domingo, 26 de octubre de 2025

El dilema del pueblo y la integridad nacional / Gustavo Márquez Marín


«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre»


Gustavo Márquez Marín

El dilema del pueblo soberano

Con la excepción de la época de la independencia, nunca en la historia el pueblo venezolano había estado ante un dilema existencial de tanta trascendencia y significación, en el que prácticamente se está decidiendo  la suerte de la república. En lo interno es víctima de un régimen autoritario que gobierna mediante un estado de excepción permanente, violando los derechos humanos, las libertades democráticas, careciendo de  legitimidad de origen porque su proclamación no es consecuencia de un proceso electoral transparente, ceñido a la Constitución y la ley, debido a que el Poder Electoral omitió la publicación de los resultados por mesa de votación y no efectuó las auditorias que certifican y garantizan el cumplimiento de la soberanía popular. Al mismo tiempo, en el ámbito externo enfrenta la “amenaza creíble” de una intervención militar que adelanta la mayor potencia militar del planeta que mantiene en pié de guerra, desde hace ocho semanas, un “Grupo de Fuerza de Tarea” (TFG) y un “Grupo Anfibio de Preparación” (ARG) con 5000 infantes de marina pertenecientes al Comando Sur de EEUU. Desde esa poderosa plataforma bélica, justificada por el presidente Trump con la falsa bandera insostenible de “la lucha contra el narcotráfico”, han  “pulverizado” siete pequeñas embarcaciones con un saldo de 32 personas asesinadas sin seguir el debido proceso y el derecho internacional. El verdadero propósito de esa intervención es provocar un “cambio de régimen” en Venezuela con el fin de instalar un gobierno subordinado a los intereses geopolíticos y económicos de EEUU. 

Lo que hace ésta intervención del imperialismo estadounidense un episodio peligroso, inédito y vergonzoso de nuestra historia republicana, es que está siendo aupado y respaldado por dos venezolanos, Edmundo González Urrutia (EGU) y María Corina Machado (MCM), con el argumento falaz, contradictorio y pueril de  que “solo así“ lograrán “restituir la soberanía popular” y la democracia en Venezuela, cuando en verdad lo que ésto  provocaría es su allanamiento y la subordinación al imperio estadounidense. Un pueblo que pierde su derecho a la autodeterminación en su territorio, a decidir su propio destino, jamás podrá ser soberano y libre, en esas condiciones la soberanía popular pierda su eficacia y se convierta en un cascarón vacío,  Quienes buscan la injerencia externa para “liberar” al país, están pisoteando el valor más preciado, la libertad nacional y la autodeterminación. 

Una encrucijada histórica

Los venezolanos estamos frente a una encrucijada histórica en la que se presentan dos posiciones polarizadas. La que impulsa MCM, siguiendo los pasos de su homólogo Juan Guaidó, de autoinvestirse de “lidereza absoluta de la nación”, alegando que tiene la “legitimidad” que el pueblo le dio en las recientes elecciones presidenciales cuando el pueblo votó mayoritariamente por su candidato EGU. Según su lógica francamente autoritaria, ese respaldo electoral le dio una patente de corso o cheque en blanco que la habilita para hacer y deshacer en nombre de los venezolanos y venezolanas, incluso para negociar y decidir la “entrega de la soberanía nacional” al imperio estadounidense, a cambio de que deponga por la fuerza al gobierno de Nicolás Maduro e instale en el poder a su candidato EGU, bien sea mediante una operación encubierta de la CIA, un golpe de Estado o una invasión militar. Todo ello, sin importar las terribles daños “colaterales” que ocasionaría esa intervención en el país, toda vez que podría desencadenar una guerra civil con su secuelas de violencia, muerte, destrucción y sufrimientos de las  familias venezolanas. Esta posición de MCM y EGU se traduce en un llamado al pueblo a permanecer como “espectador”,  mientras los gringos hacen el trabajo sucio de sacar a Maduro del poder para instalar a EGU en Miraflores. En ese llamado está implícita la insolente e inaceptable exigencia al pueblo de Bolívar y Miranda, a que se sumen “mansamente” al ultraje a la soberanía nacional. 

