos Andrés Pérez fue designado el general
Herminio Fuenmayor, jefe de la Dirección de Inteligencia Militar, cargo
que ejerció hasta junio de 1991 cuando fue destituido, al mismo tiempo
que fue relevado de su cargo el general Carlos Julio Peñaloza,
Comandante General del Ejército, como consecuencia del enfrentamiento
entre ambos debido a una investigación que la DIM estaba realizando, sin
autorización del Presidente de la República, sobre el uso de los fondos
sobrantes de personal en el Ejército. El enfrentamiento llegó a tal
nivel que el general Peñaloza le solicitó al presidente Pérez abrir un
juicio militar por insubordinación al general Fuenmayor. Lo cierto es
que la Dirección de Inteligencia Militar fue desvirtuada durante dicha
gestión, al ser utilizada, fundamentalmente, para dirimir rivalidades y
apoyar aspiraciones de amigos militares, en detrimento de su misión
institucional. Esta realidad se agravó durante el año de 1991, cuando
trató de influir en la toma de decisión del presidente de la República,
para la designación del ministro de la Defensa y del nuevo Alto Mando
Militar.
Tan
reprochable orientación en el empleo de ese organismo de Inteligencia
debilitó gravemente su capacidad para detectar y recabar información
sobre posibles desviaciones en los cuadros militares, relacionadas con
tendencias conspirativas. Por ese motivo, al ser designado ministro de
la Defensa, planteé al presidente Pérez, el nombramiento del general
José de la Cruz Pineda, un oficial con una excelente hoja de servicio,
pero además, muy cercano al general Manuel Heinz Azpúrua, director de la
DISIP, para ocupar el cargo de Director de Inteligencia Militar. El
asesinato, el 3 de julio de 1991, del señor Winston Vivas Useche,
ocurrido en las instalaciones de la DIM, me obligó a apresurar su
reorganización. No obstante, hay que entender que en un organismo de
Inteligencia es muy difícil lograr su máxima eficiencia, inmediatamente
después de una reorganización. Se debilitan los vasos comunicantes con
los informantes. Lamentablemente, la DIM y la DISIP no lograron
demostrar, con suficientes pruebas, la existencia de la conspiración en
marcha y la insurrección ocurrió el 4 de febrero de 1992.
b.- La inexplicable actuación del general Pedro Rangel Rojas, comandante del Ejército, ante la inminente insurrección.
El
capitán René Gimón Álvarez, oficial de planta de la Academia Militar,
juramentado para formar parte de la conspiración por los capitanes
Ronald Blanco La Cruz y Antonio Rojas Suárez, tenía como misión
insurreccionar el batallón de Cadetes con el respaldo de un pequeño
grupo de oficiales subalternos y detener al general Manual Delgado
Gainza, director de dicho Instituto. A las 10:30 horas del 3 de febrero
el mencionado capitán tomó la decisión de comunicarle tan grave novedad
al general Delgado: “Mi general, esta noche, a las 22:00 horas, un grupo
de oficiales subalternos, comandados por oficiales superiores,
intentarán tomar el aeropuerto de Maiquetía para impedir la entrada al
país del señor presidente de la República y tratarán de insurreccionar
varias unidades en Fuerte Tiuna.” (1) El general Delgado, sorprendido
por la información, llamó de inmediato al comandante del Ejército, con
la finalidad de solicitarle que lo recibiera de inmediato, para tratar
un asunto de suma gravedad. El general Rangel lo recibió a las 12:30
horas.
El general
Delgado le informó la novedad del posible atentado en contra del
presidente de la República que se realizaría esa noche. “General, antes
de tomar cualquier medida deseo hablar personalmente con el capitán
Gimón Álvarez. Le agradezco informarle que se presente en mi Comando”
(2). En ese momento llegó el general Moisés Orozco Graterol, director de
Finanzas, a dar cuenta. El general Delgado pidió permiso para retirarse
en espera de la llegada del capitán Gimón. Aprovechó ese tiempo para
dirigirse a la oficina del general Reinaldo Valero Rivas, director de
Inteligencia del Ejército, con la intención de transmitirle dicha
novedad. Eran aproximadamente las 13:00 horas. Los generales Valero y
Delgado se dirigieron a la oficina del general Rangel. Allí se
encontraba el capitán Gimón. Se anunciaron. El mayor Alfredo Puyana
Arroyo, Ayudante Personal, les informó que serían recibidos al terminar
la cuenta el general Orozco. En ese momento, el general Valero tuvo que
salir a una reunión en el Comando Unificado de las Fuerzas Armadas. A
las 15:00 horas, el general Rangel recibió al general Delgado y al
capitán Gimón, quien ratificó la información. El general Rangel llamó al
coronel Raúl Salazar y le ordenó someter al mencionado capitán a un
interrogatorio.
Al
regresar de la reunión, el general Valero solicitó hablar con el
general Rangel, quien lo recibió en su despacho acompañado de los
generales Oswaldo Sujú Raffo, Inspector General, Oscar González Beltrán,
jefe del Estado Mayor y del coronel Raúl Salazar, Ayudante General. Sin
más preámbulo le informó, de nuevo, la grave novedad. Su respuesta fue
sorprendente: “general Valero: esa información es vieja” (3). El general
Valero le recomendó enviar un radiograma circular, el cual ya lo tenía
listo, que decía lo siguiente: “Cumpliendo instrucciones del ciudadano
general de división, comandante General del Ejército, le informo debe
tomar medidas urgentes de seguridad en su unidad ante posibles reuniones
clandestinas de oficiales para realizar acciones que atentarían esta
noche en contra de la seguridad del señor presidente de la República. Se
estiman eventos para impedir el regreso al país del Primer Magistrado”
(4). De manera sorprendente se negó a autorizar la difusión de dicho
radiograma.
De
todas maneras, el general Rangel ordenó tomar las siguientes medidas:
reforzar las alcabalas de Fuerte Tiuna; alertar a la Tercera División de
Infantería, acantonada en Caracas, ordenando su acuartelamiento;
ordenar al Ronda Mayor visitar durante la noche las unidades de Fuerte
Tiuna, reforzar el servicio nocturno con tres capitanes; y cerrar las
puertas de la Comandancia General del Ejército (5). Sin duda estas
medidas fueron insuficientes. ¿Cómo se puede explicar que no se
detuvieran, de manera inmediata, a los oficiales mencionados por el
capitán Gimón Álvarez y a él mismo, para someterlos a un exhaustivo
interrogatorio, a fin de indagar sobre la identidad de otros implicados,
detenerlos y desarticular, de esa manera, la insurrección. ¿Por qué no
me comunicó a mí, ni al resto del Alto Mando Militar la grave
información recibida? “Lo que sí parece salido de toda lógica es que si
se recibe la información a las 11:00 horas, por qué las órdenes y las
acciones de Comando se imparten a las 15:00 horas, vale decir 4 horas
después, tal como lo describe el propio general Rangel y 7 horas más
tarde a batallones de tanta sensibilidad como el “Caracas” y el
“O’Leary”, tal como lo describe el general Rangel (6)
A
este respecto, en entrevista que hice al V.A. Daniels, Inspector de las
Fuerzas Armadas, me manifestó lo siguiente: “Yo estuve trabajando en el
Ministerio de la Defensa hasta el inicio de la noche. No recuerdo con
exactitud la hora que me retiré de las instalaciones. Antes de irme
conversé con el contraalmirante Rafael Huizi Clavier, quien me informó
que el general Ochoa llegaría de Maracaibo a las 20:00 horas. Desde el
Ministerio me dirigí a una clínica privada a realizarme un chequeo
rutinario. En ningún momento recibí ninguna novedad de parte del general
Pedro Rangel Rojas, Comandante General del Ejército” (7). Por esa
razón, el Alto Mando Militar fue sorprendido, teniendo que improvisar
las acciones necesarias para sofocar la insurrección contra el gobierno
constitucional.
