Manuel Isidro Molina
No se trata de irrespetar la memoria de alguien, y menos de un personaje tan importante en la vida política venezolana como José Vicente Rangel Vale, durante seis décadas: 1960/2020. Pero el silencio no ayuda.
JVR fue un parlamentario brillante, defensor de los derechos humanos frente a los aparatos represivos que torturaban y asesinaban a mansalva. Ese impecable rol histórico nadie se lo puede negar: sería no solo injusto sino miserable.
También fue un político avezado y periodista de gran talla en la denuncia y la polémica. Como candidato presidencial fue apoyado por el MAS en dos oportunidades junto a otras organizaciones políticas y movimientos sociales; en la de 1973, lo acompañé por diversas regiones del país, en función reporteril siendo estudiante de comunicación social en la UCV y activista juvenil de la Comisión Nacional de Propaganda del MAS, vigorosa escuela de formación política e intelectual.
Sin embargo, su brillo fue opacándose con el correr de los años y su incursión en negocios familiares que estimuló con tráfico de influencias durante varios gobiernos de los años 80 y 90 del siglo XX, diestra práctica que catapultó durante los gobiernos de los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Derrapó a jefe de un clan de poco brillo y mucha plata. Así murió.
Sus prácticas extorsivas desde el periodismo, son famosas; y el aprovechamiento familiar de contrataciones públicas perversas, le sirvieron de guarida.
Su obsecuente posición política frente a los desastres administrativos y el abuso de poder de los gobiernos de Chávez y Maduro, es de antología y queda para los historiadores.
El gobierno de Maduro se ha distinguido por la elevación a sus altares de politiqueria y desmemoria, de unos cuántos personajes menores de muy escasa reputación ética. JVR no será la excepción. Lo venerarán a su estilo, como han hecho costumbre.
Con tranquilidad de espíritu, valoro sus virtudes políticas durante los años sesenta y setenta; y tacho su degradación moral y política que ensombreció sus últimas décadas de vida. De la irreverencia de sus mejores años, torció su vida hasta la sumisión.
¡Paz a su alma!
manuelisidro21@gmail.com
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