El chavismo
Ministro de Relaciones Exteriores
Presidente de CorpoMiranda
Caracas, 08 Dic. AVN.- La corriente militar- popular bolivariana que comenzó a constituirse como una fuerza política, bajo el liderazgo del Comandante Hugo Chávez, tuvo su origen más inmediato en las rebeliones populares y militares de 1989 y 1992, respectivamente. No obstante, la arquitectura del Movimiento Bolivariano 200 (MBR 200) en la calle, comenzó a ejecutarse a partir del año 1994, cuando Hugo Chávez sale de la cárcel y comienza un peregrinar social y político por todo el país.
Entre 1994 y 1998, el Comandante Chávez logra sumar a estudiantes, profesionales, pequeños y medianos empresarios, campesinos, cultores, pescadores, mineros, indígenas, obreros, mujeres, jóvenes, militares, dirigentes locales y a la casi totalidad de la dirigencia de la izquierda venezolana, bajo las banderas del rescate del pensamiento bolivariano y de la convocatoria a una Asamblea Constituyente para refundar el Estado, recuperar la soberanía popular y nacional, así como transformar la estructura de exclusión social de las grandes mayorías. Incluso, de manera oportunista, importantes sectores de la burguesía brindan apoyo a la insurgente fuerza política bolivariana.
Es así como el 6 de diciembre de 1998, el Comandante Chávez es elegido Presidente, activándose el proceso constituyente que permitiría la elección de la Asamblea Nacional Constituyente y la posterior aprobación popular de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, hecho inédito en nuestra historia.
En el contexto del proceso constituyente, el presidente de la República, Hugo Chávez, comienza a dar pasos audaces tales como: empleo masivo de las Fuerzas Armadas para tareas de protección social y de desarrollo nacional; se lanza a la calle a contactarse con los sectores más humildes y excluidos; interpela a los dueños de los grandes medios de comunicación privados y le da un uso revolucionario a los medios de comunicación públicos; desarrolla un valiente política internacional al establecer puentes con Cuba, China, Irak, Irán e impulsa un proceso de recuperación del peso geopolítico de la OPEP, entre otros desafíos a los poderes establecidos. Todas estas medidas van configurando una nueva práctica política sustentada, en el ejercicio pleno de la soberanía nacional y de la Independencia del gobierno de la República de cualquier factor de poder interno o externo; la reivindicación del protagonismo político del pueblo; la inclusión social como derecho humano, así como la desmitificación de los poderes fácticos.
En el año 2000, después del proceso de refundación de los poderes públicos que ordenó la nueva Constitución, aprobada en 1999, el presidente Hugo Chávez solicita a la nueva Asamblea Nacional ser habilitado, mecanismo constitucional para legislar en materia social y económica.
Este proceso de elaboración y aprobación de leyes por parte del Ejecutivo, que buscaba cumplir el mandato constitucional de trasformar la institucionalidad, el régimen económico y el papel del Estado en la economía, sumada a una creciente tensión en lo internacional con Estados Unidos, Colombia y España, en defensa de nuestra soberanía y de la paz mundial, conllevarían una confrontación con las élites dominantes que desembocaría en los sucesos del año 2002.
Este recuento histórico sólo buscar contextualizar el momento en que aparece el término "chavista" para identificar a la corriente popular bolivariana que había insurgido a fínales de los 80 y principios de los 90 del siglo XX. Hasta el año 2001, las fuerzas políticas que liderizaba el Comandante Chávez nos identificábamos como "los bolivarianos y las bolivarianas", pocos compatriotas se definían como chavistas.
En el momento en que las élites dominantes decidieron poner fin al ensayo revolucionario, sacaron toda su artillería de odio social contra el pueblo pobre que seguía al Comandante Chávez. Es así, como a la larga e histórica lista de calificativos para criminalizar al pueblo (chusma, hordas, bandoleros, niches, tierruos, malandros, etcétera) se le sumaron nuevos epítetos: "chavista", en lo individual y en lo colectivo "hordas chavistas" o "círculos del terror".
