miércoles, 11 de diciembre de 2024

La voz de Sucre en Ayacucho sigue vigente después de 200 años


Jesús Alberto Castillo
(*)

La Batalla de Ayacucho, ocurrida el 9 de diciembre de 1824, fue la gran hazaña que llenó de gloria a Antonio José de Sucre, el infatigable soldado cumanés que despertó los más nobles sentimientos de amor y libertad por su patria. Ayacucho simboliza la emancipación definitiva de América del imperio español. Gracias a su disciplina, talento y valentía pudo llevar a cabo tan loable tarea. Su imagen es la del militar magnánimo, ingenioso y respetuoso con todos, incluidos sus más acérrimos adversarios. 

El reconocido historiador carupanero José Luis Salcedo Bastardo, en su prólogo de la obra "De mi propia mano", editada por la Fundación Biblioteca Ayacucho en 1981, lo describe como "el más severo, estricto y rígido de los principales capitanes de la Emancipación. Un paradigma en el cumplimiento de su deber y celoso garante de la disciplina castrense. Noble, duro y franco. Profesional y virtuoso; ajeno a inmiscuirse a la aventura política de al juego politiquero.

Hoy muy pocos saben de su célebre arenga en el campo de batalla, allá en Ayacucho, lugar llamado "el rincón de los muertos" y que inspiró a todo ese grandioso ejército patriótico para obtener la victoria y romper las cadenas de la opresión hispánica. Es nuestro deber describir sucintamente parte de ella en cada uno de los batallones dirigidos por el Gran Mariscal para que sirva de voz a quienes aún seguimos luchando por la libertad de la nación.

La referida arenga "Once veces América, diez veces libertad" se inicia con la voz firme del valioso cumanés al Batallón No. 2 en estos términos: «¡Me acompañasteis en Quito; vencisteis en Pichincha, y disteis libertad a Colombia: hoy me acompañas en Ayacucho; también venceréis y daréis libertad al Perú asegurando para siempre la Independencia de América!» A la Legión Peruana, Sucre le dice: «¡Si fuiste desgraciada en Torata y Moguegua, salisteis con Gloria y probasteis al enemigo vuestro valor y disciplina; hoy triunfaréis y habréis dado libertad a vuestra patria y América!»

Luego se dirige a Los Compatriotas Llaneros: «¡Estoy viendo las la Zas del Diamante de Apure, las de Mucuritas, Queseras del Medio y Calabozo, las del Pantano de Vargas y Boyacá, la de Carabobo, las de Ibarra y Junín (...) Desde Junín ya sabéis que allí (en el cerro en frente, donde estaban los españoles) no hay jinetes, que allí no hay hombres para vosotros. Sonó la hora de ir a tomarlos. Obedientes a vuestros jefes caed sobre esas columnas y deshacedlas como centellas del cielo. ¡Lanza al que ose afrentaros! ¡Corazón de amigos y hermanos para los rendidos! ¡Viva el llanero invencible!»

A los soldados del batallón Caracas les dice: «Guirnalda de reliquias beneméritas  (...) que recordáis tantas victorias cuantas cicatrices adornan el pecho de vuestros veteranos. Ayer asombrasteis al remoto Atlántico en Maracaibo y Coro; hoy los Andes del Perú se humillarán a vuestra intrepidez. Vuestro nombre os manda a todos a ser héroes. Es el de la patria del Libertador, el de la ciudad sagrada que marcha con él al frente de la América. ¡Viva el Libertador! ¡Viva la cuna de la libertad!»

Así y muchas otras palabras, llenas de pasión y heroísmo, brotaron de los labios del Gran Mariscal de Ayacucho ante la mirada esperanzadora de sus soldados en pleno terreno de combate. Es el grito de libertad de la patria que exige una acción valiente de sus hijos. Sucre así lo comprendió y llevó a cabo con valor esa majestuosa gesta emancipadora en Ayacucho. 

Antonio José de Sucre, consciente del enorme compromiso que tenía en sus hombros, alzó la voz y le levantó la moral a su ejército al proclamar: «¡Soldados! De los esfuerzos de hoy, pende la suerte de la América del Sur...Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia».  Esa voz emancipadora del Abel de Colombia  sigue vibrante y firme en el firmamento de la Venezuela de hoy, justo cuando se cumplen 200 años de la Batalla de Ayacucho. ¡Nos corresponde hacer realidad lo que ella proclama!

(*) Politólogo y profesor universitario

No hay comentarios: