Por Manuel Isidro Molina ***
El pasado viernes 22 de febrero, hubo una tormenta de rumores abarcando un abanico de temas y personajes vinculados con la merma en la salud presidencial y el manejo del poder político-institucional.
Desde la muerte del Presidente electo Hugo Chávez hasta alzamientos militares, toma del palacio de Miraflores por grupos opuestos a Nicolás Maduro o a Diosdado Cabello y la renuncia del ministro de la Defensa circularon por esa inalcanzable red de telefonía+internet.
En esto resalta la incógnita militar. Importante es aclarar que no participo de alabanzas babosas ni de generalizaciones peyorativas, como no creo en golpes militares disfrazados de “cívico-militares”, entre otras razones porque el mundo militar es contrario a las claves de la vida civil, y en ésta los modos militares resultan agresivos, irrespetuosos e inaceptables. Ello no niega la necesaria colaboración, mutuo apoyo, entre la muy diversa sociedad abierta de ciudadanos y ciudadanas con plenos derechos políticos y la vertical maquinaria militar conducida constitucionalmente por el Jefe del Estado y los oficiales generales y almirantes del alto mando militar.
El problema exige comprender la ecuación de mutua dependencia con preeminencia de la sociedad civil organizada bajo pautas inevadibles de la Constitución de la República. El mando civil emanado de elecciones populares, prima: No existe legitimidad de mando al margen de lo previsto en la Constitución.
Chávez ha sido Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana por haber sido Presidente de la República electo por el pueblo, como reza la Constitución. No, porque sea teniente coronel en situación de retiro o haya comandado la frustrada rebelión militar del 4 de febrero de 1992. Tampoco, porque sea “Comandante de la Revolución Bolivariana”, como lo proclaman. Eso es propaganda barata con ansias épicas, tan efímera como el poder mismo. ¿Qué ha quedado de la discursiva laudatoria en torno a Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita o Marcos Pérez Jiménez y Wolfang Larrazábal? Nada. Así ocurrirá con Chávez, pasado mañana. Ahí, está la historia, de Venezuela y el mundo. Comenzando porque muchos de sus respectivos seguidores se convirtieron en pillos impenitentes vergonzantes, que jamás pudieron cantar como gallos.
Lo militar es tan importante como la política social o la conducción económica de la nación, pero no las gobierna ni suplanta. La equivocación superlativa es compartida por los fanáticos chavistas y antichavistas, quienes son idénticos en cuanto a su tendencia a echar mano de mecanismos extra constitucionales, autoritarios y violentos para preservar o alcanzar el poder.
Existen códigos no escritos. Uno de ellos, nos habla del celo de mando ejercido por la cúpula militar: “En discusiones de generales y almirantes no caben subalternos”, me dijo alguna vez el fallecido general Elio García Barrios, presidente de la Corte Marcial. “General es General y no le para bolas a teniente”, afirmó en presencia de un amigo, el general en jefe Jorge Luis García Carneiro, ex Comandante General del Ejército y ex ministro de la Defensa, actual gobernador civil del estado Vargas. Otro de esos códigos, es el de la impertinencia de los militares retirados frente a las responsabilidades que ejercen los oficiales activos: “Mi general” o “mi coronel” dicen los activos cuando por respeto se dirigen a oficiales retirados de su estima personal y respeto intelectual; a los otros, “ni los ignoran”, como dijera el gran Cantinflas. Lo demás, son cuentos de camino.
Como el país, la FANB no puede seguir en el limbo, sin claridad de mando por la grave enfermedad del Presidente electo Hugo Chávez. Y la exigencia de su juramentación se fortalece en su seno. Además, el ministro de la Defensa tiene autoridad administrativa sobre la conducción militar, sólo en tanto es órgano directo del Presidente de la República, Jefe de Estado y Comandante en Jefe de la FANB, cuando éste está en plenitud de sus facultades. El vacío de mando que hoy existe por la disminución de las capacidades presidenciales es real, constituyendo un serio problema institucional, político y militar, que debería estimular las neuronas de los altos cargos de los Poderes Públicos.
Sólo un Presidente de la República electo por el pueblo y debidamente juramentado, puede comandar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Si el Presidente electo no está en condiciones físicas e intelectuales para ejercer el cargo (no habla, no camina, respira mal, sufre un cáncer de los más agresivos y su pronóstico es “secreto”), pues habrá que elegir a otro, lo más pronto posible. No digo más.
domingo, 24 de febrero de 2013
PASANDO LA HOJA / La incógnita militar
Por Manuel Isidro Molina ***
El pasado viernes 22 de febrero, hubo una tormenta de rumores abarcando un abanico de temas y personajes vinculados con la merma en la salud presidencial y el manejo del poder político-institucional.
Desde la muerte del Presidente electo Hugo Chávez hasta alzamientos militares, toma del palacio de Miraflores por grupos opuestos a Nicolás Maduro o a Diosdado Cabello y la renuncia del ministro de la Defensa circularon por esa inalcanzable red de telefonía+internet.
En esto resalta la incógnita militar. Importante es aclarar que no participo de alabanzas babosas ni de generalizaciones peyorativas, como no creo en golpes militares disfrazados de “cívico-militares”, entre otras razones porque el mundo militar es contrario a las claves de la vida civil, y en ésta los modos militares resultan agresivos, irrespetuosos e inaceptables. Ello no niega la necesaria colaboración, mutuo apoyo, entre la muy diversa sociedad abierta de ciudadanos y ciudadanas con plenos derechos políticos y la vertical maquinaria militar conducida constitucionalmente por el Jefe del Estado y los oficiales generales y almirantes del alto mando militar.
El problema exige comprender la ecuación de mutua dependencia con preeminencia de la sociedad civil organizada bajo pautas inevadibles de la Constitución de la República. El mando civil emanado de elecciones populares, prima: No existe legitimidad de mando al margen de lo previsto en la Constitución.
Chávez ha sido Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana por haber sido Presidente de la República electo por el pueblo, como reza la Constitución. No, porque sea teniente coronel en situación de retiro o haya comandado la frustrada rebelión militar del 4 de febrero de 1992. Tampoco, porque sea “Comandante de la Revolución Bolivariana”, como lo proclaman. Eso es propaganda barata con ansias épicas, tan efímera como el poder mismo. ¿Qué ha quedado de la discursiva laudatoria en torno a Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita o Marcos Pérez Jiménez y Wolfang Larrazábal? Nada. Así ocurrirá con Chávez, pasado mañana. Ahí, está la historia, de Venezuela y el mundo. Comenzando porque muchos de sus respectivos seguidores se convirtieron en pillos impenitentes vergonzantes, que jamás pudieron cantar como gallos.
Lo militar es tan importante como la política social o la conducción económica de la nación, pero no las gobierna ni suplanta. La equivocación superlativa es compartida por los fanáticos chavistas y antichavistas, quienes son idénticos en cuanto a su tendencia a echar mano de mecanismos extra constitucionales, autoritarios y violentos para preservar o alcanzar el poder.
Existen códigos no escritos. Uno de ellos, nos habla del celo de mando ejercido por la cúpula militar: “En discusiones de generales y almirantes no caben subalternos”, me dijo alguna vez el fallecido general Elio García Barrios, presidente de la Corte Marcial. “General es General y no le para bolas a teniente”, afirmó en presencia de un amigo, el general en jefe Jorge Luis García Carneiro, ex Comandante General del Ejército y ex ministro de la Defensa, actual gobernador civil del estado Vargas. Otro de esos códigos, es el de la impertinencia de los militares retirados frente a las responsabilidades que ejercen los oficiales activos: “Mi general” o “mi coronel” dicen los activos cuando por respeto se dirigen a oficiales retirados de su estima personal y respeto intelectual; a los otros, “ni los ignoran”, como dijera el gran Cantinflas. Lo demás, son cuentos de camino.
Como el país, la FANB no puede seguir en el limbo, sin claridad de mando por la grave enfermedad del Presidente electo Hugo Chávez. Y la exigencia de su juramentación se fortalece en su seno. Además, el ministro de la Defensa tiene autoridad administrativa sobre la conducción militar, sólo en tanto es órgano directo del Presidente de la República, Jefe de Estado y Comandante en Jefe de la FANB, cuando éste está en plenitud de sus facultades. El vacío de mando que hoy existe por la disminución de las capacidades presidenciales es real, constituyendo un serio problema institucional, político y militar, que debería estimular las neuronas de los altos cargos de los Poderes Públicos.
Sólo un Presidente de la República electo por el pueblo y debidamente juramentado, puede comandar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Si el Presidente electo no está en condiciones físicas e intelectuales para ejercer el cargo (no habla, no camina, respira mal, sufre un cáncer de los más agresivos y su pronóstico es “secreto”), pues habrá que elegir a otro, lo más pronto posible. No digo más.
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