Manuel Isidro Molina
El reciente debate presidencial entre Joe Biden y Donald Trump estremeció a la opinión pública estadounidense, con efectos hacia el entorno internacional.
Quedó demostrada la decadencia del liderazgo político de EEUU: Trump, un tirapiedras sin escrúpulos, como ha sido toda su vida; y Biden, en su incompetencia senil evidente, balbuceando justificaciones de lo injustificable.
No hubo sorpresas: ambos reflejaron la decadencia de Estados Unidos de América, hoy con más de 110.000 drogadictos fallecidos por año, solo por fentanilo y sus mezclas con cocaína o heroína; una boyante industria bélica que medio cuadra las cuentas de su producto interno bruto (PIB); endeudamiento público superior a los 34 billones de dólares (US$34.000.000.000.000,00); y un dólar acechado por el proceso mundial de diversificación de mercados y medios financieros, impulsado por China, Rusia y sus socios del Grupo BRICS+, ante una Europa también decadente pero con aires neocoloniales muy ridículos, sometida a los dictados de Washington.
En Venezuela, nada se discute, no hay debate presidencial, todo sigue igual bajo dominio de los dos factores de poder cómplices de la destrucción nacional. Contrario a sus expectativas, el decadente, corrupto y abusador del poder gobierno de Maduro, el PSUV y sus satélites y testaferros, está recibiendo el búmeran de su política de apartheid político-electoral. Fabricó un sistema de "partidos" amañado, corrompido y domesticado, pero su pretensión de re-polarizar el escenario se le convirtió en su peor enemigo.
Efectivamente, según la encuesta ClearPath Strategies de junio 2024, Edmundo González Urrutia (56%) y Nicolás Maduro (35%) concentran el 91% de la intención de voto.
La re-polarización provocada por el bipartidismo del siglo XXI, tiene antecedentes importantes en 1973, 2006 y 2012.
Hace 51 años, fue la primera vez que los dos principales candidatos concentraron más del 85% de los votos válidos: Carlos Andrés Pérez (AD), 48,70%; y Lorenzo Fernández (COPEI), 36,70%. Le siguieron Jesús Ángel Paz Galarraga (MEP), 5,07%; y José Vicente Rangel (MAS/MIR), 4,26%.
En 2006, se registra un pico extremo cuando Hugo Chávez (PSUV) obtuvo el 62,84% y Manuel Rosales (UNT) 36,9%, concentrando ambos el 99,74% de votos válidos.
En 2012, se repite la tendencia, pero con una caída de 8 puntos porcentuales del ganador Hugo Chávez (PSUV), 55,07%, y Henrique Capriles (PJ), 44,31%, para una concentración polarizada de 99,38% de votos válidos.
Formalmente, la campaña presidencial venezolana inicia el próximo 4 de julio, y todo apunta a una nueva concentración de votos, esta vez entre González Urrutia y Maduro, con ventaja para el primero de ellos, sin ideas claras en discusión ni proyectos coherentes y creíbles de conducción político-administrativa. La pobreza no solo es candidatural sino temática, en esta elección presidencial, mientras el país sigue inmerso en una tragedia histórica por efecto de la irresponsable confrontación durante un cuarto de siglo, de los dos bandos de la destrucción nacional que, precisamente, están representados por los dos aspirantes mencionados, muy lejos por encima de los otros ocho candidatos que completan la lista permitida por el CNE/PSUV. Aplicaron un atroz apartheid político-electoral, que no solo se ha manifestado con la exclusión deliberada e inconstitucional de aspirantes presidenciales legítimos sino además con el asalto judicial de partidos políticos; paralización arbitraria del registro de organizaciones con fines políticos; represión policial/judicial validada por el Fiscal General de la República, Tarek William Saab; utilización descarada y corrupta de recursos públicos a favor del reelecciónista Nicolás Maduro; y abuso de poder desde todos los organismos nacionales, regionales y municipales del Estado venezolano, férreamente controlados por el PSUV, bajo amenazas creíbles de atropellos contra los funcionarios, desde el campo educativo hasta el militar.
Frente a esta compleja situación, la ciudadanía debe responder con mesura y decisión firme, sin caer ni permitir provocaciones de los extremistas de ambos bandos, el 28 de julio próximo. Debemos ejercer libre y conscientemente el derecho al sufragio universal, directo y secreto, como lo establece la Constitución: nadie debe ser molestado y menos retaliado por votar o no votar; y si decide votar, nadie está autorizado a censurar a otro por favorecer al candidato que prefiera.
La ausencia de debate es muy grave. Aumenta la desorientación de la ciudadanía, y crece la posibilidad de manipulación y engaño, a beneficio de factores de poder ocultos y con aviesas intenciones a espaldas de electoras y electores.
manuelisidro21@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario