Por MANUEL ISIDRO MOLINA
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La corta campaña electoral hacia el domingo 21 de noviembre, es el último tramo de antesala de unos comicios que seguramente generarán insatisfacción en la mayoría de la población, empobrecida e incrédula, disconforme con las ofertas políticas conocidas, que no dudo en llamar "más de lo mismo" en toda su diversidad. El escaso brillo es evidente.
Sin embargo, las elecciones del 21-N tienen una gran importancia política y estratégica:
1.- Sellará el fin de la fracasada subversión que inició con mucha fuerza el 23 de enero de 2019, cuando el entonces diputado Juan Guaidó -siguiendo un plan secreto urdido con su jefe Leopoldo López, el gobierno de Donald Trump y el sanguinario uribismo colombiano- se auto juramentó en plaza pública como "presidente interino de Venezuela", acto contrario a la Constitución y a espaldas de la mayoría de la Asamblea Nacional dominada por la alianza opositora MUD (Mesa de Unidad Democrática), triunfante en la elección parlamentaria de diciembre de 2015.
Será un claro avance hacia la estabilización política, económica y social de Venezuela, independientemente de los resultados electorales.
2.- Aunque sin mucho vuelo, renovará los liderazgos municipales y regionales del país, pero reafirmando la politiquería corrupta como dolencia nacional profunda, con las excepciones de casos aislados.
Al menos administrativamente, habrá nuevos magistrados en gobernaciones y alcaldías, y en buena parte de los consejos legislativos y concejos municipales.
3.- Frente a los postulados "en alianza perfecta" por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus socios del "Gran Polo Patriótico" (todo en ellos parece ser superlativo, épico), los partidos, movimientos y grupos opositores recogerán los pocos frutos que dará la siembra de errores, divisiones, rencores y desatinos que los mantiene en un archipiélago de frustraciones tan ineficaz como intrascendente.
4.- Estos escasos días de campaña servirán de reflexión a nivel social. Venezuela no puede -y no debe- continuar en este estadio lamentable de corrupción mafiosa con tentáculos en lo público y lo privado, en lo empresarial y lo social, en lo militar e institucional en los niveles nacional, regional y municipal.
5.- Nuestra responsabilidad histórica como pueblo está en juego, es exigida por la profundidad de la tragedia histórica que sufrimos. Votar o no votar no es el dilema. A fin de cuenta, el sufragio es un derecho; y no, una obligación. Pero es una gran responsabilidad, tanto ejercerlo como no hacerlo: sus consecuencias nos afectarán desde lo vecinal y familiar hasta lo personal y social, visto el potencial efecto político, economico y sociocultural que tiene toda elección popular.
La variopinta oferta electoral actual, no estimula mucho a la mayoría independiente e inconforme.
Los resultados ratificarán la tendencia histórica mayoritaria que acusa el agotamiento de la politiqueria del último medio siglo, y reclama una alternativa transformadora democrática, ética, solidaria y futurista, al ritmo de las exigencias de la salvación del planeta y los desarrollos de las ciencias y tecnologías.
Los cómplices de la destrucción nacional, levantan banderas -no pocas podridas- inservibles, de la segunda mitad del siglo XX, y totalmente contrarias a la sana administración de los recursos públicos para el bien común. Mucho qué discutir y superar.
Apegados al espíritu constitucional, nadie debe ser molestado por votar o no votar; y menos, por mostrar beligerancia democrática frente a los grupos de poder y los factores de poder que los condicionan y manejan tras bastidores.
Los sectarismos van por igual desde los extremistas del gobierno hasta los extremistas opositores. Los objetivos estratégicos de la nación están siendo desestimados frente a la preeminencia asignada a los intereses de grupos de poder y de mafias político-partidistas y sus redes de testaferros.
Conincidirán conmigo, en que los graves problemas nacionales -desde lo moral y ético hasta lo politicoadministrativo para el bien común- están siendo soslayados. Esto es lo más grave de este proceso electoral, pero es parte de la tragedia histórica que sufrimos en Venezuela.
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