Padres del abogado defensor de DDHH Eduardo Torres exigen su libertad plena, luego de seis meses de injusto encarcelamiento.
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Un viejo gran amigo, no obstante la diferencia de edad, siempre me decía que a uno no lo enterraban cuando lo sembraban en el cementerio y le echaban las paladas de tierra sobre el cajón, sino cuando lo olvidaban. Además, acotaba que no solo bastaba hacer lo que decía el famoso dicho: “Si quieres que te recuerden, ten un hijo, siembra un árbol y escribe un libro”; sino que el hijo debía tener buena memoria, el árbol no debía ser cortado y el libro debía ser publicado y tener una mediana circulación e interés en el público.
Todo ello viene a colación ya que hoy, 14 de noviembre, se cumplen 65 años desde que entró a la historia de los Presidentes de Venezuela un individuo injustamente olvidado, no obstante lo mucho que le debemos los venezolanos, y especialmente los caraqueños. Me refiero al caso del Dr. Edgar Sanabria, 'El Flaco' para sus panas, que aunque no tuvo hijos y no se conoce si plantó árboles o no —aunque sí ayudó a la conservación de millones de ellos—, escribió varios libros que se publicaron con buena circulación y gran interés para el público.
Además de todo eso, fue Presidente de la República, aunque interino y por menos de tres meses, pero que comparativamente hizo mucho más en su corto período que algunos de los que ocuparon ese cargo por 5, 8, 9, 10 o 13 años o más tiempo.
Sin embargo, tal como decía mi amigo, terminó enterrado por el olvido, al punto de que las nuevas generaciones no saben quién fue ese señor, si fue o no Presidente y, en tal caso, qué hizo.
Lamentablemente, El Flaco, no obstante su gran preparación y erudición, no tuvo buena estrella al no caer simpático, aunque parece que lo era. Tuvo fama de pichirre, loco y excéntrico, además de que algunos maledicentes quisieron achacarle otro tipo de sanbenito por el hecho de haber sido un soltero irredento hasta más allá de los sesenta años, cuando se tiró al agua con una viuda con hijos.
Sus anécdotas eran famosas, tales como la de poner su revólver sobre la mesa cuando llegaba a dar clase en la Facultad de Derecho de la UCV; el hecho de calcular el valor de las cosas usando como medida el sueldo de un profesor universitario; escaparse de la escolta siendo Presidente y llegar a Miraflores en taxi; o haberse sentado en el “Solio Papal” mientras esperaba una audiencia con el Sumo Pontífice siendo Embajador de Venezuela ante la Santa Sede, así como otras vainas por el estilo.
Pero, no obstante este tipo de salidas y otras de similar especie, que confirman mi impresión de que el personaje era excepcionalmente simpático y ocurrente, estas no fueron la causa de su entierro histórico, sino su oscuro, pernicioso y peligrosísimo vicio y pecado: ¡era políticamente incorrecto!
En efecto, El Flaco, quien entró a la Junta de Gobierno que se formó en Miraflores la madrugada del 23 de enero de 1958, a la caída de Marcos Pérez Jiménez, en calidad de secretario —aunque no en las primeras de cambio, sino cuando salieron los dos militares ligados a Pérez y entraron los civiles Eugenio Mendoza y Blas Lamberti—, era un desconocido para el gran público, como tristemente lo sigue siendo.
A sus cuarenta y tantos años que contaba para el momento, además de profesor universitario en varias ramas del derecho y en varias universidades, desde los años 40 era Académico.
Efectivamente, fue individuo de número de la Academia de la Lengua, así como de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, y mucho después, en los años 60, lo incorporaron a la de la Historia, además de tener varios libros publicados que justificaban estar en esas corporaciones.
Posteriormente, a la salida de Mendoza y Lamberti de la Junta, deja el secretariado para incorporarse como miembro pleno de la misma. En esa posición lo encuentra la decisión del simpático y elegante Wolfgang Larrazábal de lanzarse como candidato a la Presidencia de la República en las primeras elecciones libres luego de más de una década.
Debido a diversos criterios, donde —según mi opinión— privó además de su condición de civil entre una manada de militares, su cara de pendejo redomado, lo nombraron para que supliera al marino por tres meses, quien creía que ganaría las elecciones planteadas en diciembre de 1958 y retornaría al puesto.
El contralmirante consideró que, al haber actuado de forma políticamente correcta repartiendo dinero a dos manos en el llamado Plan de Emergencia —antecedente remoto de las llamadas misiones y las bolsas CLAP— y dada su popularidad, en febrero de 1959 el interino le devolvería la silla presidencial, pero esta vez como Presidente Constitucional.
La equivocación de todos era que, no obstante que Sanabria sí tenía cara de pendejo, y además bastante pronunciada, este no ejercía como tal. Y que Betancourt, aunque era rechoncho y más feo que un carro por debajo, a diferencia del marino —estilizado, elegante y con pinta de galán de novela—, tenía más ascendencia en las masas y ganó la elección, por lo que Sanabria le entregaría la silla a este último.
Me imagino la sorpresa mayúscula que se llevaron cuando el enjuto personaje, con cara de pendejo tal como reiteré anteriormente, se creyó lo de Presidente y empezó a mandar más que un dinamo. Además, resistió como un varón varios intentos de golpes y conspiraciones.
Sin preguntar pendejadas —porque, como ya dije, bastante no era pendejo aunque lo pareciera— comenzó a actuar pensando en lo que se debía hacer por el país y lo que verdaderamente era correcto, aunque políticamente no lo fuera.
En los menos de tres meses que duró su interinato, desde el 14 de noviembre de 1958 hasta el 13 de febrero de 1959, cuando le entrega la presidencia a Betancourt, electo en las elecciones de diciembre sobre Larrazábal, Sanabria pensó en su país, en su universidad, en cómo obtener más ingresos, en la ciudad donde creció y en la montaña que lo cobijó, y actuó.
Sin pararle a las compañías petroleras y sin preguntarle a Rómulo —ya Presidente electo—, modificó la Ley de Impuesto sobre la Renta, cambiando el llamado fifty-fifty (50% para las operadoras y lo mismo para el Estado), dándole a este último un 60% de lo que arrojara la explotación petrolera.
Dicen las malas lenguas que la arrechera de Betancourt fue épica, ya que no le consultaron, por lo que parece que Sanabria respondió que lo habían nombrado Presidente para que gobernara, y eso precisamente era lo que estaba haciendo.
Cuando se acordó de su querida Universidad Central, el 5 de diciembre decretó una nueva Ley de Universidades y le devolvió su autonomía e inviolabilidad de sus recintos.
Cuando se asomó desde su casa y vio el cerro El Ávila, el 12 de diciembre creó en el mismo un parque nacional con más de 60.000 hectáreas, para que no lo convirtieran los políticos en un barrio más grande que Petare o los constructores en una inmensa y caótica megaurbanización.
Como guinda de la torta, decretó la creación del IVIC como un reducto de la ciencia, la investigación y la innovación.
Cuando, al fin, le entregó la banda presidencial a Betancourt, los políticos se tranquilizaron y se les pasó el culillo.
¡Qué susto! ¡Qué carajo tan peligroso! Y eso que tenía una cara de pendejo que no podía con ella. Por eso no se puede confiar sino en pendejos certificados.
Posteriormente, fue embajador en el Vaticano, en Austria y en Suiza, para regresar a Caracas, donde se retiró definitivamente de la vida pública, aunque de vez en cuando lo invitaban —debido al protocolo— a algún acto oficial o a incorporarse como invitado de piedra en alguna comisión presidencial, pero de lejitos.
El carajo era peligroso, y su incorrección política podría ser contagiosa.
En las pocas entrevistas que dio, de una manera muy elegante toreó el tema político, y finalmente murió en abril de 1989, luego de tener una relación matrimonial complicada, la cual se había terminado dos años antes. Fue enterrado formal y materialmente unos días después, aunque tres décadas atrás ya sus coterráneos lo habían enterrado lejos de la memoria nacional. Era un mal ejemplo político.
Al final, aunque existe un olvido histórico sobre este extraordinario personaje, sus obras quedan y las disfrutamos, aun cuando no hay ni siquiera una plaquita en la UCV, o en alguna de las entradas del Ávila, o en el IVIC que lo recuerden. Allí están, y todavía, al menos mientras escribo estas líneas, existen.
No obstante, en los últimos tiempos hemos visto a un Maduro visitando de noche la Universidad Central, mirando a todos lados como pajarito en grama. Posiblemente no la conocía porque la ruta de su Metrobus no pasaba por allí y sus escasos conocimientos y preparación no le daban para poder ingresar a esta como alumno y, obviamente, menos como profesor.
Como todos sus actos de gobierno o desgobierno, se hacen entre gallos y medianoche, nombrando una “protectora” a la UCV para tratar de terminar con la autonomía de esta cuasi sagrada institución.
Ahora bien, no obstante haber sido execrado de la memoria nacional, al final sus obras hablan por él.
Quien se enorgullezca de que todavía la UCV, como universidad autónoma, es un faro de luz, libertad y pensamiento libre frente al totalitarismo actual, y piense por un momento por qué eso todavía es posible, si hurga un poco en la historia, se encontrará con la sombra de El Flaco, y eso lo hará salir de su entierro histórico.
De igual forma, quien, sudado y cansado, al terminar la Subida del Diablo y llegar a Sabas Nieves, disfrute el privilegio de tener algo como el Ávila, indirectamente sacará a relucir la figura del enjuto personaje, todo lo cual impedirá que volvamos a enterrar al Flaco.
Si bien veo difícil que los políticos actuales —o más bien los politiqueros— saquen del ostracismo histórico a una figura como el Flaco Sanabria por su incorrección política, creo que los ciudadanos deberíamos hacer algo para evitar el segundo entierro de El Flaco.
Esto se puede lograr al recordarle a los universitarios que su autonomía, todavía mantenida pese a los embates gubernamentales, se le debe en gran parte a este señor, así como la preservación del Ávila como el pulmón de la ciudad y la existencia, con toda su precariedad actual, del IVIC.
Finalmente, espero que la presente reseña lleve a alguno de mis escasos lectores a reflexionar sobre este personaje y comenten su historia, y que esta se esparza para que, en el futuro de una transición política —que, de todas todas, tendrá que llegar más temprano que tarde—, salgan personajes de este estilo a reconstruir este caos y se multipliquen, en la administración pública a todos sus niveles, desde el Presidente hacia abajo, figuras como El Flaco o como otro parecido que surgió casi 40 años después: Ramón J. Velásquez.
Necesitamos personas preparadas y que piensen en el país y no en su futuro personal, en lo necesario para la reconstrucción de nuestro estropeado país, aunque ello conlleve acciones que puedan ser políticamente incorrectas, pero que ayuden a la institucionalización y a la eficacia futura como nación próspera y moderna, aunque los hundan en el ostracismo político y el entierro en vida, tal como le pasó a El Flaco.
Lenin Aquino 🇻🇪
tras los comicios presidenciales del 28 de julio de 2024 (J28). Existen dudas razonables y verificables sobre la legitimidad de dicho proceso, dado que el CNE, cuya actuación ha sido contraria a los postulados de la Carta Magna, omitió la publicación de resultados fidedignos y concretos. En este contexto de opacidad, ambas facciones políticas polarizadas se han autoatribuido el triunfo, mientras se documentan detenciones, exilios forzados y la persecución de ciudadanos que exigieron el conteo exhaustivo y transparente de los votos y la exhibición del sobre N° 1, que custodia los resultados originales bajo la dirección de la FANB y el ya desprestigiado CNE.
En este delicado escenario de polarización extrema, irrumpe una injerencia externa y creíblemente amenazante, encabezada por los EE. UU. Dicha potencia persigue planes inconfesables que buscan la imposición de un gobierno tutelado y funcional a sus intereses geopolíticos y económicos, una situación que rechazamos categóricamente por constituir una flagrante violación a nuestra soberanía nacional y al texto constitucional. Reafirmamos que la resolución de las diferencias políticas compete exclusivamente a los venezolanos a través de elecciones libres, verificables, comprobables y desprovistas de cualquier vestigio de duda.
