Mamá fue una mujer extraordinaria, típica mujer venezolana de valía, trujillana de La Cejita,
con especial vigor para la solidaridad.
De ella y su amantísimo esposo, Manuel Isidro Molina Gavidia, valerano, nacimos y crecimos unidos en familia Lenín, Nerio, Fidelina, Gustavo, yo, Carlos Cecilio y Ricardo. Carlos Cecilio, Gustavo y Lenín, ya no están; con papá le hacen la corte a mamá.
Papá compartió 57 años en matrimonio con su amada Maura Yolanda, hasta el 04 de julio de 1998, cuando nos dejó prematuramente, aunque ya cargaba 82 buenos y ricos años de vida ejemplar, vigorosa y digna, sin dobleces ni lamentos. Nunca escuché a papá, quejarse de algo, aunque una vez en su "Cabaña" de Mérida, me confesó tristeza profunda por la muerte de un amigo de Valera, su querido terruño: "Las generaciones se van por oleadas", murmuró.
La "vieja Maura", como la llamaban cariñosamente sus centenares de amigas y amigos, para nosotros sus hijos es "mamá dignidad", muestra de mujer enorme -aunque menuda de estatura-, afectiva y recia, exigente y solidaria. "Abuela Maura", para sus nietos y bisnietos, quienes la disfrutaron en grande jugando y haciendo oficio en la casa: les revisaba las tareas y hasta trampa les hacía en el Ludo (se la dejaban pasar, con picardía compartida).
Sus amistades la quieren a montones, igual que nuestra familia -varias generaciones- regada por diversas regiones de Venezuela y el mundo. Así la queremos y acompañamos en su vuelo a la eternidad, hoy.
La otra Maura -menos conocida, más íntima en familia-, es la luchadora y protectora, incandable, valiente, tesonera, amorosa, decidida.
La recuerdo llevándonos a la sede de la Seguridad Nacional y la cárcel de "El Obispo", en Caracas, a visitar a papá, privado de libertad durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Imborrables imágenes de mi infancia: unidos mamá y papá durante la larga tragedia familiar que significó la herida a bala que a sus 19 años dejó cuadrapléjico a Lenin, durante una manifestación estudiantil en la Universidad de los Andes, Mérida, en 1961.
En 1962, papá escondido por ser dirigente del Partido Comunista de Venezuela, y Lenín recluido en un hospital de Moscú, en la Unión Soviética, es detenido y desaparecido Nerio, bajo falsa acusación de homicidio por ser militante de la Juventud Comunista. Mamá, sola, peleó por la vida de su hijo secuestrado: tuve el privilegio de acompañar a mamá al despacho del ministro de Relaciones Interiores, Luis Augusto Dubuc, en la esquina de Carmelitas.
-Qué te trae por aquí, Maurita?, le pregunta el ministro.
-Vengo a que me entregues a mi hijo, vivo o muerto, le dijo mamá.
-No te preocupes, Maurita, yo me encargo, vete a la casa y yo te llamo.
-De aquí no me voy, Luis Augusto. Así como yo te escondí durante la dictadura de Pérez Jiménez -fueron coterráneos trujillanos-, yo te exijo que me entregues a mi hijo, vivo o muerto.
En esa tensa atmósfera, en el despacho ministerial, esperamos no sé cuánto tiempo, hasta que nos informó LAD que Nerio estaba "detenido en la Policía de Macuto". Hasta allá fuimos inmediatamente, y lo encontramos amoratado y sangrante por la tortura bestial a la que había sido sometido. Mamá le había salvado la vida.
Antes, creo que en 1961, mamá fue a buscarme al Grupo Escolar República del Ecuador, donde estudiaba sexto grado. Conversó con la maestra y me retiro del salón, me llevo a casa a que tendiera mi cama, porque la había dejado desordenada ese día. Inmediatamente -regaño pedagógico de por medio-, me dejó otra vez en la escuela, para que no perdiera la clase. Jamás olvidé su lección.
Maura fue licenciada en Educación por la UCV, se especializó en Orientación y se jubiló siendo jefa de Orientación en el liceo Seijas de Caricuao. Nunca dejó de ser maestra.
Hoy la despedimos familiarmente, agradecidos por tanto cariño y solidaridad de la legión de amigas y amigos que supo cultivar. La disfrutamos, nos formó junto con papá, en valores, con dignidad y esmero.
La aplaudimos en esta despedida sin lágrimas, pero con los corazones apretados. Los gratos y densos recuerdos se agolpan ebullentes, y nos sosegan.
Cierro estás breves líneas de adoración por mamá, con especial gratitud hacia nuestra querida hermana Fidelina, su esposo Rómulo, hijos y nietos, quienes la cobijaron desde que murió papá, con especial devoción, hasta hoy, cuando nuestra "vieja Maura" alzó vuelo eterno.
Paz a su alma.
Manuel Isidro Molina Peñaloza
Caracas, 16 de mayo de 2020.
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