En realidad, era un intento para despojarnos de nuestra identidad como bolivarianos, fue un último esfuerzo de la oligarquía para preservar el término bolivariano en los archivos enmohecidos de la Academia de Historia. Pero no sólo que no pudieron arrebatarnos el sentido nombre de hijos de Bolívar, sino que asumimos el de chavistas y lo re significamos con dignidad.
Recuerdo una marcha donde vi por primera vez la expresión escrita "Soy Chavista ¿y qué?", en un pedazo de cartón enarbolado por una mujer del pueblo. Fue entonces que nos hicimos chavistas, que en principio sólo significaba ser seguidores y defensores de Hugo Chávez. Y como bolivarianos y chavistas, conquistamos las victorias contra el golpe, los paros fascistas de 2002, las guarimbas de 2003 y ratificamos a nuestro Presidente en 2004.
Luego de consolidar las victorias populares de 2002, 2003 y 2004, reivindicamos nuestra identidad chavista. Recuerdo que en esos tiempos el Comandante comenzó a cuestionar el término, porque consideraba que daba pie a una corriente personalista contraria a los principios revolucionarios, pero más adelante se dio cuenta que ser chavista trascendía a su apellido.
Ser chavista implica una conexión amorosa con un líder político que no nos ha traicionado; significa la reivindicación como pueblo heredero de una pasado heroico que nos pertenece y que se ha hecho presente y futuro; es asumir que nadie es más que nadie, que todos tenemos derechos a todos los derechos; es sentir un amor profundo en el alma por nuestra Patria y sentirnos profundamente orgullosos de ser venezolanos, venezolanas, latinoamericanos y latinoamericanas.
Ser chavista es saber que el Poder nos pertenece como pueblo y no a los ricachones; es sentirnos respetados en nuestra diversidad cultural y social. Ser chavista, es ser consciente de que el ingreso nacional es para todos y todas; es tener la solidaridad humana como un valor supremo. Ser chavista es sentirnos parte de una fuerza ética para la vida, para la emancipación de los pueblos, para la unión Suramericana, para lo grande, para lo hermoso, como no los enseñó nuestro padre Simón Bolívar. Ser chavista es ser irreverente frente al poder de la dominación. Ser chavista es pensar y hacer desde la izquierda.
Es así como del bolivarianismo nació el chavismo, que es profundamente cristiano y que luego se hizo socialista, porque no hay otra manera de profesar, genuinamente, los más altos valores humanos.
Hoy, el chavismo es una de las fuerzas políticas y sociales de izquierda más grande y de mayor impacto en el mundo y se ha convertido en una referencia para "los pobres de esta tierra". Hoy, el chavismo es Hugo Chávez y Hugo Chávez es el chavismo.
Tan grande es el impacto de esta nueva cultura política, que la derecha venezolana y de otros países ha intentado apropiarse, sin éxito, de los códigos y valores del chavismo. Ellos no comprenden que no hay chavismo sin el pensar y la pasión de Chávez por el pueblo; que no hay chavismo sin pueblo libre, que no hay chavismo sin opción preferencial por los pobres, que no hay chavismo sin socialismo de veras.
Por eso y por muchas cosa más, somos orgullosamente chavistas, socialistas y bolivarianos. SOMOS EL CHAVISMO, UNA FUERZA ALEGRE Y REVOLUCIONARIA PARA LA LIBERACIÓN.
Feliz año nuevo 2013, año de grandes desafíos para Venezuela, año bicentenario de la proclamación como Libertador de Venezuela, de nuestro Padre Simón Bolívar. ¡Viviremos y Venceremos!
El 8D fue derrotado el miedo a la Comuna
Ministro para las Comunas y Movimiento Sociales
Caracas, 10 Dic. AVN.- La persona que todavía no alcance a entender lo que sucede en la Venezuela después de Chávez, debe comenzar por saber que las contiendas electorales dejaron de ser lo que lamentablemente siguen siendo en la mayoría de las democracias del mundo: un mero trámite que le permite a quienes ejercen el poder económico disputarse el control del poder político, ofertando variaciones de un mismo programa, que ni de chiste se plantea poner en entredicho el capitalismo.
Ya desde 1998, años antes de que Chávez hablara por primera vez de socialismo, son dos proyectos históricos los que antagonizan en cada contienda: el popular, bolivariano y revolucionario, y el que convoca a las fuerzas históricamente asociadas a la oligarquía, a los amos del valle, privilegios y prejuicios de raza y clase a cuestas. Chavismo y antichavismo, en resumidas cuentas.
Este 8D, ambos proyectos históricos volvieron a enfrentarse. Como es de esperarse, la oligarquía venezolana, y más concretamente la burguesía comercial importadora, que ahora mismo dirige a la clase política antichavista, ducha en estos menesteres, disimula con relativo éxito la verdadera naturaleza del conflicto, haciendo particular énfasis en la desideologización del debate público.
De un tiempo a esta parte, ha invertido la mayor parte de su devaluado capital político en la estrategia de desgaste, que busca colocar en el centro de la diatriba pública el tema de la ineficiencia gubernamental, sumado a llamados al diálogo y a la reconciliación, entre otras tácticas (entre las que se cuenta la apropiación y resignificación de ideas-fuerza del chavismo).
Durante los últimos meses, el antichavismo se animó a llevar esta estrategia de desgaste hasta sus últimas consecuencias: con un chavismo con la guardia baja por la convalecencia de su líder, y luego triste por su desaparición física, se fue a la guerra económica.
Tiene razón el presidente Maduro cuando afirma que el antichavismo no hizo campaña electoral, sino guerra. Y sabotaje. La primera para desmovilizar a la base social del chavismo, presa de la impotencia. El segundo (como el apagón eléctrico del lunes 2 de diciembre), para recordarle a su base social por qué hay que derrotar al chavismo "ineficiente".
Sólo en este contexto era posible concebir el 8D como un acontecimiento plebiscitario. Plebiscitario en el sentido de que el chavismo (y esto es expresión de la genialidad política de Chávez) es una fuerza que ha logrado prevalecer porque ha sido capaz de construir hegemonía popular y democrática, y la ha construido en buena medida porque tiene la vocación de someter permanentemente su proyecto histórico a la consulta de toda la sociedad.
Animado por los severos estragos que la guerra económica ha causado en la población, el antichavismo asumió el 8D como un plebiscito, pero en sentido notablemente distinto al anterior: igualmente entusiasmado por los resultados del 14A (tan solo 223 mil 599 votos de diferencia a favor de Maduro), se planteó superar al chavismo en votos totales. El cálculo era claro: debilitada la figura del presidente Maduro, en evidencia la dificultad del chavismo para construir un liderazgo político después de Chávez, la mesa estaba servida para decretar la acelerada descomposición del "régimen".
Ya sabemos que el antichavismo ha salido con las tablas en la cabeza: según el primer boletín del Consejo Nacional Electoral, el chavismo no sólo ha cuadruplicado al antichavismo en número de alcaldías, ganando en la mayoría de las capitales de estado, sino que le ha sacado una ventaja de casi 700 mil votos.
Es mucho lo que debe analizarse, por supuesto. Debe indagarse en las razones de la derrota de las fuerzas revolucionarias en ciudades claves. Debemos evaluar el papel desempeñado por el presidente Maduro durante estos ocho intensos meses: cómo ha venido convirtiéndose en el líder político de un movimiento que muchos, en muchas partes, ya daban por derrotado. Debemos releer detenidamente su discurso ante la Asamblea Nacional, el pasado 8 de octubre, y sacar las conclusiones a que hubiere lugar. Debemos analizar el impacto de la ofensiva económica, es decir, la apuesta por repolarizar en el campo económico, poniendo en el centro del debate público la necesidad de antagonizar con la burguesía. Igualmente, debemos ponderar el impacto que puede tener una política tan audaz como la Gran Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor, con todo lo que ella implica en cuanto a "concentración de fuego" en el territorio, al mejor estilo chavista.
Pero hay un aspecto adicional que, a mi juicio, debemos evitar que pase desapercibido. El 8D no sólo ha sido derrotada la idea antichavista de plebiscito. También ha sido derrotada la conseja según la cual el antichavismo debía salir a votar en masa para derrotar a la Comuna, una figura monstruosa, aberrante, contraria a la Constitución y las leyes, que pretendería sustituir a las alcaldías y, en último término, poner de rodillas a la mismísima democracia. Ha sido derrotado el miedo a la Comuna.
