Quincy Jones falleció a los 91 años en su mansión de Bell Air en California. |
Pedro Mosqueda
He aquí mis queridos tertulianos una nueva crónica deshilachada, pero con su encanto al final. "Esta noche, con el corazón destrozado, debemos compartir la noticia del fallecimiento de nuestro padre y hermano Quincy Jones. Aunque es una pérdida increíble para nuestra familia, celebramos la gran vida que vivió y sabemos que nunca más habrá otro como él".
Aunque fueron muchas las vidas de Q; el pasado domingo falleció a los 91 años en su mansión de Bell Air en California.
No llegó a soplar las 110 velas como lo prometió en un documental que transmitió la BBC; sólo un superdotado como él podía decir y era aceptable, que que estaba comenzando a vivir.
Para facilitarlo todo y consciente de que sus logros no calzaban en un obituario, dejó sus memorias en un Libro: Q: Autobiografía, publicado en el año 2001. "He vivido la vida intensamente".
De ser un niño abandonado, madre esquizofrénica, que muchas veces desayunó ratas que cocinadas por su abuela con un pasado de esclava, logró ser el primer negro en entrar en la cúpula de la gran industria musical del mundo; y con él de su mano entraron todos los demás. Buscando comida siendo todavía un imberbe descubrió un piano y después una trompeta que le salvó la vida, dejando atrás los estragos de la pobreza. Muy niño incluso llegó a probar fortuna como gánster.
Productor, arreglista, compositor y editor musical, fue el artista con más nominaciones a los Premios Grammy (80) y el tercero más ganador, sólo superado por Beyoncé y Jay-Z.
Sus méritos son dobles: alcanzó su mayor apogeo en plena segregación racial en los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado.
Trabajó y domó los egos de todas las luminarias: Michael Jackson, Frank Sinatra, Aretha Franklin, Ella Fitzgerald, Count Bossie, Beyoncé, Amy Winehouse, Bob Dylan, Steve Wonder, Tina Turner o Ray Charles. Todos los grandes músicos del siglo XX contaron con su apoyo y asesoramiento; abarcando un amplio espacio: Jazz, Country, Hip Hop, Blues, Soul o Pop. Un arquitecto en la sombra.
Sólo él los podía convocar a todos y lo logró en 1985, We are The World fue un éxito benéfico para paliar la hambruna en Etiopía. "Repetiremos esta parte en la misma octava en que canta Michael (Jackson), si no pueden alcanzar ese tono, déjenlo". No era otro que Q Jones quien podía regañar en un estudio lleno de estrellas rutilantes y con ese estilo rudo. Infundía respeto.
Ya había logrado meter en la historia mayúscula del pop a Mickel Jackson, Off de Wall (1979), Thriller (1982) el disco mas vendido en todos los tiempos, y Bad son su mejor carta de presentación. En el 2015, afirmó que el rey del pop "no tenía talento, sólo es un artista excepcional".
No conforme, convocó en 1989 a todos los mejores talentos afroamericanos: Back on The Black, se llamó el proyecto. Ese disco logró 6 Premios Grammy.
Fue un todo terreno. En su pasantía por París, siendo muy joven, entabló amistad con Pablo Picasso: "me enseñó a entender el valor verdadero del arte". En una cena vio como el maestro pagaba la cuenta después de colorear unas espinas del lenguado que habían despachado. "Al día siguiente esas espinas estaban colgadas o expuestas en la pared como un cuadro".
Ya rico y famoso le sobraron invitaciones; Elon Musk, Mack Zuckenberg y Jeff Bezzos estaban en la cola, al final les aceptó y puso fecha para cenar con ellos privadamente. Siempre sin olvidar las comidas precarias de su infancia y adolescencia.
También se destacó en el cine, varias películas llevan su banda sonora. El Prestamista, A Sangre Fría, El Calor de la Noche, El Color Púrpura, Italian mob, entre muchas.
En TV fue El Príncipe de Bel Air, le co-escribio la música a Al oeste de Filadelfia, crecía y vivía. Participó en la serie televisiva IronSide.
Fue nominado varias veces a los Oscar y alcanzó alguno.
Perteneció a la élite artística de los EGOT: ganó Emmy, Grammy, Oscar y Tony junto con, por ejemplo, Rita Moreno.
No llegó a soplar las 110 velas, pero sí deja un legado eterno. Rodeado de toda su familia y presintiendo las doce campanadas del reloj biológico, se quitó el anillo que siempre exhibía con orgullo. Se lo había regalado su amigo Frank Sinatra como prueba de amistad y confianza. Atrás quedaron los tiempos en que los blancos lo despreciaban por ser negro y los negros burgueses lo despreciaban por ser pobre. Todos le querían y respetaban.
Nos vemos por ahí...
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