Anoche vi Aún estoy aquí, la película ganadora del Oscar Internacional 2025. Confieso que al terminar la función no podía levantarme del asiento. Sentí un dèjá vu: lo visto no nos es ajeno.
Es una tragedia familiar y política, el exdiputado Rubens Paiva es sacado de su casa delante de su hermosa familia; eso fue el 20/1/1971, gobernaba una dictadura militar en Brasil. Muere en el salón de torturas y el gobierno simula que se fugó. El cadáver no apareció nunca. Nada nuevo.
Cuarenta y cuatro años después su hijo Marcelo reunió pruebas y escribió un libro en homenaje a sus padres y en especial a su madre Eunisis que nunca desmayó para levantar a sus cinco hijos, y con el mismo entusiasmo graduarse de abogada especialista en Derechos Humanos.
Bravo porque la memoria perdure y los sátrapas sean desenmascarados algún día.
Bravo por el director Walter Salles que le gustó el libro y cincuenta y tres años después lo convirtió en una película conmovedora. Bravo por la viuda que lucho por la verdad, y bravo por el hijo escritor que hizo visible varias décadas después el crimen de su padre, un abogado laboralista, un hombre bueno y honesto que amaba a su familia.
La película nos mueve el piso, también hay que decirlo.
Nos vemos por ahí...
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