"En sus ditirámbicos afanes internacionales, el presidente estadounidenses no tiene ni un solo trofeo qué mostrar; y a lo interno, su ignorante terquedad frente a la pandemia Covid-19 y su racismo supremacista han hecho un cóctel que lo enerva hasta un punto lastimoso"
Hace unos dos meses, todavía algunos analistas dudaban del derrumbe vertiginoso de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Unos no lo percibían por escasa capacidad de análisis o falta de información, pero otros simplemente se negaban tercamente a aceptar la realidad: una tendencia que los amenaza de muerte política, de mengua irreparable, porque se casaron genuflexamente con la política imperialista y supremacista que el mismísimo Trump puso de moda por una 40 meses. Ya, no.
La muerte política de Trump no es solo electoral. Es el peor y más desencajado presidente estadounidense, al menos en los últimos cien años. En sus ditirámbicos afanes internacionales, el presidente estadounidenses no tiene ni un solo trofeo qué mostrar; y a lo interno, su ignorante terquedad frente a la pandemia Covid-19 y su racismo supremacista han hecho un cóctel que lo enerva hasta un punto lastimoso: se mueve proque respira, pero carece de iniciativas útiles y la valoración negadtiva en su contra se a tornado en abierto desprecio por su persona y ejecutorias.
Desastre internacional
Dolnald Trump está deshilachado a nivel internacional, a pesar del enorme poder que todavía conserva Estados Unidos desde el punto de vista militar.
Los intereses económicos de Europa y Japón no han hecho sino repeler las pretensiones hegemonistas de Trump, al tiempo que China, Rusia, India y hasta Turquía le han resistido estratégicamente sus embates ilusos de dominio absoluto de la economía mundial. Y la crisis imprevista (para todos) de la Covid-19, no ha hecho más que desnudar y asfixiar la poderosa economía estadounidense, muy dependiente de sus nexos mundiales, como un concurrente más en el mercado global, muy importante, pero no el preponderante, como lo fue brevemente desde el derrumbe de la URSS (1989-1991) hasta la emergencias alucinante de China como nueva potencia económica, tecnológica y militar con fuerte potencial mundial.
La guerra de Trump contra China es capítulo aparte, pero demasiado importante. La imposición abrupta de aranceles a los productos chinos desde Washington, el cerco a las tecnologías del gigante Huawei y hasta la confrontación a propósito de la pandemia Covid-19, ilustran el peor momento de las relaciones entre los Estados Unidos de América y la República Popular China, desde los años setenta que inauguró Richard Nixón con su política de acercamiento a China y alianza contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Pero, en el campo político-militar es que más se ve a Trump con el agua por las orejas: ni uno solo de los escenarios regionales le permite siquiera una sonrisa.
- Con la República Popular Democrática de Corea ("Corea del Norte") pasó de la hilaridad atómica a la inacción absoluta: Trump confundió la "desnuclearización de la península coreana" firmada con el presidente Kim Yong Un, con su íntimo deseo (el de Trump) de lograr bajo amenaza y "máxima tensión" la "desnuclearización (solo) de Corea del Norte". Se equivocó y cayó en el trauma del desprecio político. Ahora, todo se ha complicado y las relaciones entre las dos Coreas están totalmente interrumpidas.
- Con Irán, la apuesta intimidadora de Trump tampoco ha tenido éxito, al punto de que ninguno de los otros gobiernos firmantes de los acuerdos con Teherán sobre la limitación de sus investigaciones atómicas, ha seguido los interruptores pasos de Washington. Irán ha expandido fuertemente su influencia en la región, y el asesinato del general Qasem Soleimani en Irak por órdenes de Trump, agravó todo y más bien generó un inesperado pacto shiita entre Teherán y Bagdad, cuyas consecuencias aún se desconocen. Nadie en el mundo celebró esa "victoria" militar de Trump, simplemente porque se trató de un acto terrorista de Estado, contrario a todo ordenamiento jurídico internacional.
- En Siria, Estados Unidos sigue tan empantanado como en Afganistán, Siria o Yemen, directamente, con o por sus aliados. Y el maridaje de Trump con Benjamín Netanyahu en Israel y su política supremacista invasora de territorios palestinos y su consecuente violación de derechos humanos, le ha ganado la repulsión árabe y musulmana mayoritaria.
