domingo, 2 de febrero de 2025

DOMINGO KULTURAL: Nunca más / Pedro Mosqueda


Una herida que no se ha cerrado o peor aún: hay temor de que se vuelva a abrir. Se dice fácil, hace 80 años un 27 de enero, mientras los ingleses y los norteamericanos bajaban desde Normandía rumbo a Berlín, el Ejército Rojo entró a Polonia y abrió las puertas del oprobioso campo nazi de exterminio en Auschwitz. Una maquinaria industrial de exterminio humano. 

En las primeras de cambio los prisioneros no podían salir de su asombro. El diario Pravda designó un corresponsal de guerra que acompañó al Ejército Rojo en la incursión y así resumió su experiencia: «Veo miles de personas torturadas, prisioneros tan delgados que se mueven en el viento como si fueran ramas y una edad imposible de determinar».

El lunes pasado, en un evento prestigiado por delegados de medio mundo, sobresalían 56 sobrevivientes que subrayaron con fuerza: ¡NUNCA MÁS!

Una carpa gigante albergó a los asistentes, estaba colocada en la conocida "Puerta de la Muerte":  «Nosotros los polacos, en cuyas tierras los alemanes construyeron este campo de exterminio, somos los guardianes de la memoria». Esas fueron las palabras expresadas en la instalación del acto, por el presidente de Polonia, Andrze Duda.

Desde esa fecha, siempre recordada, ese espacio es un símbolo del Holocausto. Para Polonia su Museo-Memoria, visitado por miles de personas, todo un emblema de sus cuotas de sacrificio históricas por la democracia y la libertad.

Albrecht Weinberg es un sobreviviente que cumple 100 años en marzo, fue uno de los oradores seleccionados para el acto del lunes y dijo: «ha estado en mi cabeza durante 80 años. Todo lo que tengo que hacer es lavarme y veo ahí mi número de prisionero». Albrecht es el único miembro de la familia que sobrevivió después de la redada. La Puerta de la Muerte, lugar escenificado para el acto, era la parada obligatoria de trenes que entre 1940-45 trajeron a este lugar las víctimas del Holocausto. Aunque «Holocausto» es una palabra griega que denota un sacrificio ritual en honor a los dioses, algo que no tiene nada que ver con la «solución final» nazi. Por eso los judíos emplean la palabra «Shoa», que significa catástrofe o devastación.

Tres notables estuvieron ausentes y eso llamó la atención. Dos de ellos, ya enjuiciados por la Corte Penal Internacional ( CPI): Putin y Netanyahu. El otro, ahora en su segundo periodo presidencial, pretende imitarlos. Viene haciendo mano del viejo Manual fascista cuando plantea la limpieza étnica de Gaza y en simultáneo hacia lo interno de EEUU ordena redadas y cárcel en Guantanamo solo por ser extranjero y pobre.

La historia puede repetirse, hoy día uno ve grandes manifestaciones en parte de Europa voceando eslógans o consignas antisemitas, antimusulmanas, xenófobas, racistas, discriminatorias y llenas de odio. Son banderas a lo Nazi. Las mismas usadas por los verdugos del Holocausto.

No es cuento, suenan las alarmas y hay que estar alertas. Ahora mismo hay 56 guerras que involucran a 92 países.

Elon Musk, que ya sabemos no es ningún tertuliano corriente y moliente, anda desatado entusiasmando a la extrema derecha del mundo. Hace poco participó en un acto de un partido neonazi que está de moda en Alemania -AfD sus siglas-, y les envío este mensaje: «Se  presta demasiada atención a las culpas del pasado y debemos dejarlo atrás». Vaya, vaya, nada nuevo bajo el Sol. «Pasar la página», le llaman por aquí.

Eso es lo que la mayoría no acepta. Olvidar, pasar la página como si nada ocurrió. Las declaraciones y ocurrencias del magnate mantienen en irritación y alerta  a gran parte de la comunidad internacional.

Por lo visto, más de uno desea ocupar el cargo del doctor Mengele, el científico que se daba "banquete" con los gitanos. Hay pruebas de sus famosos experimentos para demostrar la inferioridad de la raza gitana. Para luego, enviarlos a los tenebrosos hornos o cámaras de gas. Salones que "trabajaban" tres turnos: mañana , tarde y noche.

La banalidad del mal banalidad del mal

El año pasado vi la película Zona de Interés (Oscar 2024 y Premio del Jurado en Cannes), una visión del Holocausto desde otra mirada. El comandante de Auschwitz, Rudolf Hoss, y su esposa Hedwig se esfuerzan en construir una vida de ensueño en su casa jardín, apacible y bucólica. Piscinadas de fin de semana y paseos con la mascota. Mientras al lado, de vecinos, el Campo de Concentración. En la entremesa, ella (la esposa)  le dice que lo ve preocupado. Él responde: «No he cumplido las metas».

Ella se hace la loca, finge demencia, dicen ahora. A lo lejos se escuchan los gritos, disparos, y uno se imagina el olor de la carne gaseada o chamuscada.

La idea de la película es demostrar que los protagonistas de crímenes y atrocidades, puertas adentró de sus hogares llevan una vida aparentemente normal. Por acá cerca se han visto casos.

De eso se ocupó la filósofa y teórica política Hannah Arendt, alemana  judía y luego norteamericana; en su libro Eichmann en Jerusalén. La idea es como se puede trivializar todo. Eichmann no presentaba el perfil de un psicópata, era un personaje normal, un burócrata bastante mediocre a nivel intelectual.

Es la conclusión que hace la investigadora después de su experiencia y viaje a Israel, para cubrir el juicio de AE  por sus crímenes de guerra. El libro de HA es de obligatoria lectura en todos los círculos de debates serios. Inspiró una película.

Bueno, disculpen el fastidio dominical, pero de algo sirve no olvidar estos desastres humanos. Les dejo para finalizar, algo del gran poeta español Luis Cernuda."recuérdalo tú y recuérdalo a otros".

Nunca más.

Nos vemos por ahí...

Pedro Mosqueda

No hay comentarios: