La comunidad universitaria está conmovida por la desaparición física de Víctor Márquez, expresidente de la Asociación de Profesores de la UCV. No es para menos. El aguerrido docente dejó una profunda huella en la defensa de la autonomía universitaria y las reivindicaciones de ese importante sector, hoy fuertemente castigado por el modelo político reinante.
A lo largo de su vida fue un hombre de claras ideas democráticas y una voz firme contra las injusticias sociales. Además, representó al docente que salió del aula para asumir desde la calle un combate valiente a favor de un presupuesto justo para las universidades y mejores condiciones de vida para los miembros de esa valiosa comunidad.
Siempre lo veíamos dando la cara en cada manifestación universitaria. Se había convertido en ejemplo de lucha, a través de las imágenes televisivas, con ese espíritu valiente y un discurso convincente que debe caracterizar a un buen luchador gremialista.
Este valeroso luchador, psicólogo de profesión, fue un destacado representante profesoral en el Consejo Universitario de la UCV. Con él compartimos acciones de calle en defensa de nuestra Alma Mater hace varias décadas. Jamás lo vimos amilanarse ante las circunstancias. Siempre mostró un rostro aguerrido y espíritu optimista en su arduo combate.
Víctor Márquez no solo fue un gremialista de alto quilate. Su compromiso por las libertades públicas y la democracia lo llevaron a incursionar en la vida política. Sabía que el compromiso de un gremialista debe estar asociado al contexto socio-político donde lucha y debe facilitar las condiciones históricas para el fortalecimiento democrático y prosperidad económica de su nación.
Asi lo entendió Víctor Márquez y luchó por eso. Lamentablemente su salud se fue deteriorando, producto de un cáncer en el esófago. Su muerte ha generado dolor en el sector universitario y diversas personalidades que reconocieron su dilatada lucha y talante democrático. Él seguirá siendo esa voz firme de los profesores universitarios, cuyo poder adquisitivo se ha pulverizado.
¡Descansa en paz, admirado Victor Márquez!
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