El Gran Café de Sabana Grande, ha sido centro de tertulias interminables, unas productivas y muchas otras, no tanto. |
Pedro Mosqueda
Tan importante donde se sirve, es cómo se hace. "Vamos a tomar el café de siempre", dice uno. Aunque en Venezuela no es tan fácil, todos nos la arreglamos para cumplir el deseado ritual. Lo importante es salir de la asfixia.
Mientras éstos deshilachan la Constitución y el país; cada quién con su esperanza a cuestas busca la manera de darse su cuota de oxígeno.
Podemos comenzar con una generalización, muchos de estos espacios tienen un toque de misterio y nostalgia, como lo narra el laureado Premio Nobel francés, Patrick Modiano, en uno de sus libros: En el Café de la Juventud perdida.
Otros como los de la gente de Montevideo, a quienes les disgusta que los bonaerenses los asimilen como su barrio más grande, responden a la burla de éstos diciendo que ya quisieran los argentinos tener como coterráneo al poeta Mario Benedetti, quien antes, e incluso después de fallecido, ayuda a incrementar el PIB de su país.
Cualquier operador turístico incluye en su catálogo el recorrido por los cafés de Don Mario Benedetti, y en efecto, hasta un turista indiferente o desprevenido no regresa sin pasar por el CAFÉ BRASILEIRO (el cual ocupa la portada de uno de sus libros), el CAFÉ MISIONES (citado en "La Tregua"), donde pasaba tardes enteras y a veces agotaba las servilletas pasando sus borradores. La Musa no tiene horarios.
En el antiguo CAFÉ SOROCABANA, hoy reconvertido bajo el nombre de Big Mamma, también empleó horas de su vida, escribiendo, discutiendo política y charlando con sus amigos.
No sé por qué les llamaban la generación perdida, la crema de la literatura pasó por allí y seguramente también los expresidentes Tabaré Vasquez y "Pepe" Mújica.
En otros lares...
Está probado, por ejemplo, que Ernest Hemingway cuando escribió su PARÍS ES UNA FIESTA, no pensaba en otra cosa que sus bares y cafés.
Aquí sí es verdad que hay que detenerse un poco. No es casualidad que en el CAFÉ LES DEUX MAGOTS en Saint Germain esté el retrato del escritor, todavía joven y seductor; era reportero del Toronto Star.
El CAFÉ de FLORE, todavía es toda una leyenda, contó entre sus adictos a nada más y nada menos que André Breton, Francis Scott Fitzgerald, Picasso, James Joyce, Truman Capote y Henry Miller.
Mucho después en el CAFÉ LE PROCOPE (1968), despacharon y pararon público Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus.
El CAFÉ DES 2 MOULINS lo hizo famoso el Set de la película "Amélie", allí está el pendón.
El CAFÉ de la ROTONDE fue el preferido de Diego Rivera, y en varías visitas acompañado de la Frida Kahlo, montaban sus shows en paralelo. En el CAFE de LA PAIX (1862) inaugurado por la Emperatriz Eugenia de la dinastía Nápoleon, despachaba Oscar Wilde...
Pero esta primera parte de la historia quedaría incompleta si no consignamos que la relación del autor de "El viejo y el mar" y "Por quién doblan las campanas" con el Café Ritz, fue tan indisoluble que hoy día se le conoce como Café Hemingway: una foto de éste adorna la entrada del local.
Nos vamos para África...
Un ciudadano marroquí al salir de viaje a cualquier parte del mundo, debe sortear la pregunta obligada de siempre:
-Hábleme del Rick's Café.
El famoso negocio sólo fue un decorado de Hollywood; pero gracias a una gringa ex-diplomática, desde hace 10 años existe de verdad y es lo más parecido posible al de la laureada película Casablanca.
Kathy lo logró y tenía que tener su pianista, quien por casualidad se llama Issam, igual que el del filme, y de vez en cuando puedes escuchar el tema "As Time Goes By" (Es tiempo de decir adiós) que estremecía de amor a los protagonistas, Bogart y Bergman...
Todo está allí, igual, sólo falta la clientela bulliciosa conformada por espías, ludópatas, contrabandistas, gestores y perdedores de todo tipo.
Sería interesante averiguar si repiten la memorable escena cuando Issam, para silenciar el himno alemán entonado por el bando de la ocupación, entona La Marsellesa acompañado en coro por el bando nacionalista. Un momento memorable.
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El famoso CAFÉ PUSHKIN de "Nathalie" (1964) imaginado por su letrista Pierre Delanoe y cantado por Gilbert Becaud nunca existió en la realidad.
Popularizado en Latinoamérica por los hermanos Arraigada, es la historia de amor entre un turista francés que se enamora de su guía en Moscú. Juntos recorren La Plaza Roja cubierta de nieve, la tumba de Lenin y caen por el Pushkin a tomar un chocolate.
Después de la apertura política, un emprendedor avispado inauguró (por fin) el Café PUSHKIN; una visita de Arnold Schwarzenegger, quien concluyó degustando chocolate caliente, hizo más famoso al negocio y también a la estrella de cine devenido en político.
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Nuestros vecinos de Colombia y los turistas en general, agotan las entradas para ver in situ el famoso botiquín de Barranquilla que sirvió de "Cueva" creativa al gran "Gabo".
Caracas no podía quedar por fuera y tuvo su LE GRAND CAFÉ, fundado por Henry Charriere (Papillon). Su historia se ha contado millones de veces y la lista interminable de sus habituales clientes van desde García Márquez y su cuadrilla, hasta un exiliado Juan Domingo Perón a quien podías ver muchas veces allí sentado vistiendo de punta en blanco.
Alguien ha contado que alguna vez pudo ser visto de franelillas. Todo poeta, político o culturólogo que se aprecie, hizo en algún momento al Gran Café como centro de sus tertulias y fabulaciones.
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Los cubanos de la diáspora tienen más de 60 años tumbando a los Castro desde el famoso *Café Versalles* de Miami. Cualquier parecido...
Nosotros en Maracay contamos en La urbanización La Soledad con La Mansión de New York (la propaganda es gratis), en toda ciudad venezolana hay algun bodegón parecido. La lista es larga. Son oasis, que para mí son espacios donde nos negamos a morir; son formas de resistencia.
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Por último, no podemos dejar de mencionar el Hard Rcok Café, una franquicia mundial por cuyas sucursales han desfilado luminarias de todo el planeta, en todas las ciudades donde existe. Siempre con su tienda de franelas, de recuerdos musicales, y espacio para conciertos de todo tipo; un curioso centro cultural globalizado.
No olvidemos la franquicia Starbucks, donde se sientan a desayunar tantos ajetreados trabajadores de las ciudades cosmopolitas, espacio para encuentros, para relajarse, para flirtear. A diferencia de las servilletas de los cafés donde iban Sartre y Benedetti, en los Starbucks hay wifi, y los parroquianos se sientan a interconectarse con el mundo entero, a través de sus celulares, mientras degustan un frappuccino.
¡Ah! Y el inolvidable Central Park Cafe, de la miniserie Friends, donde tantos romances cuajaron y se desmoronaron luego, a lo largo de los 10 años que duró esa inolvidable miniserie de amor y humor.
No podemos terminar sin caer en nuestras cuitas políticas. El año pasado, el encuestador Jesús Seguías, anunció su cuasi retiro, y además, alertó a la oposición venezolana con el parecido a los que van a Café Versalles. No lo hizo con humor negro, pero igual fue ácido: “Cuidado y les pasa como a los cubanos del Café Versalles".
Piensa uno, abogado al fin, que seguramente esos cubanos del Versalles descubrieron hace tiempo que hay una sola vida y que alejarse de la crueldad siempre es una mejor opción.
Y es mejor decir: gracias por el café y hacer mutis en el foro como lo hizo el encuestador de marras. Aunque después volvió, volvió, volvió.
Aquí nadie se rinde, y nuevamente gracias por el café.
Nos vemos por ahí.
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