_(1), (3), (4), Valero Rivas Reinaldo, “Informe relacionado con los hechos ocurridos los días 3 y 4 de febrero de 1992”._
_(2),
Salazar Rodríguez Raúl, Entrevista personal, realizada el 31 de marzo
de 2006, para escribir “Así se rindió Chávez”, p. 119, Los Libros de El
Nacional, Caracas, 2007._
_(5)
Acciones y Órdenes del general de división Pedro Rangel Rojas,
Comandante General del Ejército, Caracas 4 de febrero de 1992._
_(6)
Jiménez Sánchez, Iván Darío, “Los Golpes de Estado desde Castro hasta
Caldera”, p.207, Corporación Marca, C.A., Caracas, 1996._
_(7)
Daniels Elías, Entrevista personal, realizada el 13 de marzo de 2006
para escribir “Así se rindió Chávez”, p. 120, Los Libros de El Nacional,
Caracas, 2007._
[30/10 1:20 p. m.] Fernando Ochoa Antich: *Preguntas y respuestas sobre el 4 de febrero de 1992*
La
segunda pregunta que se requiere responder para poder tener una clara y
verdadera visión de los hechos ocurridos ese trágico día, es la
siguiente:
¿Por qué
fracasó la insurrección, desde el punto de vista militar, después de
haber logrado el factor sorpresa y controlado en Caracas, parcialmente,
efectivos y material de guerra del batallón Ayala y del Regimiento
Codazzi y otras unidades en el centro y occidente del País?
Sin
lugar a dudas, ese fracaso se debió a tres factores: La imposibilidad
de secuestrar al presidente Pérez a su regreso del exterior en el
aeropuerto de Maiquetía, ni lograrlo en La Casona, ni en Miraflores,
debido a la actitud valiente y audaz con las cuales enfrentó la
situación, desde el mismo momento en que le informé la gravedad de la
insurrección, así como su decisión de dirigirse a los venezolanos y en
particular a los miembros de las Fuerzas Armadas, lo que fue
determinante, como ha quedado demostrado, para lograr la rendición de
los alzados en armas. Igualmente, la respuesta de la Institución Armada,
en acatamiento al juramento militar y respaldo a la Constitución
Nacional, fue otro factor que contribuyó a sellar la derrota del
intento de golpe de Estado. El tercer factor fue la conducta de Hugo
Chávez, la cual, en absoluto contraste con la del presidente Pérez, se
tradujo en inacción al asumir el papel de espectador pasivo ante los
hechos que ocurrían en Miraflores, sin cumplir la misión que tenía
asignada su unidad de atacar el palacio presidencial como lo establecía
la Orden de Operaciones. Es posible que su intervención no hubiera
garantizado el éxito de la operación, pero no hay duda de que su
ausencia influyó decisivamente en la desmoralización de sus compañeros
de aventura. A este respecto me referí ampliamente en la serie de
artículos publicados recientemente en El Nacional titulada: “En
beneficio de la memoria histórica”, cuya lectura recomiendo.
Respondidas
las dos preguntas, lo cual, en mi criterio, consideré necesario hacer,
para entender las razones que hicieron posible el desencadenamiento de
los hechos, los días 3 y 4 de febrero de 1992; cumplo ahora, como lo que
ofrecí, con dar respuesta a una serie de interrogantes y dudas sobre mi
actuación durante esos trágicos días, surgidas a través del tiempo, unas
por el escaso conocimiento de lo ocurrido y apreciaciones subjetivas,
pero otras, orquestadas con el propósito de satisfacer mezquindades.
Espero así, una vez más, contribuir a evitar que se siga sembrando una
distorsionada narrativa histórica de esos hechos.
1.-
¿Por qué, siendo ministro de la Defensa, asumí el comando y control
directo de las operaciones en contra de los insurrectos?
R.
