martes, 24 de diciembre de 2019

VENEZUELA / Otro año perdido


MANUEL ISIDRO MOLINA
2019 ha sido otro año perdido para Venezuela y nuestro saqueado, maltratado y traicionado pueblo, lo que no puede ser ocultado ni aminorado por el gobierno del presidente Nicolás Maduro, el Psuv y la caterva de ladrones que desde su seno y abusando del poder ha despalillado mafiosamente las cuentas nacionales y destartalado empresas y sistemas industriales de la nación, durante los últimos veinte años. Ciertamente, se mantienen en el poder, pero a un costo brutal en contra de la sociedad venezolana, de nuestro pueblo empobrecido y de los sistemas productivos público y privado, educativos, de salud, transporte, telecomunicaciones y salubridad pública. 

La oposición de turno -política, económica y comunicacional- ha hecho parte del desastre: sus pretensiones golpistas pueriles, basadas en una atroz e inédita injerencia extranjera patrocinada por el gobierno de EEUU y el uribismo colombiano, no han hecho más que empeorar todo, no solo por la rocambolesca política desarrollada infructuosamente, sino por el inaceptable y genocida bloqueo impuesto por Donald Trump contra nuestro país, a petición y con el aplauso de unos politiqueros irresponsables y vendepatrias, como nunca había conocido Venezuela.

Cerramos 2019 con la alegría de estar vivos para seguir luchando por nuestra patria, frente a estos bandos politiqueros, que se igualan descaradamente en inescrupulosidad en el ejercicio de la función pública -desde la acción política hasta el desempeño políticoadministrativo-, irresponsabilidad y miopía incorregible. Su pragmatismo apesta, insulta nuestra historia fundacional de país independentista y anticolonial; y expone pendenciero lo peor: la ruina moral de la República, el desconcierto nacional, la desesperanza, el éxodo de millones de compatriotas y la incredulidad de al menos 25 millones de nacionales y extranjeros residentes en suelo patrio. 

La economía sigue vuelta leña, para decirlo en criollo, tanto por los garrafales errores y las enormes pillerías del gobierno, como por las opturaciones golpistas de la oposición de turno, más el bloqueo criminal de Trump, suplicado a gritos por la dupla Guaidó-Borges, expresión de una banda de traidores a la patria que han hecho historia, la peor que hayamos conocido. Revertir esa tendencia destructiva no será fácil ni un proceso inmediato, si en 2020 no se producen cambios políticos que apunten al desplazamiento democrático de ambos bandos, corresponsable de la ruina nacional.

Una para-economía delictiva se ha implantado en Venezuela, con componentes mafiosos que deben ser constatados -reconocidos- y desarticulados: flujos de divisas sucias desde el exterior, provenientes de (1) las mafias del narcotráfico colombiano y la pléyade de organizaciones criminales que con ellas cabalgan contra Venezuela; de (2) las mafias de la corrupción agazapada en el "chavismo", que han saqueado y descapitalizado a la nación; y de (3) los ilegales aportes de más de mil millones de dólares por parte del gobierno de EEUU, Colombia y algunos países europeos a la oposición de turno, para apuntalar las frustradas acciones para el derrocamiento del gobierno del presidente Nicolás Maduro. El narcotráfico y las otras mafias colombianas hacen fiesta en nuestro país, afincados en los corruptos de acá, que le hacen el servil juego por codicia; y los bandos politiqueros se ufanan descaradamente de esas enormes cascadas de legitimación de capitales que han descargado sobre Venezuela, y penetrado en todos los estratos sociales y áreas urbanas y rurales de la economía. La complicidad es tal, que este evidente fenómeno de destrucción nacional no es incluido en ningún informe gubernamental, opositor o empresarial, aunque todos sus dirigentes lo conocen, practican y toleran.

La verdad es que si se mineraliza la actual dinámica política determinada por la desastrosa confrontación chavismo-antichavismo que hemos sufrido en el lapso 1999/2019, pues no esperemos sino sobrevivencia y rutinización de la tragedia histórica que ambos bandos le han impuesto al país.