Desde el Bloque Histórico Popular (BHP), proponemos tres ejes de acción fundamentales y de carácter urgente para superar la actual crisis política e institucional de la nación:
1. Amnistía General y Liberación Inmediata: Excarcelación de la totalidad de los presos políticos y de aquellos ciudadanos detenidos arbitrariamente por ejercer su legítimo derecho a la disidencia ideológica y la libertad de conciencia.
2. Cese a la Injerencia Militar Externa: Retiro inmediato de las fuerzas y amenazas militares de los EE. UU. de nuestras costas y el espacio marítimo circundante, en estricto apego al principio de no intervención.
3. Proceso Electoral Presidencial Renovado y Transparente:
a) Convocatoria a nuevas elecciones presidenciales organizadas por un CNE de composición imparcial, ético y de probada credibilidad.
b) Invitación formal a testigos internacionales de incuestionable honorabilidad, probidad moral y ética provenientes de organismos multilaterales y la sociedad civil, para garantizar la fidelidad pública del proceso.
c) Derogación de las inhabilitaciones administrativas arbitrarias y respuesta expedita a las solicitudes de tarjetas electorales, asegurando así el pleno y abierto derecho a la participación masiva y eliminando la coerción a votar por una polarización artificialmente impuesta.
Hacemos un llamado a la Reflexión
La represión estatal, la persecución y el encarcelamiento injusto por la disidencia ideológica, combinados con la aspiración de revancha política, exterminio del adversario, invasión o guerra por parte de otros sectores, sólo auguran la perpetuación de conflictos irresolubles a lo interno, incrementando la pobreza estructural y la lamentación social. Este ciclo de violencia política debe ser corregido y evitado a toda costa mediante mecanismos internos de justicia y reconciliación.
La mayoría del pueblo venezolano, no alineada con los extremos polarizados, demanda imperiosamente vivir en Paz y con garantías institucionales. Reiteramos que los desafíos de Venezuela deben ser resueltos soberanamente por los venezolanos. Aquellos actores que rehúyen la validación democrática mediante el conteo transparente demuestran de facto su conocimiento de que carecen de la mayoría social.
Rechazamos la polarización impuesta y toda injerencia externa. El deber ético del Ciudadano Histórico es defender la soberanía y exigir la validación popular transparente. Quien evade el conteo, traiciona el ideal de la República, pues la auténtica llama Bolivariana es la Paz en la Justicia.
BLOQUE HISTÓRICO POPULAR
Toca Luchar.
En el año de la aprobación de la Ordenanza Municipal sobre la Cremacìón, solamente existían 3 hornos crematorios en la Región Capital: Hipódromo la Rinconada (caballos de carrera), Aseo Urbano (droga incautada) y en el Campo Santo del Cementerio del Este, el
cual fue importado de Suiza, pero no pudo ser usado por falta de soporte legal. Para esa época estaba ya aceptada en muchos paises. Los cristianos la permitían con excepción de algunas de sus ramas que la rechazan por mantener vigente en sus creencias el concepto de la Resucitación. El hinduismo la hace obligante; el islamismo y el judaismo no la practican. En Japón y Centro Europa es dominante.
Reconozco que mi motivación para esta legislación estuvo incentivada a que el "Sabio del Petroleo" Pérez Alfonso en tierras extrañas, pidió que en su despedida física se le practicara y sus cenizas fueran dispersadas en el Mar Caribe; y por la templanza de ciudadano hindú al lograr acompañar a su esposa fallecida en posparto a Trinidad, ser cremada, vertiendo sus cenizas en afluente del Río Ganjes en la India.
Como dato curioso, conseguí en las crónicas de nuestra ciudad de Guillermo José Schael el registro (año 1926) de una señora de nacionalidad alemana, por petición testamentaria a sus albaceas, el Cónsul Alemán, Julius Leisse, y un empleado de Beco, Carlos Reverón, había solicitado ser cremada y las cenizas echadas en nuestras playas del Litoral, frente a Punta de Mulatos. Deseo que fue cumplido aunque no habia legislación vigente del tema en cuestión.
Amadeo Leyba Ferrer