Del tendido eléctrico
al Arco Minero del Orinoco (AMO)
Por Vladimir Aguilar Castro
Universidad
de Los Andes (ULA)
Grupo de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (GTAI)
Corrían los días del año 1998. Eran tiempos de la llamada Cuarta República. El Presidente
Caldera firmaría un convenio de suministro eléctrico al norte de Brasil menoscabando los
derechos de los pueblos indígenas y de un ambiente sano. Casi veinte años después, en
plena revolución extractiva bolivariana, se repite la misma afrenta cultural y ambiental del
Estado venezolano al sur del Orinoco.
La apuesta del gobierno: superar el extractivismo con más extractivismo.
Hace unos días, emprendimos una nueva aventura al sur del Orinoco. Nuestra última
estancia en la zona fue en el año 2016, en el contexto del Diplomado sobre Derechos y
Políticas Publicas Indígenas que el GTAI dictara en El Paují, en el marco de la creación de
la Red de Defensores de Derechos Indígenas del Estado Bolívar, tal como habíamos hecho
en el Zulia (Sierra de Perijá) entre los años 2014-2015, y en Amazonas en los años 2015-
2016, con el apoyo de la Unión Europea.
Para ese entonces urgíamos a la cooperación internacional de empoderar a las comunidades
y organizaciones indígenas para que pudieran enfrentarse a lo que venía.
La mayor
expoliación al sur del Orinoco con el proyecto AMO, anunciaba en el tiempo lo que hoy
vemos una vez que se deja Puerto Ordaz: el extractivismo petrolero intentando ser superado
con extractivismo minero.
Las Claritas
El pueblo minero modelo emblemático del extractivismo "Las Claritas" es el modelo a seguir. Al imponerse el AMO se instaura un modelo propio de
extractivismo. Poco importa si es petrolero o minero. El principio es el mismo. En cuatro
años (tiempo del proyecto AMO) todo cambió excepto Las Claritas. Upata, Guasipati, El
Callao, Tumeremo y El Dorado se igualan (hacia abajo) con Las Claritas.
Son las consecuencias de una explotación minera desordenada y sin planificación en tierra
de nadie.
Al igual que el extractivismo petrolero en el que las poblaciones circundantes son
las más pobres, el extractivismo minero repite el mismo guion explotador: prostitución,
alcoholismo y droga.
La ruta de las pimpinas
La otrora ruta de la Gran Sabana se ha convertido en la flamante ruta de las pimpinas. El
contrabando de combustible dejó de ser la excepción, ahora convertida en regla. Basta salir
de Puerto Ordaz para que el litro de gasolina varíe de un dólar a tres "gramas" de oro por
setenta litros del mismo combustible en El Dorado.
La irreversible destrucción extractiva indica que el extractivismo minero que se propuso como alternativa al rentismo
petrolero será más corto y devastador. Si la historia extractiva petrolera venezolana tiene
cien años el extractivismo minero tiene sus días contados. No habrá territorio indígena ni
hábitat natural que aguante una próxima embestida extractiva, en este caso, minera.
La única certeza
La única certeza al abandonar Puerto Ordaz hacia el sur del Orinoco, es que la soberanía se
perdió entre gramas de oro y dinámica económica perversamente dolarizada.
Los Welser volvieron con nuevos rostros nacionales y transnacionales. Venezuela, luego
de cien años de extractivismo petrolero, terminó hundida en el excremento del diablo.
Ahora el reto es enorme. Se trata de trascender el modelo basado en la energía fósil por un
modelo que nos reinvente en nuestra condición de venezolanos y, sobre todo, de
ciudadanos.
Una apuesta que desfosilice nuestros sueños y nuestras utopías…
En ruta a San Miguel de Betania
1 de marzo del 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario