domingo, 12 de enero de 2020

La muerte de la Asamblea Nacional... lo bueno y lo malo de nuestra sociedad está expresado en su dinámica



MANUEL ISIDRO MOLINA
@manuelisidroXXI 

Generalmente, los parlamentos son expresión de las sociedades que representan, sus tendencias, contradicciones, áreas de coincidencia y anhelos. Como siempre, hay excepciones.

La Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, aunque parezca un atrevimiento, confirma la regla: lo bueno y lo malo de nuestra sociedad está expresado en su dinámica.

Mil veces he resaltado que Venezuela sufre una "tragedia histórica", y que requerimos con urgencia y compromiso impulsar un proceso de reconstrucción moral, para superarla. Eso, precisamente, es lo que confirma el actual desastroso y lamentable estadio de la AN.

No se puede seguir mintiendo y manipulando, tan impunemente. Es claro, que la AN está muerta, literalmente hablando. No sirve para nada, no le presta servicios a la nación ni está en capacidad de atender los sufrimientos y reclamos del pueblo venezolano. Mejor es cerrarla, olvidarse de ella y convocar elecciones parlamentarias adelantadas, para que se exprese libremente la pluralidad nacional, en auténtico acto de soberanía popular.

La AN ha muerto por las insensateces, la irresponsabilidad histórica y la galopante corrupción de buena parte de sus integrantes, a partir de la elección de diciembre de 2015, que arrojó una sorpresiva mayoría calificada de dos tercios, con 112 diputados y diputadas, para la desaparecida alianza opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD). 

Una de las claves del momento político actual es que la mencionada alianza político-electoral circunstancial opositora de 2015, no existe: la mataron temprano, sus propios integrantes, por sectarismos baratos y propósitos mezquinos.

Frente a esa "oposición" diezmada y auto destruida, actúa la alianza gubernamental Gran Polo Patriótico (GPP), derrotada aplastantemente en 2015, y hoy envalentonada y pendenciera sin aceptar la hostil realidad que la adversa: no menos del 80 % de la opinión pública rechaza la gestión del presidente Nicolás Maduro.

"GPP" es mucho decir. Todo mundo sabe que el PSUV lo controla al gusto de Miraflores, pues sus otros integrantes son micro partidos sometidos a los dictados del gobierno y sus estrictos controles burocráticos y crematísticos. Nadie puede negar que así ha funcionado la gestión Chávez-Maduro (1999/2020), a punta de abuso de poder, ánimo monopartidista y corrupción, con base en la dilapidación de recursos públicos.

Desde las últimas tres semanas de 2015, el gobierno se dedicó -exitosamente- a demoler la eficacia de la mayoría calificada que lo amenazaba. Maduro -astuto, inescrupuloso, poco inteligente y escasamente formado- supo sacarle ventajas a las insensateces opositoras: Henry Ramos Allup (2016), Julio Borges (2017) y Omar Barboza (2018) no pudieron desde la presidencia de la AN, desbancarlo. Y en 2019, el aventurerismo de Juan Guaidó y Voluntad Popular, le entregaron el resto, esta vez asidos vergonzosamente a los dictados y al financianiento de EEUU, el uribismo colombiano y algunos gobiernos europeos, empeñados en decidir el rumbo de la patria de Bolívar sin el ejercicio de soberanía por parte del pueblo venezolano.

Con estupor,  el país ha presenciado la tramoya parlamentaria del 5-E. Según la vigente sentencia del TSJ que la declaró en "desacato", todas sus decisiones han sido nulas, sin valor jurídico ni institucional. Así digan que "no" los bandos en pugna irracional. Esas dos "directivas", simple y llanamente, no existen. El parlamento ha muerto! RIP.

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