domingo, 23 de noviembre de 2025

AQUÍ, AHORA / El éxodo masivo marcó a Venezuela y los culpables evaden


Manuel Isidro Molina

Hay tanta fatiga social en Venezuela, que es harto difícil observar y comprender bien las consecuencias de lo acontecido en los últimos 50 años de vida republicana, las cuales estamos sufriendo en grado de tragedia histórica.

La crisis moral y ética es enorme. Sin embargo, no queremos asumirla en su exacta dimensión ni reconocer su verdadero impacto en la vida política e institucional de nuestra sociedad. Y quienes menos lo reconocen son precisamente los principales actores políticos y grupos de poder tras bastidores, que han usufructuado el 'lomito' de la riqueza nacional, a contravía del empobrecimiento de la economía y de la mayoría del pueblo venezolano, que hoy soporta el peor salario minimo del mundo (0,53 dólares mensuales), marcador del expolio concertado a las trabajadoras y trabajadores activos, jubilados y pensionados, incluyendo a millones de explotados y autoexplotados en la informalidad. 

Dos extremos irracionales, sectarios e incompetentes niegan sus responsabilidades en este desastre. Igual hacen sus cómplices, no menos irresponsables. Ni siquiera aparentan compostura, pero quieren ser tratados con la consideración y el decoro que no merecen: están en su peor momento de desprestigio y desapego popular. Son los evasores, y su estigma creciente es la desconfianza que generan en la población.

Sobre las ruinas del país y el espantoso sufrimiento de la gente de carne y hueso traicionada por ellos, pretenden ser 'la solución', tanto desde el autoritario gobierno corrupto, abusador del poder y represor, como desde el bando de la irracional tendencia macartista y cipaya que clama por una agresion militar de Estados Unidos y la formación de un gobierno títere feliz de ser parte del 'patio trasero' monroísta que sueñan Donald Trump y su desquiciado entorno de brutal vocación imperialista.

Fenómenos tan notorios como el masivo éxodo de más de 7 millones de compatriotas hacia el exterior, acusan dolorosa y rabiosamente a quienes determinaron las condiciones motivantes, material, política y psicológicamente. El éxodo de los últimos tres lustros, ha marcado la vida venezolana y nos afectará hacia el futuro con sus complejas características, que deben ser abordadas con las buenas herramientas de las ciencias sociales para extraer rendidores aprendizajes de los éxitos, frustraciones y sufrimientos vividos por los emigrados temporales y definitivos. Su afectación de nuestra matriz poblacional es uno de sus principales efectos: familias desarticuladas, hijos menores y adultos mayores abandonados o desatendidos, huecos generacionales y postración social, educativa y económica. Ya, Venezuela no es la que tuvimos, digamos, hasta 2010; ni será como imaginamos que pudiera ser. Aquí, un punto clave: los evasores no pueden desconocer sus culpas, como determinadores.

Esto es parte del balance político y moral necesario. No es si un bando comparte con el otro bando el gobierno, o 'concede' espacio al contrario.

La polarización irracional y mendaz fabricada al calor de la confrontación por el poder entre estos dos factores evasores, es otro problema muy serio, poco advertido. Han jugado a 'suma cero', y lo siguen haciendo: el regimen usurpador, de hecho reprimiendo y pisoteando los derechos constitucionales en términos de apartheid político descarado; y los radicales 'opositores' con su carga de odio macartista y negación de derechos sociales propios de una sociedad progresista, para servir intereses de los capitalistas explotadores y las corporaciones transnacionales bajo banderas decadentes de neocolonialismo e imperialismo. No aceptan reconocer que el monopartidismo estatista y militarista, autoritario y corrupto; y el neoliberalismo macartista, codicioso y excluyente socialmente, han fracasado y se erigen como enemigos del desarrollo armónico de Venezuela y los demás pueblos de America Latina y el Caribe, igual que en el resto del mundo.

La evasión principal es negarse a la discusión de fondo y a la evaluación realista (no dogmática) de la tragedia histórica que nos lacera y disminuye, casi fatalmente, como sociedad y como nación, no importa cuántos hidrocarburos y otras riquezas tengamos, como efectivamente poseemos.

El cambio de rumbo fértil que deseamos fervientemente los venezolanos y venezolanas, exige un cambio de actitudes políticas colectivas e individuales. Si no lo logramos, los esfuerzos serán nugatorios, simplemente obturadores. Aquí no hay opción distinta a la retoma del marco constitucional; si no, el riesgo de frustración y mayores perjuicios será sumamente alto.

Esa vuelta a la Constitución es clave: respeto a la soberanía popular, vigencia de los derechos sociolaborales, nueva elección presidencial inmediata y defensa firme de nuestra independencia e integridad territorial frente a la amenaza de agresión militar extranjera desde el Caribe.

Ambos bandos evasores deben desarmar sus atrincheramientos excluyentes prebélicos, que apuntan a la confrontación violenta, con una guerra civil como colofón sangriento y destructivo. No hay guerras benignas: las hay de liberación, de agresión entre países y de confrontación fratricida por motivos políticos, religiosos o raciales, pero todas conllevan destrucción humana y material, que no deseamos para Venezuela. Rechacemos la guerra con firmeza y conciencia ciudadana democratica y humanista. Siempre, el partido minoritario de la guerra arropa al mayoritario bando de la paz; y después, los partidarios de la paz corren con el costo y los ingentes esfuerzos de superación de los efectos de la guerra, durante décadas. 

Es absurda e inmoral la pretensión del PSUV y sus testaferros de mantenerse en el poder usurpado, luego de robarse la elección presidencial del 28 de julio de 2024; como absurdo e inmoral es la promoción de una agresion militar que establezca en la patria de Bolivar, un gobierno cipayo adosado a las ordenes e intereses de Estados Unidos.

Nos corresponde a los venezolanos y venezolanas asumir la responsabilidad de aportar la búsqueda y construcción de una vía democrática, racional y constitucional para superar esta tragedia histórica.

Ninguno de los dos bandos evasores va ganando, están estancados en sus miserias. Venezuela sigue perdiendo, el pueblo sufre empobrecido; y precisamente por eso, tenemos una responsabilidad que asumir: fortalezcamos el partido de la paz con dignidad, ética en la función pública, justicia social, democracia participativa, soberanía popular e independencia nacional.

manuelisidro21@gmail.com

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