martes, 4 de marzo de 2025

DOMINGO KULTURAL / La vida es un Carnaval / Pedro Mosqueda


En una época de magnates locos dueños de algoritmos alienantes y de autócratas turbios y sin glorias se me hace claustrofóbico hablar o escribir sobre más de lo 'mesmo'.

Prefiero matar tiempo con el Dios Momo, sus máscaras, disfraces, bailes, colores, garotas, frenesí y libertinaje. El carnaval es simpático, por  ahora relajados. Hoy es la entrega de los Óscar y de eso va el mundo, de espectáculos, unos alegres, otros tristes o trágicos y uno que otro patético. ¿No es verdad, señor Trump?

Por eso, con todo y sus pesares, veamos la vida como un carnaval. Tal como la imaginó el argentino Víctor Daniel para componer su canción en homenaje a las víctimas del ataque terrorista (17/7/1994) a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Víctor Daniel estaba en Venezuela y vio por TV a una señora llorando porque perdió a toda su familia; en resumen el compositor de "La vida es un carnaval" le dijo a los familiares de los 85 muertos y 300 heridos que "Nadie está solo en el mundo, siempre hay alguien detrás de ustedes", "Es más bello vivir cantando".

La revista 'Rolling Stone' la incluyó en el 2021 entre las 500 mejores canciones de todos los tiempos. La ha cantado todo el mundo, pero algo tuvo que ver la gran Celia Cruz con ese éxito. Todo lo malo pasará. En esencia ese es el mensaje.

No está claro de dónde viene esta festividad. Parece que el nombre viene de "carnes tollendus", que en latín significa algo así como "intercambio carnal", de allí el nombre de "fiestas carnestolendas", pues como que había mucho intercambio carnal y de fluidos durante esas colosales francachelas.

Claro, porque la gracia de la fiesta es que durante una semana, en Roma y Cartago la gente se ponía máscaras, bailaba, bebía como locos, dejaba de ser quienes eran, se convertían en otros, en otras, y podían cometer las locuras que llevaban reprimidas en sus mediocres vidas como funcionarios, comerciantes o incluso como tribunos de la plebe, o senadores, quienes en tiempos ordinarios no podían andar públicamente con esos bochinches. Igual lo hacían, pero para portarse mal tenían que escaparse por las noches, encubiertos con capa y capucha, en busca de quién sabe qué. Lo bueno del carnaval era que podías hacerlo a la luz del día, bajo la protección de la máscara, y que la batahola incluía a todos, patricios y plebeyos, estibadores, damas de sociedad, quienes podían amanecer bajo 'e la matica, como decía Serrat: "Juntos los encuentra el sol / a la sombra de un farol / empapados en alcohol / magreando a una muchacha..."

Otra versión dice que en Cartago, al coliseo lo llenaban con agua de mar; y que se echaban al agua pequeñas naves, desde las cuales se armaban falsas peleas, de gente disfrazada, con espadas de palo, y lanzas con puntas romas. Esas fiestas se llamaban "carrus navalis" (carros navales) y de allí el término "carnavales." Pero es esa una discusión que de tan erudita cansa pronto.

Lo cierto es que yo no me resisto nunca a la idea de cumplir algún día con el propósito número 9 antes de morir (son 10), ir a un Carnaval de Río.

Ayer estuve recordando una anécdota medio jocosa de nuestra amada parroquia pueblerina. Estaba en la oficina de un rico maracayero e irrumpió otro rico. Traté de levantarme para irme: "Quédate", me dijeron. Me quedé pero fingía que no estaba interesado en la conversación. Hasta que escuché:

-Tulio, ¿cúantas veces has ido a los carnavales de Río?

-Ninguna ¿y tú?, respondió.

-He ido a 12 Carnavales de Río, siempre con una novia diferente. Los reales son para eso.

-Éste sí me supo joder, dijo Tulio.

Con Parra almorcé en alguna oportunidad, invitado por él, por supuesto, para eso era rico y pana. Yo sentí que teníamos pocos temas en común, pero se me ocurrió preguntarle si había ido también a los carnavales de Venecia. Me vio de arriba abajo y en tono socarrón respondió:

-Esa barajita también te la tengo.

Tiempo después murió, vivió 90 años bien vividos.

Leonardo DiCaprio, que no es pobre ni beato, se encerró con 19 modelos en un yate en Río de Janeiro, cargado de champaña y quién sabe qué más, durante unos carnavales de Río. Aún estaba metido en el personaje de El lobo de Wall Street.

Pero no vayamos tan lejos, Venezuela siempre ha tenido buenos carnavales, no tan famosos en el mundo, pero los tiene. El de Carúpano y el de El Callao son o fueron muy buenos. Cuando salí del bachillerato me hice un regalo: mamando y loco, con 18 años de edad, recorrí Venezuela en autostop (mochilero, pidiendo cola), y puedo dar fe de por qué el carnaval de El Callao, con su Calipso y 'Las madamas', es Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. Yo estuve allí.

Maracay tuvo buenos carnavales, y en los años 1960-70 la plaza Bolívar era el epicentro de todo aquello. Cuentan que el querido y recordado gobernador Pérez Segnini se disfrazaba de 'negrita' para bailar de incógnito en medio de aquel bonche. Parece que le dijo a alguien "¡A que no me conoces!" y éste le quitó la máscara. ¡El Gobernador, el Gobernador vestido de negrita! fue el grito que cundió por toda la plaza.

En el fondo sonaba Carnaval del 66 ya verás lo que voy hacer, de Billo's Caracas Boys; era nuestro bossa nova Garota de Ipanema o Chica de Ipanema. 

Aguas abajo, en todo arrabal, comunidad y barrio que se precie, hacían o hacen su fiesta y su bañadera. ¿De dónde viene eso de mojar a la gente en carnaval con bombitas, tobos, mangueras? Para mí es un misterio, digno de una investigación sociológica, si alguien lo sabe,  que nos lo cuente.

Bueno, pues uno que otro parroquiano se disfrazaba de mamarracho y jodía largo rato por las calles. A mí por ejemplo me tocó hacer de Príncipe en la escuela. El tema es que no teníamos recursos para comprar la vestimenta, la capa y demás aditamentos. Me presenté con el uniforme del colegio; detrás de la cortina las maestras deliberaban y me llevaron a coronar a la reina del carnaval Su Majestad Yoli I. Al momento de saludar vino la pita. Decían, "¡Es un falso príncipe... Es un falso príncipe!" En el fondo tenían razón, vamos a estar claros. ¡Pero yo era un chamo pobre, y eso no se hace!

La directora de la escuela, consciente del posible daño psicológico a un menor, intervino y puso orden, y para concluir, mirándolos a todos con ojos de "busquen su muerte natural", dijo (ordenó):

-Un príncipe es un príncipe, aunque no vista de capa y corona.

Aplausos... las maestras valen oro.

No todo el tiempo el carnaval en Venezuela ha sido joda; la famosa generación del 28 lo aprovechó para organizar la semana del estudiante, y en su programa estaba contemplada la coronación de Beatriz l (Beatriz Peña) en el Teatro Municipal, lo cual fue un verdadero acto político contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Los jóvenes oradores Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt y Joaquín Gabaldón Márquez fueron presos y llevados a La Rotunda. Hubo mucha efervescencia en todo el país y un grupo grande de estudiantes se entregó en solidaridad (igualito que ahora); más de 200 estudiantes fueron llevados presos al Castillo de Puerto Cabello.  Ese tiempo de carnaval produjo el nuevo relevo político, la famosa generación del 28; todo no es máscara, papelillos  y libertinaje.

Sé que están ladillados y esto se alargó, pero les tengo otro cuento, una variante política del anterior.

Los organizadores de la Serie Mundial de Beisbol Amateur del año 1944 (Venezuela era la sede) acordaron que la reina sería electa por votación universal, directa y secreta (nunca visto). Fue una verdadera campaña electoral entre la maestra Yolanda Leal y otra joven de sociedad hija de un ministro, la señorita Oli Clemente.

Ambas recorrieron todos los medios de comunicación y la polarización fue tal que a la maestra la apoyaba el periódico popular Últimas Noticias, Acción Democrática, los sindicatos, y a la otra joven la apoyaban el sector empresarial, El Nacional y los clubes sifrinos de Caracas, que en aquella época no se les decía sifrinos sino popoff. La gente tenía hambre de votar, hambre de participación. El presidente Medina Angarita tuvo que intervenir y aclarar que no tenía preferencias.

Fue tarde, ya en la calle circulaban volantes y en las paredes pintas con: "Yolanda Leal para la gente vulgar. Oly Clemente para la gente decente". Una era la  "reina del pueblo" y la otra  "La novia del país".

Al final Miguel Otero Silva le dedicó un bello poema con piquete político democrático a la ganadora Yolanda Leal. El pueblo habló.

Un momentico, tico; no te desesperes, Pérez. Dije que estábamos matando tiempo, pues vamos a concluir esto con el popular cuento mil veces contado. 

La joven y popular reina de Mare Abajo, en Vargas, La Guaira, o como le vayan a poner en un futuro a ese litoral, fue coronada con vítores, cohetones y templete, y el locutor de una una radio AM de la zona la pregunta en vivo:

-Su Majestad, Yubileisy I, ¿qué le pide usted a sus súbditos?

-Nas noches... Yo lo único que les pido es que hayga mucha cerveza fría, que temos bailando hasta el amanecer, ¡Y que no hayga peo!

¡La vida es un carnaval!

Nos vemos por ahí.

Pedro Mosqueda

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