lunes, 13 de abril de 2020

"El hospital es un monumento a la salud, a la vida… y tal vez a la muerte", describe el doctor Humberto Urdaneta

"El Hospital Vargas de Caracas fue asiento de la enseñanza de la medicina de nuestra Universidad desde 1895, fecha en la cual, un grupo de jóvenes médicos, liderizados por Luis Razetti y Santos Dominici, constituyen la denominada Generación Renovadora, la cual, bajo la influencia de la Escuela Francesa, reformaría profundamente los estudios médicos y el ejercicio de la medicina. Por más de medio siglo, el Hospital mantuvo este papel protagónico, hasta que, a finales de la década de los 50, con la culminación de la Ciudad Universitaria, se traslada la enseñanza de la medicina al Hospital Universitario de Caracas". https://bit.ly/2RA4ajN 






EL HOSPITAL COMO MONUMENTO
Y MITO EN LA CIUDAD

Humbert E. Urdaneta F.
Médico Cirujano
Magister en Salud Pública
Candidato a Doctor en Investigación y Desarrollo
humberturdaneta@gmail.com

De cuando no había médicos: los inicios de la terapéutica clínica.

Desde la prehistoria, la salud ha sido una de las prioridades en la especie del homo sapiens. El instinto natural de los humanos por aliviar el dolor, por encontrar salida a los problemas que afectan al cuerpo como un todo integrado en un súper-sistema complejo de células corruptibles, que estando afectadas negativamente, privan la libertad de movimiento, por ejemplo, o salpican de inestabilidad el quehacer diario en un individuo y hasta de su colectivo inmediato, como puede ser la presencia de los virus de morbilidad contagiosa que son transmitidos vía aérea, iniciando en una persona y termina afectando el grupo. El hombre busca la salida de la enfermedad del cuerpo, encuentra formulas diversas para su sanación, aunque no logre su determinación, es decir, hallar la causa originaria del mal, el humano mantiene un proceso constante de búsqueda del equilibrio para el bienestar físico en primera instancia, de armonía mental en segunda instancia y de flujo adecuado de interrelación pública saludable, en último lugar. Se trata de un movimiento instintivo en la especie, aquello que sea necesario para el alivio de cualquier afectación que discapacite, aun en su forma menos acabada. Por ejemplo, comprobamos como un niño llora ante el golpe fortuito y contundente y, de manera natural, su instinto lo lleva a dirigir su mano hacia la parte afectada para acariciar la zona dolorida, o se niega a que se le toque donde hay daño por miedo a un mayor perjuicio, pues conoce el efecto terebrante de la noxa y trata de aliviarlo por las vías que su naturaleza condicionada le brinda para encontrar respuestas que satisfagan su paz, en uso inconsciente del código genético construido por todos los milenios de evolución.

Allí la raíz de la medicina, allá la esencia de la práctica solitaria o pública de todo lo que alivie y puntualice la salud. Los humanos nos forjamos tal cual somos, debido al resultado obtenido en la experiencia diaria, siendo esta una espiral permanente de ensayo y error, de fracasos, éxitos y colección de superaciones en la memoria personal y colectiva. El proceso a continuación para elaborar esquemas terapéuticos, es el elemento consciente el cual se define por la maestría, por la satisfacción en la respuesta de alteración favorable inducida en el curso natural de la enfermedad. Toda aquella acción que de paz al cuerpo, que disminuya el agobio, es una respuesta adecuada a ser perpetuada en la práctica simple y prístina del ejercicio de la sanación, convertida en verdad, sin ambages sofisticados ni retorcidas fórmulas de esquicio. La exploración incesante de la verdad en el cuerpo, en la cotidianidad, en la selva intrincada de los fenómenos celulares, sistémicos, de humores, vapores, olores, texturas, colores, sales y vericuetos de la economía humana, esas cosas que luego aprendemos en la investigación para el conocimiento científico, esas que no existieron por más de 180 mil años de evolución homínida, esas paulatinas apariciones del apego académico, no se usaron para aliviar en aquellas cuevas, clanes, poblados y sociedades más o menos bien constituidas y que señalaron el camino a la ciudad. Solo el hombre y la respuesta eficiente para detener o aminorar el sufrimiento. Tan simple como complejo, el sanador sanado en la maña comprobada como buena, dada las circunstancias.


La Enfermedad: equilibrio en el desequilibrio.

La enfermedad es tan antigua como la vida del hombre, le es propia, constituye el ciclo de la existencia, nacer, envejecer, morir y en ese tránsito, enfermar. Y la búsqueda incesante del alivio a las dolencias también se hace antiguo, desde el amanecer del hombre. En la peleopatología, se sabe que en los fósiles descubiertos, los humanos ya teníamos enfermedades, accidentes, tumores, infecciones, degeneraciones varias. No hay razones para pensar que la vida en armonía con el medio ambiente evite la enfermedad o la muerte. Esto es lo común en la existencia de todo animal que incluye al hombre y hasta de las plantas en general. Aunque hay organismos unicelulares que no envejecen ni mueren de forma natural. Las cosas en el mundo nos enseñan que este discurso de la vida, es la maravilla de la evolución biológica, siendo las acciones humanas conscientes de superación del ciclo, una parte de lo que marca la distinción sobre el resto de los seres vivos. Tal vez lo mejor de nosotros, como especie, es la capacidad de comunicarnos, de transmitir enseñanza, de crear medios para perpetuar el conocimiento útil al individuo y al colectivo.

La enfermedad, en una visión innovadora, es parte del proceso de vida, es la relación entre las células para formar un sistema altamente complejo que tiene como salida una forma biológica organizada, y el desequilibrio de esta complejidad, en tanto la identificamos como enfermedad, es lo que perfecciona el sistema, que lo hace fuerte, lo somete al proceso de recuperación, aquello que nos designa como especie hecha victoria. Equilibrio lo conforma la contradicción de salud enfermedad. Son dos aspectos de la misma moneda. El evento de salud y enfermedad son parte de ese proceso continuo, constante, permanente de vida como parte de la muerte, de la muerte como parte de la vida, de la salud en la enfermedad para ser en posterior la enfermedad convertida en salud. Cada día nos morimos un poco, hay células que se destruyen y el organismo usa lo que sirve de ellas y construye otras células renovadas, jóvenes, eficientes para continuar el ciclo de enfermedad-salud-enfermedad o de otra manera, salud-enfermedad-salud. El ciclo es continuo, inquebrantable, solo interrumpido porque las herramientas biológicas señalan el cese de los bastimentos necesarios para continuarlo. La evolución nos destinó a la finitud, en la complejidad de lo que somos, en la grandeza fisicalista y desnaturalizada de la muerte, hay paso incluso allí, a nuevas formas de enfrentar la vida.

Pero el hombre solo ve lo práctico, lo que la naturaleza le señala y que no necesita hacer investigación científica, ni filosofía. El hombre aprende de manera lógica elemental a separar la enfermedad de la salud. Identifica tales eventos como dos fenómenos diferentes y dicotómicos. Dos manifestaciones irreconciliables y contradictorias, en una forma manifiesta del ser humano como un todo, pero separado en sus componentes. Allí la concepción separada del cuerpo, con la idea terminal de que cada cosa tiene su propio asiento, donde no se concibe lo especial del súper cúmulo de células altamente especializadas en una determinada área las cuales todas trabajan en la misma dirección: mantener el cuerpo en condiciones óptimas en medio del proceso de salud enfermedad, de vida y muerte.

El Conocimiento: del empirismo benéfico a la investigación metódica.

Así, en los primeros cinco mil años de nuestra civilización, localizamos manuscritos diversos sobre como sanar, con esoterismo, que abordaba el espacio mental del enfermo; con la práctica arbolaria, que utilizaba drogas para el alivio del dolor o la fiebre; con los cataplasmas, que disminuían el dolor de los golpes; con las sangrías, que aliviaban la tensión alta o las fiebres vespertinas típicas del paludismo; con las agujas, que regalaban bloqueos en los nervios o tal vez disparaban endorfinas para aumentar el estado de bienestar. Todo se escribió, se dejó constancia, se enseñó de generación en generación, se perfecciono, se adelantó, se volvió exclusivo de un grupo reducido que no temía a las pústulas, a las quemadura, a la sangre, a los vermes, ni a los momentos de perdida de la lucidez cual posesión maligna; se volvió un grupo pequeño quienes tenían voluntad para una trepanación de cráneo o para ejecutar la muerte piadosa golpeando la nuca en el punto justo y preciso donde se une el cráneo con la columna. Eran valientes, arriesgados, emprendedores, innovadores, curiosos, científicos primordiales, eran los premédicos y luego los protomédicos que dieron forma a lo que hoy es la medicina…y la química tal vez. Esos sanadores, eran personas fuera del común, revestido con un halo de sabiduría, de bien, de respeto y consideración colectiva. Representaban la esperanza de vida en la enfermedad y la muerte. Era de esperarse que pudieran, en su condición humana, servirse de esta prepotente idea de superioridad para causar sentimientos vinculados al lado desconocido de la muerte. No es cualquier cosa rescatar a un moribundo a los ojos de quienes lo testifican. El Libro de los Muertos egipcio, transcribe con precisión lo que hay que hacer para curar enfermedades o preservar cuerpos. Era un tesoro el cual podía ser poseído por unos pocos privilegiados.

La muerte, la finitud, no era parte de las preocupaciones domesticas en los primeros tiempos de la especie, pues conformaba el presente continuo, la resulta del nacimiento, el curso natural de las cosas humanas. Suponemos que la muerte acaecía dramáticamente por el encuentro con fieras, por hambrunas, por acontecimientos naturales catastróficos en su momento, tal vez por oposición de intereses entre clanes. El episodio final estaba presente en la juventud del individuo. Se estima que el hombre antes de la civilidad pudiera haber vivido un promedio de 18 años a lo sumo, aunque hubo personas de mayor edad, pero no era lo habitual. En este punto, el sujeto es fuerte, diestro, activo, impulsivo, con gran capacidad reproductiva. Siendo entonces que la enfermedad seguramente estaba vinculada a eventos del tipo de los accidentes o a los enfrentamientos con animales u otros seres humanos. En esos tiempos remotos, el sanador pudiera haber sido algo parecido a lo que hoy correspondería a la práctica del traumatólogo, guardando las distancias.

En principio, era la reconstitución de la salud un evento íntimo, personal, un acto entre el sanador y el enfermo con su círculo cercano inmediato como coparticipes. La salud era definida como un bien personal, como un asunto del ser como unidad, como propiedad profundamente original. Necesario es hacer la distinción de manifestaciones defensivas del cuerpo que contribuían a la curación, como la tos para expulsar mucosidades o cuerpos extraños, el vómito para expulsar algún tipo de patógeno estomacal, la diarrea para curar un parasitismo o infección intestinal, la fiebre para disminuir el germen que ataca el sistema y que estimula las defensas inmunológicas, el dolor para advertir de una potencial injuria, la inflamación, la ansiedad, el estrés para defendernos de un posible peligro. Esta salud, se reconocía que podía ser afectada por factores externos, inicialmente, con la explicación simplistas de poderes extranjeros al hombre, ubicados en la psiquis como más allá del cuerpo, los cuales tenían influencia como potencias conscientes, volitivas, que castigaban o premiaban, según fuera el caso. Pero en esencia, se conocía de la relación del individuo con su entorno y de la influencia de este sobre el cuerpo y la mente. Este evento es significativo pues conforma el conjunto de normas que daban explicación a la salud como fuente personal de buena vida en relación indiscutible con el medio ambiente, fuere cual fuese su explicación.

El hombre ya no estaba solo en su cotidianidad, había elementos que lo modificaban. La salud, ya no era personal aunque su abordaje seguía siendo reservada a una relación infinitamente cercana entre el sanador y el enfermo. Esto mismo hacia que la potencia de la salud residiese fuera del cuerpo, residenciada en la práctica del sanador y en la colaboración comprometida del enfermo. Especie de relación inacabable del ser y alguna potencia extracorpórea de dominio exclusivo del sanador. En este momento, hacen acto de presencia los ritos de sanación, la colectivización del bien, el combate a la condición perpetua y batalladora del mal, quien al final, siempre ganaba la guerra, pues la muerte se sentía pavorosamente real, la perdida de la individualidad. El humano se hacía consciente de sí mismo y de su papel en la comunidad y la historia. El rito de sanación era un clamor público sobre la aspiración atávica de vivir ante la impotencia para vencer la degeneración celular, padecimiento y expiración.


El Sanador

Ya paso la etapa donde el hombre se enfrentaba solo al sostenimiento de la salud, ahora estaba el sanador acompañándolo, siendo que este peleaba contra la enfermedad y la muerte, que lo afectaba al mismo en algún momento de su existencia; el sanador tenía por obligación trasmitir su conocimiento a quienes encontraba como aprendices o en otros casos, a quienes se apoderaban de cualquier manera de lo que por ensayo y error se hacía de buena aplicación en la recuperación de la salud. Ya Esculapio en su juramento, de unos 3 mil años de antigüedad, obligaba a quienes lo prometían como orientación moral en su conducta, a tener consideraciones especiales con quienes disfrutaban de las condiciones exigidas para el ejercicio del acto exclusivo de sanación. La práctica de la sanación, se volvía necesaria para las sociedades en formación, se hacía de importancia ineludible, aunque en muchas de esas sociedades, quienes fueron adquiriendo el nombre de médicos, se les consideraba ciudadanos de segunda categoría, aunque eran usados por todos quienes lo requerían.

Se colectiviza el conocimiento para el mantenimiento de la salud y el enfrentamiento de la enfermedad y la muerte.

Las escuelas de medicina se instalaron en condiciones altamente mediatizadas por el dogma religioso. Es conocida la condición estricta de la iglesia católica en el mundo occidental, de no profanar el cuerpo humano, ni en consideración a la enseñanza. Galeno, asumido por la iglesia católica como autor de los escritos médicos autorizados, describía el hígado humano con tres lóbulos cuando en la práctica se comprobaba que tenía dos lóbulos. Esto se explica porque Galeno hizo disección de un perro para explicar la anatomía humana. La única forma de poder examinar el cuerpo, era en el examen físico de cadáveres despedazados en batallas, muchas por cierto y estos exámenes debían hacerse de manera soterrada, rápida y con miedo al castigo divino, ni decir a la condena de la iglesia católica.

El Mito

Se evolucionaba hacia el conocimiento fresco del cuerpo humano, se enrumbaba la medicina como ciencia estructurada, aunque empírica. El lado aprovechable de las guerras estaba en estricto relacionada con la medicina y su práctica. Es aquí donde se inicia los sitios de concentración de enfermos lo cual da pie a los hospitales tema principal de nuestro escrito. Por cierto, sitios de concentración de enfermos, pues para nadie era un secreto que en tales lugares rondaba la muerte con la cotidianidad que la enseñorea entre los mortales sometidos a la potencia extraña del médico y del medio ambiente, que decir de las creencias religiosas. La muerte se hacía cotidiana pues había dos lados del problema para el enfermo: una parte relacionada con la experimentación en humanos de las técnicas y artificios para cortar la historia natural de la enfermedad y por el otro lado estaba el sin fin de afectaciones pútridas que diezmaban penosos organismos. La muerte se convirtió en el símbolo de los hospicios, preámbulo de los hospitales. El resultado era evidente: los enfermos se reusaban asistir a tales sitios y el medico era el recurso final de quien estaba en padecimiento de muerte.

Strauss señala que todo mito es una historia relatada.

Así se creó mitos sobre los hospicios, historias fantásticas dramatizadas relativas a la parca, el sufrimiento y la miseria humana. Historias que impregnaban la psiquis de terror, de seguras sospechas, de irracionalidad, pero también de una suerte de visión inacabada de la salud como premio. La magia ya no tenía cabida en los sitios donde se experimentaba, donde se pretendía hacer ciencia, la magia se convertía en la expresión de los deseos de las personas para obtener dudosos resultados, fuera de los centros de reclusión de los mórbidos, tantas veces terminales. La magia se quedó fuera de los hospicios, para el vulgo, para las personas mediatizadas por la creencia de una potencia extranjera al hombre, omnipresente, suprema, que definía la historia personal y colectiva. El mito bien estimado de los hospicios como centros de enfermedad y muerte y la magia como deseos inacabados a viva voz por la salud y el bienestar pobremente logrados. Pero había razón en no ir a los hospicios para enfermos pues el predominio de las infecciones contagiosas, la condición de ser personas gravemente afectadas, el lugar de múltiples horrores y deformaciones corporales provocadas por la lepra, el cáncer, la diabetes, la gangrena, la ascitis por insuficiencia hepática, los gritos de desesperación, las sangrías de los practicantes hacia los hospicianos, los baños con agua caliente o fría, las aplicaciones de alambres candentes a través de la uretra, las expresiones de locura de la sífilis, las amputaciones en 30 segundos, por ejemplo, hacían un panorama nada acogedor en tales lugares de acogida al enfermo y por qué no, en tales lugares de experimentación humana.

Los relatos de acontecimientos increíbles como el de enfermos que bebían sangre, las creencias en demonios posesionados de pobres almas llenas de pecado, la presencia de entidades fantasmales que recorrían los pasillos llevándose almas moribundas, las creencias en las múltiples y frenéticas manifestaciones infernales, el miedo al castigo en el sitio de los desamparados; todo esto, reflejaban el nacimiento de una cultura que no favorecía la ida espontanea de los enfermos a tales lugares. En este punto, el mito se caracteriza por los relato de hechos maravillosos, relativos a personas sobre-naturales (más allá de lo cotidiano), tanto en referencia a los enfermos como de quienes los cuidaban o asistían. El mito esta basado en historias verdaderas exageradas y tergiversadas, en un incesante relato oral lleno de creencias insustanciales unas y verídicas otras, pero que en todo caso, representan la esperanza del humano por la recuperación de una vida sana al menos. Se convertía el mito en una enseñanza, en un punto de referencia que se embutía en la construcción de la cultura, como contradicción ente la salud-enfermedad, que es decir la contradicción entre la vida-muerte. Ahora la divinidad y la humanidad se encontraban frente a frente, las cuales serían vencidas por la ciencia innovadora y el desarrollo tecnológico.