Como he afirmado en repetidas oportunidades, después de percatarme de
lo que estaba ocurriendo, me fue imposible comunicarme con el general
Pedro Rangel Rojas, comandante general del Ejército, en toda la noche, a
pesar de haberlo intentado varias veces. Este hecho, limitó en mucho
las acciones que el Alto Mando Militar y mi persona necesitaban tomar
para enfrentar la insurrección, al no contar con suficientes medios
terrestres. Además, de acuerdo al ordenamiento legal vigente para ese
entonces, no lo sé ahora, el ministro de la Defensa fungía también de
comandante de la guarnición del Distrito Federal y Estado Miranda, por
lo que en casos como éste, le correspondía asumir el comando y control
de las operaciones. Por ejemplo, durante los graves hechos acaecidos en
Caracas el 27 de febrero de 1989, el ministro de la Defensa, GD Ítalo
Del Valle Alliegro, asumió personalmente la dirección de las operaciones
para restaurar el orden público. Yo también lo hice. Llamé
directamente al comando de la Tercera División de Infantería y solicité
hablar con el general Jorge Tagliaferro de Lima, comandante de esa
unidad y Jefe del Estado Mayor de la Guarnición de Caracas. Al ser
informado que había salido hacia el grupo “Ayala”, entendí que algo
anormal sucedía en dicha unidad. Ante esta situación me comuniqué con el
general Luis Oviedo Salazar, Comandante de la Segunda Brigada de
Infantería, y le ordené preparar un grupo de Tarea con los efectivos y
vehículos blindados que permanecían en la sede de dicho grupo junto a
oficiales y tropas del batallón “Bolívar”, para defender el Palacio de
Miraflores, el cual era atacado por los insurrectos del batallón “Ayala”
y tropas de paracaidistas.
2.- ¿Cómo pude salir de Fuerte Tiuna en dirección a Miraflores, sin ser atacado por los insurrectos?
R.
Algunos de mis críticos, sin interés de conocer la verdad, han
pretendido generar la matriz de opinión de que yo estaba involucrado en
el golpe de Estado. Alegan, para hacer creer esta mentira, que pude
salir de Fuerte Tiuna sin ser atacado por los insurrectos, debido a que
yo era parte de la intentona golpista. Pues bien, precisamente y a pesar
de que la insurrección dentro del Fuerte había sido ya neutralizada,
tome la decisión de no utilizar su vialidad, temeroso de que pudiera
haber algún pequeño grupo insurrecto que tuviera la oportunidad de
atacar la caravana del ministro de la Defensa, sino que ordené abrir el
portón que comunica el Ministerio de la Defensa con el Círculo para
salir por la vía de entrada y salida a “El Laguito” frente a los
monolitos de la avenida “Los Próceres”.
3.- ¿Por qué me trasladé a Miraflores y no permanecí en la sede del ministerio de la Defensa?
R.
Me trasladé a Miraflores, por un gesto de solidaridad con el presidente
Pérez. No hacerlo, hubiese sido un acto de deslealtad y cobardía. El
Regimiento de la Guardia de Honor había rechazado el ataque al palacio
presidencial, realizado por una compañía del Grupo de Caballería
Motorizada “Ayala” y tropas paracaidistas, pero todavía la situación
militar no estaba totalmente controlada. Estar al lado del presidente de
la República, en ese momento, proporcionándole mi apoyo moral y
profesional era mi obligación. Además, estar en Miraflores no impedía
mantener, como en efecto quedó demostrado. el comando y control de las
operaciones. Sin embargo, algunos de mis detractores han insinuado, de
manera ruin, que mi presencia en Miraflores obedeció a una acción de
oportunismo: Si triunfaba el golpe, podía beneficiarme, y si fracasaba,
como ocurrió, también lograría mejorar mi posición política. Pero
omiten, tendenciosamente, que horas antes había asumido la misma actitud
de lealtad, cuando fui informado del rumor sobre un posible atentado
contra el presidente Pérez en el aeropuerto de Maiquetía y ordené
reforzar seguridad de dichas instalaciones con efectivos del Comando
Regional No 55 de la Guardia Nacional y esperé al Primer Mandatario para
acompañarlo a Caracas. Vale recordar el sabio refrán: “todo ladrón
juzga por su condición”.
4.-
¿Por qué recomendé al presidente Pérez explorar la posibilidad de
lograr la rendición de Hugo Chávez sin necesidad de bombardear?
R. En el Museo Histórico Militar se encontraba Hugo Chávez con
algunos oficiales, suboficiales y un elevado número de soldados. Su
falta de voluntad para combatir, aun contando con efectivos suficientes
para involucrarse en la acción y haberse comprometido a hacerlo ante sus
compañeros de aventura, no representaba un peligro tal que pudiera
justificar un bombardeo para lograr su rendición. Por otra parte, ya
estaban a punto de arribar, a las inmediaciones del Museo Militar,
unidades de la Infantería de Marina y de la Guardia Nacional para rodear
esa instalación e impedir que sus efectivos pudieran actuar. Por lo
tanto, de haberse realizado el bombardeo, seguramente, se habría
producido un elevado número de bajas entre esos efectivos que lo único
que hacían era cumplir órdenes de su comandante, sin conocer,
realmente, cuáles eran sus intenciones. Además, había el riesgo de un
error en el bombardeo con graves consecuencias para la numerosa
población que habita en las adyacencias de esa instalación militar. De
haberse materializado cualquiera de esas dos hipótesis, podemos inferir
cuál habría sido el resultado: el presidente Pérez hubiese sido acusado
de asesino por haber aplicado un excesivo uso de la fuerza y el ministro
de la Defensa, por haber sido incapaz de asesorar y advertir al
presidente de la República sobre las catastróficas consecuencias que
podía implicar dicho bombardeo.
5.-
¿Por qué envié al GB Ramón Santeliz Ruiz al Museo Histórico Militar y
no a otro emisario, para tratar de convencer a Chávez de que se
rindiera?
R. Cuando se presentó la
posibilidad de enviar a un emisario para conversar con Chávez, el único
general del Ejército que se encontraba entre los presentes era el
general Santeliz. Además, en ese momento, ante la premura que demandaba
la toma de decisiones, juzgué oportuno enviar a alguien conocido por
Chávez, porque ofrecía una aceptable posibilidad de que pudiera
convencerlo para que se rindiera sin combatir.
6.- ¿Por qué envié al GB Santeliz Ruiz a buscar a Hugo Chávez,
una vez rendido, para trasladarlo al ministerio de la Defensa y cuál fue
la explicación que dio para justificar el excesivo tiempo que empleó
para dicho traslado?
R. La razón para
la designación del general Santeliz Ruiz fue la misma que expuse en mi
respuesta anterior. Sin embargo, algunos han planteado que se hubiera
podido enviar al C.A. Iván Carratú Molina, Jefe de la Casa Militar, sin
detenerse a pensar que quien se desempeña en ese cargo, o en el de
edecán, no puede asumir otra responsabilidad que no sea la seguridad del
presidente de la República. El motivo por el cual el traslado de Hugo
Chávez tomó un exagerado tiempo, se debió a un abuso del general
Santeliz al satisfacer, según él, una petición de Hugo Chávez de que se
le concediera tiempo para hacerse su aseo personal y despedirse de sus
oficiales y soldados.
7.-
¿Por qué Hugo Chávez, una vez rendido, fue trasladado al ministerio de
la Defensa y no a Miraflores, como algunos sugieren que se debió hacer?
R. Una vez detenido Hugo
Chávez, lo que correspondía era su traslado a un centro de reclusión
para procesados militares. Sin embargo, para ese momento, no existía
decisión alguna y no podía existir de una manera tan expedita, ya que
eso correspondía al juez militar que conocería de la causa. Por eso fue
trasladado detenido, preventivamente, al Ministerio de la Defensa, en
espera de tal decisión.
A este respecto, he escuchado el exabrupto de algunos, sugiriendo que ha debido ser trasladado a Miraflores, para que el presidente Pérez lo exhibiera ante los venezolanos como un símbolo de triunfo. Primero que nada, pensar que el presidente Pérez hubiese sido capaz de realizar un acto como ese es, por lo menos, una desconsideración a su persona. Él era un demócrata a carta cabal, absolutamente respetuoso de las leyes, como siempre lo demostró, e incapaz de protagonizar un acto tan bochornoso, propio de los más despiadados tiranos que el mundo ha conocido a través de su historia.
8.-
¿Es cierto que estando detenido en el ministerio de la Defensa, Hugo
Chávez fue invitado a un almuerzo con el Alto Mando Militar?
R. Esa es otra de las tergiversaciones que se han hecho circular,
haciendo ver que Chávez fue objeto de extraordinarias consideraciones,
tales como invitarlo a almorzar con el Alto Mando Militar. Lo que
realmente sucedió fue que a mi llegada a la sede del Ministerio de la
Defensa, a eso de las 4 de la tarde, después de haber pasado toda la
noche sin dormir ni comer, solicité que me sirvieran algo ligero junto
al resto de algunos miembros del Alto Mando. Al entrar al comedor,
acompañado por ellos, vimos que allí se encontraba detenido el T. C.
Hugo Chávez, sentado en un rincón del comedor. Al verlo le pregunté si
había comido y al responderme negativamente, ordené que le trajeran algo
de comer. Fue en ese momento cuando le pregunté para qué quería que yo
fuera al Museo Histórico Militar a conversar con él y me contestó: “para
ofrecerle que liderara el movimiento”. Mi respuesta fue: “Hay que ver
que usted no me conoce, yo soy un hombre de honor y los hombres de honor
no traicionan”.
9.-
¿La aparición de Hugo Chávez ante las cámaras de televisión, con su
famoso “por ahora”, contribuyó decisivamente a la derrota de la
insurrección?
R. La respuesta es sí.
Presentar a Chávez en vivo ante las cámaras constituyó un factor
invalorable para el cese de las hostilidades por parte de los
insurrectos. Además, para hacer una justa evaluación de lo ocurrido hay
que conocer mi conversación, desde Miraflores, a las 10:30 horas del 4
de Febrero, con el almirante Elías Daniels, Inspector General de las
Fuerzas Armadas, cuyo contenido expuse en mi libro “Así se rindió Hugo
Chávez” y en la entrega XII de la serie “En beneficio de la memoria
histórica”. Allí explico la razón, motivada por la suprema urgencia, que
me transmitió mí interlocutor, por la cual autoricé la presentación de
Hugo Chávez, sin que la misma fuese previamente grabada, a pesar de lo
dispuesto por el presidente Pérez. Sobre este particular cito lo
expresado por el capitán Gerardo Márquez, quien fue de los oficiales
insurrectos que tomaron la base aérea “La Carlota”, en una entrevista
concedida a elestimulo.com,
y publicada el 4 de febrero del presente año: “Uno veía el video (del
“por ahora” de Chávez) y pensaba que era un montaje, hasta que por fin
recibimos llamadas personales que nos certificaban que ya no había más
nada que hacer".
Con esta entrega,
doy por concluida esta serie de artículos, a través de la cual he
pretendido, una vez más, exponer ante la opinión pública mi actuación en
el ejercicio de mis responsabilidades como ministro de la Defensa,
para enfrentar la dolorosa insurrección militar ocurrida los días 3 y 4
de febrero de 1992, esperando también haber dado respuesta a las
interrogantes y dudas que pudieran existir sobre esos hechos y haber
contribuido a evitar que, con o sin intención, se siga distorsionando la
historia. Como lo he manifestado en otras oportunidades, creo haber
cumplido, con aciertos y errores, pero siempre con absoluta lealtad y
profesionalismo, las responsabilidades que honrosamente asumí. En ese
sentido, permanezco tranquilo, en la seguridad de que el balance de los
resultados es decisivamente positivo. Por último, sugiero a mis lectores
interesados en este tema, consultar mi libro “Así se rindió Hugo
Chávez”, leer las entrevistas realizadas al presidente Pérez y
publicadas en los libros “Carlos Andrés Pérez: Memorias Proscritas” de
Ramón Hernández y Roberto Giusti, y “CAP, El Hombre de la Ahumada” de
Rafael del Naranco y revisar los testimonios del propio Chávez en sus
entrevistas con Agustín Blanco Muñoz publicadas en el libro “Habla el
comandante”.
Fin de la serie.
Caracas, 7 de noviembre de 2021
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