El argumento, falaz si es que puede llamarse argumento, apenas tomó vuelo durante la campaña (o la guerra), pero se asomó con insistencia durante los últimos días, en la Asamblea Nacional (a propósito de los debates para aprobar el Plan de la Patria como Ley de la República) y en algunos medios antichavistas.
Más curioso aún, la prensa antichavista la enfila hoy, 9 de diciembre, contra la Comuna. Quien no los conozca que los compre: si no supiéramos de los antecedentes de El Nacional, El Universal y El Mundo, podría pensarse que es pura casualidad esta singular lectura que hacen hoy del asunto. Basta con los títulos de las respectivas notas: "Comunas restarán Bs. 2,9 millardos del presupuesto de las alcaldías" (El Nacional, Economía y Negocios, 11); "Economía comunal minimizará las competencias de las alcaldías" (El Universal, Economía, 1-12); "Alcaldías obligadas a convivir con el poder comunal" (El Mundo, 4).
Si nos guiáramos por la línea editorial de la prensa antichavista, cualquier podría pensar que, victorioso el chavismo el 8D, las grandes perdedoras habrían sido las alcaldías. Porque, siempre según la prensa antichavista, las Comunas "restarán" o "minimizarán" el poder de las alcaldías o éstas se verán "obligadas" a coexistir con aquellas. Nótese cómo, al plantear el antichavismo este falso dilema entre Comunas y alcaldías, el pueblo organizado no aparece nunca. En el caso de El Universal, por ejemplo, no se trata de competencias que serán transferidas al pueblo organizado, sino de competencias que les serían arrebatadas a las alcaldías.
La realidad es otra: después del 8D, las Comunas son más fuertes porque hemos triunfado en la gran mayoría de los municipios. Tal es la manera correcta de plantear el asunto. De hecho, si hay alguna Comuna amenazada es porque allí gobiernan, desde antes o a partir del 8D, las fuerzas contrarias a la revolución.
En líneas generales, el panorama es alentador: antes de la Jornada Nacional de Registro de Comunas (24 de noviembre) existían 264 Comunas registradas, esparcidas en 106 municipios (31,6%). En la víspera del 8D, la cifra había ascendido a 473 Comunas registradas, en 168 municipios, el 50,15% del territorio nacional.
En el momento en que escribo, el Consejo Nacional Electoral ha oficializado los resultados en 158 de estos municipios. El cuadro es el siguiente: el chavismo ha triunfado en 127 municipios en donde existen Comunas, es decir, en un 80,4% de los casos. En esos 127 municipios están ubicadas 386 de las Comunas registradas, el 81,6%. Abrumadora mayoría.
Las 87 Comunas registradas restantes están asentadas en 31 municipios en los que el chavismo fue derrotado. Pero hay un dato muy interesante: 38 de esas Comunas (43,7%), casi la mitad, están ubicadas en parroquias donde triunfó la revolución. Así, por ejemplo, en Lara, todas las 16 Comunas en el municipio Iribarren están en parroquias donde venció el chavismo, incluyendo 6 de ellas en la parroquia Juan de Villegas, importante bastión popular. En Barinas, municipio Barinas, todas las 3 Comunas están en parroquias donde ganó el chavismo. En Carabobo, municipio Valencia, las únicas 2 Comunas están en parroquias donde venció la revolución. En Miranda, municipio Sucre, 3 Comunas están en parroquias de mayoría chavista. En Zulia, la única Comuna registrada en el municipio Maracaibo está en la parroquia Idelfonso Vásquez, donde ganó el chavismo.
Después del 8D, y contra todo pronóstico, soplan vientos a favor de las fuerzas revolucionarias. No es poca cosa, siendo éste el año que ha sido: el más difícil por el que ha atravesado la revolución bolivariana.
Que terminemos este año con perspectivas ciertas de ir fortaleciendo cada vez más el autogobierno popular, a través de las Comunas, y en plena ofensiva contra la burguesía parasitaria, es una buena manera de hacerle honor al comandante Chávez. Un hombre de carne y hueso que honró con su vida el compromiso con todo un pueblo.
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