La Medicina

No es sino hasta principios de la modernidad cuando se inicia la concepción social de la práctica colectiva de la sanación y es el inicio de la medicina propiamente dicha, entendiendo esta como la práctica racional científica, metódica, concienzuda del acto de prevenir y curar enfermedades. Es decir, se supera la condición natural de saber meramente empírico y el sistema de creencias religiosas como expresiones cotidianas de quienes sanaban. Es Sánchez González (2012:74) quien expresa la conceptualización de la medicina con racionalidad científica, de manera     contundente:

“…intenta prescindir sistemáticamente de lo mágico religioso. Y se caracteriza por:
· Atender el “qué” y al “por qué”: Es decir, prestar atención a que son las cosas y que prioridades tienen en sí mismas. Y cuales son las leyes naturales que explican por qué determinadas causas producen determinados efectos.
· Encontrar leyes y explicaciones universales: Elabora conceptos abstractos que pueden generalizarse a todas las situaciones. Y así, puede predecir con precisión ciertos acontecimientos objetivos.
· Incrementar y perfeccionar ilimitadamente por medio de un método: Los descubrimientos científicos tienen que seguir determinados pasos y someterse a ciertas condiciones estrictas”

La medicina descubre la realidad, como una fuerza y poder independiente de sí misma. La realidad se comporta con patrones regulares autónomos de nuestros deseos. Así pues los primeros médicos descubren el signo soberano de la realidad y ajustan el escenario a los deseos de transformación del mismo a través de medios científicos. Los médicos no encuentran sentido en el azar y buscan el sentido en las leyes que descubren inexorables y ciegas en sus consecuencias tantas veces desbastadoras para la vida. En ese descubrir y filosofar la ciencia médica, la sociedad avanza en su complejidad.

La Sociedad

En la medida de la sociedad, en cuanto y en tanto hay asentamiento, cooperación para superar problemas colectivos, trabajo para desarrollar el grupo y luego, la comuna y más allá, la sociedad compleja, en esa medida, va cambiando la práctica médica relacionada fuertemente con la concepción científica positivista. La medicina se va haciendo académica, se imponen criterios de veracidad, se estiman como buenos el cuestionamiento crítico, la duda razonable, el método de escrutinio de la enfermedad, de la muerte e inmediatamente, el de la salud como prevención de patologías. Se especializa, se difunde, se fragmenta sin dejar de ser parte del todo. Se abandona por completo la supeditación religiosa. Se protege la investigación para el conocimiento científico como norma. Y la sociedad impulsa con facilidad evidente e interesada el avance médico. En este ambiente académico científico, era natural que nacieran los hospitales, como centros de aprendizaje, experimentación y cuidados metódicos a los enfermos. Apenas tenemos un siglo con la presencia de hospitales y no como los conocemos hoy. El hospital nace con la sociedad avanzada y se desarrolla con la ciudad.

Durante el renacimiento, la sociedad construye instituciones estatales que inician la obligada función de hacerse cargo de la beneficencia pública. Era una sociedad que asumía el papel de protectora de los desposeídos. Las autoridades pretendían eliminar la mendicidad, organizar los recursos administrados por el Estado y controlar las instituciones. El cuidado de los pobres se ocupaba como responsabilidad de la ciudad dejando de ser un acto religioso eclesiástico.

La Ciudad

La ciudad evoluciona para ser una representación social más o menos certera de los intereses de la misma., Freman y colaboradores, (1998:11) exponen que el humano en su afán de mejora:

“…se empeña en garantizar para sí y su comunidad un estado de bienestar que estimule el desarrollo de todas sus potencias. Y es que la extensión del cuerpo no se constriñe a la epidermis de cada cual, sino que se amplia y adquiere su verdadera dimensión en la suma de todos los intereses de la sociedad. Por tanto, los cuidados que se procuren al organismo social en el nivel institucional tendrán su reflejo en la atención individual”.

Con la población urbana viene la ciudad, que es parte de fundamento del proceso de civilización. La ciudad también es cultura, pero una cultura que puede parcelarse, que no pertenece a un todo monolítico, es una cultura que está cerrada a los efectos de la salud, que debe transigir entre lo público y lo privado. Entre lo íntimo y lo familiar, entre el pueblo y la ciudad que se resiste en la subjetividad social. Pero la cultura es así en este ámbito tan propio como lo es el don de la salud, porque la cultura es general, es plural, es colectiva. La salud, en lo social, pues, se convierte en un proceso de trabajo que le da la arquitectura a la ciudad, que hace de lo social, un trabajo en sí mismo, una modificación en sí misma, permanente, perpetua, pero a pasos pequeños, a veces imperceptibles, a veces agigantados, en el menor de los casos.

La ciudad se hace instituciones, se hace servicios de salud, educación, vigilancia, castigo. La ciudad se modela a sí misma y quienes obedecen al pujo social, los líderes administradores de la ciudad, la fragmenta para su mejor control y eficiencia. La ciudad comienza a dar prioridad a sus espacios en desarrollo dependiendo de sus ventajas comparativas. Se hace un sistema completo de ciudades y de experiencias compartidas. De saber que es mejor para el colectivo en materia de salud, si funciona o no la salud abordada desde lo individual o desde lo colectivo, por ejemplo. En un cambio basado en el conocimiento de lo que más y mejor produce cada ciudad. Y el hospital se perfila como valor de uso innegable a los efectos de satisfacción comunitaria, a pesar de su limitado desarrollo y su egida eclesiástica.

Al final, la ciudad transgrede el campo, lo domina, lo hace obsoleto, le quita el privilegio de señorío del hombre sobre la tierra. Se entiende el hombre como libre en la ciudad y en el campo, como servidumbre. La cultura como subjetividad, se construye con la realidad del hecho de la salud como bienestar al que se puede tener acceso, al que la ciudad debe privilegiar pues se trata de la vida misma.

Los hospitales son producto de la ciudad, son sus hijos por necesidad social en su puja histórica.

El Hospital

Un hospital no es solamente un edifico, una estructura con determinada tendencia estética, de arquitectura novedosa o pintura que combine y sea agradable al visitante. Un hospital es el resultado de un largo proceso de evolución social y científica que ha creado su estructura organizacional, sus funciones probadas en el conocimiento del entorno, perfeccionado los objetivos para alcanzar y las formas de sociabilidad al enfermo. El hospital pasa de ser una organización deficiente de moribundos signada por una carga religiosa suprema a ser un centro académico científico técnico de alto nivel con resultados sorprendentes en el rescate de la vida y el enfrentamiento de la muerte

Los médicos aumentaron significativamente su participación en los hospitales, los cuales iniciaron como pequeñas organizaciones las cuales, bajo el cuidado de la ciudad, aun no se permitía todo tipo de personas, evitando la entrada a quienes la cultura consideraba personas deshonrosas. Incluso, el funcionamiento de los hospitales seguía el régimen de la vida religiosa. Se ritualizaba la vida cotidiana, imitando la clausura, estableciendo un horario riguroso y una jerarquía indiscutible. En nuestras instituciones contemporáneas, aun podemos conseguir rastros seguros de tal esquema de funcionamiento.

Los hospitales cambiaron su arquitectura por orden de la ciudad, basada en conocimientos reales que incluían iluminación suficiente, baños internos altamente higienizados, orientación para disponer de gran cantidad de aireación de la estructura, dejando a un lado la forma de iglesia característica, había patio central ornamental con cúpula para la entrada del sol y en las épocas de frio se podía disponer del cierre de ventanas. Se hicieron de una sola planta y disponía de separación de hombres y mujeres con áreas para cada situación de enfermedad, a saber: área para la cirugía, área para la parturienta, área para los niños y área para las enfermedades en general del adulto. En general, los hospitales adquirieron formas de cruz cuando eran países dominados por la iglesia católica y cuando eran países dominados por las ideas protestantes, tenían formas de letras. A los hospitales, a mediados del siglo XVIII se le agregan salas para impartir clases a los médicos en formación y se procura la especialización de los mismos. Se inicia la medicalización de la salud.

El resultado de tales avances científicos, repercutió en favor de la sociedad, pues los índices de morbimortalidad disminuyeron y la sociedad comienza a tener confianza en tales instituciones hospitalarias. En la medida de la participación del periodo de la Ilustración, los hospitales se fueron multiplicando, comenzando a ser regidos por criterios médicos antes por los de la mano religiosa que los mantenía dentro de las fronteras de lo eclesiástico. Sin embargo, aquellas salas que atendían pacientes con procesos infecciosos, tenían una mortalidad elevadísima. La historia señala como los médicos dedicados a la cirugía, se colocaban traje de levita para operar, secándose las manos en la levita la cual no se debía limpiar pues mientras mayor cantidad de sangre y pus tenia, mas diestro se reconocía al médico propietario de la misma. Así que las infecciones producían muertes que no podían ser controladas pues no se conocían la bacteria ni el virus y no se intuía la posibilidad que un agente transmisor patógeno estaba causando tales estragos de la mano de los mismos médicos. La tendencia fue entonces crear hospitales pequeños que abordaran las enfermedades según el destino que la ciudad, bajo recomendación médica, les daba. Los hospitales en ese momento eran pequeños y dedicados a pocas patologías relacionadas.

Los enfermos mentales no eran considerados dentro de los pacientes tratados en los hospitales por lo que se atendían en un lugar aparte.

Iniciando la segunda mitad del siglo XIX los hospitales ya están siendo regencia  permanente por los médicos, logrando asistencia a los enfermos agudos más que a los crónicos; la docencia de médicos y cirujanos los cuales eran considerados dos formaciones diferentes y la investigación para establecer la correlación clínico patológica al poderse monitorear a los pacientes por la reclusión que necesitaran. Los hospitales se convierten en centros donde hay condiciones inmejorables a los efectos de realizar estudios basados en la realidad y el método científico.

En este ambiente, se hacen descubrimientos de importancia magistral, pues se descubren las bacterias, los antisépticos, las medidas de protección personal y del enfermo, se especializan los médicos, se investiga el cuerpo humano sin limitantes religiosas, se logran éxitos sin precedentes en la recuperación de la salud y el combate a la muerte. La sociedad empieza a tener confianza en los hospitales y en este momento, los hospitales comienzan a ser para todas las clases sociales, ya no solo para los desposeídos. De hecho, se inicia la ampliación de la estructura de los mismos y se tienen cuartos privados. Otro punto importante, pero que no es nuestro objetivo en este escrito, es el papel de las enfermeras como auxiliares médicos, el cual ha sido crucial en el desarrollo del hospital moderno.

El avance vertiginoso del conocimiento científico y la multiplicidad de los instrumentos de diagnóstico y terapéutica, han transformado el hospital en escenario supremo de la biomedicina, en ciudadela de la transhumanidad.

El hospital como Monumento

El hospital es un monumento pues es un lugar donde hay encuentro de personas para el desarrollo determinado de actividades de salud que satisfacen al colectivo y al individuo; en el hospital es donde se realizan formalidades que dependen del tipo de necesidades de la ciudad, en el orden de la salud preventiva o curativa; el hospital contiene recuerdos colectivos y/o individuales en una infraestructura acorde con la naturaleza del mismo. Tiene su propia historia, sirve a la sociedad, en un sitio de reflexión filosófica y científica donde se permiten la expresión de ideología-creencias que no repercuten en su desempeño civil. Es un lugar de atracción-repulsión, de respeto, donde la ciudad se mueve entre el valor-miedo, donde se va para no quedarse más que lo necesario, que representa la huida y la vuelta al mismo cada vez que la salud lo requiera. El hospital es un sitio de confort - disconfort, de referencia de lo que está más allá del ser pero que puede ser alcanzable. El hospital es un símbolo de la ciencia, tecnología, desarrollo e innovación.

A Manera de Conclusiones.

El hospital es producto de la inevitabilidad histórica y científica, es el final de la carrera por el bienestar, que al parecer pudiera rondar por los 150 mil años del presente continuo del homo sapiens. Es el corolario de la salud entendida como el correcto equilibrio biopsicosocial, a pesar que aun predomina la medicalización curativa antes que la prevención sanitaria. Es un sitio de referencia social, pues todos en algún momento de nuestras vidas hemos debido visitarlo, bien porque nacimos en él, bien porque nuestra muerte es en el hospital, porque nos enfermamos, porque visitamos a un ser querido o porque simplemente pasamos a su lado y hasta evitamos mirarlo, pensando inconscientemente en una fortuita visita al mismo. El hospital es una narrativa de eventos casi mágicos, mitológicos en el estricto de la palabra. El hospital es un monumento a la salud, a la vida… y tal vez a la muerte.

Al final, el hospital se convierte en un sitio obligado de la ciudad, de sus habitantes.

Y de la urbe por nacer, el hospital, es la simiente.




Bibliografía

ARECHIGA, HUGO. (Coordinador). Ciencias de la Salud. Editorial Siglo XXI. Colección Aprender Aprender. Madrid. España. 1997
EMBER, CAROL R. EMBER, MELVIN. Antropología cultural. Octava Edición. Editorial Prentice Hall. Madrid. España. 1997
FOUCAULT, MICHEL. Historia de la Locura en la Época Clásica. Tomo I. Fondo de Cultura Económica. Breviarios. México. México. 2009
FREEMAN, HOWART E. LEVINE, SOL. REEDER, LEO. (Compiladores) Manual de sociología Médica. Fondo de Cultura Económica. Colección Biblioteca de la Salud. México. México. 1998
HURTADO, SAMUEL. Seminario: Aproximación a una Antropología Urbana. Doctorado en Ciencias Sociales. Universidad Central de Venezuela. Caracas. Venezuela. Segundo período 2014
PÉREZ TAMAYO, RUY. De la Magia Primitiva a la Medicina Moderna. Colección La Ciencia para Todos. Fondo de Cultura Económica. Breviarios. México. 1997
PEREZ TAMAYO, RUY. Enfermedades Viejas Enfermedades Nuevas.  Editorial Siglo XXI. Colección Salud y Sociedad. Madrid. España. 1985
SANABRIA, ANTONIO. Compendio de Historia Universal de la Medicina y la Medicina Venezolana. Universidad Central de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca.  Colección Ciencias Médicas. Caracas. Venezuela. 1999
SANCHEZ GONZALEZ, MIGUEL ANGEL. Historia de la Medicina y Humanidades Médicas. 2da Edición. Editorial Elsevier Masson. Barcelona. España. 2012

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Currículo Vitae resumido
HUMBERT ENRIQUE URDANETA FERNÁNDEZ
Médico Cirujano 1988 
Universidad del Zulia (LUZ)

Candidato a Doctor en Gestión de Investigación 
y Desarrollo UCV
Doctorando en Gerencia UCV
Maestría en Gerencia de la Salud Pública UNERG
Especialización en Salud Publica UC
Especialización en Gobierno y Política Pública UCV
Diplomado en Docencia Universitaria
Diplomado en Neurogerencia
Diplomado en Neurociencia de la Educación
Diplomado en Estrategias para el Súper-Aprendizaje
Diplomado en Epidemiología de las Enfermedades Metaxénicas     
Diplomado en Antienvejecimiento y Longevidad
Certificación en Clínicas de Programación Neurolingüística
Certificación en Terapias Psicológicas
Ontoepisteme: la salud para todos es un derecho universal gratuito bajo el impulso del paradigma salugénico.
Propósito: 1.- la gerencia de servicios de salud pública para la asistencia de las personas en la prevención, protección y recuperación de la salud. 2.- el entendimiento de la política de gobierno para la gobernabilidad sustentable. 3.- la comprensión de la teoría de las decisiones desde la visión de la neurociencia cognitiva. 4.- el rechazo de la enfermedad como bien económico a explotar. 5.- la docencia en investigación para el conocimiento científico como acto natural salugénico constante. 6.- los pobres como opción de fundamento.

Desempeño Laboral
Gerente de Servicios de Salud Pública, Hospitales, Ambulatorios y Clínicas. 
Docencia universitaria en las áreas de liderazgo, gerencia, filosofía de la ciencia e investigación para el conocimiento científico.

Intereses: historia de la ciencia, filosofía de la mente, transhumanismo y ciencia ficción.

Artículos Académicos (algunos):

1.                  Enseñanza aprendizaje del pensamiento objetivo para la investigación y desarrollo.
2.  Desde lo artificial en el humano hasta la sustentabilidad de la investigación y desarrollo: una visión evolutiva.
3.                  Aportes de la tecnología en la aplicación del conocimiento científico médico y su relación con la política pública gubernamental en Venezuela siglo XX
4.  Nociones elementales de ética: de la bioética en el espacio público.
5.                  Sobre las formas del pensamiento para explicar el tejido de la realidad.
6.  Verdad y educación en el investigador: una visión gnoseológica en la organicidad conductista.
7.                  La hermenéutica desde la neurociencia: de la interpretación en las funciones ejecutivas.
8. Reflexiones para comprender el liderazgo y la gerencia.
9.                  Antecedentes históricos de la escuela de relaciones humanas en las organizaciones.
10. La docilidad dialógica del comportamiento organizacional.
11. La organización desde la neurociencia evolutiva.
12.              Neurogerencia: el éxito en las instituciones desde la comprensión de sus miembros bajo una visión praxeológica.
13. Riesgo en salud bajo un contexto de incertidumbre
14.              Racionalidad en la elaboración de la política pública y su relación con la formación de las elites gubernamentales.
15.  Decisiones de los médicos en el ambiente hospitalario: una visión antropológica a la luz de la evolución.
16.              El hospital como monumento y mito en la ciudad.

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