En el desarrollo del capitalismo mundial, hay algunas cuestiones que dejan perpleja a mucha gente, por decir lo menos. Para muchos economistas y dirigentes políticos, las cosas lucen muy confusas y difíciles de desenredar, pues esperaban otra conducta de Trump. A la par de sus intemperancias, se destacan los cambios en la correlación de fuerzas a escala internacional y los realineamientos en torno de los bloques imperialistas.
La transición de la hegemonía estadounidense a la china parece haberse definida ya en favor de los asiáticos. La política de protección es dominante en el mundo entero, y es natural que así sea. A la ofensiva de Trump, iniciada hace 8 años, le sigue —casi de manera obligada— la propia de parte de China y demás potencias imperialistas, así como de los espacios que integran. Liberalismo es sustituido por proteccionismo. Ésa es la realidad fácilmente perceptible. Pero, como es natural, no refleja las cuestiones esenciales. Hay que apelar a la ciencia.
EE.UU. se encuentra entrampado en el desarrollo del proceso de acumulación de capitales a escala mundial, afianzado éste por la competencia: busca nivelarse con China. Competencia y acumulación van parejos. Competencia y elevación de la composición de capitales son concomitantes. Por ello son muchas las tareas que debe cumplir el otrora hegemón mundial. Debe lograr de manera plena la máxima sobrexplotación de los trabajadores, allí donde realice inversiones, principalmente en suelo propio. Cuentan los migrantes, sobre todo los indocumentados. Contar con materias primas baratas, abundantes y seguras, supone enfrentar otras potencias acá o allá. Hacerse de mercados, para colocar sus capitales-mercancías, también obliga a la confrontación.
Para hacerse competitivo frente a China, EE.UU. debe elevar su composición de capitales, pero con fuerza de trabajo más barata que la que posee en su tierra: con materias primas más baratas y más mercados. Es lo que permitiría elevar la composición de capitales sin afectar sensiblemente, al menos durante un tiempo, la cuota de ganancia, que está en caída. Por ello se agudizan las contradicciones dentro de su territorio y a escala internacional. Mientras no consiga esa competitividad, aplicará medidas de protección. Mientras el precio y la calidad de sus productos no compitan con los de fuera de su territorio, aplicará barreras arancelarias y no arancelarias. No se detendrá por violar abiertamente los acuerdos y convenimientos con la Organización Mundial Comercio.
Ése es el proyecto que inició Trump hace ocho años. Biden lo continuó, aunque con menos bríos. Claro, no es un asunto personal. No se trata de un proyecto personal. Es que resume los intereses del capitalismo estadounidense en sus condiciones de perdedor de la hegemonía mundial frente a China. Trump está al frente del Estado que actúa como capitalista total ideal. Pasa por encima de intereses de particulares y de muchos de sus aliados: EE.UU. de primero, de segundo y de tercero. Asume la primera magistratura sin intermediarios. Desconoce la división del trabajo que demanda de políticos para que administren sus negocios, como muy bien lo señalara Marx. De allí la presencia de Musk y otros de su estirpe.
Nuevamente se pone de manifiesto que la ley de la tendencia decreciente de la cuota media de la ganancia —y las contratendencias que se le contraponen— resume la base teórica más importante para analizar el desarrollo político del capitalismo a escala mundial. Más en condiciones de la fase superior del capitalismo.
A esto se suman las dos tendencias que, a escala planetaria, se van realizando: primero, la tendencia al desarrollo desigual. Las potencias que logran alcanzar mayor competitividad como resultado de la elevación de la composición de capitales —sin ver caer significativamente su cuota de ganancia— alcanzan mayor desarrollo. Sobrepasan al resto de potencias. Luego, las potencias que se rezagan buscan alcanzar a las que se han desprendido y van en la delantera. En ambos casos se incrementa la rivalidad para la obtención de mercados y materias primas. Segundo, la tendencia a la nivelación, que conduce a una mayor beligerancia, sobre todo por parte de las potencias que buscan alcanzar a las que se han desprendido. La historia es bastante aleccionadora al respecto. Es lo acontecido antes de las dos grandes conflagraciones de dimensión casi que planetaria. Son las potencias rezagadas las que buscan hacerse de espacios a través de la acción bélica. Conclusión: en las actuales condiciones, EE.UU. es la potencia imperialista que busca la revancha, ante la pérdida de la hegemonía mundial.
EE.UU. ve con claridad cómo va perdiendo áreas de influencia en todo el mundo. Su competitividad solamente puede ser alcanzada desarrollando y estimulando, de la manera más cabal posible, las contratendencias que frenan la caída de la cuota media de la ganancia. Todo esto, luego de ese largo período de articulación de capitales con China, buscando una cuota de ganancia más elevada que la que brindaba su economía. Igual les sucedió a Europa, Japón, Corea del Sur, entre otros. Todo lo cual fue aprovechado por los chinos para afianzar un inusitado desarrollo que les permitió afianzar su condición imperialista hasta conquistar la hegemonía.
Lo dicho hasta ahora es de obligatoria consideración a la hora de analizar la circunstancia internacional y explicar algunas decisiones políticas controversiales y enrevesadas, que enervan a quienes deseaban actitudes distintas del díscolo mandatario. Su meta es recuperar competitividad para la economía estadounidense, equilibrar la balanza comercial y rescatar territorios y mercados perdidos, sobre todo frente a China.
Esto explica la posición de Trump respecto de la guerra de Ucrania. Parece una capitulación frente a Rusia, ya que descarga en Zelenski la responsabilidad del origen de la invasión rusa y la guerra. A cambio, busca quedarse con las tierras raras que posee Ucrania, aunque, en buena medida se hallan en territorio ya ocupado por los rusos. Trump afirmó: “Pedimos tierras raras y petróleo, cualquier cosa que podamos conseguir”. También podrían pedir litio y titanio, dadas las reservas probadas en suelo ucraniano. Todo a cambio de la “ayuda” prestada. Pospone una mayor confrontación con Rusia. Se centra en la rivalidad con China. Mientras se asegura materias primas estratégicas para el desarrollo de la industria en su propio territorio.
Como vemos, es sencillo establecer la relación entre este tipo de hechos objetivos y las formas de conciencia que se erigen. Basta con ubicar la evidencia en cada circunstancia previamente avizorada. El análisis de las tendencias objetivas así lo permite. Análisis que demanda, claro está, un correcto manejo de la ciencia económica. De la misma manera podríamos explicar por qué Trump no ha atendido los asuntos de Venezuela como muchos esperaban. Repetimos: en orden de importancia está EE.UU., de primero, de segundo y de tercero.
Carlos Hermoso
Caracas, 24 de febrero de 2025
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