Donald Trump ha sido un presidente minoritario. Muy estruendoso, pero minoritario desde su elección en noviembre de 2016. Perdió en voto popular frente a Hilary Clinton por unos 2,7 millones de sufragios, pero ganó la presidencia en el Colegio Electoral, una rara instancia de segundo grado que desconoce la proporcionalidad de las tendencias electorales: en casi todos los estados de la unión estadounidense, el candidato que gana, así sea por un voto, se lleva todos los delegados, algo insólito en el mundo político contemporáneo. Pero así es allá, en Estados Unidos, por lo que pocas lecciones pueden dar en materia de voluntad popular y representación auténtica de las mayorías.
En diciembre 2018, casi a dos años del inicio en enero de 2017 de su ejercicio presidencial, Trump vuelve a ser derrotado por voto popular al ganar los demócratas la mayoría de asientos en la Cámara de Representantes, donde dominaban los republicanos desde los tiempos del demócrata Barack Obama, su predecesor inmediato.
En el ámbito internacional, Donald Trump no puede mostrar un solo "trofeo" importante, salvo los recientes acuerdos de Israel con varios países árabes menores. De resto, lo que ha hecho es complicar todo para Estados Unidos y para el mundo: Corea del Norte, Irán, China, Rusia, Siria, Afganistán, Turquía y hasta la Unión Europea son muestras protuberantes del fracaso de la Casa Blanca y el Departamento de Estado, la cancillería estadounidense.
El gobierno alemán de la canciller Ángela Merkel, ha dado suficientes muestras de la disconformidad europea frente a la política de Trump y su canciller Mike Pompeo, un ultraconservador enfermizo y pendenciero que da tumbos por el mundo, blandiendo un garrote. El ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Heiko Maas, lo ha dicho a su manera: "cada país, por sí solo, no puede hacer frente a los grandes desafíos del mundo, como la globalización, la digitalización, el cambio climático, la migración y la pandemia"; y acusó el error de Trump de considerar a la Unión Europea como un "rival" junto con Rusia y China.
Hacia América Latina y el Caribe, la política de Trump ha estado cargada de macartismo, un anticomunismo trasnochado que lo llevó a revivir el bloqueo contra Cuba, y a estructurar un cerco asfixiante y criminal contra Venezuela y Nicaragua. Además, se asoció estrechamente con los gobiernos más recalcitrantes de la región, como los de Colombia y Brasil, que han marcado el despliegue de una campaña continental desmesuradamente contraria a las expresiones de eliento popular, progresismo y justicia social; favorable a los intereses rancios y mezquinos de las oligarquías asociadas tradicionalmente al dominio continental estadounidense.
A lo interno de su país, también ha sido un desastre en materia ambiental, racismo, brutalidad policial y despliegue unipersonal del ejercicio del poder. Y en cuanto a la pandemia Covid-19, simplemente Trump se ahoga en un mar de centenares de miles de muertos y millones de personas contagiadas, un fracaso sin precedentes que lo mantienen a la cabeza del luctuoso fenómeno a nivel mundial.
Donald Trump ha sido un desastre para su país y para el mundo. Ha manejado la Casa Blanca como si fuese la "Trump Tower", un negociio privado de dudoso éxito y menos ética empresarial.
La derrota de Trum este martes 3 de noviembre, está cantada en todas las encuestas conocidas, a nivel nacional y en la mayoría de los 51 estados de la unión estadounidense. Su único resquicio es volver a "ganar" en los colegios electoral desde unos cuantos estados menores que le podrían proporcionar los 273 delegados necesarios para la elección.
Para Venezuela, la derrota de Donald Trump será auspiciosa: un descalabro para la cada vez más endeble, dividida, ladrona e inepta oposición radical encabezada por Juan Guaidó y su jefe político Leopoldo López; y una distensión política nacional hacia la reestructuración democrática del poder, en paz con solidaridad y justicia social.
A Nicolás Maduro y su mediocre y corrupto gobierno les espera el referendo revocatorio presidencial de 2022, previa redefinición del cuadro político nacional, sin la estrategia autodestructiva de Guaidó & Co. y la pobreza moral de una dirigencia política desprestigiada y hasta despreciada por la mayoría inconforme de venezolanas y venezolanos por sus graves errores, irresponsabilidades y corruptelas.
Manuel Isidro Molina
manuelisidro21@gmail.com
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