Manuel Isidro Molina:
El hombre que predicaba con el ejemplo
Meira Viloria Barazarte
Muy buenos días para todos
Me permito comenzar mi intervención con la lectura de un fragmento de un viejo y conocido poema de Paul Eluard: «Libertad»
Escribo tu nombre
Sobre mis cuadernos de colegial,
Sobre mi pupitre y los árboles,
Sobre la arena, sobre la nieve,
Escribo tu nombre.
Sobre las páginas leídas,
Sobre todas las páginas en blanco,
Piedra, sangre, papel o ceniza,
Escribo tu nombre.
En la selva y el desierto
En los nidos, en las emboscadas,
En el eco de mi infancia
Escribo tu nombre (…)
En los campos, en el horizonte
En las alas de los pájaros
En el molino de las sombras
Escribo tu nombre.
Y por el poder de una palabra
Recomienzo mi vida
He nacido para conocerte
Para decir tu nombre: Libertad.
(Manifiesto de resistencia y esperanza, 1942)
He querido comenzar mi intervención con este poema porque los guerreros de un mundo mejor para todos, viajan por los ideales, por las palabras convertidas en verso, como si fuesen sus fundos o haciendas, pero no, no buscan conquistar propiedades o bienes materiales para sí, sino la construcción de un mundo mejor para todos. La poesía y la naturaleza se parecen, se hermanan en la libertad de ser y de creación. Y por ese ideal algunos se juegan su libertad con prisión y también con la propia vida.
Desde niña tuve el privilegio de ver y admirar a Manuel Isidro Molina Gavidia, como un hombre de convicciones profundas, y de quehacer periodístico y político indetenible, a pesar de las persecuciones políticas y cárcel que sufrió repetidas veces, tanto por los gobiernos de la dictadura como de la democracia. Valiente es un término en minusvalía en la actualidad. De hecho, da hasta miedo pronunciarlo. Está pasado de moda. Como también está en desuso dialogar, hablar con convicción y “ser persona”. Son palabras venidas a menos en el diccionario de venezolanismos. Nos han inoculado el miedo junto a algunas de las últimas vacunas contra la libertad de expresión.
Ya lo dijo María Zambrano en su libro Persona y democracia (1958/1987) “Lo que las nuevas circunstancias revelan es la renuncia del 'ser humano' a 'ser persona', a vivir humanamente; se habita en un eterno presente donde la historia no se constituye como proyecto, donde no existe progreso ni democracia, sino el poder absoluto de dioses oscuros ávidos de sacrificios humanos: la democracia y la historia verdaderas –humanas y por tanto morales y éticas– parecen empresas condenadas a la destrucción”.
El concepto de persona como creación es inseparable de su concepción de una sociedad plenamente humana, igualitaria, justa, libre y democrática. La vida social exige nuestra participación y ésta será tanto más plena y fecunda cuanto mayor sea nuestra plenitud y madurez personales. Pues la persona, según María Zambrano, debe adquirir forma propia, su propio rostro, su faz más verdadera. Una genuina conciencia, despierta y libre, en el mayor número de personas, es la que puede aportar a la sociedad lo que ésta realmente necesita. De esta forma pensaba y sentía este hombre excepcional al que estamos recordando hoy, muy de su época. De nuestro transitar por la historia reciente del país observamos la templanza de estos héroes que debemos rescatar hoy en día para imprimir autenticidad en el ser venezolano.
Es para mí un gran honor estar hoy aquí ante este compromiso de corazón, de compartir el sentir y de bosquejar una semblanza de Manuel Isidro Molina Gavidia, hombre íntegro: periodista, humorista y divulgador científico; profesor, político y gremialista, porque tenía voz en su pecho de ideas de justicia y libertad; hombre público, persona íntegra, porque no podía callar las verdades que albergaba en su corazón y en su razón forjada por la historia y los ideales sociales; amigo, familiar y maestro porque tenía el conocimiento, el diálogo y la reflexión como fe de acción. Así lo vimos en mi casa, bajo el reflejo de la amistad entre él, la tía Maura Peñaloza de Molina y mis padres, quienes fueron entrañables amigos desde su más temprana juventud. Así que esa amistad se convirtió en familia querida y entrañable.
El tío Manuel Isidro era, además de amigo, mentor de mi papá, quien lo admiraba con auténtica devoción, como muchos otros de sus amigos, colegas y camaradas.
Fundador del Partido Comunista en Trujillo e impulsor de la formación integral de sus jóvenes congéneres con lecturas de todo tipo para forjar el espíritu humanístico y social en medio de la lucha política, con amistad y solidaridad. Hombre de variados y aparentemente disímiles intereses. Nada le era ajeno, y su pasión auténtica conquistó muchos seguidores porque enseñó con el ejemplo y en el marco de la camaradería.
Nos cuenta su hijo Manuel Isidro, de tres figuras emblemáticas de la cultura y la política nacional: 'el flaco' Francisco Prada Barazarte, el Quijote de la lucha, (primo de mi madre); José Pepe Barroeta, gran poeta y decano de Humanidades de la ULA, (fue mi profesor en Letras, en Mérida) y el itinerante del País Portátil, el querido por todos y además de excelente escritor un gran conversador-conferencista de vasto conocimiento universal y una gran sensibilidad artística: Adriano González León. Todos ellos y muchos más disfrutaron y aprendieron de las conversas con su mentor político y de lecturas e ideales para una mejor sociedad.
Muy joven se hizo al oficio de periodista, autodidacta en sus inicios, con los conocimientos técnicos de la tipografía y de la imprenta y llegó a innovar porque como buen pensador y hacedor buscaba mejorar los procesos en todo lo que hacía, que era mucho. Hasta topógrafo fue.
A pesar de ser un hombre de ideas libres y soluciones prácticas, también profundizó en el rigor del conocimiento científico cuando la divulgación científica estaba en sus inicios, junto a su compañero Arístides Bastidas.
Manuel se propuso concluir sus estudios universitarios, formalizando su conocimiento de joven autodidacta y libre pensador, de Valera, y se propuso profesionalizarse y compensar la falta de estudios formales, para ser un profesional de primera línea y logró ser director de la Escuela de Comunicación Social de la UCV y director de comunicaciones del Rectorado. Además, era riguroso con el estudio de varios idiomas que hacía por su cuenta. Ahí notamos otro rasgo de su carácter: la constancia. Se trazaba una meta y la cumplía paso a paso.
Pero, lo más sorprendentes (me cuenta Fidelina, su única hija en medio de seis varones) era la forma en que se relacionaba con sus alumnos, a los que dependiendo de las investigaciones que debían realizar, los invitaba a su casa a trabajar con los libros de su gran biblioteca, y Maura los recibía con desayuno y almuerzo. Así, circularon en busca de apoyo varios estudiantes y hasta colegas de Caracas y del interior del país (venían del Táchira, de Mérida, de Trujillo y del Zulia) que contaron con sus orientaciones y solidaridad fuera de serie para realizar sus investigaciones. Esto también nos habla de una persona sencilla y cercana que no ponía barreras entre su función docente, su vida profesional, política y familiar.
La influencia de sus ideas expresadas en palabras, gestos y acciones nos hablan de una coherencia ejemplar. Así me lo expresa Fidelina: “Papá llevaba la rectitud por dentro, era rígido, estricto, pero a la vez, muy amoroso y presente con todos sus hijos”. Mis padres “Predicaban con el ejemplo del amor perfecto: como pareja, como padres, como abuelos y hasta bisabuelos fueron”.
Yo no puedo hablar de Manuel sin pensar en Maura, una mujer ejemplar en muchos aspectos. Profesional de la educación con especialidad en orientación, trabajó en liceos ayudando a muchos jóvenes, más allá de sus funciones oficiales, además con gran conciencia sobre el papel de la mujer en la sociedad. Ella era también dulce y recia cuando era necesario, amante de la pintura y gran contadora de cuentos y lectora de poesía e historia. Siempre lista y elegante. Fidelina nos cuenta: “Mamá era una pareja amorosa, comprensiva y solidaria que hizo equipo con mi papá y lo dejaba ser en sus sueños y aventuras, muchas veces peligrosas, pero ambos compartían el mismo sentir porque estaban muy compenetrados y se complementaban. La primera lectora de sus escritos era Maura, Manuel respetaba sus opiniones. Él era un hombre de detalles”... y esto denota un ser que se vuelca hacia los demás, que piensa y siente al otro.
Esa actitud de empatía en él, también la llevaba al diálogo político, porque, aunque firme en sus posturas, sabía escuchar y respetar al contrario y mantener la amistad con sus opositores políticos. No había animadversión por los que pensaban diferente, había argumentos, sin insultos; por eso podían seguir siendo amigos. Otros tiempos… que debemos rescatar para reorientar nuestro país por los valores de ser personas auténticas y vivos ejemplos para la sociedad.
Gracias.
Teatro Cantaclaro, Caracas.
Sábado 06 de diciembre de 2025
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