"Don Apolinar Cazorla Brito es considerado el embajador de la música folclórica en la entidad falconiana". |
A Luís Abad, por sus enseñanzas, y por no dejar en el olvido la décima
ORLANDO OBERTO URBINA
bajarigua@gmail.com
La décima se dice que llegó a nuestro país por allá por el siglo XVI con la ventolina del mar Caribe. El poeta José Antequera en su libro “Palabra, canto y poesía” (2008), nos dice que “las ancestrales relaciones entre la poesía, música y la oralidad, el resultado de esa conjunción devino en un producto cultural universalizado a través de la historia por aedos, juglares, trovadores, chamanes, sacerdotes de distintos cultos y gente sencilla de los pueblos: la canción, ese artefacto tan universal como cotidiano que contextualiza por entero la vida de hombres y mujeres, desde el nacimiento (canciones de cuna) hasta la muerte (canciones fúnebres)“.
Don Apolinar Cazorla Brito es considerado el embajador de la música folclórica en la entidad falconiana. Según el cronista y periodista Arcadio González, Don Apolinar Cazorla Brito fue el primero en traer a Coro, desde la población de la Chapa (Sierra de Coro), la devoción del velorio del niño Jesús. El pueblo afrodescendiente del estado Falcón, particularmente las poblaciones de San Hilario, Macanillas y Macuquita, continúan con las tradiciones que van desde la celebración de Los locos de San Hilario, hasta el Pasacalle y la Pavana.
Toda la Sierra de Coro, así como Paraguaná, son de los mejores lugares donde se compone y se canta con el sentimiento que la hace muy particular en la Sierra de Coro. Se dieron a conocer los integrantes de “Los Cantores de la Sierra” en la década de los años 40 por el legendario músico y compositor popular Apolinar Cazorla Brito.
Los Cantores de la Sierra se han mantenido como agrupación de generación en generación, manteniendo siempre la dinastía musical de la familia Cazorla; además de dedicarse a hacer investigaciones, al rescate y divulgación de la música tradicional y popular de la Sierra de Coro. En la décima falconiana, Apolinar Cazorla Brito es uno de los cultores más importantes por su auténtico canto acentuado de un gran valor popular y religioso, tal como ha sido su agrupación musical, de la cual es fundador y director por su versátil manera de cantar las décimas, y por su composición e interpretación de temas como “El Polo Coriano”, “La Cruz de Mayo” o “La Santísima Cruz”.
Entre los que acompañaron a Apolinar Cazorla Brito dentro de la agrupación se encontraban Félix Lorbes -cantor, quien tocaba el cuatro y medio-, José Medina -quien tocaba el violín-, Pastor Chirinos -el de las maracas- y Cecilio Hernández -el del tambor-. Apolinar Cazorla tocaba la tambora y el pandero, además de ser cantor. Después de la trágica muerte de Apolinar Cazorla, su hijo, el profesor y músico Simón Cazorla junto al hermano de Apolinar Cazorla (ambos decimistas) reiniciaron la labor de Apolinar Cazorla Brito, junto a Arístides Acosta y Rómulo Stekman. Ellos logran grabar tres LP, que los pusieron en los primeros lugares.
La primera historia fue en verso, nos dice don Andrés Bello. Claro, la métrica permite memorizar los acontecimientos y despertar la atención de los oyentes. Por lo que, sin lenguaje, no existirían historias, periodismo ni literatura. Simón Cazorla García, hijo de Apolinar Cazorla Brito y uno de los herederos del canto y la composición de la décima, nos refiere en uno de sus textos que la décima es expresión literaria y/o vocal que recoge la suma de las manifestaciones del alma del ser que la forja, por la animación de un espíritu vivo, sensible y creador, por lo que este género deriva de la vivencia misma (100 Décimas a la Falconía).
Esta crónica es un homenaje a tantos hombres y mujeres de los cuatro puntos cardinales de Falcón, que han impulsado y divulgado el canto más allá de sus fronteras, pero particularmente a quienes en la Sierra de Coro, al igual que en Paraguaná, han cultivado la salve y los cantos de velorio para Angelitos. De esa manera, aquel hombre que nació en la aldea de Arenales al pie de la Sierra de San Luis, fue un hacedor de caminos de montañas adentro, de ríos y cascadas. Ese era Apolinar Cazorla Brito: de estatura pequeña, sigiloso, todo un personaje por su trayectoria popular, y por ser uno de los exponentes de la salve y la décima. Nos dio el privilegio de conocer y escuchar la buena música que nos identificaba con nuestros antepasados, para tenerla siempre presente.