Y que se dejen de hipocresías y ridiculeces, sus principales actores políticos, económicos y comunicacionales. Tienen el reto -exigido a voces por el desesperanzado y traicionado pueblo venezolano- de enseriarse, hacer un alto en sus tropelías, cambiar para asumir sus culpas y apartarse de la conducción nacional, o enfrentar la reacción popular que proyecta la acumulación de perjuicios, empobrecimiento y obstrucción de la vida cotidiana. Es una advertencia que expongo públicamente, para que no sigan creyendo que pueden continuar indefinidamente saqueando y destruyendo a Venezuela. 

Camino a 2020, Venezuela toda ha identificado nítidamente los niveles de vagabundería mafiosa que se instauraron en los campos del chavismo y del antichavismo. Como venezolanos, sentimos pena ajena, al constatar las pillerías de tantos politiqueros sin solución de continuidad ni intención de revertir la pútrida tendencia. Es más, arrecha muchísimo -al menos en mi caso- la actitud pendenciera y sinvergüenza de los protagonistas principales de esta lúgubre historia de decadencia y destrucción moral, humana y material de la República. Unos gozan de impunidad, mientras no se descarrilen del credo oficialista; y los otros pretenden lograrla, reptantes tras bastidores, con pestilentes negociadores oficialistas dispuestos a derrochar recursos públicos, a manos llenas.

La dureza de este balance no persigue arruinar ánimos ni estimular tendencia disgregadoras como un mayor éxodo hacia el exterior o la definitiva salvajización de la vida venezolana, ya en etapa de anomia y anarquía económica y social. Por el contrario, es un llamamiento a la lucha consciente, ética y orgánica, socialmente compartida, para impulsar las transformaciones indispensables. 

2020 está a la vuelta de la esquina: el gobierno pretende aplaudir; y la oposición de turno, levantar banderas deshilachadas en 2019 por sus insensateces y los movimientos titiriteros fracasados, para bien de la estabilidad del gobierno que decían querer derrocar. La mayoría inconforme nacional -tanto en territorio venezolano como en el exterior- tiene el derecho y la responsabilidad histórica de impulsar una política diferente, constructiva, seria y trascendente, imposible de lograr con los actuales actores corresponsables de la crisis debemos superarlos, dejarlos en las cunetas abriendo una ruta de entendimiento ético nacional, que apunte al ejercicio pleno de la democracia participativa y a la reconstrucción moral de la República.

No se asusten -ni se obstinen- por la truculencia bipolar que tomará por asalto la Asamblea Nacional, el próximo 5 de enero, con motivo de la elección de su junta directiva y otros cargos de responsabilidad parlamentaria. No hay tiempo para imaginar que los principales actores del chavismo y el antichavismo van a actuar en forma diferente a como vienen haciéndolo. Será otra cómica ineficaz jurídica y políticamente, que proyectará mayores perjuicios a la nación y al pueblo venezolano. 

Encontremos fuerza y sosiego en estos días de sinceras reflexiones personales, familiares y vecinales, para reconocer nuestras responsabilidades y potencialidades al servicio de nuestra amada patria, nuestros hijos, familias, amigos y compañeros de trabajo, estudio y luchas. No perdamos las perspectivas ante el errático e irresponsable accionar politiquero: somos mucho más que ese conjunto de prácticas viciosas e ineficaces, debemos y podemos superarlo, históricamente hablando. 

Finalmente, con el abrazo navideño -sincero y afectivo- deseo compartir con ustedes, la confianza en que Venezuela superará este estadio lamentable, con la conciencia y el compromiso de la mayoría que somos quienes amamos la patria, estamos dispuestos a servirla para bien de nuestro pueblo, y reconocemos las capacidades que nos asisten para cumplir la palabra empeñada.

¡Feliz Navidad y Póspero Año Nuevo!



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