Por otra parte, el gobierno de Maduro llama a la “unidad nacional” para enfrentar la amenaza externa. En otras condiciones ese llamado no generaría recelos ni discusión, porque en fin de cuenta se trata de una demanda del Estado que convoca a la “defensa de la Patria” ante la amenaza de una potencia extranjera que pretende invadirnos y ese es un deber insoslayable de todo ciudadano. Sin embargo, para que ese llamado sea creíble y pertinente el gobierno está obligado como mínimo a crear un clima de distensión y apertura, que testimonie su voluntad política real de fortalecer la cohesión social y política que se requiere para enfrentar a un invasor tan poderoso. Lamentablemente sigue haciendo todo lo contrario al mantener las cárceles abarrotadas de presos políticos y luchadores sociales, al aplicar la práctica ilegal e inconstitucional deleznable de las desapariciones forzadas como la del dirigente político Macario González, quien luego de más de 30 días no sabe de su paradero, y la represión selectiva enfocada en quienes lo adversan  o piensan distinto al gobierno e incluso contra aquellos que como Enrique Márquez,/ están presos por cometer el “terrible” pecado de exigir la publicación de los resultados electorales del 28J por mesa de votación como lo establece la Ley, amparándose en el artículo 333 de la constitución. El gobierno tiene el balón en sus manos para hacer que ésta situación comience a cambiar para el bien de la Nación, para que podamos avanzar hacia una paz verdadera. No la paz de los sepulcros  o la paz impuesta por la represión, la violencia, el terror y el miedo que pretende silenciar  las conciencias. Ni  tampoco la “pax romana” que imponen los imperios para esclavizar a los pueblos y rapiñar sus recursos. Sino la paz que nace del reconocimiento y respeto mutuo; como dijo el poeta ...de que “somos  hormigas de la misma cueva”. La paz que se fortalece con el diálogo, la tolerancia democrática y el respeto al orden constitucional que garantiza la convivencia basada en el respeto al estado de derecho y a la soberanía popular. 

¿Qué hacer?   

Es evidente que la intervención militar de EEUU jamás podría ser una opción para el pueblo venezolano, porque significaría la hipoteca de nuestra soberanía y la destrucción del Estado Nación que somos y hemos sido, para pasar a ser una neocolonia gringa. De hecho, el solo considerarla ofende nuestro gentilicio y conspira contra la Patria que nos legaron nuestros libertadores. Además, una salida violenta de esa naturaleza, más que resolver el problema lo agravaría, porque significaría subordinar nuestro destino como nación a una potencia extranjera, hundiéndonos en la servidumbre y en una dependencia oprobiosa, que nos convertiría en un pueblo paria, sin derecho a la autodeterminación y sin la dignidad de un Estado Nación soberano. Aunque la narrativa que vociferan los intervencionistas pitiyanquis presenta la intervención estadounidense como el camino para  “restituir la democracia”, la verdad es que por el contrario la dinamita, porque liquida la autodeterminación que es la base  de sustentación de  toda democracia. Por lo tanto, sumarse a la intervención extranjera que propugna MCM Y EGU coloca a los venezolanos y venezolanas ante un conflicto existencial insoslayable, porque aceptar esa injerencia de EEUU equivale a negarse así mismo como pueblo libre e independiente y propiciar la destrucción del Estado Nación republicano. El fin no justifica los medios si el medio destruye el fin como ocurre en éste caso. 

En ésta hora menguada de la Patria en que podríamos sucumbir a los cantos de sirenas, es oportuno citar la frase de Gandhi que resume la estrategia que orientó su lucha por la emancipación de la India:  “No hay camino para la paz, la paz es el camino”. El camino a través de la resistencia civil pacífica, exigiendo el respeto a la Constitución, a la soberanía popular, a los derechos humanos, a las libertades democráticas, a los derechos civiles, a la reinstitucionalización del país, pero rechazando cualquier  injerencia externa y reafirmando que la salida a la crisis es un asunto que debemos resolver los venezolanos,  como siempre ha ocurrido en nuestra historia republicana.

No hay comentarios: