MANUEL ISIDRO MOLINA
El precario triunfo del NO en Colombia desató la histeria de los más enconados e ignorantes ultra derechistas venezolanos, quienes desde nuestro país y el exterior hicieron gala de sus insensateces y estupideces. Realmente, han avergonzado a Venezuela ante el mundo.
Con razón, no han podido triunfar en su empeño regresivo de hacerse con el gobierno en nuestro país; independientemente de los criticables y censurables errores del chavismo y las pillerías de las mafias que fueron apoderándose del gobierno desde 1998, con la anuencia del presidente Hugo Chávez Frías, quien dejó como legado no solo su curioso liderazgo sino todo un mundo de abuso de poder, inconsistencias, piraterías y hasta el insólito raterismo cívico-militar-empresarial, que han contribuido en altísimo grado a destartalar la economía venezolana.
Los acuerdos de La Habana firmados en Cartagena el lunes 26 de septiembre, son un entramado de compromisos construido pacientemente por las partes durante los últimos cuatro años. Seguramente, insuficiencias o inconveniencias hubo de incluir ese afanoso pacto de paz, levantado sobre una ruinosa y espantosa alfombra de asesinatos, agresiones físicas y exclusión social. Esa historia -que algunos locos dicen querer para Venezuela, desde su borrachera marcatista/betancourista- de violencia fratricida impuesta por la sanguinaria oligarquía colombiana comenzó (¿o siguió?) mucho antes del frío y alevoso magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán aquel 9 de abril de 1948, que desató los demonios. A juicio de su hija Gloria Gaitán, los sicarios de la oligarquía asesinaban líderes campesinos, obreros y políticos opuestos a su brutal dominio segregador, desde al menos 1936, doce años antes de los fatídicos disparos contra la humanidad de su padre.
Los acuerdos de La Habana, logrados con el apoyo del mundo entero, pretenden desandar la locura fratricida que mantiene muy enferma a la sociedad colombiana, no solo ensangrentada por la violencia política sino enervada por mafias de todo tipo, que han sido “marca de exportación” de los peores delitos contra la humanidad: narcotráfico, sicariato, tráfico de mujeres, niños, niñas y adolescentes, secuestro y extorsión, falsificación de dinero y documentos diversos, contrabando y un largo etcétera que la oligarquía colombiana se ha empeñado, con sus aliados de Norteamérica y Europa, en esconder y hasta endilgar a algunos de sus países víctimas, especialmente Venezuela.
Por eso, el mundo entero y los venezolanos en especial apostábamos al triunfo del SÍ, el domingo 2 de octubre pasado. Hubiese sido la música en la fiesta, el inicio de un gran sueño de entendimiento y desarrollo con justicia social de nuestra vecina Colombia, con vastas consecuencias positivas para el entorno latinocaribeño.
El sufrido pueblo colombiano ha tenido y tiene en el pueblo venezolano un aliado solidario, paciente y afectivo, que ha cobijado a más de cinco millones de colombianos y colombianas venidos a nuestra tierra a procurarse un poco de paz y modos de vida útil con su laboriosidad, alegría y bondad. Pero también, Venezuela ha sido objetivo deliberado de las muy diversas bandas delictivas provenientes de la descomposición habida en la sociedad colombiana, el narcotráfico entre ellas, junto a los desmanes de las bandas paramilitares –sembradas desde la frontera binacional por el uribismo asesino- y los delitos descargados por el accionar de las guerrillas del ELN y las FARC-EP. Aspiramos que salvados los acuerdos de paz, faciliten el inicio de un proceso antidelictivo que libere a Venezuela de tan graves perjuicios y dote al pueblo colombiano de facilidades para una vida fraterna y laboriosa.
Disculpas y agradecimiento
Al comenzar en firme el proceso de paz en Colombia, hoy interferido políticamente por el triunfo uribista del NO, corresponde a las autoridades colombianas ofrecer disculpas históricas por tanto agravio al pueblo venezolano, y expresar profundo y sincero agradecimiento a nuestro país por tan decidido apoyo a la pacificación de Colombia, durante al menos los últimos 50 años. Independientemente de la naturaleza de los gobiernos que hemos tenido aquí, Venezuela ha sido aliada sincera de los esfuerzos de paz para la ensangrentada Colombia, cuyo pueblo ha sido víctima de los embates de las guerras fratricidas provocadas y lideradas por sus oligarquías. ¡Esa es la verdad!
El referendo del 2 de octubre desnudó a la sociedad colombiana, la mostró en su dimensión profunda marcada por tanto crimen, corrupción, intolerancia política, odio y segregación social, todo muy bien enmascarado por los sistema de control oligárquicos.
Participé entusiasta de la expectativa favorable al SÍ, aunque mantenía y sostengo mis dudas sobre la viabilidad real de los acuerdos de paz, precisamente por el historial criminal de las oligarquías colombianas, ampliamente rendidas al dominio imperialista mundial con siete bases militares estadounidenses en su territorio y su alianza con la OTAN, lo que no debemos obviar los venezolanos.
La memoria puesta sobre el horroroso historial de asesinatos contra los dirigentes de la “Unión Patriótica” en los años ochenta del siglo pasado, indica la posibilidad de vuelta a la barbarie genocida: dos candidatos presidenciales asesinados, igual que diputados, alcaldes, concejales y líderes sociales cazados por sicarios de las oligarquías hasta sumar más de mil doscientos hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes combativos, miserablemente exterminados.
La revista bogotana Semana ha publicado diversos reportajes, entrevistas y análisis sobre el proceso por la paz. Las cifras son de espanto:
“Los datos del Grupo de Memoria Histórica (GMH) revelan que el conflicto ha causado la muerte de más de 220.000 personas entre 1958 y 2012, de las que 81,5% correspondían a civiles, las principales víctimas de la confrontación armada.
“Además de la violencia letal, cifras del Registro Único de Víctimas (RUV) señalan que hasta marzo de 2013 hubo 25.007 desaparecidos, 1.754 víctimas de violencia sexual, 6.421 niños, niñas y adolescentes reclutados por grupos armados y más de 5,7 millones de desplazados, un número que equivale a 15% del total de la población colombiana”.
Imaginemos la cuantificación sostenida de la matanza fratricida durante los últimos ochenta años desde 1936 hasta 2016, como lo sugiere Gloria Gaitán, empeñada en denunciar el orquestado bloqueo de la memoria histórica colombiana.
Durante los últimos años, la matanza de dirigentes sociales (campesinos, sindicales, culturales y políticos) y de defensores de derechos humanos ha continuado en Colombia: somosdefensores.org indica que en 2015 hubo 682 agresiones contra luchadores sociales, incluyendo 62 asesinatos, es decir, más de cinco personas acribilladas semanalmente, 3 secuestrados desaparecidos y 35 heridos víctimas de atentados; y el Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto (CERAC) ha registrado 105 asesinatos de líderes sociales en 2015, muy por encima de los 78 asesinatos inventariados en 2014. La matanza continúa con el agravante de que más del 70% de esos crímenes han sido cometidos por bandas paramilitares uribistas opuestas a los acuerdos de paz de La Habana.
Sigamos apostando a la paz de Colombia, basada en la justicia social, el respeto a los derechos del pueblo y el cese de la segregación social sostenida históricamente por las oligarquías.
· CELEBRO EL PREMIO NOBEL DE LA PAZ otorgado al presidente Juan Manuel Santos, reconocimiento merecido que estimula el fin del conflicto, el respeto a los acuerdos con las FARC y la necesidad de superar las pretensiones de la ultra derecha oligárquica criminal resumida en la tozudez autoritaria y belicista de Álvaro Uribe Vélez, quien ha quedado como un mediocre rencoroso y brutal, delincuente sanguinario impune.
· CONTINÚAN LOS GRAVES PROBLEMAS INTERNOS en Primero Justicia, con riesgo de división. Henrique Capriles sigue enfrentado a Julio Borges (“no se hablan”), Tomás Guanipa, Juan José Moreno y Jorge Millán. La última reunión fue explosiva.
· TREMENDO ESCÁNDALO EXPLOTÓ EN EL SENIAT después que Contrainteligencia Militar (DGCIM) apresó a funcionarios de la Gerencia de Contribuyentes Especiales extorsionando a los dueños del restaurán Terrazas, en Las Mercedes, Caracas. “Por orden de JDC se negoció la libertad de los extorsionadores”. Fueron destituidos y dejados “libres de polvo y paja”, pero los capos siguen en sus cargos. El capo mayor acostumbra no pagar cuentas de consumos, so pena de inspección y fiscalización leoninas (extorsión).
@manuelisidro21 - @manuelisidroXXI
* Ex presidente del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela
* Licenciado en Comunicación Social - Universidad Central de Venezuela
* Especialista en Ciencia Política - Universidad Simón Bolívar
* Columnista del semanario LA RAZÓN
* Asesor en análisis de entorno político y social
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