- En América Latina y el Caribe es donde Trump ha logrado cohesionar un espectro de apoyos envilecidos y enervados por el resurgimiento del macartismo y el monroísmo como política continental, pero sus principales constructos se han desvanecido como el "Grupo de Lima", igual que la tambaleante OEA (Organización de Estados Americanos, cuna del Panamericanismo) y el resucitado TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, 1947).
- Su principal yunta orgánica es con el uribismno colombiano, cuyos dirigehtes han dispuesto a Colombia como territorio para la agresión constante y creciente contra Venezuela, como jamás había ocurrido. El propósito de esa política es derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro, y tampoco han podido, a pesar del brutal y criminal bloqueo Trump-Guaidó, profundizado incluso en tiempo de pandemia, lo que desnuda en su miseria tanto a Donald Trump y su más cercano círculo de halcones, como a los títeres venezolanos que desde Caracas, Bogotá y Miami le han permitido y aplaudido todos sus desafueros.
Su peor escenario
Sin embargo, su peor escenario es el interno. Ya no lo quieren. Se podría vaticinar cómodamente, que su reelección no va el próximo 3 de noviembre; será ampliamente derrotado por su contrincante demócrata y ex vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, apoyado por el stablishmen, la maquinaria demócrata y las poderosas infleuncias de los ex presidente Bill Clinton y Barak Obama.
En realidad, Trump ha sido un presidente minoritario desde que fue electo en 2016, porque en el voto popular obtuvo 2,7 millones de votos menos que Hillary Clinton. Y encima, en las parlamentarias de 2018 perdió la mayoría republicana en la Cámara de Representantes. Pocos lo quieren y menos lo admiran. Su precariedad intelectual, brutalidad personal y supremacismo racista lo han arrastrado al campo de la derrota anunciada, sin retorno.
Las encuestas recientes
Las encuestas más recientes, no solo de opinión o valoracuón sobre la gestión de Trump, sino de intención de voto, lo muestran deshecho, en acelerado derrumbe frente a Biden, insípido líder demócrata que va camino a coronarse como mal menor. La cohesión demócrata en torno a Joe Biden y el desencanto republicano, más la creciente adversión popular hacia Trump y su gestión interna y externa, pues le han socavado cualquier posibilidad de triunfo.
Las protestas populares contra su gobierno no cesan, contra el racismo y el supremacismo, pero también por la brutalidad policial contra las comunidades negras e hispanas, principalmente, ante lo cual Trump no solo ha hecho mutis sino que la ha dejado correr irresponsablemente.
La pasmosa pandemia Covid-19 en Estados Unidos es otro factor descollante: más de 146.000 muertos y más de 4,2 millones de contagiados hablan por sí mismos del fracaso de su desdeñosa política sanitaria, parecida a la de su entusiasta seguidor brasilero Jair Bolsonaro.
El diario conservador español ABC tituló en forma clara y concisa: "Trump se desploma frente a Biden en las encuestas en Florida, un estado clave". Y así ha sido, tanto, que provocó la suspensión de la Convención Republicana en Miami.
Pero la cosa no queda ahí, Al analizar las últimas encuestas, los periodistas de ABC son mucho más explícitos:
"Según el último sondeo de la Universidad Quinnipiac, el 51% de los votantes de Florida apoyan al rival de Trump, el demócrata Joe Biden, mientras que el 38% votarían a favor del presidente. Una brecha importante, de trece puntos,
en un estado que Trump ganó por la mínima a Hillary Clinton en 2016,
por un punto. Y una gran diferencia respecto a la misma encuesta en
abril que que daba a Biden el 46% de los apoyos, frente al 42% de Trump".
En Caracas, Guaidó & Co. están de luto; también, sus peones en Bogotá y Miami. Eso números de Trump, les quitan el sueño: saben que la era Trump está muriendo aceleradamente, y con fecha para el epitafio, 3 de noviembre de 2020. Se quedan sin jefe y sin sostén, lo siguen en su rodada.
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