La primera vez que lo vi, no tuve dudas: él era para mí. Sus ojos oscuros me hablaron, me
contaron en segundos de un pasado triste y solitario mezclado con la chispa de la certeza de
un futuro increíble. Y simplemente lo supe.
Eso que él visualizaba tan apasionadamente era
nuestra vida juntos, ni más ni menos.
Todavía no sé por qué me eligió. Qué hay en mí que lo hizo seguirme hasta aquel
estacionamiento una tarde de viernes. Nunca se lo he preguntado, y aunque lo haga, lo más
probable es que no me sepa responder. Yo no era la única en aquel mercadito al aire libre,
pero me eligió a mí.
Para siempre me sentiré extremadamente afortunada y agradecida con
él por haberlo hecho, porque estoy segura que yo no hubiera tenido las agallas de dar el
primer paso.
Fue difícil acostumbrarnos a las rutinas de cada uno, no voy a mentir. La construcción de
toda relación requiere de tiempo y esfuerzo, sin sentirse nunca como una carga. Debe darse
fácil, igual que un bebé hambriento agarra la teta de la madre. Y así es con nosotros. Fácil.
Somos diferentes, pero he ahí el condimento de toda relación, ¿o no? Él prefiere estar al
aire libre, yo prefiero estar en casa. A mí no me gusta compartir, a él le encanta pedirme
comida de mi plato. Yo puedo pasar todo un domingo en cama, él prefiere ejercitarse. ¿Pero
cuál es el problema? Los opuestos se atraen, así lo dice la ciencia. Estamos en un mundo
regido por la física, y ¡menos mal! Así fue como terminamos el uno con el otro.
Cuando estamos juntos no hay necesidad de palabras bonitas ni gestos grandiosos. Con solo
verlo, entiendo lo que quiere, lo que siente. Y aunque nunca me lo ha dicho, sé que él me
comprende de la misma manera. Eso es una certeza, solo con mirarlo, lo sé. Sus ojos
oscuros me hablan, y yo le respondo con los míos, tal vez menos transparentes pero igual
de francos.
Después de muchos kilómetros recorridos y tantos abrazos compartidos, puedo decir que
soy feliz. Sé que nuestro tiempo juntos está contado, que él no estará toda la vida a mi lado,
pero no me importa. Sonará trillado, pero hay que sacarle provecho al tiempo que sí
tenemos garantizado.
El universo movió toda su maquinaria para hacer que nos
encontráramos, tal y como lo pedí. La vida lo trajo a mi lado, a él, el de los ojos oscuros y
la mirada sincera. Siempre que me dicen que no puedo amarlo tanto, me pregunto ¿será
que no conocen el amor verdadero? Es un sentimiento fuerte, profundo, algo que no puedes
arrancarte del pecho sin más. Está ahí y hay que aprender a vivir con él o esperar que pase,
pero tengo la certeza de que será eterno.
Él es inteligente, sabe cómo obtener lo que desea.
Es noble, incapaz de engendrar malos sentimientos.
Divertido, le puede sacar una carcajada a quien sea.
Cariñoso, sabe exactamente qué hacer para hacerme sentir mejor.
Es realmente un alma transparente, capaz de enamorar con sus encantos a cualquiera que
conoce.
Así es Fito, mi compañero, mi mejor amigo, el mejor perro del mundo.
Valentina Hidalgo Sánchez
valentinax3000@gmail.com
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