"Abstenerse es servirle la mesa al gobierno; y votar por los mismos fracasados de estos años,
es suicidio colectivo"
La nueva directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE) tiene mucho de lo viejo. Su prevista tortuosa fragua no daba para más: la minoría que controla férreamente a Venezuela, impuso más de lo mismo, rodeada de una fragmentada adversidad que ha sabido torear, fracturar y reducir a un verdadero archipiélago de desconcierto e impotencia.
El presidente Nicolás Maduro, desde 2013, ha sabido sobrevivir en el caos con astucia betancourista: "La primera obligación de un gobierno es no dejarse tumbar". Ya lleva siete años en Miraflores, y las arremetidas levantiscas de quienes han querido defenestrarlo se han ido quedando en 2014, 2017, 2018 y 2019, para solo referir los picos de una serie de reyertas que ha dejado una estela de derrotados yermos: Henrique Capriles, Leopoldo López, Henry Ramos Allup, Julio Borges, Manuel Rosales, Antonio Ledezma, María Corina Machado... y Juan Guaidó. A todos los ha reducido a la nada: con maña chavista -abuso de poder, corrupción y atropellos de variada gama- los ha enfrentado y destrozado, a pesar de la creciente injerencia de los gobiernos de Estados Unidos y Colombia, adónde se ha trasladado la nuez de sus preocupaciones políticas, desde un país devastado económicamente por el fracaso estruendoso y corrupto de su gobierno, la irracionalidad politica en el archipiélago opositor y, últimamente, el bloqueo criminal Trump/Guaidó.
Las de Maduro han sido auténticas victorias pírricas sobre un país destrozado, caotizado, famélico, que solo a él se le ocurre celebrar: la inconformidad, el empobrecimiento yugulador y la incertidumbre reinan en Venezuela.
Maduro gobierna, no lo han podido tumbar, pero ese "triunfador" no puede salir de Miraflores o de sus resguardos secretos en Fuerte Tiuna. Las encuestas de opinión lo muestran en el piso, camino a un rocoso 10 %, cuyo componente principal todavía es "chavista". El "madurismo" -así es la jerga política venezolana- se reduce a Nicolasito y a la condescendencia de los Flores, cuyo poder financiero y político hace parte decisiva en el juego palaciego, tristemente.
El mayor riesgo político de Maduro ha sido el arrollador triunfo electoral parlamentario de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) en diciembre de 2015. Ni los partidos opositores imaginaron ese desenlace: 112 diputados y diputadas, que hacían mayoría calificada, lo que espueló el aventurerismo politiquero que nos trajo hasta este episodio escenificado en el Tribunal Supremo de Justicia, el 12 de junio de 2020.
El 05 de enero del corriente, terminó de morir la Asamblea Nacional electa en diciembre de 2015. La astucia del gobierno y las incapacidades del polo opositor fueron tejiendo el desastre parlamentario: una mayoría política calificada fue reducida a la extinción; Guaidó sigue fantaseando que es "presidente" de algo; y Luis Parra porta un cetro que le entregó el gobierno. Pero, hasta los embajadores de los gobiernos que desconocen a Maduro, saben que la AN simplemente colapsó. Lo demás son pretensiones fallidas e histrionismo de feria.
Ese desastre de cuatro años y medio de politiquería compartida, nos trajo hasta esta imposición concertada de un "nuevo" Consejo Nacional Electoral, cuya misión inmediata es realizar las elecciones parlamentarias, para que Venezuela no amanezca en 2021 sin Poder Legislativo, lo cual sería un inédito desastre.
Con sus virtudes y defectos, a l@s rector@s de este CNE 2020 corresponde realizar la tarea. Sabemos quiénes son, de dónde proceden y como fueron escogid@s. Nadie "se chupa e dedo" en Venezuela.
La fallida política Guaidó & Co. ha sido derrotada, y su fosa será electoral, cualquiera sea el resultado. Otra victoria pírrica de Maduro & Co.
La mayoría inconforme de venezolanas y venezolanos que rechazamos por igual a ambos polos del cepo de la destrucción nacional, tenemos el reto de insurgir ética y democráticamente contra el caos de esa politiquería sucia e irresponsable. Si rompemos con los corresponsables de nuestra tragedía histórica y la inmoralidad pública, daremos un paso decisivo hacia la reconstitución política e institucional de Venezuela. Abstenerse es servirle la mesa al gobierno; y votar por los mismos fracasados de estos años, es suicidio colectivo.
Manuel Isidro Molina
manuelisidro21@gmail.com
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