En cada rincón de Falcón, la décima es muy escuchada. Gracias a estos grandes cultores que viven en la memoria de su gente, se mantiene viva la esencia histórica y musical en la voz de decimistas como Primitivo Goitía Oberto, y a través de la familia Cazorla dejó una escuela. La importancia de “Los Cantores de la Sierra”, como excelentes exponentes de la salve y los cantos de velorio para Angelitos radica, no solo en el cultivo de la letra y el canto, sino también en la fabricación de sus propios instrumentos. Tanto era así, según señala nuestro desaparecido amigo el músico, poeta y artista plástico José Gotopo, “que parecían recién llegados del África; la Tambora Serrana, el Pandero, el Cuatro y Medio, el Maraquero y la Flauta de Matacán”. Alude este autor al artista plástico y escritor, Eudes Navas Soto sobre su obra magistral en la plasticidad de los instrumentos, pues pintó una serie en el estilo Post-Cubista que expresó Eudes en 1980, en el edificio Santa Rosa, o la casa de las cien ventanas.
Es notable la autenticidad con la cual se hace una majestuosa Canta de salve, como lo hacen los salveros de San Hilario, quienes desde 1986, venían agrupados por el decimista y tamborero Eleuterio Chirino; conjunto que tiene una larga trayectoria dentro de la música tradicional serrana. Actualmente continúa su hija María de los Santos Chirino, compositora de boleros, salves y décimas. Cuenta Gotopo que un día bajaba Apolinar Cazorla Brito a Coro en burro, y al pasar por una aldea se enamoró de una quinceañera. Cuando él le habló de amores y de matrimonio, la muchacha le respondió: “yo me caso contigo si me sacas de este monte”. Apolinar no lo pensó mucho; y compró otro burro. Bajaron los dos a Coro, se casaron y se fueron a vivir en el populoso barrio Chimpire de la capital falconiana.
Todos los diciembres, los cantores salían vestidos de caqui con su africanidad y sus instrumentos maravillosos que alegraban las fiestas del barrio, donde cada familia ofrecía comida y licores. Entonces, esos cantores entonaban sus cantos con tristeza ceremonial, donde la última silaba de la frase se extiende con un dejo profundo y melancólico:
Yo salí un día a melear
por la orilla de la quebrá
me encontré con una arigua
de esas de boca ajumá
la arigua estaba moliendo
en el tronco de un guatequiche
primero molió la caña
y después puso el trapiche.
Don Apolinar Cazorla Brito y sus compañeros de la agrupación musical se hicieron famosos sin que nadie los conociera, aunque nunca estuvieron en la televisión. Ismael Querales, junto al cantor del pueblo Alí Primera, escuchó la canción “La Arigua”, la que narra la historia de una abeja propia de la sierra. Ismael la popularizó con el grupo “Un Solo Pueblo” en la voz de Francisco Pacheco. También José Montecano llego a grabar “El celoso”; Cecilia Todd, “La niña Inocente”; y Gualberto Ibarreto, “El Gallo Enano”.
Es de interés que conozcamos las dimensiones de este cultor musical, que nos dio enseñanza sobre la décima serrana, y al que hoy sus hijos y nietos le han dado importancia y le han rendido homenaje. Un día. el animador más famoso de la televisión para aquellos tiempos -Renny Ottolina-, grabó un programa con los cultores musicales de Falcón en su programa “El Show de Renny”. Se dice que, luego de escuchar a don Apolinar Cazorla Brito y a los integrantes de la agrupación “Cantores de la Sierra”, los invitó para que participaran en vivo en su programa en Caracas. Apolinar agradeció la invitación, pero dijo que no, sencillamente porque no se montaba en carros ni en aviones, a los cuales les tenía terror. Por ello, Apolinar siempre usó burro o bicicleta. Además de ser músico, era un excelente redactor de documentos a mano, por lo cual la gente lo buscaba antes de ir a los tribunales, para que le hiciera o revisara algún documento, lo que le permitía mantener la familia sin dejar la música, que era su pasión.
Con su Rally, una de las mejores marcas de bicicleta, se paseaba con su camisa blanca manga larga como todo un aristócrata de la cultura afrocaribe. Después de que a Coro le tumbaran sus bellas casas de bahareque y tejas para hacer la avenida Manaure, Apolinar decía que las ciudades ahora estaban hechas para los automóviles y no para los ciudadanos. El 6 de octubre de 1975, los relojes de la ciudad colonial de Venezuela marcaban las diez de la mañana; venía Apolinar Cazorla Brito por toda la calle Libertad, y se disponía a atravesar la avenida Manaure; pero un carro a toda velocidad lo embistió lanzándolo por los aires, para luego impactar contra el asfalto y rodar unos metros hasta detenerse frente a la comercial Casa Néstor. La noticia corrió como un rayo: Apolinar había muerto; el gran músico y compositor de décimas y cantos de velorios, nuestro cultor don Apolinar Cazorla Brito.
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