Manuel Isidro Molina
La degradación del sistema político venezolano actual, es producto acumulado desde -al menos- 1973, cuando los dirigentes de los partidos dominantes Acción Democrática (AD) y Socialcristiano COPEI comenzaron a abandonar sus ideologías, programas, historias partidistas, compromisos sociales y el vigor de sus respectivos liderazgos colectivos, por la introducción del "marketing político" estadounidense ("mercadeo de la polítiquería"). David Gart y Joe Napolitan sembraron la semilla de la manipulación burda y la guerra sucia, como herramientas válidas en el debate político, empobreciéndolo y envileciéndolo.
Ese largo trajinar de medio siglo (1973/2024) ha arrojado sus resultados nefastos sobre Venezuela, sus instituciones y la sociedad en general, con gravísimos perjuicios sobre la mayoría de la población y grotescos beneficios a los grupos de poder económico y las mafias de la corrupción asociadas con la "industria" de la inmoralidad y el saqueo generalizado de nuestras riquezas. Esta tragedia histórica no nos cayó del cielo, fue fraguada por gobernantes, jueces, militares, empresarios y dirigentes políticos y sociales corrompidos, estimulados por la codicia, el impune cohecho para el enriquecimiento ilícito y el desprecio de los derechos sociales y laborales, bajo el manto de la explotación para la máxima ganancia y la traición a los desposeídos.
La mercantilización de la política venezolana, desde 1973, no ha sido estudiada y menos analizada. Ha sido una dinámica compleja sobre la base neoliberal, explotadora e imperialista, impulsada por los centros de poder estadounidenses, asociados a los estigmas macartistas cultivados a comienzo de la posguerra, a partir de 1945, cuando la Unión Soviética y los aliados occidentales (EEUU, Gran Bretaña y Francia, más los partisanos europeos) derrotaron a la Alemania nazi y su eje con Italia y Japón.
Muchos podrán preguntarse qué tienen qué hacer estos planteamientos con la elección presidencial del #28Jul. Mucho.
La naturaleza corrupta y neoliberal de la repolarización electoral construida por el PSUV y la MUD/PUD está a la vista, y su desenlace apenas tendrá un hito el día de la votación. El problema no son Nicolás Maduro o Edmundo González Urrutia ni María Corina Machado o Diosdado Cabello, mucho menos los ocho "patarucos" restantes, como los calificó el reelecciónista candidato haciendo una perfecta proyección de personalidad.
Los culpables de todos nuestros males, se muestran como su remedio. Engañan a un pueblo empobrecido, traicionado y desesperanzado. Reflexionar sobre esto permite comprender mejor la perspectiva electoral actual, que no es simplemente "electoral" sino también social, económica, geopolítica y estratégica para Venezuela y nuestro pueblo.
manuelisidro21@gmail.com
(Publicada originalmente en LA RAZÓN/ www.larazon.net
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